Cuando se fue Viviana le dije a su madre, “bañate y ponete un poco más decente que iremos a comer”

Se bañó, se vistió y se maquilló más sutilmente, igual tenía bastante pinta de puta pero no tan alevosa, le di un saco de lana mío abierto adelante y así salimos.

Paré un taxi y le pedí que nos lleve a un restaurante que quedaba a un par de cuadras de su casa, mostró asombro pero no dijo nada.

Elegí una mesa sobre un lateral, pedí una picada y una botella de vino, Mierda no dejaba de mirar la puerta por si entraba algún vecino o conocido. “Quedate tranquila, sino no vas a disfrutar el almuerzo” y mientras le decía esto le metía aceitunas o pedacitos de queso en la concha.

Los sacaba y se los daba a comer en la boca como dos novios enamorados, ella no hacía nada por evitarlo, al contrario, abría bien las piernas para que me fuera más fácil meterle la comida, mientras llenaba su copa de vino y la instaba a beber sin pausa.

Le abrí todos los botones de la blusa y jugaba con sus tetas, en el negocio no había casi nadie, el único que se dio cuenta era el mozo.

Pedí algo más para comer y otra botella de vino, le puse mucha sal a la comida para que le diera sed, ella se tomó casi toda la segunda botella. Estaba bastante borracha y muy caliente, la mandé al baño a hacerse una paja breve pero sin acabar, también le di la copa: “si querés mear podes hacerlo acá y tomártelo”

Volvió al ratito muy colorada, “¿Qué te pasa?”, pregunté haciéndome el boludo

_” No aguanto más por favor, cogeme acá mismo si querés, pero necesito que me hagas acabar con tu pija YA”

_”Pero si había salido puta la vieja” dije en vos bastante alta para que alguien oyera. “vas a tener que aprender que vos sos un juguete para mi placer, no para el tuyo, si se me ocurre estarás sin un orgasmo un mes seguido”

Su cara no tenía desperdicio, imploraba con sus ojos y su cuerpo, no se atrevía a contradecirme pero toda ella gritaba que no podía mas.

“Bueno le dije chúpame la pija acá y mientras te podés tocar un poco hasta acabar.”

Me sonrió agradecida e inmediatamente se metió debajo de la mesa, sacó mi chota del pantalón y se puso a chuparla como si en ello fuera su vida. Aguanté poco , en un par de minutos le llené la boca de leche y mientras la tragaba escuchaba los suspiros que provocaba su orgasmo tan deseado.

Volvió a sentarse aún más colorada que antes pero con una cara de felicidad que no le permitía mentir. Por supuesto que el mozo que hacía rato nos miraba se dio cuenta de lo ocurrido, pero se hizo el boludo. Lástima, si nos decía algo tenía pensado convencerlo dejando que se echara un polvo con Mierda, él se lo perdió.
Me di cuenta que, a diferencia de lo que me pasaba con Viviana, no me importaba que a Mierda se la cogieran otros, al contrario sentía que me gustaría, sobre todo si eran tipos desagradables.

Mierda pagó y nos fuimos, con la blusa aun desprendida, se colocó el saco y abrochó un par de botones, los pezones se marcaban estupendamente a través de la lana. Era un placer caminar con ella tocándola a escondidas o no tanto a un par de cuadras de su casa. Lo más maravilloso era que no ofrecía ninguna resistencia, al contrario lo provocaba.

Mientras comíamos y en el trayecto a su casa le fui preguntando por su vida sexual, pero a diferencia de Viviana su historia era corta y aburrida: se había casado muy joven casi sin experiencia previa, su marido al principio estaba muy entusiasmado pero cuando quedó embarazada perdió interés, su deseo aumentaba pero el esposo cada vez la atendía menos.

Nació la niña y pasado el periodo de cuarentena creyó que todo volvería a ser como al principio, pero no fue así, el esposo sólo la cogía cada tanto y sin mucho interés. Pasaba el tiempo, ella culpaba a la niña por el descuido de su marido y descargaba en ella su frustración.

Así a los pocos años su esposo se instaló en otro cuarto y directamente no tuvieron más vida sexual ni casi ningún contacto. Solo vivían en la misma casa.

Ella mientras tanto se tenía que conformar con masturbarse, algún encuentro lésbico con una amiga o algún operario que iba a arreglar algo a la casa y trataba de cogérselo.

Su educación católica y su vergüenza por el que dirán le impedía buscar algo más permanente que la satisficiera, su bronca crecía por dentro.

Descubrió que tocar a su hija mientras la cambiaba le producía cierto cosquilleo agradable, así empezó sin llegar a la penetración profunda a hacerle la paja a la bebé tanto vaginal como analmente, luego de eso se desnudaba y se hacía flor de paja.

Cuando Viviana creció era más difícil hacerlo, entonces comenzó con los “castigos” que eran excusas para desnudar a su hija y poder tocarla mientras le pegaba, una de sus amigas lesbiana le gradaba mucho participar de esta perversión, cada vez que ella venía la tocaban y castigaban entra ambas y luego de dejarla encerrada satisfacían sus bajos deseos entre ellas.

Mientras me contaba esto me pasaron varias cosas, por un lado me sorprendió que Viviana no me hubiera contado estos detalles, tal vez en su inocencia los borró para cuidar su salud mental. Por otro le tomé odio a Mierda, si hasta el momento no me generaba más que calentura ahora al saberla pedófila de su propia hija logró que la odiara y me prometí hacerle pagar lo que sufrió esa criatura.

No se sorprendan, si bien soy capaz de hacer cualquier cosa con una persona adulta, jamás me gustaron los que se aprovechan de niñas o personas que no pueden elegir, los mataría.

Llagamos a su casa y ni bien entramos me agarró la pija por encima del pantalón tratando que me la coja, “te lo vas a tener que ganar, y no va a ser fácil” afirmé enigmático. “desnudate inmediatamente”.

No tardó ni 10 segundos en estar totalmente en bolas, “ahora mostrame toda la casa”, yo no sabía si estaba el esposo o no pero tampoco me importaba demasiado, a los sumo el problema sería de ella.

Fuimos recorriendo la casa que era muy grande, en bajos estaba la cocina, comedores, tres baños, cuarto de servicio, parque y piscina. Arriba había varios cuartos, el de ella con baño en suite, el del marido (que no estaba) con otro baño y otros tres uno de ellos había sido el dormitorio de Viviana.

Le pedí algo fuerte para tomar, solo había vino y licores, ningún destilado, decidí mandarla a comprar pero antes escribí sobre su cuerpo con un marcador grueso todo tipo de groserías.
La hice vestir con una túnica que estaba en el cuarto de servicio y que usaba la muchacha que hacía la limpieza.

Así descalza y vestida solo con el delantal la mandé al almacén a comprar un buen whisky. Cuando volvió ya tenía dos vasos con hielo esperando, los llené con la excelente bebida y le dije: “quiero ver el fondo blanco” La boluda apuró el trago creyendo que luego la cogería, era lo que deseaba. Volví a llenar su vaso mientras disfrutaba el mío lentamente.

Esto se repitió un par de veces hasta que estuvo totalmente borracha, no era dueña de sus actos. La saqué desnuda al jardín y le ordené: “ a cuatro patas, quiero verte mear como una perra” El jardín estaba rodeado de varios edificios de departamentos altos desde cuyas ventanas se podía ver perfectamente

No tuvo empacho en obedecer , bajó el culo y se echó una larga meada en el pasto, no contento le volví a ordenar: “revolcate encima y gritá que sos una degenerada”. No creí que obedeciera pero entre el pedo y la calentura lo hizo sin dudar. La premié con una meada en su boca que bebió con placer. Estoy seguro que varios vecinos disfrutaron del espectáculo.

A pesar de ser una hija de puta logró que me calentara muchísimo, la llevé casi a la rastra a su dormitorio, la tiré sobre la cama, empapada en pis como estaba y la cogí de la manera más violenta posible. No paraba de orgasmar y disfrutó como una yegua bien garchada por un semental.

Me puse a revisar sus cajones y armarios, encontré un montón de prendas íntimas de las cuales solo unas pocas eran sexis: “tirá todo esto a la mierda, a partir de hoy las pocas veces que uses ropa interior deberán ser bien de puta” “Comprate también zapatos de taco bien altos y mucha ropa de puta: calzas finitas, camisas transparentes, minifaldas cortitas, aunque podés conservar la ropa de señora seria, así a veces serás la señora bien que se porta mal”.

También le ordené que compre una videocasetera y que instale espejos en las puertas de los placares, “de a poco le vamos a poner un poco de onda a esta habitación de vieja chota” le informe para humillarla un poco más.

Pregunté si tenía consoladores pero dijo que no, que en general usaba sus dedos o una zanahoria, prometí que iríamos de compra juntos, imaginándome las cosas que le haría Verónica contando con total libertad para sus sádicos instintos.

Como no había consoladores tuve que improvisar, en el baño busqué el aerosol más grande que encontré y se lo traté de meter en el culo, pero por más fuerza que hice no conseguí que entrara, lo tenía muy apretado aún, le ordené: “a partir de hoy vas a dormir todas las noches con un pepino en el culo, cada día será un poco más grande que el anterior. La próxima vez que nos veamos voy a meter todo mi puño en tu orto y más te vale que estés dilatada”

Y le metí en aerosol en la concha, donde si entró con más facilidad, le hice la paja con este aparato hasta que logre que entrara completo, debía doler bastante pero estaba como ida y no se quejaba.

De repente se puso a llorar, recordé que le habíamos dado la orden de hacerlo para pedir hablar,
“¿Qué querés? Pregunté enojado imaginado que iba a pedir que se lo saque.

-“Me podés mear un poquito más por favor?

Me paré en la cama y regué su cara y su torso con una buena meada, ella trataba de embocarlo en su boca y yo quería dejar todo lo más enchastrado posible.

“ No se te ocurra cambiar las sábanas hasta la próxima vez que yo esté aquí, me miró como un cachorro agradecido.

Me vestí y me fui

CONTINUARÁ

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