Vacaciones con mamá (Día 7)

Mamá está en el baño cuando me levanto. Me meto yo también porque mi vejiga pide a gritos liberarse y mientras lo hago, puedo admirar de nuevo su cuerpo desnudo bajo el chorro de la ducha. Uno no puede cansarse de ver una maravilla así. ¡Esta mujer es impresionante!

− Buenos días hijo.- saluda ella desde la ducha y parece no tener ya ningún tipo de reparo en mostrar su desnudez, como si siempre lo hubiera hecho delante de mi.

− Hola mamá. Estás preciosa.

− Gracias hijo, tú siempre viéndome con buenos ojos.

− No, sencillamente es la verdad.

− Pues gracias, que a una no le dicen esas cosas tan bonitas cada mañana. Levantas el ánimo a cualquiera.

Cuando termino me quedo ahí plantado observando las gotas y el jabón deslizándose por sus curvas y es que no dejo de sentirme dichoso por tenerla como madre y de que haya soltado su melena hasta límites insospechados. Si antes la deseaba, ahora ya no puedo ver a otra mujer que no sea ella.

− ¿Qué miras cariño?

− A ti – respondo con mi obnubilada vista.

− ¿Te apetece enjabonar a mamá? – dice de pronto.

Su invitación me pilla por sorpresa, pero es mi polla la que parece levantar la mano antes que mi propia voz, ya que se ha puesto mirando al techo en décimas de segundo.

− Vaya, hijo, qué rápido te pones a tope… ven, entra y nos duchamos juntos. – añade toda melosa.

Joder, ni me acabo de creer que esté metido ahí dentro, junto a ella, que nuestros cuerpos desnudos se rocen una y otra vez, que con mis manos impregnadas de gel acaricie sus tetas, su tripita, sus caderas, su coño y ella haga lo propio, masajeando mi culo y después me haga unos buenos restregones sobre mi polla, en lo que viene a ser una “deliciosa paja bajo la ducha”.

Ambos lo hacemos como quien no quiere la cosa, pero sabemos que es algo más que un intercambio de ayudas en el lavado de nuestros cuerpos.

En ese momento nos interrumpe el sonido del móvil de mamá sonando desde la habitación.

− ¡Tu padre! – dice como si nos hubiera pillado allí mismo, friccionando nuestros cuerpos desnudos.

Sale disparada hacia la habitación en pelota picada y totalmente empapada. Luego regresa al baño y afirma con su cabeza para certificar que es papá quien llama. Sigue hablando con él.

− Bien, cariño, pero me pillaste en la ducha… no te oí. – dice apurada.

Me mira y se fija en mi polla que sigue erecta con ganas de seguir jugando.

− Esto… Víctor, está… en… la terraza – contesta nerviosa – Vale, pues quedamos en el aeropuerto esta noche, mi amor. Yo también te quiero. – acaba diciendo y colgando la llamada.

Se me queda mirando con cara seria y algo colorada. Se va secando con su toalla sin dejar de fijarse en cómo me ducho y escudriñando mi cuerpo desnudo.

− Te veo pensativa – le digo enjabonándome y devolviendo la mirada a su precioso cuerpo.

− Sí, cariño, tu padre estaba llamando y no le oímos. – dice con preocupación.

− Bueno, no estés intranquila, no sospecha nada- digo quitando importancia

− ¿Y qué es lo que tendría que sospechar?

− No, nada, pero supongo que se sorprendería si supiera que nos estábamos duchando juntos – digo sonriente pero ella sigue seria.

− Ya no eres un niño, Víctor. – dice fijándose en mi cuerpo y especialmente en mi verga tiesa.

Me gusta que me vea de esa manera, pero en su cabeza están pasando demasiadas cosas y no sabe dónde está la frontera entre el bien y el mal. Yo prefiero que en este viaje abandone su comportamiento maternal, aunque también me gusta, no digo que no, pero en este momento, lo que tengo en mente es solo algo mucho más pasional.

− ¿A qué hora has quedado con Toni para ver las murallas? – le pregunto cambiando de tema para despertar en ella a esa fierecilla que ha invadido su cuerpo en estos días y alejándola de posibles miedos y responsabilidades.

− Será por la tarde. Me invita a comer en un restaurante de la zona y luego vamos a ver las murallas.

Me siento mal al oír eso de la invitación a comer. No puedo parar de pensar en que Toni se va a aprovechar de la situación y cuando menos se lo espere va a atacarla. Supongo que la encandilará con sus juegos de palabras, con una buena comida y seguramente con un buen vino que a ella se le subirá a la cabeza, algo que acabará en lo que me imagino y casi prefiero no imaginarlo.

− ¿Te preocupa algo, cariño? – me dice al verme pensativo.

− No, simplemente que se nos haga tarde, recuerda que esta tarde antes de las 8 tenemos que estar en el aeropuerto. – le recuerdo volviendo a recorrer su anatomía recreándome en sus pechos y en un sexo que no quiero ni por asomo, que nadie pueda usurpar.

− Tranquilo que será una visita rápida.

− Lo sé, mamá, pero no quiero que lleguemos tarde…

En ese momento salgo de la ducha y mamá comienza a secarme con la toalla, lo hace con ternura de madre, pero al mismo tiempo mirando cada parte de mi cuerpo y con unos ojos que me parecen llenos de deseo, al menos eso cree mi torturada mente. Me seca el pecho, los brazos y también la polla que no ha cedido ni un milímetro de su erección. Yo me dejo hacer.

− A ti lo que te preocupa es Toni. – dice de pronto sonriente.

− No… bueno sí.

− Tranquilo mi amor. Le tendré entretenido y seguramente muy caliente.

− Igual le calientas demasiado… – añado con inquietud.

− Jajaja, no cariño, me gusta calentarle y eso me pone caliente a mí también, pero descuida, ya te dije que no follaré con nadie en este viaje.

Ella se acerca para secar mi espalda y su cuerpo desnudo choca contra el mío. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo al sentir su piel contra mi piel. Sus pezones se han puesto duros otra vez. Pienso: ¿Realmente ella será capaz de aguantar los ataques de Toni con la calentura que tiene encima?

− Espero que mientras yo le entretenga tengas tiempo de follarte a Sandrita.

− Sí… – contesto, pero ahora no es Sandra lo que está en mi cabeza.

− Además lo harás varias veces, se ve que es una mujer muy ardiente. Hazla gozar mucho, cariño.

− Lo intentaré.

− No, hijo mío, en el sexo, como en el amor, no vale con intentarlo. Tienes que conquistar a esa mujer, seducirla y enamorarla, no te conformes solo con metérsela, ¿me comprendes?

− No del todo. ¿No se trata de follar?

− ¡No hijo! Tienes que intentar que para ella sea algo especial. Que no lo olvide nunca.

− Ya, pero mamá, yo no tengo experiencia, ya sabes… – es mi respuesta.

Ella se me queda mirando fijamente a los ojos.

− ¿Qué pasa? – le digo ante esa mirada.

− ¡Ven!

En ese momento, mamá me da la mano y me conduce hasta la habitación. A pesar de no saber dónde me lleva, estoy en la gloria, así desnudo yendo de su mano, teniéndola desnuda a ella también y disfrutando de su culo mientras caminamos juntos como dos amantes. Llegamos al centro de la habitación y nos ponemos frente al espejo de pared en donde se ven reflejados nuestros cuerpos desnudos. Ella delante y yo detrás.

− ¿Qué hacemos aquí? – le pregunto.

− Mira cielo, te voy a enseñar cómo puedes tener a Sandra completamente a tus pies y que esos momentos sean inolvidables para ti y por supuesto para ella.

Mamá toma mis manos y las pone a cada lado de su cuerpo, sobre sus caderas. En ese instante nos miramos a los ojos a través del espejo. Veo en ese cruce de miradas, muy patente, el deseo reflejado. Ella empieza a explicarme cómo podré tener sexo esa tarde con Sandra y sobre todo cómo enamorarla.

− Primero, admira su cuerpo, sin acercarte demasiado. – me dice.

− No entiendo – digo acariciando sus caderas y subiendo suavemente hasta su cintura.

− Así, cariño, como lo estás haciendo. Que ella note que estás fijándote en su cuerpo como si fuera la cosa más maravillosa que hubieras vivido jamás. Si hay algo que hace feliz a una mujer y le excita sobremanera es que la consideren única e irrepetible. Intenta seducir con esa mirada, tal y como lo haces ahora conmigo. Imagina que mi cuerpo es el de ella, que no solo la deseas porque es una mujer hermosa y quieres hacer el amor, sino que ella es algo que está por encima de todo, que quieres tener sexo, sí, pero además porque su cuerpo te tiene atrapado, enganchado, totalmente perdido.

No me resulta tan difícil seguir esas indicaciones, ya que, aunque mamá no se quiera enterar, veo en ese cuerpo todo lo que ella me está describiendo. No es que me esté instruyendo, sino que me está detallando lo que siento por ese cuerpo, una entrega total de enamoramiento, atracción y deseo.

− Muy bien cariño, así – me dice viendo mi cara en el espejo.

− Eres preciosa. – digo totalmente sincero.

− Eso es, amor, dile lo bonita que es, imagina que soy Sandra y mímala como si fuera lo más valioso del mundo.

Sigo su orientación, sin ningún problema, pero no hace falta imaginar a nadie, el cuerpo de mamá representa todo lo que siempre he soñado, porque es a ella a quién quiero, es ese cuerpo el que me tiene loco. Admirando la imagen que me devuelve el espejo, con la redondez de sus pechos, la estrechez de su cintura, sus prominentes caderas, su sexo rasurado y totalmente abultado…

− Ahora pégate a mi cuerpo por detrás y estrecha mi cintura, pero sin que sea algo sexual, como si fuera un abrazo de amor. Imagina que es el amor de tu vida – continúa ella con sus clases.

− ¿Así?

Me entrego a ese abrazo y mi cuerpo se pega al suyo. Noto su espalda contra mi pecho, mis muslos contra los suyos, su culo contra mi polla que no hace falta que diga que está completamente dura. Sigue sin costarme imaginar que ella sea ese amor anhelado.

− Así, mi vida, lo haces muy bien, que ella se sienta como una reina, una mujer muy deseada… – sigue hablando ella, con una voz que me parece seductora pero yo solo veo en el espejo a la mujer que deseo por encima de todo.

El abrazo dura un buen rato, como si nada ni nadie nos obstaculizara ese instante que nos pertenece exclusivamente a los dos.

− Acaricia la parte exterior de los muslos, como si fuera algo muy sensible que se fuera a romper.

− ¿Así, mamá? – le digo bajando mis manos por sus caderas hasta medio muslo con mucha suavidad.

− Muy bien… – su voz sigue siendo un susurro.

− ¡Qué suave!

− ¿Ves cómo lo sientes, mi vida? – me dice ella.

− Sí.

− Ahora acaricia mi cintura, suavemente, subiendo hasta la base del pecho.

Lo hago, pero no como ella parece estar indicándome ya que no es la cintura ni el pecho que tengo que imaginar, sino todo lo que más anhelo.

− Besa mi cuello con dulzura, al tiempo que tu mano acaricia la parte exterior de mis pechos. – sigue indicándome.

Mamá parece ronronear cuando siente la calidez de mis labios posándose sobre su cuello y para colmo mis manos acarician con tanto ahínco como dedicación sus prominentes tetas.

− Así, cariño… ahora amásalos y usa tu lengua para dibujar el contorno de mi cuello.

Estoy muy feliz y este momento no podré olvidarlo nunca. Sigo observando a mi madre desnuda reflejada en el espejo, pero además es que estoy abrazado a ella de una manera que nunca pude imaginar, porque más que enseñarme a conquistar el cuerpo de Sandra, me está conquistando aún más con sus palabras y sus enseñanzas de madre entregada, pero a estas alturas ya no creo que solo sea una profesora, sino que está disfrutando esas enseñanzas tanto como yo.

− ¡Sí! – suspira, al tiempo que su mano se estira hacia atrás para acariciar mi nuca.

− ¿Voy bien?

− Si, cariño, no pareces un novato en esto. Me está gustando, así que Sandra quedará prendada.

− Me alegro – respondo, aunque lo que me alegra es estar así y que además le guste tanto.

− Ahora chupa el lóbulo de mi oreja. Es una parte muy sensible en muchas mujeres.

− ¿Así? – digo al tiempo que mis labios y mi lengua atrapan y disfrutan de la suavidad de esas orejitas.

− ¡Síii! – contesta en suspiros cada vez más largos y sentidos.

− ¿También es tu parte sensible?

− Sí, cariño. Ahora con la otra mano, intenta girar por mis caderas hasta llegar a mis ingles, juega allí con tus dedos, pero no toques mi sexo…

Sigo a pies juntillas esas instrucciones y me encanta pasar mi mano por la tersura de su piel y encontrar aún más suavidad en la parte interna de sus muslos y después a ambos lados de su rajita, que emana un calor extraordinario.

− Sí, mi vida, muy bien… – dice apretando su mano y mordiendo ligeramente mi otra mano que está acariciando su teta izquierda.

No hay duda que mamá está caliente. Estoy convencido que no se trata de una simple clase de orientación a un principiante en el sexo, sino lo que ella está deseando por encima de todo. En este viaje está resultando todo demasiado fuerte como para controlarse y ella tampoco puede, estoy convencido. Necesita sexo tanto como yo, pero además tiene ese hándicap que es no poder engañar a mi padre, sentirse atrayente, deseada y jugar a un juego que está en los límites de lo prohibido pero sin traspasar la frontera. Yo tampoco quiero que esté a solas con Toni, ni que ese tipo tenga la mínima oportunidad, como esta que tengo yo ahora, disfrutando de su cuerpo y de sus palabras, no quiero que ese cerdo ponga sus manos encima de ella.

− Ahora acaricia los labios externos de mi vagina, pero no toques el clítoris, es importante no tocar esa zona todavía. – me susurra ahora.

− ¿Por qué no puedo tocar ahí? – pregunto muy descontrolado con ganas de acariciar todo su cuerpo sin dejar nada.

− No, reserva ese momento, mi amor… primero deberás besarla, que ella desee con más ganas el momento, que casi te lo pida como un ruego.

Me salto el guión, sosteniendo con mi mano el mentón de mamá y posando mis labios sobre los suyos. Es una sensación maravillosa, pero la suavidad y el calor de sus labios es algo que casi me hace caer de espaldas. Me agarro fuertemente a ese cuerpo, sintiendo como mi polla se clava aún más contra su culo y queda mirando hacia arriba siendo masajeada por esos glúteos tersos pero blanditos.

− ¿De esta forma? – digo cuando separo mis labios.

− No dije que me besaras. – dice ella con sus ojos vidriosos clavados en los míos, pues aunque era solo orientativo yo fui más allá.

− ¿No te ha gustado? – pregunto muy excitado.

No dejo que responda pues mi boca se abalanza de nuevo sobre la suya y nuestros labios entran en un contacto suave en el que me recreo. Ella no rechaza el beso, ni hace ademán de retirarse. Mi otra mano está sobre su pecho y noto la palpitación de su corazón que va a toda velocidad, también puedo percibir su respiración agitada, lo que me indica que está muy excitada. Mi lengua hace acto de presencia y empieza a notar el calor de sus labios. Ella ha podido cerrar su boca o incluso retirar su cabeza con un sencillo giro, sin embargo también la abre y nuestras lenguas se entregan a un beso cargado de ternura, de amor, de pasión… La mano que está en mi nuca aprieta con fuerza pues nuestras bocas están en continua fricción una contra la otra, hasta que de pronto ella se separa de mí y se gira.

− ¿Estás bien? – le pregunto al ver que me empuja sobre mi pecho como queriendo detener todo, antes de que sea demasiado tarde.

− Sí, cariño, pero debemos dejarlo aquí. Supongo que te habrá servido como comienzo.

Los ojos de mamá bajan hasta mi polla que está apuntándola directamente y ella pasa su lengua por sus labios. Debe estar ardiendo por dentro.

− Pero ¡No sé seguir, mamá! – protesto con un tono infantil.

Ella se me queda mirando y sostiene mis manos con las suyas.

− No puedo llevarte de la mano en todo, hijo. Debes aprender por ti mismo. Sólo quería indicarte cómo puedes comenzar a conquistar a Sandra, aunque no te resultará difícil, ella ya está loca por tus huesos. El resto depende exclusivamente de ti.

− Yo quiero aprender contigo… – insisto.

Vuelve a mirarme fijamente, está en un dilema del que no sabe cómo salir. Sé que por un lado quiere darlo todo, pero algo frena ese impulso.

− ¿Qué debo hacer a continuación? – le pregunto.

− Pues no sé, lo que más te apetezca. En ese momento ella estará muy caliente, no será difícil que admita cualquier cosa.

Pienso de nuevo si lo está diciendo por ella misma porque sé que está muy caliente.

− Entonces imaginando que eres Sandra, lo que más me apetecería ahora mismo es comerte el coño. – le digo de sopetón.

Me suena hasta raro decirlo así, con tanta contundencia. Mamá me sonríe, la cosa le ha hecho gracia, pero también le ha excitado oírlo, estoy seguro.

− Bien, no hace falta que se lo pidas. A partir de ahí juega con tu boca sobre su sexo.

− ¿Y cómo lo hago? ¿Qué partes tengo que chupar, besar, morder…? – digo desesperado al tiempo que mi polla balancea y se tensa por momentos.

Mamá se sienta al borde de la cama y me ordena que arrodille y me sitúe entre sus piernas.

− Mira hijo, observa las zonas que debes ir calentando primero. Tienes que asegurarte que esa parte está preparada, verás que hay como piel de gallina sobre sus muslos, acarícialos con tus manos suavemente. También verás sus labios inflamados.

− ¿Cómo los tuyos?

− Si.

Mi mano acaricia sus muslos por la parte interna, desde la rodilla hasta llegar a sus ingles, allí está su sexo abierto, sus labios inflamados y su rajita húmeda.

− No chupes directamente aquí. – añade mamá pasando su dedo índice por toda esa largura. Primero besa las ingles, luego, los labios externos y…

No la dejo continuar, mi boca se va a ese punto de encuentro y primero besa la unión de sus muslos con esa parte prohibida. El olor de su sexo es embriagador y mi lengua capta la humedad que se impregna en toda la zona.

− ¡Noo, para! – me dice agarrando mi pelo y retirando mi cabeza de su sexo.

− ¿Lo hago mal?

− No, hijo mío, lo haces muy bien, pero… ¡Detente, por Dios!

− ¿Pero por qué?

− Esto no puede ser, cariño, soy tu madre.

− Ahora eres Sandra, ¿recuerdas?

Mi lengua vuelve al ataque en esa parte y chupa sus ingles y percibe la blandura de sus labios externos, paso ligeramente mi lengua por esa rajita y por fin descubro el sabor de lo que allí emana. Vuelve a tirar de mi pelo para retirarme la cabeza de su entrepierna.

− Para hijo, por favor. – dice casi en un jadeo.

− Hazte a la idea de que no soy tu hijo. Imagina que soy Toni. – le explico, imitándola.

Acto seguido me adentro en esa raja y me agarro a sus caderas para que no vuelva a retirar mi cabeza de tan sagrado lugar. Mi lengua y mis labios no dejan un centímetro sin catar, sin chupar, sin lamer, disfrutando por primera vez de las mieles que brotan de su sexo. Ese sabor se impregna en mi lengua y en mi paladar que lo degusta como si fuera el mejor de los manjares.

Continúo con mi entrega a chupar y lamer su rajita sonrosada de mamá y por sus jadeos confirmo que no lo estoy haciendo tan mal.

La mano que antes ella apretaba contra mi pelo y agarrada a un mechón tiraba para separar mi cabeza de entre sus piernas, ahora la aprieta pero al revés, haciendo que mi cabeza se adentre aún más contra su sexo y permita incluso que mi lengua penetre en su coño y disfrute de la suavidad de su interior. Creo que no hay nada más rico en el mundo…

Mamá se tumba, abre más sus piernas y se deja llevar por mis chupeteos continuos mientras mis manos avanzan por su tripita, su ombligo hasta masajear sus tetas. En ese momento cierra sus muslos y atrapa mi cara entre ellos. Se corre entre gritos y jadeos sin dejar de agarrarse con fuerza a mi pelo hasta casi tirar de él, sin poder controlar esos espasmos que da su cuerpo cuando mi lengua está en contacto con su sexo. Noto dentro de mi boca cómo ríos de un sabor entre salado y dulce se impregnan en su interior, me encanta sentirlo así y nunca hubiera imaginado esa sensación. ¿Puede haber un sabor más extraordinario?

− ¿Lo hice bien? – pregunto poniéndome en pie observando su cuerpo desnudo jadeante tirado sobre la cama aún.

Ella tarda un rato en reponerse y al fin se reincorpora quedando sentada al borde de la cama con sus piernas totalmente temblorosas.

− Muy bien, hijo.

− ¿En serio?

− Nunca había sentido nada igual. – me dice.

− Me alegro. Entonces Sandra, quedará contenta.

− Sí, mi amor. – dice acariciando mi mano en señal de agradecimiento.

− Ahora es cuando ella me la chupa. – digo de pronto envalentonado y con cierta chulería.

− Sí, claro. – contesta ella.

Mi polla queda a pocos centímetros de su cara. Ella permanece ahí abajo sentada esperando que alguien le diga que es una mala madre, que debe detenerse, que todo es pecado, que es inmoral… o quizás otra voz que le diga que continúe lo que está empezado y se meta ese trozo de carne palpitante en la boca.

− ¿A qué esperas, Sandra? – digo jugando a ese intercambio de roles con el que empezó toda esta historia.

− No voy a chupártela, Víctor. – dice seria.

− ¿No te gustaría? – digo a modo de reto.

− No es eso. ¡Eres mi hijo!

− No, ahora no lo soy – digo agarrando la base de mi polla y haciendo que mi capullo aparezca y desaparezca ante sus ojos.

− Hijo… mejor no sigamos con este juego.

− Tú imagina que soy Toni.

− No puede ser, cariño, de verdad, no puedo chupártela.

− Pero, por favor, te lo suplico.

− Sabes que no puede ser.

− Creo que me lo debes. – digo y me suena a chantaje total.

Ella se queda mirando mi polla durante unos segundos y aunque no sé lo que pasa por su mente, por su mirada y por cómo se pasa la lengua por su labio superior, sé que está muy caliente como para detenerse ahí. Creo que lo está deseando tanto como yo.

− Hagamos un trato. – dice al fin.

Retira mi mano de mi polla y la cambia por la suya.

− ¿Qué tipo de trato? – pregunto intrigado y dejándome llevar por esos dedos que se aferran a mi tronco y que lentamente empiezan a mecer mi polla en una paja muy lenta.

− Yo te la chupo dos minutos.

− ¡Sí! – contesto eufórico.

− Pero si me prometes no correrte.

− Mamá, eso va a ser complicado. Estoy a punto de reventar.

− Entonces nada. – me dice con su sonrisa burlona pero sin dejar de pajearme. Es un reto complicado y más todavía cuando ella no se detiene.

− De acuerdo, intentaré aguantar. – respondo.

− Tienes que estar seguro.

− No sé, no creo que pueda ¿por qué no puedo correrme?

− Debes guardar esa leche para la boquita de Sandra. Yo empiezo y cuando veas que estás a punto me avisas y paro. Es importante que aguantes.

− Pero mamá… ¿Por qué?

− Hijo, esto es muy difícil. No sé ni cómo hemos llegado hasta aquí, pero no puedo chupártela, ¿comprendes? si lo hago es por enseñarte, por decirte todo lo que debes hacer con esa chica. Yo quiero ayudarte, mi amor, pero no me lo pongas más difícil.

− Ya sé que lo haces para ayudarme, pero no puedo prometer nada.

− Hijo, si te corres, para mí será algo muy grave. Ya lo está siendo ahora, pero si no consigues aguantar, me sentiré mal, me convertiré en algo que no quiero. ¿Lo podrás controlar?

− Ufff… – es mi suspiro el que intenta responder.

− Además, piensa en reservarlo para Sandra, le gustará que te corras abundantemente. – añade sin dejar de mover su mano contra mi enhiesto falo.

No sé si es una tortura o el mejor de los placeres, pero no puedo negarme a lo que me pida, sobre todo si pone esa carita de niña buena, esa dulce sonrisa y me está pajeando tan suavemente. Además, en el peor de los casos no pierdo nada, si me corro, será lo mejor que me haya podido pasar jamás, aunque deje de hablarme por un buen tiempo y no me mire a la cara avergonzada. Prefiero no preguntar qué pasaría si no puedo controlarme.

− Acepto. – digo al fin.

Sé que para ella es un juego y creo que disfruta con ello. Yo sé, en cambio, que no voy a poder controlarme. Nunca me han chupado la polla, pero con sólo imaginarlo ya estoy a punto de caramelo, más si esa boca es la de mi madre. La apuesta es a perder, aunque será la mejor que haya perdido jamás.

Su cabeza se acerca y tras jugar con su otra mano con mis huevos da una lamida a mi glande con su lengua y luego se separa para observarme.

− ¡Dios! – digo tensando mis piernas y abriéndose para no caerme.

− ¿Aguantas? – me pregunta pajeándome lentamente con una mano mientras que su lengua juega a dar lametazos a mi glande.

− Sí, sigue, por favor… – respondo jadeante.

− Espero que Sandra sepa hacer bien su trabajo, tú deberás aguantar al máximo. No sé si lo hará como yo, pero tú imagina que es lo mejor que te pueda pasar en tu vida. A ella le gustará que tú sientas eso.

¿Acaso no es así? Si hay un momento mágico en mi vida, ese que se quedará grabado mientras viva es el que estoy sintiendo cuando la boca de mamá juega con mi polla, la chupa, la lame, la besa…

− También es importante que eso dure lo máximo, para que ella se vuelque y ponga toda su atención en tu polla, ¿entiendes? – me pregunta y a continuación su lengua dibuja un río de saliva desde la punta hasta los huevos.

− Síii…

− Ahora, ella debería metérsela en la boca y succionar. ¿De verdad podrás aguantar, mi amor?

− Síii, por favor, hazlo – le pido desesperado.

La boca de mamá se abre más y sin dejar de mirarme atrapa entre sus labios todo mi glande poniendo su lengua por debajo. No sé si la sensación es la que esperaba, porque creo que el gusto es el mayor que he percibido nunca y por un momento siento cierto mareo, sobre todo cuando esa deliciosa boca avanza y avanza haciendo desaparecer mi polla hasta la mitad y después regresa el camino andado para irla sacando con la misma lentitud.

Los ojos de mamá descubren los míos viendo esa operación con la que tantas veces había fantaseado en mis pajas a escondidas. Ahora es cierto, los labios de mamá, más tensos que nunca, abarcan mi polla y hacen un sube y baja más que increíble. Cierro los ojos y todo mi cuerpo tiembla. De pronto ella la saca de su boca y la sujeta por la base apretando fuerte.

− Me prometiste no correrte. – añade ella recordando nuestro absurdo trato.

− ¡Es muy difícil, mamá! – protesto, sabiendo que con cuatro vaivenes más me correré como nunca contra su boca.

− Tienes que intentar aguantar. Hazlo por mamá.

No sé si esas palabras me ayudan o me excitan aún más. Pero le indico que siga, agarrando su cabeza y llevándola hasta la punta de mi miembro. Sonríe y a continuación se vuelve a meter una buena porción de mi polla. Sus labios se tensan de nuevo y sus ojos brillan por el esfuerzo de atraparla. Ha pasado de la mitad, creo que casi está entera dentro, apenas faltan unos milímetros cuando… de pronto se oye un ruido que deja a mamá con mi miembro insertado en su boca. El sonido proviene de la terraza.

− Hola ¿vecinos? – es la inconfundible voz de Sandra la que nos detiene.

Mamá, saca mi verga de su boca, haciendo un ruido de succión y al tenerme agarrado con su mano y todo el susto que acabamos de llevarnos, hace que yo pierda el equilibrio y caiga encima de ella sobre la cama.

− ¿Hola?, ¿Laura?, ¿Víctor?, ¿Estáis ahí? – insiste la voz de Sandra desde su terraza.

Estoy sobre mamá, que espatarrada en la cama, tiene sus ojos muy abiertos frente a los míos. Puedo notar el calor de boca sobre mis labios a muy poca distancia y lo más asombroso: ¡Mi polla totalmente tiesa descansa apoyada justamente contra la entrada de su coño! Es curioso cómo hemos quedado en esa posición tan oportuna, tal y como si el destino me hubiese sonreído una vez más. Noto palpitaciones en esa zona y no sé si es mi verga la que lo hace o es el propio corazón de mi madre que traspasa de su sexo a mi miembro. El glande está a las puertas del paraíso y con un solo movimiento de mi pelvis estoy seguro de que comenzaría el traspaso a esa puerta prohibida.

− No te muevas, hijo. – me dice mamá susurrando y casi rozando sus labios con los míos.

Yo obedezco, me mantengo inmóvil y no sé muy bien lo que está sucediendo pero esto es algo que nos tiene a los dos tensos y excitados al mismo tiempo. Ambos sabemos que estamos a un golpe de romper con todo, pero también esperamos a que la sensatez haga acto de presencia, supongo que algo en nuestro interior no nos permite seguir, sabemos que esto está mal… muy, pero que muy mal.

− No parece que estén. – añade Sandra desde su terraza y que imagino estará desnuda hablando con Toni.

− Ahora quiero follarte, putilla. – es la voz de Toni.

El cuerpo desnudo de mamá sigue debajo de mí, espero no estar aplastándola e intento mover mis pies para levantarme ligeramente y dejarla respirar.

− ¡No te muevas! – dice vocalizando como si no quisiera que nadie descubriera nuestro pecado particular.

Al colocar mi posición sobre ella, mi polla se ha movido ligeramente para quedar enganchada aún más sobre su rajita, atrapada sutilmente por sus suaves labios. Noto con más fuerza las palpitaciones en esa zona y sigo sin saber si es mi corazón o el de ella. Puedo notar la humedad que impregna su raja sobre mi glande. Creo que nuestra parte más física está lubricando e invitando a que ambos nos unamos de una vez por todas, solo queda que nuestras cabezas piensen igual, pero ninguno parecemos estar dispuestos a traspasar esa línea roja que ahora nos tiene totalmente paralizados.

− Calla zorra, que te gustará cómo te folla ese mamón. – añade Toni y se oye el ruido de la mampara. Creo que ese tipo tiene a su chica empotrada contra esa separación de nuestras terrazas y por el sonido repetitivo, se la está metiendo con fuerza.

Mamá sigue mirando fijamente a mis ojos. Estamos inmóviles y expectantes escuchando a nuestros vecinos.

− ¿Se refiere a mí? – le digo en bajito a mamá.

− ¡Schssss! – vuelve a decirme ella aprisionada por mi cuerpo con su boquita y un silbido que sale entre sus dientes. Está preciosa ahí abajo con ese morrito que quiero comerme.

No puedo evitar tocar sus labios con los míos durante un instante y mi polla da un respingo de agradecimiento al verse recompensada en parte, pues el glande sigue mecido por los labios de su vagina. En mi cabeza se cruzan toda clase de cosas, pero mi pelvis está deseando dar un empujón y clavársela de una vez por todas.

− ¡No te muevas amor, si lo haces, me la meterás! – dice en un nuevo susurro ella totalmente alarmada.

Eso no ayuda nada, pues estoy empezando a sentir impulsos descontrolados que no sé muy bien dónde irán a parar, pero aparte de su hijo, soy humano, soy un hombre que tiene a la mujer de sus sueños debajo y con mi polla a las puertas de su ansiada gruta. Su lubricación cada vez más intensa está invitándome a traspasar la puerta.

A pesar de esos malos pensamientos, me mantengo inmóvil y a la escucha, pues nuestros vecinos siguen jadeando con fuerza desde su terraza.

− ¿Te gustará que te la meta Víctor en plan bestia como te hago yo? – pregunta Toni confirmándome que hablaba de mi al tiempo que sigue oyéndose el ritmo martilleante de las embestidas de un claro sonido a polvo frenético y salvaje.

− Síii – jadea ella

− ¿Follará mejor que yo?

− No, papá – es la respuesta de Sandra.

Mamá y yo nos quedamos paralizados, si no lo estábamos ya antes. No sé lo que ocurre durante los siguientes diez segundos pero ambos abrimos los ojos de par en par, intentando calibrar lo que acabamos de escuchar.

− ¿Te gustará que te la meta así? – añade Toni sin dejar de jadear y follándose a la chica.

− Si, papi, fóllame así… – se oye la voz de Sandra cada vez más agitada.

Pienso que por un momento ella ha llamado “papi” a Toni en plan cariñoso, al menos no había caído en la cuenta de que al igual que nosotros pudieran ser padre e hija. Creo que es todo fruto de la casualidad, pero a lo mejor no, puede que todo sean imaginaciones mías.

Apoyo mis manos sobre el colchón pues noto que mamá está casi aplastada debajo de mí cuerpo, pero al hacerlo mi glande se abre paso y se cuela unos milímetros más dentro de su coño. Ella abre los ojos asustada, pero mi pelvis me pide que continúe mientras escuchamos los gemidos, alaridos y voces que emiten nuestros vecinos desde la terraza. Mi glande está completamente dentro de ese coño ansiado, que ahora mamá aprieta con fuerza como si quisiera detener el peligroso avance. Yo siento el calor de las paredes envolviendo la punta de mi polla y estoy en la gloria, lleno de contradicciones y de tensiones que no me dejan pensar, tan solo la pasión y la lujuria que invade nuestras dos habitaciones.

− ¡Sácala, Víctor! – ordena mi madre con un hilo de voz.

Ambos estamos muy excitados y yo hago lo posible por retirarla, no precisamente porque me apetezca, sino porque sé que ella se va a enfadar si continúo, prefiero seguir disfrutando de los buenos momentos y no que todos acaben de repente. Saco ligeramente unos milímetros mi glande de su interior y en ese momento se oye de nuevo la voz de nuestros vecinos de al lado por lo que me quedo quieto una vez más.

− ¿Te gusta, zorra? – dice Toni a su chica de nuevo, mientras la martillea sin cesar.

− No me llames zorra, papá – vuelve a intervenir la rubia.

− ¿No te gusta que te lo llame? Una cosa es que seas mi hija y otra que no seas ¡una auténtica puta…!

− No soy una puta.

− Sí que lo eres, joder.

− Papá, para puta la que te vas a follar luego, ¿recuerdas?

La conversación se detiene por segundos mientras continúan follando y alentados por esas palabras obscenas hablando sobre nosotros y que tanto deben excitarles.

− ¿Qué puta dices, hija? – pregunta Toni

− No te hagas el tonto, papá. Sé que te follarás a Laura – añade Sandra entre jadeos.

− ¿Tú crees? No la veo yo muy por la labor. Le gusta calentar al personal, pero de follar me parece que nada de nada.

− Sí, papá no hace más que mirarte el rabo, está loca porque te la tires, deseosa de que se lo metas hasta bien adentro, como la tienes ahora dentro de mí.

− Estás celosa, putita mía. – afirma Toni mientras sigue embistiéndola

Mamá sigue mirándome fijamente sin decir palabra, pero en el brillo de sus ojos veo todavía el deseo mezclado con rabia. Vamos de sorpresa en sorpresa.

− Tu también estás celoso, papá – afirma Sandra.

− ¿Yo? ¿Por ese niñato?

− Sí, tiene un buen rabo. – añade la desenvuelta vecina.

− Pero sabes que él no lo hará tan bien como yo.

− Muy seguro estás.

− ¿Acaso te follará mejor que yo? – dice en plan chulesco Toni haciendo el presumible esfuerzo por clavársela hasta el fondo.

Nunca me había caído bien ese tipo, pero ahora, con sus palabras me hace multiplicar el odio hacia él. No quiero imaginarme que le pudiera estar haciendo y diciendo eso mismo a mamá. Ahora tengo una rabia interior, una excitación desmedida y un cruce de cables en mi cabeza que no me permiten razonar.

Mamá está ahí, desnuda bajo mi cuerpo y espera en silencio y por su cara tampoco veo que le guste lo que dice Toni, refiriéndose a nosotros, ella que hace unos instantes me estaba enseñando cómo ser romántico con Sandra, está descubriendo lo zorra que es y lo que le gusta es que la traten como tal.

− Seguro que ese chaval no sabe ni follar. – añade el tipo.

En ese momento mi polla se adentra de nuevo en el coño de mamá y a pesar de estar muy apretado en señal de querer pararlo todo, la fuerza de mi cuerpo y el calor de nuestro interior, hacen que se deslice otros dos o tres milímetros más.

− ¿Sabrá metértela hasta bien adentro ese palurdo? – le pregunta Toni a su… hija.

Ya no puedo más. La tensión, el momento, la rabia o vete a saber qué, hacen que apoye con fuerza las manos sobre el colchón y empuje mi polla contra mamá. La primera embestida es bestial, porque ella estaba intentando frenarme, pero la fuerza de mi cuerpo ha hecho el resto y noto como mi verga entra por entero en ese coño soñado, hasta llegar hasta el final. Ni yo mismo me lo creo, pero se la he metido de golpe, ¡Con todas las ganas y hasta lo más profundo!

− ¡Ahhhhh! – es el gemido de mamá, que abre su boca intentando captar algo de aire.

− ¡Joder! – digo yo apresado en el conducto prohibido de su sexo que envuelve tan maravillosamente mi polla pudiendo sentir un calor más que gratificante.

− ¡Está dentro! – dice mamá asustada y gimiendo.

Me voy retirando lentamente y ese movimiento hace que mi gusto sea aún mayor, no quiero que termine nunca. Estoy dispuesto a sacar mi miembro de la cueva del pecado, pero es tanto el placer que siento que no puedo controlar mi cuerpo y empujo de nuevo con todas las ganas mi pelvis para clavársela de nuevo hasta lo más profundo de su coño.

− ¡Ahhhh! – es otro de los gemidos de ella y el mío propio sin importarnos que podamos ser oídos.

Vuelvo a sacarla hasta que mi glande llega a las puertas de ese coño que me abraza y vuelvo a la carga, esta vez siguiendo un ritmo lento pero constante. Las piernas de mamá están completamente abiertas y mi cuerpo se aprieta contra el suyo en un vaivén cada vez más acelerado. Ella me mira con sus ojos desorbitados, su boca abierta que hace que su aliento impregne mis labios con una bocanada caliente. Me detengo en seco con toda mi polla dentro de ella. Noto con fuerza la palpitación de mi corazón y las contracciones de su coño.

− Lo siento. No sé qué me ha pasado. – digo intentando disculpar algo que está fuera de mi control pero sin dejar de continuar con el mete-saca.

− ¡Sácala por Dios! – dice ella con una voz que no indica que lo esté deseando precisamente.

Vuelvo a sentir cierto temor y voy sacando mi polla de su conducto sagrado y el placer de ese movimiento es más agradable cada vez. Me lo confirma otro de sus largos gemidos. Creo que prefiero arriesgarme, pues es tanto el placer que siento y el que ella misma siente que vuelvo a la carga insertando toda mi barra de carne en su interior.

− ¡Ahhhh, qué gusto! – dice ella en una especie de sollozo.

− ¡Siii! – oigo mi propia voz saliendo de mi interior.

Sin hacer ni el más mínimo amago por sacarla, empiezo a bombear dentro de mamá, sintiendo las paredes de su vagina aferrándose a mi polla. No sé si se oye a nuestros vecinos y me da igual, ya no hay mundo a nuestro alrededor, solo nosotros dos, ella y yo.

Los jadeos se multiplican, las respiraciones son intensas y nuestras bocas están tan cerca que no pueden por más que unirse y empezamos a besarnos sin que yo deje de empujar con mis caderas hacia el cuerpo de ella, metiendo y sacando mi miembro de su interior.

En un momento reduzco el ritmo pues estoy a punto de correrme si continúo con esa fuerza y ese brío, sin embargo hacerlo despacio no me ayuda absolutamente nada, sino al contrario me excita aún más hasta dejarme a las puertas del orgasmo. Sé que ella está también descontrolada. Nuestras lenguas se unen de nuevo en nuestras bocas intentando combinar la respiración a través de la nariz y en jadeos de nuestros respectivos alientos.

− ¡Mamá, me corro!, ¿la saco?- le pregunto deseando no oír un “sí”.

Ella no responde, sino que tiene cerrados los ojos, sus piernas apretando mis caderas, su cabeza echada hacia atrás y sus manos agarrando fuertemente en un puño, las sábanas. Quiero tener el control, como ella misma me ha enseñado hace apenas un momento, pero no puede cuando al intentar sacar mi miembro lentamente, sus pies empujan mi culo hacia ella, mientras no deja de gemir con más fuerza cada vez, hasta que veo como se está corriendo sin contemplación. Decido seguir mi ritmo y no parar, así que inserto varias veces más mi polla dentro de su sexo, hasta que en una de esas embestidas lo dejo completamente metido y noto el calor que me viene desde los pies a la cabeza sintiendo cómo se tensa mi polla y parece querer explotar dentro de ese lugar maravilloso. Y me corro soltando varios chorros que inundan la vagina de mamá.

Ella sigue gimiendo y apretando sus pies contra mi culo en señal de que desea que siga brotando mi semen dentro de ella hasta vaciarme por completo.

Son varios más los espasmos hasta que pierdo la cuenta, pero sé que he inundado ese lugar maravilloso que me ha enseñado lo que sentir la felicidad plena y cómo se puede detener el mundo en un instante.

Permanezco sobre mamá y ambos jadeamos intentando recobrar el aliento e intentando asimilar al mismo tiempo todo lo que ha sucedido. ¡Acabamos de follar! y ¡Me he corrido dentro!

Intento escuchar algún otro sonido, pero nuestros vecinos están en silencio. No se oye nada más que nuestras agitadas respiraciones.

− Mamá… yo… – comienzo a crear una frase de disculpa que resulte convincente.

Ella me mira a los ojos y acaricia mi pelo suavemente. Sin dejarme acabar me besa suavemente en los labios evitando oír lo que no quiere, alejándose de cualquier tipo de explicación. Así, abrazados con mi cuerpo sobre el de ella, permanecemos callados, hasta que me pide que la deje levantarse, para meterse en el baño.

En ese momento todo empieza a tomar color e incluso empiezo a sentir voces de los vecinos, pero no parece que estén follando salvajemente como hace un rato, se les oye cuchichear muy bajito. Es posible que nos hayan oído y se hayan detenido sorprendidos en su polvo brutal y desbocado.

Intento pensar en qué va a suceder a partir de ahora y es que no soy consciente todavía de que acabo de follar con mamá, de sí podrá perdonarme que haya continuado después de pedirme que me detuviera, sin embargo tendrá que comprender que era demasiado para mí.

Tampoco sé lo que pasará con ellos, con nuestros vecinos, aunque poco me importa, ni siquiera ahora que veo que su idea sobre nosotros no era precisamente la que había imaginado. El tipo solo quiere follarse a mamá como si fuera una vulgar zorra y su hija, esa que parecía tan dulce, parece tener como único anhelo saciar la sed de puta que lleva dentro. No me apetece ninguna de las dos cosas: Ni que ese hombre toque a mamá ni si quiera follarme a esa rubia, por muy buena que esté.

Mamá sale desnuda del baño y tira de mi mano para que la acompañe. Yo todavía estoy aturdido y la sigo como un perrito faldero. Me lleva hasta la terraza. Apoya su culo contra la barandilla de la terraza y atrae mi cuerpo hacia el suyo.

Yo estoy pensando en cómo disculparme, en cómo hacerle entender mi tremendo error, pero creo que ella está demasiado caliente como para ser racional en ese preciso momento. De pronto se agarra a mi cuello y me besa en la boca, pero no se conforma con que se unan nuestros labios, sino que abre su boca y su lengua va en busca de la mía. Mis manos se aferran a la barandilla y allí pego mi cuerpo desnudo contra el de ella. No parece importarle que nos vean desde cualquier habitación del hotel, ni que nos oigan nuestros vecinos, que de seguro están escondidos tras la mampara como lo hiciéramos nosotros también observándoles a ellos.

Mamá empuja mi cabeza hacia abajo y me indica con gestos que la chupe su sexo. Ella continúa de pie apoyada contra la barandilla y yo arrodillado entre sus muslos, comienzo a besar esa rajita que vuelve a humedecerse por momentos. Mis labios juegan con los de su sexo, mordisqueo con ellos cada rincón, cada pliegue y me entretengo en chupar ese delicioso tajo que me sabe a gloria. Ya no pienso, ya no razono, ya no estoy por pedir disculpas sino entregado a mi segunda comida de coño y que me parece aún más maravillosa. La pierna derecha de mamá se eleva ligeramente para que mi boca llegue hasta los sitios más recónditos. Por un momento miro a sus ojos que se cruzan con los míos y no hay palabras que definan eso, pero ambos tenemos la idea de no conformarnos con pedir perdón o con lamentarnos por nuestro comportamiento sino, dejarnos llevar y seguir disfrutando de esos momentos.

Los gemidos de mamá son más intensos que los que pudo soltar en la habitación y ahora no hay nada que la frene, incluso parece disfrutar en esa entrega total, cuando mi lengua juguetea con su clítoris inflamado, hasta que ella me detiene tirando de mi pelo y haciendo que me ponga de pie. No parece querer correrse todavía. Estoy a su altura y mamá me besa de nuevo, haciendo que su saliva se mezcle con la mía y con los flujos de su propio sexo. Me empuja hasta dejarme sentado sobre la hamaca. Todavía no me lo puedo creer, pero la tengo ahí desnuda acariciando mi pelo y su sexo delante, tan hermoso…

Levanta una pierna y después la otra para quedar a horcajadas sobre mi cuerpo. Nuestros sexos entran en contacto otra vez y todo un escalofrío recorre todo mi ser. Ella pasa su mano por detrás de su culo hasta sostener mi polla por la base y comienza a pasarla repetidas veces a lo largo de su rajita. No hace falta lubricar mucho más, ni animar a mi miembro que está completamente erecto otra vez.

− ¡Fóllame! – dice de pronto, en voz alta, sabiendo que nuestros vecinos deben estar escondidos detrás de la mampara escuchándonos y viéndonos.

No digo nada, pero ella me sonríe y después de ubicar mi glande contra su orificio, se deja caer con todo su peso haciendo que la penetre de nuevo hasta lo más hondo. Ambos damos un suspiro continuo convertido en jadeo después. Mamá apoya la punta de sus pies en el suelo y se levanta lentamente hasta que casi la punta de mi polla quiera salir de su coño y luego se vuelve a dejarse caer. De nuevo nuestro jadeo intenso y nuestro abrazo lleno de caricias y besos da paso a repetir ese movimiento incesantemente, follando con todas las ganas, sin reprimirnos en absoluto, hasta que de nuevo el orgasmo nos invade a ambos y nos corremos, primero ella, cuando muerde mi cuello con sus labios apagando un grito prolongado y después yo, que sosteniendo su redondo culo, lo acaricio y después noto como mi polla se tensa y empieza a enviar chorros en el interior de su coño. Ella me sonríe, agradecida, victoriosa, totalmente entregada a ese polvo maravilloso.

Así permanecemos abrazados sobre la hamaca y sin dejar de besarnos, incluso cuando mi polla ha reducido su tamaño pero ni yo quiero salir ni tampoco parece desearlo ella.

Por alguna razón ambos sabemos que esto se acaba, que nuestras maravillosas vacaciones han roto con todo, llevándonos a un mundo nuevo a ambos y consiguiendo cosas que solo podían realizarse así, en un intercambio de roles, como si fuéramos dos amantes. Pero afortunadamente no ha sido sólo una representación.

En la ducha, tras ese increíble polvazo, no hay momento para las palabras, pero sí para seguir acariciándonos y continuar con nuestros besos y el juego continuo de lengua contra lengua. Nuestras manos van en busca de nuestros sexos, nuestros culos y cada centímetro de nuestra piel. Nos bañamos por fuera y compartirnos por dentro nuestras almas intentando aprovechar cada segundo, los pocos que nos quedan.

El tiempo ha pasado tan deprisa que ni recuerdo en qué momento del placer nos hemos quedado, pero sí que nos hemos entregado sin dejar de besarnos y acariciarnos intentando dejar grabada esa pasión que nos ha unido en este hotel… en estas flipantes vacaciones. Ambos nos llevamos ese delicioso sabor de boca.

Nos vestimos en silencio. Ninguno quiere pronunciar palabra, tan solo cuando ella se ha puesto sus zapatos de tacón, su fina camiseta ceñida y sus pegados leggings negros, le pregunto.

− ¿Vas a ir con Toni?

− No cariño. Ni loca. Ese cerdo se va a quedar con las ganas.

− Me alegro. Como te vestías así de sexy…

− Para ti, qué sé que te gusta.

− Gracias mamá, por todo…

Hay un silencio mientras mamá sigue atusándose frente al espejo.

− ¿Y tú? ¿Vas a ir con la putita de su hija? – me pregunta de pronto ella con su amplia sonrisa.

− También se va a quedar con las ganas. Jajajaja… – respondo

Ambos reímos a carcajadas y seguimos preparando las maletas intentando poner en orden nuestros pensamientos, buscando la manera de asimilar cada momento vivido.

− Mamá, ¿vas a ir así en el viaje? – le pregunto refiriéndome a su indumentaria.

− ¿Acaso no te gusta? – dice muy melosa, sabiendo que es lo máximo para mí.

− Sabes que me encantas.

− Gracias cielo. – dice besándome en la frente.

− Y ¿papá? – pregunto.

− ¡Tendré que ir convenciéndole!

No acabo de ver que eso sea así, pero en el fondo me gusta ese autocontrol y esa seguridad que muestra mi madre después de experimentar tantas cosas que han sacado de su interior esa energía que tanto necesitaba enseñar. Supongo que papá también descubrirá esa fierecilla aunque no sé hasta qué punto le pueda gustar.

Vuelvo a sentir celos, como cuando pensaba en Toni, pero ahora de mi propio padre, sabiendo que será él quien continúe acariciando ese cuerpo, besándolo, abrazándolo, haciéndolo suyo…

Regresar a casa me está resultando más triste que nunca y no me hace ninguna ilusión ver en el aeropuerto a mi padre esperándonos. Ellos se funden en un abrazo y se besan a continuación durante unos segundos. Sé, para mi gran pesar, que todo se ha acabado. Mi padre me da un pequeño golpecito en la espalda, pero parece, por su cara, que hay otra cosa que le incomoda. Se gira hacia mamá observándola.

− Cariño, ¿no vas muy ceñida? – comenta mirándola de arriba a abajo.

− ¿No me ves más guapa? – responde ella con su nueva seguridad.

Él no responde pero no parece hacerle ninguna gracia ese nuevo atuendo y nos subimos al coche, sin que apenas nos pregunte qué tal ha ido todo, si nos hemos divertido, si todo ha sido como él hubiera querido. Parece molesto y muy metido en sus problemas como para saber si tuvimos un viaje inolvidable y vaya si lo tuvimos… ¡Si él supiera…!

Hemos regresado a una vida a la que no queríamos volver. Un padre y marido amargado, viviendo sólo por su trabajo y metido en su arcaico mundo, lleno de prejuicios y celos, sin ver con claridad la felicidad de esa mujer que tanto ha disfrutado, mostrando lo mejor de ella y sintiéndose tan especial.

Llegamos a casa y vamos deshaciendo las maletas y veo en la mirada de mamá que vuelve a ser la misma que la de hace una semana, la de una madre abnegada y que me mira como su hijo que soy… y no la de esa mujer ardiente con la que he disfrutado tanto en estas vacaciones. Todo se ha terminado tan rápido que pienso si realmente fue verdad. Sólo ha sido una semana, pero ha sido la mejor semana de mi vida. Posiblemente algún día conozca a una mujer maravillosa, que se pueda parecer a mamá, pero nunca habrá ninguna que sea como ella ni disfrutaré en tan poco tiempo tanto como en estos días.

Tras la cena, entregamos los regalos a papá y contamos las cosas menos importantes del viaje, porque lógicamente no podemos hablar de lo que realmente ha sucedido, me gusta la idea de que él se quede al margen de nuestra “íntima y secreta aventura”.

Ya de noche, estoy en mi habitación, a oscuras y tirado sobre la cama, desnudo me pongo a mirar las fotos de mi móvil en la que va a apareciendo mamá, primero con sus vestidos ajustados. Disfruto de cada imagen, de casa pose, luego veo en las que lleva aquel tanga amarillo tan sexy, después con sus tetas al aire, luego en las que está desnuda y los avances que hemos ido ganando en tan poco tiempo, incluso cuando fuimos más allá y nos entregamos en el viaje como si realmente fuéramos una pareja de recién casados. Fue mi luna de miel, que será, sin duda irrepetible. Ahora pienso en ese cuerpo e imagino que mi padre está apoderándose de él… arrebatándomelo de nuevo.

En ese mismo momento se abre la puerta de mi cuarto y yo me quedo inmóvil, tumbado sobre mi cama, desnudo y con mi polla entre mis dedos sin esperar a que nadie pudiera entrar sin llamar. La luz que entra del pasillo me ciega por un momento pero cuando logro enfocar veo la silueta del cuerpo de mamá apoyada sobre la puerta. ¡Joder!, ¡Está desnuda!

− ¡Hola cariño! – me dice con esa voz sensual como la que he oído varias veces en esta semana loca.

− ¡Pero, mamá! – digo admirándola totalmente sorprendido.

En ese momento su cuerpo desnudo avanza hacia mi cama y puedo ver dibujada en su rostro una gran sonrisa.

− Mamá… ¿Y papá? – pregunto intentando ser algo racional en un momento totalmente increíble.

− Está dormido.

− ¿Dormido?

− Sí, se ha tomado las pastillas para dormir, porque dice que mañana tiene algo muy importante que hacer en el trabajo y tiene que descansar.

− ¿Pero tú y él… no?

− ¿Qué si no hemos follado? – me dice sin cortarse.

No hace falta que ella responda a la pregunta porque es evidente que no. Es curioso, pero me siento raro, por un lado feliz de que no hayan hecho nada y por otra triste por ella de que no haya podido enseñar a papá la mujer salvaje y ardiente en la que se ha convertido.

− No me lo puedo creer, mamá.

− Para tu padre sólo hay una cosa. El trabajo. Ya viste que no le gustó tampoco mi nuevo vestuario y eso que aún no ha visto nada.

− Es increíble. – digo y pienso, pues no sé cómo no se lanzó sobre esa mujer tan alucinante que está ahora sentada al borde de mi cama completamente desnuda…

− Ni siquiera se fijó en mí cuando aparecí desnuda en la habitación y parece que tampoco le hizo gracia verme el coño rasurado. ¿Te puedes creer que se dio la vuelta y se quedó frito? – añade acariciando mi pecho con la punta de sus dedos.

Me hace sentarme sobre la cama, con mi espalda pegada en el cabecero y yo me quedo observando su hermosa figura que gatea hacía mí lentamente, ofreciéndome una vez más una imagen arrebatadoramente erótica.

No acabo de entender como papá no haya podido tener con ella la noche más loca después de una semana sin verse sabiendo la mujer que tengo yo ahora delante.

− Pues… ¿Sabes una cosa? Que lo prefiero – añade volviendo a pasar su uña por mi pecho, en un arañazo muy suave y sensual.

− ¿Mamá? – pregunto desconcertado.

Se arrodilla entre mis piernas agarrando mi polla con dulzura para empezar a pajearme lentamente. Es posible que el vino de la cena haya tenido algo que ver, pero vuelvo a ver a mamá irreconocible, transformada y comportándose como una mujer ardiente que siempre llevó dentro y nunca demostró hasta el viaje que acaba de finalizar. Pensé que nunca volvería a verla así.

− No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí en estas vacaciones, mi amor – me dice sin dejar de masturbarme con esa lentitud.

− Ha sido un placer para mí, ya lo sabes… – respondo con la voz temblorosa al sentir esa mano meciendo mi rabo tieso.

− Sí, pero tú has sabido hacerme sentir como quiere una mujer. Has conseguido que sea más atractiva, más hermosa, más cachonda, que me guste a mí misma y que vuelva locos a los demás.

− Yo no he hecho nada. Tú eres todo eso.

− Ya, pero nadie me lo había dicho ni enseñado. ¿Sabes? Antes creía que todo era así y no había nada más, en cambio tú en este viaje me has enseñado a ser yo misma y a disfrutar haciendo todo eso.

− Yo también lo disfruté – respondo con la voz entrecortada mientras ella continúa con esa dulce paja.

− ¡Quiero que me folles otra vez! – dice ella besando mi frente y a continuación uniendo sus labios a los míos. Esa ternura y esa pasión, me hacen temblar.

La frase es más que contundente y mi polla se tensa entre sus dedos, algo que parece hacerle gracia, dándole un lametón a la punta sin dejar de sonreir. Estoy flipando, no acabo de creerme que lo que yo veía como finalizado de una vez por todas, continúe en este preciso momento y sé que no estoy soñando pues el placer me mantiene despierto cuando la boca de mamá atrapa mi polla y se la mete hasta bien adentro. La saca en un instante y me vuelve a preguntar totalmente decidida y con voz tremendamente sensual

− Hijo, ¿Quieres follarte a mamá?

No hay respuesta. Solo me hace una señal para que me tumbe y ella se sube sobre mi cuerpo desnudo apoyando sus manos sobre mi pecho. Mis manos instintivamente van a sus tetas y comienzo a acariciarlas. Ella cierra los ojos al sentir mis caricias y después vuelve a sonreírme.

− ¿Estás segura de hacer esto? – digo de pronto y justo a renglón seguido pienso si es bueno haberle hecho semejante pregunta.

− Ya no eres mi niño, Víctor… ahora eres mi hombre… ¡y mi amante! – sentencia.

En ese instante se deja caer con todo su peso sobre mi polla que se inserta hasta lo más profundo de su sexo y ambos gemimos al percibir esa dulce sensación. Vuelvo a unir mi boca a la suya para recibir todo ese sabor de sus besos y la suavidad de su lengua contra la mía. De nuevo vuelvo a vivir la sensación de estar penetrándola hasta sentir las paredes de su vagina abrazando a mi polla y oír su dulce voz gimiendo con cada una de sus cabalgadas sobre mi cuerpo.

Me gusta sentir su cuerpo sudado sobre el mío, abrazarme a su cintura, acariciar sus caderas y su culo sin dejar de sentir como mi polla entra y sale sin parar, como ella abre su boca para respirar y gemir y luego vuelve a besarme con todas las ganas.

Nos corremos casi al mismo tiempo y ni siquiera aviso de que voy a volver a hacerlo en su interior, me dejo llevar por su propio orgasmo y noto como mi polla se tensa para empezar a inundarla con mi semen caliente, haciendo más mío ese coño… haciendo más mía a esa mujer.

Nos entregamos a ese polvo mágico al que ambos queríamos volver, sin importarnos nada más y no dejar que estas vacaciones fueran solo eso, sino un antes y un después.

Ya no hay más palabras, ya no hay más explicaciones. Sé también que esta noche será el fin de mis vacaciones con mamá pero el comienzo de una vida aun más maravillosa junto a ella, siendo algo más que madre e hijo, sino dos amantes dispuestos a vivir algo único. Es posible que por el día ella se siga comportando como una madre, pero estoy seguro que por la noche será esa mujer salvaje y entregada, que me regalará miles de placeres y una sorpresa tras otra.

Juliaki

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR.

juliaki@ymail.com

Un comentario sobre “Relato erótico: “Vacaciones con mamá 7” (POR JULIAKI)”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *