Hola, mi nombre es Victoria y por fin me he decidido a contar lo que me pasó en las fallas de este año. A decir verdad, Victoria es un nombre falso, pero no puedo permitirme que nadie me identifique con lo que voy a contar. Fue algo muy fuerte que aún viene con frecuencia a mi mente, y que no puede evitar. Hasta ahora no lo ha sabido nadie porque no se lo he contado ni a mi mejor amiga. Ni yo misma me explico cómo me pude ver atrapada en una situación que voy a relatar en este momento. A veces dicen que contar las cosas ayuda psicológicamente…

Antes de nada, voy a hablar un poco de mí. Soy abogada de una empresa mercantil, tengo 33 años, morena, pelo largo y ojos oscuros y grandes, ni alta ni baja, más bien delgada, pero con bastantes curvas. En concreto mi pecho es bastante grande lo cual me ha tenido siempre algo acomplejada, si bien mi pareja siempre me dice que “está loco por mis tetas” y reconozco que eso me halaga. Me gusta llevar ropa de marca y vestir bien, ya que por mi profesión estoy obligada a hacerlo. Por ello, aprovecho las salidas de fines de semana para ponerme vaqueros ajustados o vestidos más atrevidos. Soy bastante coqueta en ese sentido a pesar de que mi chico es mucho más soso y no quiere que me ponga muy provocativa. Si por él fuera iría siempre como una monja.
Bueno, volvamos a la historia que me sucedió hace unos meses en las fallas de Valencia. La pasada navidad, Marta, una de mis mejores amigas de siempre anunció su futura boda para finales del mes de abril. Después de muchos años saliendo con su chico (desde los 17), al fin había conseguido que aceptase pasar por vicaría. Así que todas sus amigas habíamos pensado que el fin de semana del 19 de marzo, en las fallas, era el mejor momento para hacer una despedida de soltera divertida.
Nos juntamos en un café un par de tardes para prepararlo en unas reuniones tipo “Sexo en Nueva York”, pese a que ninguna de nosotras se destaca por ser especialmente atrevida, representábamos ese papel y decíamos que preparar a Marta “algo especial”. Al final, después de que alguna amiga se echase atrás a última hora, nos decidimos a viajar 8 chicas. Conseguimos alquilar una casa rural súper bonita a unos 30 km de Valencia y, llegado el día, montamos a Marta en uno de los coches sin decirle a donde nos dirigíamos. Durante todo el viaje fuimos bromeando con ella sobre lo que iríamos a hacer… “Que se fuera preparando…” “que si habíamos quedado ya con un chico para ella…”, “que si en realidad eran dos chicos…” y muchas cosas de ese tipo.
Pensamos que, esa misma noche, nos acercaríamos a la ciudad a las fiestas accediendo al centro en el metro o en el tren. Así pasamos la tarde en nuestra casita rural, tomando copas y bromeando acerca de la noche que le esperaba a Marta, en la que la amenazábamos con que tenía que “probar al menos otro varón” pues en su vida sólo había estado con su chico. En realidad todas sabíamos que eran más bien fantasías que realidades, pues todas nosotras somos chicas bien, de colegio religioso y barrio bueno.
Afortunadamente, y precisamente porque ninguna nos veíamos haciendo el ridículo como en tantas despedidas de soltera se ve, llegamos al acuerdo de no usar disfraces horteras. Pero eso sí, decidimos salir todas en plan atrevido, con vestiditos cortos, escotes, medias, ropa interior sexy, etc. Mi prudencia habitual me hizo no beber exageradamente antes de salir de casa, como casi todas mis amigas hicieron, pero un par de copas sí llevaba en el cuerpo cuando salimos. También mi prudencia habitual me hizo salir sólo con el DNI y dinero, pues tenía miedo de perder el bolso o mi móvil iphone 4 regalo de mi chico, que acababa de estrenar el mes anterior. Total, íbamos a estar juntas toda la noche.
Llegamos a Valencia alrededor de las 11 de la noche, dispuestas a arrasar la ciudad. Al final, habíamos tomado el tren de cercanías que nos dejó en la estación del norte, y entre la gente nos fuimos acercando al centro. Imaginaos un grupo de 8 chicas sexys y vestidas para “matar”, encima un poco alegres. Llamábamos la atención e íbamos bromeando con unos y con otros.
Primero estuvimos viendo los ninots en distintas plazas y tomando cañas por distintos bares. La nit del foc sería al día siguiente y entonces los quemarían. Nunca había estado en las fallas. La ciudad estaba hasta los topes de gente, tanto por las calles y plazas, como por los bares. Continuamente sonaba el estallido de petardos, lo cual era un poco desagradable. Después de deambular de bar en bar y comer algún bocadillo de los puestos de la calle para acompañar la bebida, nos recomendaron una de las discotecas de moda de la ciudad, creo que se llamaba “La Indiana”. Aproximadamente a la una, cuando ya empezaba a hacer frío en la calle nos dirigimos a ella. Nada más llegar, mis amigas entraron en bloque porque querían ir todas al aseo. Pero yo me quedé con Marta un rato más en la calle ya que, al haberla hecho beber tanto estaba un poco perjudicada y era una buena idea estar afuera con ella tomando el aire. A mí también me venía bien que tampoco estoy acostumbrada a beber.
Marta y yo pasamos un rato hablando de mil cosas. De los preparativos de la boda, de nuestros respectivos novios, de nuestras aventuras de jovencitas, etc. Hasta que al cabo de unos 20 minutos me comentó que se sentía mejor y que ya podíamos pasar adentro y eso hicimos. El sitio era precioso y muy bien decorado, quizá algo oscuro. La música un poco tipo máquina, pero combinada con versiones de temas españoles del momento. El local tenía al menos 3 barras ubicadas en distintos lugares y encontramos al resto del grupo al final de una de ellas, bailando algunas y otras hablando y bebiendo. Poco a poco iba entrando más gente a la discoteca. Después de bailar unos minutos les comenté que si venía alguna al aseo, pero estaban ocupadas bromeando con un grupo de chicos, así que les dije a dos de ellas, Natalia y Ana, que me iba al aseo y que me esperasen donde estaban, a lo que asintieron.
La cola en los baños era horrible, pero no me quedó otra que esperar pues no había otros. Cuando llegué a entrar en uno de los cubículos no puede evitar oír como en el de al lado se había metido un chico y una chica y debían estar “ocupados” haciendo el amor, lo cual me indignó bastante por la cola que había. A mí nunca en mi vida se me había ocurrido hacer el amor en unos aseos sucios de discoteca, pero he de admitir que los gemidos que provenían del aseo contiguo eran realmente sugerentes. En fin, terminé de hacer pis y cuando salí me dirigí al lugar donde estaban mis amigas y donde me tenían que esperar. Entre la cola del WC y la aglomeración de gente que había en la discoteca, se puede decir que había tardado casi media hora desde que me fui.
Estaba contenta pues la noche estaba siendo genial. Hacía años que no salíamos de marcha todas las amigas en una noche tan divertida y estaba muy contenta. Incluso, el ambiente de la ciudad y de la discoteca abarrotada que normalmente me suele disgustar, hoy me parecía muy agradable. Tanto que no me pareció tan irritante volver del aseo a nuestro sitio rozando cuerpos. Después de lo que había escuchado hacer en el aseo, hasta tuve alguna idea morbosa al hacerlo, y yo misma iba sonriendo de mi travesura. Seguro que también tenía que ver el efecto de las copas que llevaba bebidas. Según llegaba al lugar dónde me esperaban mis amigas no conseguía verlas me empezó a venir a la cabeza la idea de que no estuviesen. No me puse muy nerviosa porque no me imaginaba que pudiesen no estar.
Pero bueno! ¿Dónde se han metido? Al final de la barra, en el lugar de mis amigas había un grupo de chicos de unos veinte años, y vestidos un poco macarras. Con cortes de pelo extraños, tatuajes y algunos piercings y pendientes. Uno de ellos tenía una barba en forma de perilla formando una línea recortada. Me puse a su lado intentando localizar con la mirada alrededor a mis amigas. Les noté que hablaban entre ellos y se reían. Había uno más alto, delgado pero con una camiseta ajustada que hacía el gesto de coger del brazo a otro más bajito para que viniese a mí. No vino y yo, por supuesto, no hice ningún caso.
Me quedé esperando y mirando alrededor. Pensé “éstas han ido ahora al baño y nos hemos cruzado”. Joder, con la cola que hay. No sabía muy bien si intentar buscarlas o esperarlas aquí, que era donde habíamos quedado. Ahora pensaba que tenía que haber traído el teléfono móvil. Joder, me daba cuenta lo dependiente que somos del teléfono en estos casos, no sabía de memoria ninguno de sus números teléfonos móviles. Pero estaba claro que habíamos quedado que me esperarían en la barra. Veía que los chicos de mi lado hablaban entre ellos y reían, pero me miraban de reojo o directamente continuamente. Justo eso me hacía cierta gracia, que unos chicos tan jovencitos me quisiesen ligar con una chica mucho más mayor que ellos y claramente de otra forma de ser. Incluso pensaba pedirles prestado su móvil para hacer una llamada a algún sitio, pero no se me ocurría como resolver el problema.
De todas formas los comentarios que hacían los chicos de mi lado entre ellos (quizá para que yo los oyese) empezaban a sonarme fuertes “qué buena está…” “qué tetas tiene, las cogería y…”. Parecía que alguno de ellos ya se iba a acercar hacia mí para decirme algo al verme allí solita y envalentonado por los comentarios de sus amigos. Yo ya me estaba poniendo nerviosa, más por lo disgustada que estaba por lo de mis amigas, que por los comentarios de los chicos. Por supuesto no se me pasaba por la cabeza entrar en ningún tipo de juego. Mientras me ponía de puntillas y seguía buscando con la vista a mis amigas.

Uno de los chicos, el más bajito que tenía cuerpo de gimnasio, había empezado a hablarme con su lenguaje macarra “¿qué haces aquí tan sola?” también decía “guapa, pero qué guapa estás”… pero yo le ignoraba. El seguía “¿A quién buscas guapa? ¿no te valgo yo?” e insistía ante mi indiferencia “Ven, que te invito a una copa…”. Lo curioso es que no tenía cara de mal chico y hasta dudaba de si hablar un poco con él mientras volvían. Pero el disgusto que tenía con mis amigas me había bajado un poco el estado de euforia y dije “no, gracias”. Entonces decidí salir a recorrer las zonas próximas del lugar de la barra donde nos habíamos quedado, o acercarme a los aseos. Al hacerlo no podía evitar pasar pegada a los chicos y rozarles con mi cuerpo. Ellos distraídamente reducían en hueco por el que yo tenía que pasar y mi cuerpo les rozaba. Joder, eso me producía coraje. Uno dijo “pero no te vayas…”, y no pude evitar sonreír, lo que tomaron como un juego.
Tardé unos diez minutos en volver. No veía a mis amigas por ningún sitio y no me quedaba otra opción que esperarlas ahí. Encima ahora el sitio estaba completamente abarrotado de gente. Casi empujándome con la gente llegué a mi lugar en la barra y me puse de espaldas a los chicos de antes. Sólo quedaban dos, el más alto y el más bajito que antes me había hablado. Por supuesto yo les ignoraba, y me dispuse a pedir una cocacola. El más alto estaba de espaldas a mí y ocasionalmente su cuerpo me rozaba. La chica de la barra, una adolescente rubia con escote generoso y un piercing en el labio no me hacía caso.
Sin mirar sentí que el más alto le decía a su amigo algo parecido a “nano, vas a ver cómo se hace”, y se volteó hacia mí y puso su mano en mi cintura. Dijo en plan chico duro de película”¿qué quieres guapa? Yo te invito… ” y llamó por su nombre a la chica de la barra que le atendió al momento mirándole como si fuera un dios. Mientras yo le apartaba su mano tratando de no ser muy borde, ya que estaba convencida de que iba tener que esperar en ese punto de la discoteca a mis amigas un rato grande y no quería malos rollos. Él me seguía hablando al oído cosas del tipo qué buena estoy, que si le encantan las morenas como yo…
Jo, prometo que siempre he odiado estas situaciones con chicos hablándote en una discoteca, claro, cuando me pasaban. Pero en ese momento no sé porque… pese a que mi mente no quería, no podía evitar sentirme algo estimulada con la situación. El chico era muy guapo y volvía a poner su mano en mi espalda ignorando mis intentos por librarme de él, seguía insistiendo. Nuestros cuerpos estaban juntos brazo con brazo mirando a la barra, pero esto también era por la aglomeración… distraídamente deslizaba su mano hacia mi cadera mientras me decía más cosas al oído… y yo le apartaba su mano, nerviosa, esperando que la camarera me trajese mi cocacola de una vez.
Entonces él cambiaba unas palabras con su amigo, se hacía el gallito, miraba hacia otro lado o pedía otra copa, pero al cabo de dos minutos ya estaba otra vez diciéndome cosas en mi oído. Cosas incluso soeces “Qué polvazo tienes, si quieres te lo doy yo” y sonreía contento de su propio atrevimiento. Y otra vez ponía su mano en mi cintura. Yo tenía una mezcla entre sensación de enfado y de picardía. En realidad me divertía que fuera un chico de no más de 20 años y yo tengo 33. Pero ya, cuando deslizó el tacto de su mano hacia mis costillas y posó sus labios fríos por el hielo de su copa en mi cuello, mi cuerpo me traicionó completamente con un escalofrío y mis pezones se marcaron claramente sobre la tela del vestido. Joder, me había puesto un sujetador atrevido y sin relleno y ahora me arrepentía. Le quitaba su mano, apartaba mi cuello, trataba de poner cara de enfado, pero él se reía y seguía hablándome de las chicas como yo, de lo cachondas que son, de que estaba seguro de que estaba excitada, de que él lo sabía, lo notaba en mi cuerpo… joder, y yo que encima me había vestido provocativa para esa noche. Llevaba un vestido negro de talle y pecho entallado, algo de escote, un tejido como de lycra con bordados, y una falda de vuelo hasta las rodillas con un tacto de tipo gasa. Incluso mi ropa interior… era sexy ese día.
Lo peor de todo es que tenía razón. Estaba excitada en contra de mi voluntad, y mis pezones se notaban claramente. Incluso puede que mi estado de nervios me delatase. O mi respiración. Hacía muchos años que no me veía en una situación así y no sabía manejarla bien. Diría que nunca anteriormente me había visto en algo así. Mi chico además no es de ir a discotecas y nunca salimos… Si no fuese porque no sabía qué hacer ni dónde ir… uffffff de verdad me estaba poniendo caliente con sus comentarios y el roce de los cuerpos. Era una sensación muy extraña porque estaba enfadada conmigo misma, y a la vez excitada y halagada por su dedicación hacia mí. Ahora combinaba palabras dulces como “no te enfades… que te pones muy fea y eres una princesa” con cosas del estilo de que en cuanto me bebiese mi cocacola me iba a llevar a la pista de baile porque quería que le rozase con “eso que se notaba en mi vestido”… y se atrevía a decirme que “a mí también me iba a gustar… que yo estaba loca por hacérselo… que se notaba”. Aunque me odiaba a mí misma por ello, era verdad… estaba excitada y le decía con un hilo de voz “déjame por favor”, pero en mi cabeza me veía bailando algo sensual con él. No lo podía evitar.
Joder, estaba claro que tenía que escapar de allí, porque si no iba a acabar pasando algo de lo que me arrepintiese. Reuní las fuerzas que me quedaban y, con un gesto de carácter, quité bruscamente su mano de mi cuerpo diciendo bruscamente “¡ya está!”, e hice ademán de irme, aún arriesgándome a no encontrar a mis amigas que aún tenía la esperanza de que volviesen a la discoteca. Al final me veía cogiendo un taxi los 40 km a la casa rural y esperando en la puerta. Pero no hizo falta, él no me dejó marchar y me sujetó de la parte superior de mi brazo con fuerza, como sintiéndose ofendido de mi gesto despectivo. Me dijo otra vez en mi oído con firmeza “ssssshhhhh quieta! tú te quedas aquí”.
Nunca habría admitido algo así. Ni siquiera a mi chico. Pero no sé lo que pasaba por mi cabeza en ese momento. No lo puedo explicar. No sé si fue el alcohol o la situación. El saberme sola en una ciudad extraña donde nadie me conocía o el tipo de chico que me dirigía con sus palabras como si fuera un muñeco. Parecía que el que tenía 33 años era él y yo era una niña a su lado. Lo cierto es que me quedé quieta, de espaldas a él que seguía agarrando fuerte mi brazo con una mano mientras deslizaba la otra por encima de mi vestido, recorriendo la curva de mi culo y deteniéndose sobre las costuras de mis braguitas… y bajando. Uffffff me hablaba dulce pero firmemente y estaba bastante excitada. Mucho. Encima ahora, él notaba mi dejadez y ya empezaba a decirme cosas más soeces, rozando sus labios sobre mi oído que es mi punto débil. Desde su posición detrás de mí y más alto que yo veía la parte de mi pecho y decía “Pero qué tetas tienes tía… y mira cómo tienes los pezones… ¿te gusta lo que te hago?” rozaba mi pecho lateralmente con el exterior de su mano que aún sujetaba mi brazo pese a que ya no hacía falta pues estaba paralizada. No me podía resistir. Él seguía “¡te gusta! eres una zorrita, te gusta ¿eh? pero qué polvazo tienes” y metía la lengua dentro de mi oído lo cual siempre me excita sobremanera. Sabía lo que hacía.
Tiró de mí y prácticamente me arrastró otra vez hacia la barra sin ninguna resistencia por mi parte, pero esta vez entre su amigo y él. Entonces me besó los labios con rudeza, metiendo su lengua y recorriendo todos los rincones de mi boca. Y yo… yo le correspondía… casi me da vergüenza contarlo, me odiaba a mí misma por hacerlo. Nunca en mi vida me habría creído que en una situación de estas yo hubiese actuado así. No era yo. Ahora dudaba, en realidad no estaba tan bebida como para no saber lo que hacía. Lo sabía perfectamente y… me dejaba hacer. Su cuerpo me aprisionaba contra la barra. Una de sus manos presionaba mi nuca contra él que me estaba dando un morreo descomunal, y la otra mano había ascendido sobre el frente de mi vestido y envolvía presionando uno de mis pechos. Yo estaba desatada también… a veces hacía gestos de escapar como para hacerme sentir mejor, hacerme creer a mí misma que no quería la situación, pero él sin demasiado esfuerzo me fijaba en mi sitio y seguía con su boca sobre la mía o sobre mi cuello. Y yo, yo tenía los ojos cerrados y me dejaba hacer correspondiendo a su beso… incluso a veces salvajemente.
Me había atrapado entre la pared y el extremo de la barra, y su cuerpo me cubría en un rincón que era realmente oscuro… lo cual agradecí pues me había pasado por la mente la posibilidad de que mis amigas volviesen y me encontrasen así. No sé si me daba más miedo la vergüenza que iba a pasar si eso ocurriese, o lo que me habría disgustado más sería perderme la sesión de morbo y sexo que me estaba proporcionando este chico de quien ni siquiera sabía su nombre. Joder. Incluso eso me hacía sentir sucia y, a la vez, cachondísima. El ambiente estaba súper cargado de humo y la música vibraba altísima metiéndose en mi cuerpo. Ahora sus manos recorrían todo mi cuerpo sin ningún impedimento por mi parte. Se habían colado dentro de mi falda y habían subido por mis medias hasta mi culo. Al notar el encaje que mis medias tenían en la zona de mi muslo donde acababan soltó una carcajada y dijo en mi oído “si ya lo sabía yo… eres una putita caliente, mi putita de hoy… ¿verdad? ¡dime que lo eres!”. No sé que extraño mecanismo se había desatado en mi cerebro, pero para mi mayor sorpresa pude oírme a mí misma contestar “síii soy tu puta… síiiii” y pasar mi lengua por su cuello.
Entonces él puso su mano directamente sobre mi sexo. Abierta. Y empezó a presionar, a friccionar muy despacio pero con algo de presión sobre mi conejito, que por entonces estaba absolutamente hinchado y mojadísimo bajo el tanga negro de encaje que había elegido para esa noche. Ufffffff notaba sus dedos longitudinalmente sobre mis labios. Se deslizaban adelante y atrás muy despacio, sobre la tela, lubricados por mis propios jugos que tenían empapada mi braguita. Continuaba con sus comentarios bruscos sobre mi oído, y yo no podía evitar mover levemente mis caderas. Ya había asumido que esta sería mi noche de locura y que iba a dejarme hacer todo lo que él quisiese. Incluso me moría por sentirle dentro de mí, a pesar de que sólo con lo que hacía estaba al borde del orgasmo. Dios mío, si ni siquiera había tocado mi sexo dentro de la ropa, pero la situación me desbordaba. Jamás en mi vida habría pensado verme en ella, pese a que alguna vez en mis sueños me ha pasado algo parecido. Pero eran sueños.
Ahora me sujetaba la nuca presionando mi boca contra la suya, lo cual me parecía supermorboso, y había interpuesto sus dedos entre nuestras bocas. Era extremadamente excitante, sabía a mis propios flujos y me sentía muy sucia y a la vez muy caliente. Pasábamos nuestras lenguas sobre los dedos saboreándolos. Eran dedos largos y cuidados. No parecían del chico rudo que estaba presionándome contra la pared, mientras mis manos recorrían su espalda. Yo me aplicaba en pasar mi lengua frenéticamente sobre ellos y él decía “muy bien… así muy bien, zorrita”. Era como me sentía. Como una auténtica zorra manoseada en una discoteca. Ahora sentía sus dedos entrando dentro de mi tanguita y explorando entre mis labios vaginales… ufffff cómo me estaba poniendo… me estaban entrando las convulsiones que justo me vienen antes del orgasmo… pero de repente algo se disparó en mi mente ¡no podía ser! ¡no podía ser! si tenía una mano en mi nuca y otra entre nuestras bocas… ¿quién me estaba penetrando mi sexo con su dedo? ¡también tenía una mano en mi pecho!…
Ahora sí que me sacudí con fuerza. Esto ya era demasiado. Abrí los ojos y me vi ante los dos amigos, el más alto y el más bajo. Ambos estaban accediendo libremente a mi cuerpo y yo no me había dado cuenta… no sólo no me había dado cuenta, sino que estaba disfrutando sus caricias y toqueteos ¿pero cuánto llevaban así? ¡los dos! Pensé qué pasaría si llegasen mis amigas y me sacudí más… un poco desesperada ¡dejadme! Pero el chico más alto me sujetaba con fuerza y decía “¡quieta, putita! Ahora no empieces con esto… ¿qué te pasa?”… entre lágrimas dije “mis amigas… si me ven… por favor… vámonos”.
No me lo podía creer. No me había preocupado en absoluto que fuesen los dos… sólo me preocupaba que me pudiesen ver así. De mi boca salían palabras con un tono infantil “por favor, por favor, vámonos”. Entonces él, el chico alto dijo “venga, que nos vamos…”, vi como guiñaba el ojo a la chica de la barra a la que no pagó las copas, y cogió de nuevo mi brazo de la parte superior con firmeza, guiándome hacia la salida de la discoteca como si yo fuese una detenida o algo así. Yo actuaba como una autómata. Estaba completamente sojuzgada y me dejaba llevar. Cuando salimos de la discoteca, el frío de la noche me hizo reaccionar, pero sin oponerme a su comportamiento. Dije “¿pero dónde vamos?”, y él contestó “a casa de éste, que está aquí al lado”. Con lenguaje suplicante le decía “pero no me hagáis nada…”, y él “tranquila, no te vamos a hacer nada…” y añadió mirando hacia atrás a su amigo con una sonrisa infantil “nada que tú no quieras”.
No sé lo que pensaría la gente con la que nos cruzábamos. Lo cierto es que la noche de fiesta estaba ya avanzada y nadie se preocupaba por nadie. Además, para ser sincera he de reconocer que yo no me oponía a sus actos. Caminaba dirigida por él y una parte de mí estaba totalmente a su merced. Una gran parte de mí. Incluso la forma en que me dirigía agarrada por el brazo me ponía caliente. Nunca me había sentido así, me sentía lo peor del mundo.
Enseguida llegamos a un portal de un edificio de de viviendas antiguas. El chico bajito se adelantó, sacó las llaves y abrió la puerta del portal. Las escaleras eran de madera, y los techos altos. Parecía sucio, con olores añejos a otros tiempos. El chico alto dijo “no enciendas la luz” y yo me estremecí. Lo cierto es que con lo que se filtraba por el cristal del portal, y un par de focos de esos de emergencia era suficientes para vernos con cierta nitidez entre la semioscuridad. Entonces él me dirige a la pared, pone mi espalda en ella y sigue con el beso salvaje que me estaba dando en la discoteca diciendo “lo habíamos dejado aquí ¿no putita?” y llama a su amigo, “ven, vamos a seguir”… y yo, cuando iba a abrir la boca para protestar me la tapaba con un beso brusco, o poniendo su mano en mi boca, sus labios y lengua sobre mi oído y susurrándome “tú has venido a esto así que quiero verte como antes”… uffffffff no podía evitarlo, notando su lengua en mi oído hacía de mí lo que quería. Incluso su amigo ya me estaba tocando otra vez sobre el vestido. Y yo me odiaba a mí misma, pero me dejaba hacer. Estaba fuera de mí.
Estuvimos unos minutos los tres besándonos y tocándonos. Incluso yo me atrevía a tocar su cuerpo, su pecho, incluso sus bultos que se notaban bajo sus pantalones. Él lo dirigía todo y decía “así, muy bien, zorrita, venga vamos a casa” añadiendo “putita, sube delante de mí las escaleras que quiero verte bien el culo que tienes”, y yo me prestaba a hacerlo pero él me paraba “espera, primero quítate las bragas que yo te vea”. Joder, qué situación. Cada vez que pienso en ello me vuelvo a excitar. Incluso ahora, sólo de escribirlo me estoy excitando otra vez, no puedo quitármelo de la cabeza. Me da vergüenza reconocerlo, pero la verdad es que me las quité con la cara más roja que un tomate. La verdad es que subí la falda de mi vestido cuando él me lo pidió porque quería “ver mi coño de pija caliente”. La verdad es que subí las escaleras contoneándome para ellos. La verdad es que me dejé tocar mi sexo desde atrás mientras subía por parte del chico bajito. La verdad es que me excité más si cabe mientras lo hacía, y mientras decía a su amigo “nano, como me gustan las medias de puta que lleva”. No me forzaron. Era algo que había en mí, una fantasía oculta, lo que hacía que me comportase como una auténtica puta.
Mientras subíamos a la tercera planta, notaba que iban hablando de mis tetas… entonces el chico más alto q caminaba detrás de mí me las aprisionó desde atrás, dijo “espera un momento, que tienes que entrar triunfante a la casa aunque no habrá nadie”, y con un gesto abrió el escote de mi vestido y sacó mis pechos por encima de la tela del sujetador. Apoyó su espalda en la pared y me arrastró quedando mi espalda sobre su pecho, de modo que quedé completamente expuesta para que su amiguito pudiera comérmelas hasta q se cansara… delante de él. Mientras, sus manos se adentraban en mi coño sin piedad. Sólo recuerdo q empecé  a gemir como una auténtica zorra, y dijo “jajajaja, vas a despertar a los vecinos”, lo cual me puso más caliente al ser consciente de que cualquiera podía salir y verme así. Aún no había llegado al límite de mí misma, al límite de mi degradación…
Abrieron la puerta y entramos en una casa que era lo más parecido a una leonera. La luz estaba encendida aunque no parecía haber nadie. Había botellas y vasos sucios por todas partes, un olor fortísimo a tabaco e incluso a hachís. Las paredes algo sucias y con pintadas. Era como lo que una se imagina que sería una casa de ocupas…. un piso compartido por chicos hecho un desastre. Nada más llegar me inclinaron sobre la mesa y me subieron la falda, pasando el chico alto a darle una lección de anatomía a su amigo sobre mi cuerpo. Dijo, mira a esta puta… me tiene empalmado desde la discoteca… mira como está de mojada, decía mientras con sus dedos separaba mis labios vaginales… incluso me dio un azote en las nalgas diciendo, “¡abre más las piernas joder!”, a lo que yo respondí con un gemido y haciendo lo que me decían.
Llevó sus dedos a mi boca y yo entendí lo que quería y mojé sus dedos con mi propia saliva. Como si yo no estuviese presente, el chico alto le aleccionaba a su amigo “ves nano, te lo he dicho mil veces, sólo hay que sacar a la zorra que todas llevan dentro. Esta tía mañana nos despreciará, pero mira hoy…” y pasaba su mano grande y mojada sobre mi sexo tocando justo donde sabía que tenía que tocar, “mira cómo se pone” y mis caderas se movían solas sobre su mano “menos mal que no quería la zorrita… jajajaja si llega a querer…”. Y todas esas frases se me han quedado grabadas en mi mente, las he dado muchas vueltas y creo que tienen un punto de verdad. Incluso pueden valer para toda persona, hombre o mujer.
Combinaba su filosofía y su lección sobre mi cuerpo, con caricias cariñosas, azotes rudos, tocamientos expertos… era como quien mira a un caballo antes de comprarlo. Y yo dejándome hacer… la situación me tenía completamente subyugada, gemía, suplicaba, mi sexo ardía, incluso me había corrido ya sobre sus manos y me moría por que me follasen o me usasen como quisieran… Me daba igual todo. Incluso gemía con ansiedad cuando el chico bajito se puso a acariciarme el ano, siguiendo las indicaciones de su “maestro” y escupiendo primero sobre él… jo, quién me habría visto en ese momento, yo que nunca había dejado a mi chico que me hiciese nada ahí, no sé si por vergüenza o por miedo al dolor, ahora siendo manipulada por dos chavalines como si tuviesen derecho a todo sobre mí. Me sentía sucia, puta, desatada… y la verdad es que ese era mi estado.
En esta misma posición uno dice “nano, no aguanto más… vamos a follárnosla” y el otro le dice empieza tú… que aguantas más… y me puso la polla en la entrada de mi sexo desde atrás, mientras en mi boca me la había metido el chico alto que se había puesto de pié ante mí y con su mano guiaba mi cabeza para follarme literalmente sobre la boca. Joder, qué sensación con los dos disfrutando de mí y yo lamiendo su polla lo mejor que sabía y sin ningún reparo, como si me fuera la vida en ello. No tardó mucho en correrse en mi boca y me obligó a tragar el semen por primera vez en mi vida. A veces, recordándolo pienso que no era yo… que fue un sueño, o que me habrían puesto algo en la bebida… pero lo cierto es que era plenamente consciente de todo lo que me hacían, que era deseo puro lo que habían conseguido despertar en mí… no sé si fue el anonimato, el ser desconocidos, que fuesen dos o que fuesen unos macarrillas… quizá el que me dictasen sin ningún escrúpulo lo que tenía que hacer, a mí que siempre he sido una mujer de carácter… o puede que quizá tenía realmente oculto en mi ser tenía un deseo de vivir al menos una noche loca en mi vida… le doy vueltas y supongo que fue un poco todo, incluso el enfado que tenía con mis amigas.
 

Me retorcía de placer siendo penetrada desde atrás por el chico bajito… allí tuve otro orgasmo brutal, aunque tampoco duró tanto ese momento porque enseguida dijo el chico alto “vamos a la cama a follárnosla” y me guiaron a una cama grande, completamente desecha y con ropa alrededor. El chico alto se había erigido en nuestro jefe y seguía dirigiendo la operación. Mientras se sentó en un sillón a prepararse un porro, mandó a su compañero que se tumbase boca arriba y a mí que le limpiase de nuevo la polla a su amigo, que quería verme como “me iba a clavar bien clavada yo solita”, y yo obedecía sus órdenes y me ensartaba en él, llenando mi cuerpo con su miembro joven, grande y durísimo. Era la primera vez en muchísimos años que tenía sexo con alguien distinto a mi pareja… y encima con dos… como una auténtica prostituta, cabalgando sobre uno de ellos, mientras miraba a los ojos al otro, a nuestro “jefe” que se fumaba tranquilamente el porro en un sillón mientras se tocaba la polla. Cuánto deseaba aquella polla que ya veía dura de nuevo.

El chico se acercó a nosotros y, sujetándome el pelo, me daba caladas del porro mientras hacía un gesto de complicidad a su amigo que empezó a ensalivarme el ano con uno de sus dedos. Sabía lo que me iba a hacer y, aunque me daba un poco de miedo que me hiciesen daño, estaba tan sometida que no me importaba. Esa noche iba a vivir más cosas por primera vez, no sólo probar el semen o el hachís. Cada vez que era consciente de lo que estaba haciendo, en lugar de sentirme avergonzada o arrepentida, una oleada de placer me inundaba hasta el orgasmo. Había perdido la cuenta de los que llevaba. Joder, yo, que últimamente me costaba llegar al primero con mi novio y ahora…
Ya tenía al menos dos dedos dentro de mi culito y el chico alto me seguía dando a fumar lo que quedaba de porro mientras apretaba fuertemente mis pezones y tiraba de ellos hacia adelante tensando mis tetitas. Uffffffffffffff. No me dolía en absoluto. De hecho, mis manos masajeaban su polla y buscaba meterla de nuevo en mi boca… pero él decía “tranquila zorrita, ahora te doy lo tuyo y no es el la boca” y añadió “anda, ensalívala bien”, y yo obediente lo hice.
Me inclinaron hacia adelante, aún clavada en la polla de su amigo que de verdad llevaba todo el rato dándome placer sin correrse él mismo… mis tetas quedaron aplastadas sobre su pecho y mi culito expuesto al chico alto que le estaba dando unos mimos y ensalivándolo aún más. Me hablaba cariñosamente ahora “preciosa, cuando pruebes esto ya no vas a querer otra cosa”, y yo gemía y gemía, “vas a ver el cielo”, “este es tu premio por ser nuestra putita esta noche… el sueño de toda niña pija… ser penetrada por dos a la vez…”, “casi ninguna llega a realizarlo y se queda sólo en sueño, pero tú… tú lo vas a probar esta noche, ¿quieres?”… sólo acerté a decir “síiiiiiii” pero el ya tenía la cabeza de su polla dentro de mi culito… mientras me distraía hablándome, ya me había desvirgado mi agujerito. Él sabía perfectamente que su voz me fascinaba.
Estaba desatada, yo misma me clavaba en las dos pollas, sudando, con el pelo suelto sobre la cara, loca de lujuria y de vicio… oleadas de placer me invadían repetidamente y ya me dolía la musculatura de mi abdomen de tanto contraerse… Aquella noche me hicieron de todo… todas las posturas y todos los orificios de mi cuerpo quedaron saciados con su leche. Gracias a ellos he perdido muchos prejuicios en materia sexual y he tratado de practicarlos con mi pareja. Por supuesto de forma dosificada porque no quiero que piense que hubo un antes y un después de ese viaje. A veces mi chico no quiere hacer ciertas cosas, y echo de menos en ese momento a alguien más dominante sobre mi cama, o a alguien más imaginativo… cierro los ojos y veo al chico alto y entonces me pongo como una moto… Joder, ese día no podía dejar de escucharle… había algo que me lo impedía, algo en él. No sé el qué, pero no podía dejar de escucharle y ahora no puedo quitármelo de la cabeza.
Cuando la luz del día entraba por las persianas me levanté como pude y, superando todos los reparos sobre el estado de su cuarto de baño, conseguí darme una ducha y recomponer mi ropa. Un taxi me llevó a la casa rural donde, gracias a Dios, ya estaban mis amigas. En la media hora de taxi, sentada en el asiento de atrás, ponía una pose digna, erguida y con las piernas cruzadas… como hago habitualmente en mi trabajo. Yo misma iba sonriendo por dentro viendo cómo me mostraba así ahora, como una chica completamente digna y respetable, pese a que aún resbalaba líquido de dentro de mi cuerpo sobre mi vestido y la tapicería del taxi. No llevaba puestas mis braguitas pues se las había dado en las escaleras al principio y no me las quisieron devolver… era una paradoja, la paradoja de mi vida, digna por fuera y puta por dentro. Ahora pienso que realmente yo soy cualquiera de las dos personas, un ángel y un demonio. Sólo hay que cogerme en el momento preciso.
Cada vez que oigo la palabra Valencia, aunque sea en el telediario, siento un pinchazo de placer en mi vientre. No lo puedo evitar. Pero lo que me ha hecho contarlo es que la semana pasada recibí un correo electrónico de mis “amiguitos” valencianos donde me han mandado un mensaje parecido al siguiente “Ola guapa, te echamos de menos. tu seguro que tb quieres verte de nuevo entre nosotros no? como en la foto. Vamos a ir a Madrid y ya t diremos dnde y cndo pero solo si kieres q no somos unos cerdos (kerras)”, acompañado de una foto en la que aparezco inclinada siendo follada desde detrás por el más alto y con el sexo del bajito dentro de mi boca. ¡Dios mío! No sabía que me habían fotografiado con su móvil, además ¿cómo han localizado mi correo electrónico?… si sólo llevaba el carnet de identidad… ¡lo han leído! ¡lo han anotado! Joder, y la foto… aunque no se me ve completamente la cara, está claro que soy yo… así que me ha quedado un desasosiego tremendo, y sí, lo confieso, lo que es peor es que también siento una emoción en mi mente y un cosquilleo entre mis piernas…
 
Carlos – diablocasional@hotmail.es

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *