Breve resumen de lo anterior…
A falta sólo de 3 meses para su boda, Marta es emborrachada y seducida por dos primos mayores de su novio Santi. Afectada por la bebida, y en presencia de su novio inconsciente por el alcohol, fue arrastrada a un episodio sexual por los dos primos de su novio. Semanas después, en una cena programada por ellos, Tom, el primo mayor se las ingenió para follarsela en el almacén de un restaurante.
Ese extraño día, Tom, el primo de Santi se las había ingeniado para que un siniestro camarero del restaurante les dejase permanecer en un almacén. Tom, antes de hacerla el amor, la había exhibido al siniestro camarero, la había tratado como una propiedad suya y eso, a ella, le había provocado una excitación tal que nunca había imaginado sentirse así. Además, siendo tratada así, con una mezcla de cariño y dominación que la hacía excitarse cada vez que lo recordaba. Santi, su prometido, era todo ternura y ella le adoraba, pero… pero no podía evitar el sentimiento que tenía con Tom. Estaba hecha un lío. Más aún teniendo en cuenta que su boda era sólo en unos días.
Desde el día siguiente a lo sucedido, Marta tenía una necesidad absoluta de aclarar la situación y, en cuanto pudo quedarse sola en casa, le llamó por teléfono.
 
–         Tom
–         Hola Marta, no sé por qué pero esperaba q me llamases
–         No quiero seguir con esto, Tom… no es que no me guste, pero no debo, joder que me caso el sábado con tu primo –dijo Marta con un toque de desesperación-
–         Ya lo sé, no debemos –dijo Tom comprensivo-
–         Entonces ¿por qué lo hacemos?
–         ¿Quieres saber la verdad?
–         Sí
–         Pues porque no lo podemos evitar. Me vuelves loco Marta y… supongo que el morbo nos atrae aún más.
–         Jo –Marta comenzó a sollozar-
–         Marta… Marta, no te preocupes, Martita, ya no va a pasar más ¿vale?
Ella aún siguió sollozando unos segundos hasta que las palabras de Tom la fueron calmando. Marta seguía fascinada por la habilidad de Tom, el primo de su novio, para guiar su voluntad. Tanto para ponerla más caliente de lo que nunca había estado, como el día del restaurante o del concierto, como para calmar su ansiedad por la boda. No deja de pensar en por qué produce en ella esa sensación de protección. Podría ser su altura y fortaleza física, o la diferencia de edad, o que tenía el mismo punto de dulzura de su novio Santi, pero con un fuerte toque de autoridad o de hombría… No lo sabía, pero era un hecho. En los días previos a la boda había hablado con Tom varias veces. Ella misma le llamaba. Prácticamente le necesitaba, su tranquilidad, su tono de voz. En esas conversaciones calmadas, ya como amigos y sin ninguna referencia sexual, habían tomado mucha confianza y, de hecho, había sido el más firme apoyo ante los nervios de la boda. Quizá el único.
A pesar de que en las llamadas ni siquiera se habían mencionado los episodios sexuales que habían mantenido, ella esperaba a que Santi no estuviese cerca para hacerlas. Esa clandestinidad y la voz de Tom hacían que ella, sin poder evitarlo, sintiese un ligero cosquilleo recorría todo su cuerpo ¿Se puede querer a dos personas a la vez? Realmente, Marta está enamorada de Santi, se sigue sintiendo loca por él, por su inocencia casi de niño, su alegría casi continua, su entusiasmo en todo lo que emprendían, su sonrisa… pero Tom la fascinaba. Ojalá pudiese fundir en Santi algún aspecto que Tom tenía.
Marta sabía perfectamente, y alguna vez Tom se lo había dejado entrever, que su vida es así. Que siente ese irrefrenable interés por el sexo y no lo puede evitar. Para él es un juego, y lo practica con cierta asiduidad. Tom siempre la había transmitido un cariño que no conllevaba exclusividad. Sin mencionarlo expresamente y, por lo que Santi le contaba ignorante de la realidad, Tom tenía varias amantes. A pesar de todo, de Santi, de su boda, de su vida… Marta no puede evitar que esto la produzca cierta rabia.
Con estos pensamientos y reflexiones y, sin dejar de estar pendiente de la multitud de tareas, recados y compromisos previos a una boda, fueron pasando los días. Cada vez estaba más rodeada de gente, y cada vez con más íntimo deseo de escuchar la voz de Tom. En los 3 días previos a la boda no habló con él… y el gran día llegó. Allí estaba Marta, a las 10 de la mañana en el salón de la casa de su madre, rodeada de peluqueras, maquilladoras, madre, hermana, tías y alguna amiga… y en lugar de pensar, como todas las novias, que la estaban dejando una cosa mal de maquillaje o de peinado, su cabeza daba vueltas a que menos mal que el coche lo conduciría finalmente un tío suyo, porque Santi quería que fuese Tom el que les condujese el coche… ufff ya lo que faltaba.
 
Marta había elegido un traje sencillo que resaltaba los rasgos de su cuerpo. Era morena, alta y más bien delgada. Le gustaba decir que sus medidas eran casi perfectas y su culito era respingón. El traje era blanco blanco, con tirantes anchos y cuello redondo dejando escote pero no demasiado, muy entallado en su parte de arriba de brocado y bámbula, y con una falda mucho más suelta con del mismo tejido bámbula de algodón natural. Bajo el vestido había elegido una ropa interior sencilla, de raso y algodón, muy blanca, tirando a lisa pero con bandas de pequeños encajes atravesando la tela y, claro, las medias de seda blanca con ligas elásticas en los muslos, pero sin mucha parafernalia.
Para el pelo llevaría un recogido, dejando caer mechones rizados a los lados de su cara. Finalmente llevaba unos pendientes de su madre, de oro y, con una perla del tamaño de un garbanzo pequeño colgando de una pequeña cadenita que tintineaba suavemente según caminaba.
La hora de salir de casa se acercaba vertiginosamente y, poco a poco, ya iba quedando todo dispuesto. Finalmente, fue conducida a la iglesia y salió del coche sintiéndose una princesa. La música nupcial también ayudaba. Según caminaba por el pasillo hacia el altar donde la esperaba Santi, no pudo evitar deslizar sus ojos a los lados y localizar a Tom. Enfundado en un traje gris oscuro, camisa blanca y corbata estrecha oscura, destacaba por su altura entre la gente. Parecía un guardaespaldas. A pesar de todo, Marta se reafirmó en que Santi era realmente el hombre de su vida, el que la había pedido en matrimonio, y el que la esperaba nervioso en el altar y también guapísimo.
El resto de la ceremonia transcurrió sin mayor contratiempo. Fue una boda típica, sencilla, y con toda la carga de emotividad habitual. Al salir de la iglesia, sonriente y de la mano de Santi, soportó estoica la lluvia de granos de arroz y pétalos de rosa. Había tenido suerte, y el sol lucía radiante regalándoles un espléndido cielo azul. Era la mejor manera de empezar una vida en común. Entonces empezó el aluvión de besos, abrazos, enhorabuenas, felicitaciones y parabienes, que ambos novios atendieron desplegando simpatía y felicidad. Carlos y Tom, los primos de Santi, llegaron a ellos cuando ya quedaban pocos invitados más, y se fundieron en largos y cariñosísimos abrazos con su primo. Le felicitaron por haber conseguido “atrapar” a una novia tan guapa, y bromearon con él como habían hecho toda la vida.
Al llegar a Marta, Carlos la besó cariñosamente las mejillas y alabó lo guapa que estaba. Tom hizo lo propio, felícitándola por el enlace y por el marido tan bueno que tenía… “el mejor”, y dijo con un guiño que ella sabría cuidarle. Marta le dio las gracias por el apoyo en los últimos días, y Tom acercó su boca al oído de la chica como para decirle un secreto mientras reía. Ella captó el perfume habitual de Tom y una extraña inquietud le recorrió la columna vertebral, mientras Tom, rozando voluntariamente el oído de la novia con sus labios susurró “… al terminar la sesión de fotos y antes de comer, con cualquier excusa en cuanto puedas di que subes a tu habitación y ve a la 304 que es la nuestra”.
Marta sintió un escalofrío. Una vez más la conocida mezcla de sensaciones que experimentaba cuando Tom la provocaba para algo. El contraste entre el deber y el deseo, pero esta vez era un abismo. El corazón se le aceleró de repente. Casi se le salía por la boca. Iba a articular palabras, pero no salían de su garganta. Por el contrario, sus manos no soltaban las de Tom. Quería decirle que no, pero no podía. Mas gente llegó a seguir besando a la novia y ella, tuvo que soltar y simular normalidad mientras su mente seguía dando vueltas sabiendo que iba a caer en la trampa una vez más.
Sacando fuerzas de flaqueza y, mirando continuamente a su marido, Santi, al cual adoraba, consiguió que la sesión de fotos en unos jardines de la ciudad resultase perfecta. Más aún, por alguna extraña razón, el rostro de la chica era expresivo, anhelante… especialmente amoroso con Santi.
Al llegar al hotel, con la excusa de ir al aseo y recomponerse un poco, se escabulló en el ascensor, dirigiéndose directamente al lugar indicado por Tom: Habitación 304. Al llegar mostró dignidad:
 
–         ¿Qué quieres Tom?
–         Besar bien a la novia
–         Ya no se pue….. –comenzó a decir Marta con agresividad, cuando el beso del chico la cortó la palabra “puede”-
Marta se resistía al beso poniendo sus manos sobre el pecho del Tom, pero éste la tenía bien asida y no dejaba que sus bocas se separasen. Realmente, Tom sabía besar. Nunca nadie se lo había hecho tan bien. Marta, tras unos segundos iniciales de lucha, se fue entregando a él conformándose con el pensamiento de que sería el último beso que le daría. En apenas un minuto pasó de rechazo a una actitud neutra y, posteriormente, a recorrer con sus manos el pelo oscuro de Tom, mientras él continuaba sosteniendo el beso con pasión no exenta de dulzura.
Pero el beso duró más. Fue un beso largo. Un beso que exploraba todos los lugares de la boca de la chica y provocaba un cosquilleo agradable sobre sus sensibles labios. Pasaba de profundo a ligero, y de húmedo a delicado. Justo cuando Marta había dejado de luchar física y mentalmente, pasando a un estado de mente en blanco, él separó su boca de la de ella sin soltarla de sus brazos. Mirándola a los ojos dijo:
–         Un beso de 5 minutos…. Me lo merecía, ¿no?
–         Eres un cabrón –dijo ella en un susurro-
–         No te enfades Marta… esto es una especie de despedida –dijo Tom con una mirada inocente que hizo ablandar a la chica-
–         Bésame otra vez… sólo una última vez más de algo que no va a volver a ocurrir –dijo Marta con un cierto gesto de tristeza-
 
Esta vez Tom atrajo delicadamente el cuerpo de la chica sobre él. Sin brusquedades. Una de sus grandes manos presionaba la espalda de la chica contra él, mientras la otra acariciaba la piel desnuda de su cuello.  Poco a poco los labios del chico se fueron distrayendo en distintos lugares del rostro de ella, con mucho cuidado de no deteriorar su maqullaje y siempre para volver a su boca. Pasaba a sus párpados con extrema suavidad, o a su barbilla… a las proximidades del oído de la chica provocándola un escalofrío, para volver a sus labios suave o salvajemene. La mano derecha de Tom rozaba el tejido del vestido de novia y siguiendo cada una de las curvas de su pecho. Como siempre, combinaba pasadas suaves con otras más firmes, a la vez que sus labios se mostraban finos y delicados, o hambientos y salvajes cuando tocaban los de ella o su oído.
La respiración de Marta se había acelerado. Tom cada vez era más firme en sus caricias y ella deseaba que su gran mano recorriera y envolviese su pecho como sólo él sabía hacer. Pero él recorría todo su cuerpo. Tan pronto la deslizaba a las caderas de la chica, pasaba a acariciar su trasero sobre el vestido blanco, o subía de nuevo al cuello y dejaba deslizar los dedos por el escote hasta el inicio de sus pechos. La siguiente vez que esa mano bajo, llegó hasta el mismo centro sexual de ella, presionándolo sobre el vestido y haciendo que de la garganta de la chica se escapase un sonoro gemido. Entonces él no lo pudo evitar, y comenzó a recoger la falda de la chica para llegar a sus piernas, sintiendo el suavísimo tacto de las medias de seda.
–         No… por favor –dijo ella jadeando y sabiendo que realmente que él siguiera era la cosa que más deseaba en el mundo-
–         Déjame sentirlo… sólo una vez más -dijo él también con la voz entrecortada-
Y sin resistencia de Marta, la caricia fue subiendo lentamente por las cálidas piernas de la chica, recreándose en la piel desnuda de sus muslos, y el contraste de ese tacto con el encaje de sus ligas y sus medias. La maliciosa mano de él buscaba producir ligeros roces sobre la zona más sensible del cuerpo de ella, que cerraba las piernas queriendo evitarlo para, a los pocos segundos, volverlas a abrir invitándole a seguir.
Pero Tom tampoco necesitaba ningún permiso para nada. Cuando él quiso, hizo que su gran mano tomase posesión del sexo de la chica, sintiendo el calor de su hendidura sobre el tejido ya muy húmedo de sus braguitas de novia. Mientras sus labios se buscaban ansiosamente, las yemas de los dedos de él se deslizaban sobre la humedad viscosa que rezumaba del ansioso coñito de la chica. Él ya conocía cada rincón, y guiaba sus caricias por los gemidos y la respiración de Marta.
El vestido de novia hacía que la escena fuese brutalmente morbosa: Tom besaba dulcemente el cuello de la chica, presionándola contra él con una mano, mientras la otra mantenía subido el vestido blanco de novia y la masturbaba con furia ya dentro de sus braguitas de encaje y raso. Ella apoyaba su boca sobre el hombro de él, amortiguando sus gemidos, y a punto de estallar en éxtasis. Pero él no cejaba en su empeño y sus dedos completamente lubricados con los jugos de la novia se deslizaban hábilmente tanto por dentro como por fuera de la cavidad vaginal de Marta. Aún guardaba un as en la manga y, cuando Tom notó el temblor previo al inminente orgasmo de la chica, ademas estimuló con el dedo meñique la zona anal de ella. En ese momento, Marta sentía el corazón palpitar en su propio clítoris y no podía contener la corriente de placer que la invadía.
Marta juntó sus piernas atrapando entre ellas la mano del chico, y estalló entre convulsiones en un tremendo y largo orgasmo para el que no se cortó en emitir “AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH JODEEEEEEEEEEEERRRR JODERRRRRR MMMMMMMMMMMMMM AAAAAAAAAAAHHHHHHH”. Finalmente, la chica quedó prácticamente desmadejada entre el cuerpo y los brazos de Tom. La proximidad de los cuerpos hizo que ella fuera conscitente de que su compañero de juegos no se había quedado relajado, y suavemente empezó a pasar su mano sobre los pantalones de él. Aunque dijo:
–         Nos temenos que ir… jijiji
–         Nooo –dijo él sujetándola-
–         Anda déjame
–         Pero no irás a dejarme así… así no puedo bajar –dijo Tom mostrando la forma de su polla en estado máximo de excitación dentro del pantalón-
–         Bueeeeno, pero date prisa eh…
Ella, en un gesto de arrojo se arrodilló ante él, que ya estaba abriendo con ansiedad su pantalón y sacando su duro y excitado miembro. Marta, juguetona, marcó un beso con el carmin de sus labios en los blancos calzoncillos del chico para, sin perder un seguindo, comenzar a pasar su lengua con ansiedad por el morado glande. Miraba juguetona hacia arriba mientras Tom podía apreciar los rizos con laca, y el pasador plateado del peinado de novia.
–         Quiero que te subas el vestido Marta
–         ¿Así? –dijo la chica divertida mostrando su trasero bajo la falda-
–         Joder… cómo me estás poniendo
Contestó Tom mientras con su mano hacía que la cabeza de la chica se moviese con ansiedad. Una de las manos de ella mantenía subida la falda del vestido, mientras la otra pajeaba la base de la dura polla de Tom mientras la boca engullía su verga desde la punta hasta donde la llegaba la garganta. Marta quería dar satisfacción a Tom. Deseaba corresponder al placer que la había proporcionado, pero quería que fuese rápido. Los pendientes de oro tintineaban con el movimiento de su cabeza, y Tom gruñía cerca del orgasmo. La visión de Marta en esa situación, vestida de novia, le tenía completamente fuera de sí. “AAAGGGGGGGGGRRRR BUUUUUFFFFFFFF apartate que no quiero salpicarte”, dijo él entre jadeos. Pero Marta introdujo más la verga dentro de su boca y se puso a tragar a gran velocidad los borbotones de semen que Tom la estaba regalando.
“UUUUUFFFFFFFF…. AAAAAAHHHHHHH…. Martaaaa” decía Tom mientras la chica recogía con su dedo un poco de líqudo blanco que había quedado en la comisura de sus labios y la chupaba golosamente, mirando al primo de su nuevo marido.
De repente algo los sobresaltó. “Plac, plac, plac, plac plac, plac, plac, plac, plac plac, plac”. No se habían dado cuenta, pero desde el pasillo de entrada a la habitación, y con la puerta entreabierta estaba Carlos aplaudiendo la “actuación” que le habían brindado. Carlos y Tom compartían habitación en el hotel.
–         Umm mucho mejor que una peli porno –dijo irónico-
–         Joder, qué susto me has dado cabrón –dijo Tom-
–         Jajaja no te quejes que te he dejado correrte a gusto
–         Venga, vámonos… -dijo Marta mientras se arreglaba el vestido estirándolo con las manos-
–         Joder que todavía falto yo… -protestó Carlos mostrando la forma de su polla excitada en el pantalón-
–         ¡No puedooo! ¿quién os creeis que soy? ¿vuestra puta? –Marta se estaba poniendo nerviosa y sabía que tenía que regresar-
–         ¿Tú qué crees? –dijo Carlos, aunque por suerte Marta ya no le oyó… se había metido al cuarto de aseo-
–         Venga, venga… Carlos joder… deja a Marta tranquila –dijo Tom a su hermano-
–         Quiero sus braguitas…
–         Jaja, eres un cerdo… ahora te las doy –dijo Tom a su hermano mientras se metía al baño detrás de la chica-
Tom entró al aseo y Marta, a través del espejo, le dirigió una mirada de afecto. Marta estaba ante el lavabo y estaba componiendo bastante dignamente su peinado y su maquillaje. Nadie diría que acababa de pasar lo que había pasado. Tom se situó detrás de ella y la besó suavemente en el hombro, sin estorbar los movimientos de la chica.
–         Estás preciosa Marta
–         Gracias
–         Más guapa imposible…
Marta le dirigió otra mirada de cariño, mientras él se había agachado detrás de ella y, sin pedir permiso subía sus manos dentro de sus piernas.
–         ¿Qué haces?
–         Quiero un recuerdo tuyo… -dijo Tom-
–         Pero ¿queeeé? –Marta protestaba melosamente mientras él deslizaba sus preciosas braguitas de raso y encaje bajandolas por sus piernas-
–         Sssshhhhh calla que con tantas capas en la falda nadie se va a dar cuenta…
–         Jooo –dijo Marta poniendo voz de niña pequeña, pero sin impedir que Tom se las quitase mientras ella se maquillaba-
–         Vas a estar más guapa aún con un toque de rubor en tu carita de buena, jaja
–         Pero si están empapadas… -dijo ella más en un gemido que en una protesta-
Tom, ignorando las protestas de la chica, extrajo su prenda íntima y, besándola de nuevo en el hombro, salió del aseo tirando la prenda a su hermano Carlos, que automáticamente se la llevó a su rostro.
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La tarde iba discurriendo con la normalidad habitual en una boda. Después de unos momentos de jaleo, poco a poco la gente se iba emborrachando y los invitados menos allegados se iban marchando. Había una zona de barra libre donde estaban principalmente los hombres, y una zona de baile con orquesta donde predominaban las mujeres. Dado que a Santi no le gustaba bailar, se pasaba el rato cerca de la barra donde servían las bebidas y era cumplimentado por todos los invitados. Brindaba con quien se lo pedía, abrazaba a todos los que se iban despidiendo, y atendía la conversación de sus amigos más cercanos que le acompañaban.
Marta, por su parte, estaba en la zona de baile con los grupos de chicas, aunque también atendía a todo el mundo que se acercaba y, de vez en cuando se acercaba a su reciente marido para besarle. Estaba feliz. También, sin poder evitarlo, lanzaba alguna mirada hacia la zona donde destacaba por su altura Tom. En una de las canciones lentas que pusieron, Tom tomó a la novia del talle y se puso a bailar con ella:
–         Pero qué guapa estás cuñada… -dijo susurrando-
–         Eres un malvado… no puedo parar de pensar que estoy sin ropa interior
–         Así estás más guapa, con ese brillo de chica mala en tus ojos.
–         Sí, pero la sensación es extraña… a ver si Santi no se da cuenta cuando lleguemos a la habitación…
–         Jaja no te preocupes… con todo lo que está bebiendo Santi, esta noche no creo que se acuerde ni de que se acaba de casar, ni de que tú estás con él en la cama.
–         Jooo, intenta que no beba mucho –dijo la chica-
–         No sé si eso es ya posible…
Carlos acompañaba a Santi casi en todo momento. Tom lo hacía a ratos, pues otros ratos bailaba en la pista con las invitadas y, claro, también con Marta. Había vuelto la complicidad entre ellos. Había contratada barra libre y el calor de la noche hacía que todos bebiesen mucho. Especialmente Santi que no paraba de brindar con unos y con otros, y mezclaba Cava con su combinado de Whisky habitual. Marta estabe empezando a sentirse molesta porque notaba que su recién estrenado marido, Santi, no la hacía caso y estaba bebiendo demasiado. Incluso en alguno de sus encuentros se lo advirtió, pero él aseguró “Voy bien, no te preocupes”. Las horas iban pasando. Ya habían entrado bien en la madrugada y, poco a poco, la gente abandonaba el hotel. Sólo se alojaban allí los novios, que tenían reservada la Suite Nupcial, y algunos invitados de fuera de Barcelona. Éste era el caso de Tom y Carlos.
Justo en el instante en el que los últimos invitados se despidieron, Marta se dejó caer en el sofá del salón casi agotada. Santi se notaba que iba muy bebido, y se fue a los aseos.
–         Bueno, pues ya eres parte de nuestra familia –dijo Tom- ahora te tenemos que cuidar
–         Jijiji Tom, tú siempre me has cuidado –dijo la chica-
–         Oye y yo también, ¿eh? –dijo Carlos-
Pasaron unos minutos, y Santi no volvía. Marta, con un gesto algo cansado, dijo que iba a buscarle y los primos la acompañaron. Al llegar al aseo, Santí, vestido de novio, estaba inclinado sobre el lavabo echándose agua insistentemente sobre la cara. Estaba lívido. Acababa de vomitar todo lo comido y bebido durante la tarde.
–         Ya estoy mejor –decía con voz aún entrecortada-
Le ayudaron a sentarse y, después de pedirle una infusión y asegurarse de que su primo estaba bien, Tom se ausentó alegando que tenía un asunto que resolver sobre el que no quiso dar detalles a pesar de la insistencia curiosa de Marta. Carlos no quiso quedarse con los recién casados y también se fue acompañando a su hermano.
–         Joder Santi… te has pasado de beber –dijo Marta enfadada, cuando ya se habían quedado solos-
–         Nooo, me he reservado un poco: Recuerda, esta noche tengo algo que hacer… -replicó Santi con una sonrisa pícara-
–         Ah no no… hoy no
–         Ah sí sí, lo tenías prometido. Hoy me entregarías tu culito. Llevo años esperando este momento jajajaja casí me he casado por ello.
–         Eres un cabrón –dijo Marta medio enfadada medio divertida de las palabras de su ya marido-
Así siguieron hablando los ya marido y mujer en le sofá de ese salón. Marta se había quitado los zapatos y Santi se había soltado dos botones de la camisa. Él parecía sentirse un poco mejor y entre bromas empezaron a besarse. Santi insistía en que hoy la iba a quitar la virginidad de su agujerito, que ella se lo había prometido. Ella sabía que se lo debía pero estaba algo enfadada y tenía un cierto miedo a hacerse daño. Los besitos tímidos al principio se fueron convirtiendo en besos más intensos. Santi hacía a Marta besar su pecho y ella correspondía.
 
Él cada vez bajaba más su mano. De la cintura a la cadera de su ya mujer. Estaba excitándose con los labios de ella sobre su piel, e insistía en tocarla bajo el vestido. Marta se lo impedía “Santi… aquí no, que puede venir alguien”… pero la razón era otra. Marta no se podía dejar tocar por su marido porque su prenda íntima había sido robada por los primos de él. Que la descubriese Santi sin bragas no era la mejor manera de iniciar un matrimonio.
Con todo, ambos se sentían cada vez más excitados y bromeaban sobre lo que podría pasar en la habitación. Por una parte a ambos les estaba gustando el riesgo de ser sorprendidos. Por otra, Santi insistía en subir a estrenar el culito de su recién estrenada esposa. Finalmente Marta dijo “Venga, vamos y según como te portes cumpliremos o no la promesa… jiji pero tienes que tener mucho cuidado, que soy tu mujer y no me puedes hacer daño”.
Santi se levantó de golpe. Al levantarse, sintió un mareo repentino y casi se cae de la borrachera que llevaba. Tuvo que apoyarse en la chica y respirar unos segundos antes de emprender el camino al ascensor. Mientras lo esperaban se besaban, ahora con amor. Dentro del ascensor y a pesar de ser de cristal, subieron besándose y tocándose impúdicamente sobre la ropa. Se notaba que él iba bastante afectado por la bebida. No obstante, Marta ya le había tocado sobre el pantalón comprobando que, aún en ese estado, su maridito estaba “en forma”. Ella a él le impedía hacer lo mismo. Aunque imaginar la situación en el ascensor la ponía cachonda, no quería que la sorprendiese su marido sin bragas.
Con todo, Santi continaba bromeando al oído de su mujer con que la va a “follar el culito” y que “por eso se ha casado”. Al llegar a la habitación, dijo Santi:
–         Voy al baño un segundo, ve preparándote para cuando vuelva jaja
–         Jajaja llevo preparada mucho rato ya… date prisa –contestó la chica guiñando un ojo… ya se había animado a lo que iba a venir-
Marta se quitó el vestido de novia y se envolvió en un albornoz blanco del hotel. Esperaba, pero Santi no salía. Pasaron 5 minutos y no salía. Pasaron 10 y Marta ya preocupada llamó a la puerta sin recibir contestación. Decidió entrar a buscarle y le encontró medio dormido, con la cabeza metida en el wc y… habiendo vomitado de nuevo. Estaba inmóvil y la chica se asustó. Intentó moverlo. Él, manchado de vómito, contestó con lengua de trapo “Déjame aquí cariño”, quedando tumbado en el suelo del aseo. Marta apretó los puños de rabia. Ni en la peor de sus pesadillas se imaginaba así su noche de bodas. No tenía ni fuerzas para moverlo a la cama. Soñaba con una noche especial el día de su boda y Santi lo he estropeado. Entonces rompío a llorar de desesperación.
Unos minutos después, ya más tranquila, decidió que tenía que pedir ayuda para llevar a Santi a la cama. Como no quería dar un escándalo familiar, optó por llamar por teléfono al familiar con el que más confianza tenía: Tom. Pero éste estaba “ocupado” y Carlos cogió el teléfono “¿Qué te pasa? Princesa”… la chica le contó la situación.
–         Pues Tom está ocupado… hemos ligado y ahora le toca a él, jajaja –dijo Carlos divertido-
–         ¿qué habéis ligado…? ¿los dos? ¿con una? Joder, qué cabrón –no sabía por qué pero la dolió que Tom ligase- ¿con quién?
–         Se dice el pecado pero no el pecador… jajaja la pecadora en este caso
–         Cuéntamelo… ¿qué la haceis? Qué malos sois, pero Tom es… Tom es un cabronazo
–         Jaja dímelo a mí que estoy esperando a que termine para poder acostarme tranquilamente
–         Pues ven tu a ayudarme por favor… -hubiera preferido a Tom, pero tuvo que pedírselo a Carlos-
Al cabo de unos minutos llegó Carlos. Empujó la puerta de la habitación que estaba entreabierta y vió, frente a él, a Marta sentada en un sillón, vestida con el albornoz y con las piernas cruzadas. Miraba hacia él con la mirada intensa. En su mano sostenía una copa de cava. La botella que había puesto el hotel para los novios estaba ya por la mitad. Sólo había podido ser Marta quien se la había bebido lo que faltaba… y en pocos minutos.
–         Hola primita –dijo Carlos sonriendo- ¿Dónde hay que cargar “la mercancía” jaja?
–         Si te refieres al estúpido de tu primo, está en el baño… pero antes de que trabajes, que sepas que a mí me gusta pagar por adelantado –dijo Marta-
–         Jajajajajajaja
–         … y no tengo dinero –dice ella abréndose un poco el escote del albornoz dejando ver el comienzo de sus preciosos pechos-
–         Me parece bien, primita… voy a echar un vistazo a Santi y vuelvo contigo…
Carlos se dirigió al aseo de la suite perseguido por Marta que, algo bebida, se abría el albornoz e insistía en que primero tenía que atenderla a ella. Carlos comprobó cómo Santi dormía en el suelo, roncando y cayéndole un poco de saliva de la boca. Santi estaba bien, durmiendo la borrachera.
Entonces Carlos se dio la vuelta sobre Martita, que estaba a su espalda intentando que no atendiese a Santi. Sujetó las manos de la chica y la tomó del pelo con algo de rudeza, juntando sus labios en un beso húmedo y largo. El sabor de su boca era cava. En menos de 10 segundos ella estaba frotando su joven cuerpo contra él. El albornoz se había abierto y quedaba a la vista, únicamente tapado por el liguero y las medias de novia.
–         Qué guapa estás Martita, pareces una puta profesional… ¿o prefieres ser una actriz porno?
–         Jijijiji es lo mismo, ¿no quieres que sea tu puta hoy?
–         Jajaja me muero de ganas. Que sepas que llevo toda la tarde con tus bragas en el bolsillo Martita. Tocándolas con mis dedos que me huelen a tu coñito…
–         ¿te las ha dado Tom? Jaja qué cabrón
–         Eres nuestra puta. Por eso las tengo.
–         Síii… y al imbécil de mi marido que le den por culo –dijo ella dejando notar que el cava la estaba afectando-
–         ¿dar por culo? ¿pero no era eso lo que te tenía que hacer él a ti? ¿estrenar tu culito? Jajaja si no para de contárnoslo
–         Pero ¿te lo ha contado? ¡joder! ¿con qué cabrón me he casado?!
Carlos no contestó. Podía defender a su primo pues, si Santi era un cabrón, ella era una putita viciosa a la que llevaban semanas follándose. No obstante, no quería polemizar porque sabía sabía que ese culito iba a ser suyo… ya casi lo era. Lo estaba pellizcando con la mano entera mientras besaba el cuello de la chica, de la mujer de su querido primo.
Seguían besándose intensamente en el aseo, tocándose entre ellos junto a Santi que roncaba en el suelo. Curiosamente, no era la primera vez que Carlos abusaba de ella con Santi delante. El albornoz se había desplazado de los hombros pero no había caído al suelo aún. En los gestos de Marta había ansiedad. Se comportaba como una guarra y, cuanto más rudeza y dominio había en Carlos, más excitada y salida se sentía. Empezaba a tener una gran ansiedad por ser follada, y se ofrecía como una gata en celo. Comportarse así la excitaba, pero esta vez lo hacía para hacer pagar a su marido la borrachera el día de su boda.
–         Vamos a la cama –dijo Carlos-
–         No aquí –contestó ella
–         ¿Aquí?… pues bájate a comerme la polla ahora mismo Martita –Ordenó Carlos-
No hubo que repetírselo dos veces. Marta se arrodillo sobre el propio albornoz y, mirándose a un gran espejo que había en el cuarto de baño de la suite, se metió golosamente entre sus labios la polla de Carlos. No era la primera vez que lo hacía. En ese momento ya estaba bastante grande. Carlos la decía frases soeces “Así putita así… qué bien lo haces”… “Eres una guarra Martita”… “cómo te gusta comerla, se te nota… “ummmmm así sigue…déjala bien lubricada que va a hacer falta…”… “ummm puta”.
Las palabras guarras de Carlos la excitaban. No podía evitarlo. Marta pasaba de tener los ojos cerrados, a mirar al macho al que estaba dando placer, y a mirarse en el espejo como estaba arrodillada ante él vestida con su liguero de novia. Joder, pensaba… vaya noche de bodas. Carlos la tomó del brazo y la llevó a la encimera de mármol del lavabo inclinándola sobre ella
 
 
–         Vamos Martita… dime qué quieres que haga
–         Quiero que me folles… que me folles delante del cornudo de mi marido –La chica estaba muy excitada, sentía el frio del mármol bajo sus pechos-
–         Ummm abre las piernas putita. Obedece. ¡Vamos! –Marta obedeció la orden-
–         Aaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhh joder… me estás partiendo… uuuummmmmm
Carlos había metido su herramienta en la vagina de la chica. Sin contemplaciones. A pesar de su lubricación ella sentía como la llenaba. Cómo la abría. Carlos comenzó a moverse rítmicamente. Sujetaba el pelo de Marta y la obligaba a verse en el espejo del lavabo… A verse a sí misma como era follada como una vulgar putita delante de su marido. Las tetas de la chica se movían al ritmo de las sacudidas de Carlos. AHH… AHH… AHH… AHH
–         ¿Esto es lo que querías? Marta
–         Síiiiii
–         ¿Qué te follen bien en tu noche de bodas?
–         Siiiiii cabrón… tú lo haces bien
–         Pero esto no era lo que te tocaba en tu noche de bodas Martita… en tu noche de bodas tocaba otra cosa…
–         AAAAJJJJJJJJJJJJ ¿qué hacessss?  -exclamó Marta-
La chica había sentido un chorro frío en su culito. Carlos había cogido de la encimera un bote con crema hidratante cortesía del hotel. Había soltado un chorretón sobre el agujerito de la chica… sin dejar de follarla el coñito, la estaba lubricando su culo. Primero metió un dedito. La crema hacía que entrase con mucha facilidad. “Prométeme que vas a tener cuidado” dijo la chica… “ssssshhh calla”… contestó él con autoridad. Pero realmente estaba teniendo cuidado. La crema hidratante hacía su función y Marta estaba siendo dóblemente penetrada “Ummm por favor… qué rico… ¿qué me haces?¡cómo me gusta!”.
Así estuvieron unos minutos. El la penetraba el coño con fuerza, a la vez que invadía su culito virgen con el dedo. De repente, Carlos lo sacó y Marta sintió que le faltaba algo. Pero fue el tiempo justo de lanzar otro chorrito de crema, esta vez casi directamente dentro del agujerito de la chica que se iba dilatando “aaaaaaaaaahhhhhhhhh”. El frescor de la crema la causó de nuevo sensación. Ahora Carlos había metido ya dos dedos en el estrecho agujerito. En ellos sentía como su propia polla empalaba la vagina de la chica sin descanso. A Marta ya casi no le sostenían las piernas… todo su cuerpo la empezó a temblar. Iba a sobrevenirle un orgasmo. Entonces Carlos la tiró del pelo… la hizo levantar la cabeza y mirarse al espejo. “Mírate putita… ummm estás preciosa así”.
Entonces, justo antes de sobrevenirla el orgasmo, Carlos súbitamente sacó su polla y sus dedos del cuerpo de la chica. Marta se sintió vacía. En el momento justo la había dejado con las ganas.
–         Por favor sigue… por favor… por favor… follameeeee
–         No me convences… tienes que hablar más sucio Martita. Pero muy sucio. Para mí. Tienes que ser una novia guarra…
–         Siiii soy una novia guarra… una guarra… sigue por favor… fóllame el culito el día de mi boda
–         Ummmm eso me gusta más… ábrete el culito con las manos zorra, vamos… para mí.
La chica obedecía ciegamente las órdenes. La visión de Carlos era fascinante… la novia de su primo el día de su boda completamente emputecida para él… entregada… sometida… cachonda… abriendo los cachetes de su culo  y deseando ser empalada… Él estaba también muy muy caliente. Aún así, con calma, apoyó su glande morado y húmedo en el agujerito virgen de Marta, metiendo  hasta el capullo…
–         AAAAAAAAAAHHHJJJJJJ
–         ¿Qué pasa Martita? Jajaja ¿qué te hacen?
–         ¡¡Sigueeee Cabrón!! –Marta estaba fuera de sí- despaciooo
–         SSSSHHH lo sé… sé lo que quiere esta niña –decía susurrando, mientras ella había echado la mano atrás tomando la muñeca del chico-
–         Síiii
–         ¡Las manos sobre la mesa, Marta!
 
 

Ella obedecía. Había perdido la noción del tiempo. Hacía todo lo que la mandaba Carlos. En sus fantasías a veces aparecía un hombre que la usaba sin contemplaciones y tomaba su cuerpo como si fuera suyo… y éste era el momento de hacerlo realidad. Mientras, Carlos metía y sacaba despacio su polla del culo de la chica. Cada vez un poco más profundo… Una de las manos del chico tomaba el pelo de Marta.  Tan pronto la presionaba un poco la cara contra la encimera de mármol, como la levantaba la cabeza para mirar en el espejo quien y como la follaba. Acompañaba los movimientos con una fricción de su mano sobre la columna de ella. Sentía como ella estaba teniendo escalofríos…
–         Ahora te vas a correr para mí, putita
–         Síii –ella sólo gemía-
–         Vas a ser una putita obediente y vas a correrte para mí
–         Siiiiiiiiiiii
–         ¡Vamos! –dijo el chico simulando cara de enfado, y dando una fuerte palmada en el culo desnudo de la novia-
–         AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHJJJJJJJJJJ
–         AAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHJJJJJJJJ
–         JODER JODER JODER….
–         Vamos zorra… córrete que yo te vea…
Carlos ya se había quedado quieto. Su duro miembro invadía el culito de la chica penetrándolo hasta el fondo. Sentía el calor… la presión… pero sobre todo los espasmos de la chica que estaba corriéndose apretando los puños. Notaba como la chica perdía la fuerza en las piernas, como se corría gimiendo apoyada sólo en el abdomen en el mármol y en su propia polla que estaba a punto de estallar.
–         SSSIIIIIIIIIIII
–         Joder Marta… Te voy a llenar de leche
–         SIIII  SIGUE… fóllame… lléname de leche…. UUUUMMMMM
–         Toma… toma  ¿es lo que querías?
–         Siiiiii joder siiiii
Dijo la chica apoyada en la encimera del lavabo viendo la cara del primo de su novio según se corría y sintiendo como las contracciones de la polla de él la llenaban de líquido ardiendo… Él se inclinó hacia delante, quedando su pecho pegado a la preciosa espalda de la novia. Ambos sudorosos y jadeando. Tras unos minutos así colocados, el chico besó a la novia en la mejilla, acariciando cariñosamente su pelo… entre los dos llevaron a Santi a la cama de la suite y se despidieron…
Marta y Santi ya estaban casados. Ella seguía siendo usada por los primos de su marido…
Muchas gracias a todos l@s que me han leído. Ser capaz de escribir todos estos relatos ha sido una experiencia muy curiosa para mí. Os deseo lo mejor.
Carlos
diablocasional@hotmail.com
 
 

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