Los días siguientes al suceso, Marta no podía conciliar el sueño. Menos aún cuando recibió en su buzón de correos un CD con los videos grabados sin ningún mensaje adicional. No entendía cómo se había visto arrastrada a entregarse a los primos de su novio sin mediar fuerza ni coacción. Sólo la bebida, y el morbo d
el momento había sido suficiente para traicionar a su prometido Santi, siempre cortés con ella, con sus salvajes primos Tom y Carlos.
No podía quitarse de la cabeza que, a pesar de haber sido tratada con cierta dureza, se había sentido excitada como nunca. Desde luego, mucho más que con los dulces y suaves polvos que Santi la echaba.
Tampoco podía quitarse de la cabeza los vídeos que habían sido grabados. Desde que había recibido el CD, un extraño mecanismo en su cerebro hacía que los viese en su ordenador cuando Santi no estaba en casa. Por un lado, se culpaba de lo ocurrido con cierto miedo a ser chantajeada o a ser la estrella de cualquier página pornográfica de mala muerte en Internet. Sin embargo, se sorprendía a sí misma en varias ocasiones deseaando que Santi saliese de casa para ver los vídeos. Se ponía nerviosa si él tardaba en salir, y antes de arrancar el ordenador, el mero pensamiento de verlo hacía que su entrepierna se humedeciese rememorando el episodio.
Lo cierto es que su deseo sexual se había disparado. Incluso Santi se lo decía cuando ella, casi cada noche, le asaltaba literalmente para que la follase, y eso que él no sabía las numerosas veces que ella se acariciaba en solitario. Ella contestaba que debían ser los nervios de la boda, aunque sabía muy bien cuál era la verdadera razón.
A veces Santi se lamentaba de lo torpe que fue el día del concierto, emborrachándose hasta quedar inconsciente. Se culpaba de no haberlos dejado ver el final, por haberse pasado por la bebida. Santi adoraba a sus primos. A veces le decía a Marta “Jo, qué bien se portaron ese día saliendo del concierto y trayéndonos a casa… son unos tíos geniales”. Marta, enternecida por la inocencia de su futuro marido, pensaba “si tú supieras lo que pasó…”.
Con todo, debía reconocer que sentía un cierto alivio con el paso de los días sin noticias de los primos de Santi. Ellos vivían bastante alejados, en Alicante, y pensar en que no están cerca la producía cierta paz. Por eso, cuando Santi la anunció que el próximo viernes iban a venir a Barcelona de nuevo y habían quedado a cenar los 4, ella casi entra en pánico.
–         Pero ese día es mi despedida de soltera… -dijo ella-
–         Nooo, la despedida es el viernes que viene. La cena es éste… pasado mañana –contestó Santi-
–         ¿Pasado mañana? –pregunto Marta disimulando su alarma-
–         Sí ¿no te acuerdas de que te dije si ibas a hacer algo el viernes noche y me dijiste que no?… era por eso. Al parecer, Carlos ha ligado con una chica de Barcelona y quiere venir a verla. No te lo pierdas… ¡creo que es casada! Jajajaja dice que tiene que terminar alguna cosa que quedó pendiente cuando se la ligó.
–         ¡qué cabrón! –dijo Marta sintiéndolo de verdad-
–         Jajaja mis primos son así… algún día te contaré sus correrías –dijo Santi orgulloso-
Estaba atrapada. No se le ocurría ninguna excusa para librarse de la cena. La chica con la que “Carlos había ligado” sospechaba que era ella misma. De repente estaba muy nerviosa. Joder, la boda era en unos días. No quería ponerse a prueba a sí misma, ni arriesgarse a perder a Santi. Una vez más, Carlos y Tom se las habían ingeniado muy bien para coincidir con ellos sólo 3 semanas antes de la boda. Para ello habían convencido a Santi, que además había insistido en invitar “por lo bien que se habían portado el día de la borrachera”. Si él supiera…
Marta no sabía qué hacer. En una distracción de Santi, buscó el número de teléfono de Tom de su agenda. Con un cierto temblor de sus dedos le llamó:
–         Hola Tom
–         Hola Marta, precisamente te iba a llamar yo ahora…
–         ¿Para qué? –dijo ella temiendo lo que Tom contestaría-
–         Para contarte que Santi nos ha invitado a cenar el viernes… jaja por si querías que terminásemos lo que dejamos pendiente.
–         ¡Pero es que me caso en 3 semanas, Tom!
–         Jaja, no te preocupes, a la boda vas a llegar perfecta… dicen que el sexo hace mejorar la piel –dijo divertido-
–         Pero es que no debo… Tom, entiéndelo. Yo no soy así –había casi súplica en la voz de Marta-
–         Marta, que soy Tom, recuerda… a mí no me puedes engañar. Esto te encanta.
–         Es verdad que el otro día me dejé llevar y me no estuvo mal… -reconoció-.
–         ¿No estuvo mal? Jajaja, te corriste 3 veces en menos de media hora Martita… ¿es verdad o no? Si hasta suplicabas que te follásemos… está en el vídeo. Y porque se despertó al final tu novio… jaja
–         Es verdad… Pero no debo. Me voy a casar, y estoy enamorada de Santi.
–         Todos queremos a Santi. Yo también le adoro. Y tú te vas a casar con él ¿Tú qué crees que debo hacer yo? ¿Decirle la novia que tiene?
–         ¿Me vas a chantajear? –dijo casi llorando-
–         ¡No! Joder, eso no… es un juego ¿No recuerdas lo que pasó el otro día?
–         El otro día estaba borracha.
–         Todos estábamos un poco borrachos, pero no creo que lo que pasó fuera por eso. Piénsalo.
–         Vale, me dejé llevar, es verdad. Pero yo no soy así. No soy ese tipo de chica…
–         ¡Pues eso es lo que me preocupa! Me preocupa mucho más que seas una sosa y le tengas a régimen… “hasta que la muerte os separe”.
–         ¡No voy a tenerle a régimen! Lo que pasa es que Santi no se merece que hagamos nada, aunque nos apetezca… -se delató Marta-
–         Ah, ya reconoces que te apetece, jaja. Pero vamos, creo que no conoces bien a Santi… algún día te contaremos cosas que hemos hecho los tres primos jajajaja.
–         Me da igual lo que haya hecho… -y bajando el tono de voz añadió- antes de conocerme a mí.
–         Bueno, no entremos en terrenos pantanosos. Mira, Santi no se va a enterar de nada. Y que abras un poco tu mente le va a venir bien en su vida. Él es quien lo va a disfrutar. Dime si has visto los vídeos de la otra noche…
–         Sí, los he visto –contestó Marta con un poco de rubor-
–         Y dime si te excita verlos.
–         …
–         Di la verdad, Marta, aunque creo que ya lo sé…
–         Sí, sí me excita… pero no puedo repetirlo… no debo… por favor, por favoooor –Marta ya suplicaba, casi lloraba y Tom se compadeció-
–         No sigas. Con eso me vale… mira, ya sé lo que vamos a hacer…
–         ¿qué? –dijo Marta temerosa-
–         Nada. No haremos nada. No va a pasar nada. Sólo cenar. No hay chantaje. ¿está claro?
–         Sí
–         El viernes vamos a cenar todos. A beber pero sin emborracharnos. Vamos a reirnos y a estar juntos. Vamos a un sitio donde se puede cenar y también bailar. No va a pasar nada. Nada. Bueno, al menos nada que tú no quieras. Ahh, y no va a haber alcohol.
–         Gracias, Tom. Gracias por entenderlo. De verdad.
–         Sólo te pido que estés relajada, contenta… que te vistas para bailar. Sexy si quieres…
–         Vale, eso sí… –dijo Marta aliviada, la idea de ir a un sitio de baile la hacía ilusión, porque Santi nunca lo hacía y ella adoraba bailar-
–         ¿Entonces todo bien?
–         Sí… gracias –Marta se sentía mejor-
–         Bueno, pues ahora que ya está todo aclarado… ¿Te vestirás como yo te voy a pedir?
–         Jaja depende –dijo Marta coqueta-
–         Falda y top ajustado… sin sujetador y con ropa interior negra… casi transparente.
–         ¡Jajajaja eres un salido!… -a Marta le hizo gracia el capricho de Tom-  ummmmm ya veremos.
–         Importante lo de la ropa interior sexy y negra eh… que aunque no vaya a verla me da morbo mirarte a la cara y saber que la llevas.
–         Vale, jajaja, no prometo nada, pero lo pensaré
–         Eso, piénsalo… muchos besos
–         Besos Tom… y gracias otra vez por entenderme.
Quedaban 2 días para la cena, y la conversación con Tom había dejado a Marta mucho más tranquila. No sabía por qué, pero realmente se fiaba de que ellos no iban a decir a Santi nada de lo que pasó el día del concierto. Ésa era su máxima preocupación. Aunque se sentía excitada por la fantasía de otro episiodio sexual, la posibilidad de perder a Santi o de suspender la boda la producía pánico. Por eso temía que si sus primos la hubieran chantajeado ella habría cedido sin remedio. Salvado ese miedo, el hecho de salir a bailar le hacía una ilusión tremenda. Santi nunca quería salir a bailar, ni siquiera para preparar los bailes de la boda. Marta adoraba bailar.
En cuanto a lo de vestirse como le había pedido Tom o no hacerlo, ahí sí tenía alguna pequña duda. Pasó esos dos días dándole vueltas al asunto y al final optó por vestirse así. La verdad es que la divertía seguirle un poco el juego a Tom, ahora que le había prometido que no iba a pasar nada. Además la producía morbo. Teniendo en cuenta que iban a ir a bailar, lo lógico es que llevase vestido o falda. Tenía un top ajustado sin tirantes “palabra de honor” que era perfecto para llevar sin sujetador. En cuanto a llevar las braguitas que Tom había pedido, negras, transparentes y sexys… jajaja debía reconocer que le encantaba la idea. Se moría por llevarlas así, y mirar a Tom con una sonrisa pícara que le indicase que bajo su falda había lo que él había pedido. Seguro que le preguntaba por ellas cuando bailasen. Marta imaginaba el momento e imaginaba su propia respuesta“¿Qué si las llevo? Ahhh jaja cuando llegue a casa sana y salva te lo digo por sms”. Ese mismo día salió a comprarlas. Debía reconocer que le producía una cierta excitación.
Al igual que el día del concierto, Santi y sus primos habían quedado una hora y media antes para tomar una cerveza. Mientras ellos lo hacían, Marta llegaría del trabajo y aprovecharía para arreglarse y vestirse. Luego pasarían a buscarla e irían al restaurante. Se trataba de un sitio muy conocido en la ciudad. Un sitio caro y con cierto nombre. Se podía cenar hasta las 12 de la noche. Luego reducían la iluminación, dejando un ambiente oscuro y comenzaba el tiempo de baile. El público mayoritario eran parejas de mediana edad y clase media – alta. Marta siempre había tenido mucha curiosidad por ir allí.
A la hora convenida, Santi salió de casa hacia el bar donde estaban sus primos ya esperándole. Marta acababa de llegar y estaba preparándose un baño. Había colocado toda la ropa que se iba a poner. Finalmente, iba a hacer caso a Tom en todo. Era un día de verano caluroso en Barcelona. Antes de salir de casa, advirtió a Santi de que no bebiese.
En la bañera se relajó, pero resistió su deseo de tocarse. Hoy quería ser buena. Un rato después, mientras Marta se vestía, sonó el “Bip bip” de un mensaje SMS en su móvil. Al ver que era de Tom, su corazón se sobresaltó ligeramente: “Martita, no veas las cosas que nos está contando Santi… jaja creo que llevas unas semanas aún más salida que lo que decías de mí por teléfono, jaja, ¿de verdad te metes sin nada bajo las sábanas?. Por cierto ¿has cumplido mi petición? ¿vas muy guapa? Umm lo de las braguitas no sé si lo veré, pero lo de ir sin suje… me muero por comprobarlo jaja
GGGRRRR otra vez se le quedó a Marta una sensación agridulce. ¿Por qué tenía Santi que contar sus intimidades? Lo cierto es que llevaba unas semanas, desde el concierto, que casi cada noche “asaltaba” literalmente a su prometido y, si éste no tenía ganas, ella se metía entre las sábanas y con sus labios recorría el cuerpo de su chico buscando su polla con ansia desatada. Incluso se había acostumbrado a tragarse todo lo que de allí salía. Le pedía a Santi que fuera duro con ella, que la tratase mal… y Santi, pese a que lo intentaba, no era capaz de darla todo lo que ella necesitaba.
Contestó al mensaje de Tom: “¿Cómo iré vestida? Es una sorpresa… mientras lo decido, que sepas que sí llevo algo al acostarme… llevo unas gotas de Chanel nº5, como Marilyn jijiji… y dile a Santi que no sea bocazas!!!!”
Un minuto después recibió la contestación de Tom: “¿Sorpresa? Me muero por saberlo… no sé si podré aguantar jajaja
Marta ya no contestó. Se estaba vistiendo y maquillando con el máximo esmero. Se había depilado para estar suave, y se había aplicado sus mejores cremas. Como aún faltaba un poco de tiempo para la hora, no había podido evitar ponerse un trocito de su propio vídeo con Tom y Carlos. De hecho, había comenzado a rozarse con sus dedos, pero no siguió. Esta noche tenía que ser buena. Tenía que intentarlo y conseguirlo. No quería cometer errores. Ya sólo quedaban cinco minutos para la hora en la que habían quedado pasar a recogerla, y no podía negar que estaba nerviosa. Nerviosa y preciosa. Se había dejado el pelo en coleta.
Din-Don. El timbre de la puerta. ¿quién será? Habían acordado que ellos no iban a subir. Pero miró por la mirilla y allí estaba Tom saludándola con una sonrisa. A pesar de que el corazón la dio un vuelco sólo con verle, abrió la puerta también sonriendo ysimulando calma. Tom era un chico muy alto, más bien delgado y fibroso, podía decirse que era de complexión atlética, con el pelo corto y casi siempre revuelto, y moreno aunque a sus 32 años empezaba a tener algunas canas. Lo que más llamaba la atención a Marta era su sonrisa traviesa.
–         ¿Pero que haces aquí? ¿No sabes que el vestido de la novia no puede ver antes de la boda? jiji
–         Pero yo no soy tu novio jaja… No podía aguantar más a ver si me habías hecho caso y les he dicho a estos que tenía que subir al baño… ¿qué te parece? –dijo Tom con una sonrisa de pillo-
–         Jajajaja eres un sinvergüenza… si al final te sales con la tuya. Mira me he vestido como me dijiste –contestó Marta coqueta dando una vuelta completa sobre sí misma para que él la viese la falda y el top.
–         ¡Siempre me salgo con la mía! ¿lo dudabas? –dijo Tom divertido y con cierta prepotencia-
–         Bueno… hay alguna cosa que aún no sabes si he cumplido jijiji –Contestó Marta misteriosa refiriéndose a su propia ropa interior-
–         Pues es hora de comprobarla… -Tom simuló correr detrás de ella que saltó como una gacela escapando-
–         Nooo… jajajajaja… si eres bueno luego te lo digo
Pero Tom era más rápido y en 3 largos pasos la alcanzó contra la pared. Y sujetandola de sus brazos, puso el cuerpo de Marta frente a la pared, presionándolo con el suyo…
–         Jaja déjame Tom, no seas bruto
–         Ummm no me acordaba de que tenías cosquillas –dijo Tom jugando con sus dedos sobre la cintura de ella-
–         Jijijijiji paraaaaaa jiji
–         No pararé… no hasta que no confieses –decía sobre su oido-
–         Jajajaja… por favor… quita las manos de ahí que no aguanto las cosquillas… que me hago pisss
–         ¿Qué quite las manos? ¿y dónde las pongo? -Susurró Tom- … ah ya sé…
Y comenzó a subirlas pícaramente hacia los pechos de ella, acariciándolos con delicadeza sobre el tejido casi de lycra del top. Marta estaba físicamente inmovilizada con la pared y Tom a su espalda. Su mente dudaba si oponerse o no. En cambio sus pezones habían tomado su propia decisión y estaban completamente duros contra la tela. Lás caricias de él eran cada vez más intensas…
–         Por favor –dijo Marta con tu hilo de voz-
–         sssssshhhhhhhh relájate Marta –la voz de Tom era tranquila, susurros sobre la oreja de ella-
–         joooooo ¿qué me haces?
–         ssssshhhhh tranquila Martita –los labios de Tom la rozaban al susurrar- No voy a hacerte nada
–         Dijiste que ibas a ser bueno…
–         Relájate nena, sólo es una pequeña comprobación antes de bajar.
Según decía sus últimas palabras, Tom bajaba el top de Marta dejando sus tetas al descubierto, y envolviéndolas con sus grandes manos. La piel de la chica era seda, y las caricias eran ejecutadas por Tom con la misma maestría que lo había hecho el día del concierto. Marta no podía oponerse. Su mente luchaba pero el morbo que la producía la situación ganaba la partida. Tom la besaba suavemente el cuello y los oídos mientras sus manos la acariciaban la piel de seda de su pecho. Una piel que sólo Santi tenía derecho a tocar. Despacio. Constante. Sin parar de susurrar palabras cada vez más fuertes. Habrían pasado así 2 minutos cuando Tom la dijo “Abre las piernas Marta”. Ella las abrió tímidamente. Está bastante húmeda. No había alcohol esta vez. Las manos de él tenían un efecto inmediato sobre su piel desnuda. Sabían exactamente como tocar, bajando a su suave abdomen o metiéndose bajo la falda hasta acariciar su intimidad a través de la fina tela del tanga que él mismo la había ordenado ponerse.
–         Eres una viciosa, mira como estás… empapada… y mira cómo me tienes –dijo poniendo la mano de ella sobre su pantalón- estoy por follarte pero va a ser más divertido hacerlo esta noche…
–         Jooo, no, por favor… no me hagas caer
–         Pero mira como estás… esta noche vamos a jugar –Tom sonreía maliciosamente- Venga, que nos están esperando –dijo liberandola de su “prisión” contra la pared- ahora tengo el capricho de que te cambies de ropa, de elegirla yo ¿cuál es tu armario?
–         Ese –dijo Marta desconcertada señalándo con la cabeza-
–         Mientras elijo traeme una cerveza. Muy fría.
La chica se fue al aseo subiéndose el top. Por su parte, Tom se acercó al armario y se puso a revisar con rapidez sus vestidos, seleccionando un vestido marinero entallado de arriba y con falda de vuelo. A continuación abrió los cajones y, después de revolver todas sus braguitas, eligió un tanga ligero de seda blanco, con un corazón bordado en la zona del pubis, a juego con un sujetador blanco también de seda que Marta nunca se ponía por ser muy indiscreto con sus pezones. Tom depositó la ropa elegida en en un extremo del sofá, sentándose en el otro y abriendo la botella de cerveza que ella obedientemente ella le había traido. Frente a ella la dijo:
–         Vamos, vistete. Date prisa que nos esperan abajo. Pero empieza por quitarte primero esas bragas que ya están empapadas.
Marta había caído otra vez en las trampas de Tom. Por una parte se sentía contrariada consigo misma por haber sucumbido, pero por otra, la forma en la que la ordenaba las cosas, y el juego morboso que él siempre planteaba la mantenía muy caliente. Aún dudaba entre si obedecer o no, aunque se moría por hacerlo. Él la presionó:
–         Vamos. Quítatelas que quiero ver mi sorpresa. A ver si esta niña me ha hecho caso… -y añadía tras unos segundos en que ella estaba paralizada- ¿qué pasa? ¿necesitas ayuda?
–         No
–         Venga que quiero ver cómo te las quitas… ¿o te las quito yo?
La escena era muy morbosa. Tom sentado cómdamente en el sofá dando sorbos a su cerveza, mientras Marta subía su falda lentamente para quitarse las bragas que el propio Tom la mandó llevar dos días antes. Si hubieran dicho hace 2 meses a Marta que iba a participar en algo así y además obedecer como lo hacía, no se lo habría creido. Ahora actuaba como una actriz porno mirando a Tom provocadora y a la vez muerta de vergüenza porque su ropa interior no sólo era negra y transparente, como le había mandado él, sino que mostraba claramente una mancha de humedad.
Para él también también era muy sensual el momento. A pesar de su aparente mando, el hecho de obligar a la preciosa futura mujer de su primo a desnudarse ante él, para vestirse con la ropa que él mismo acababa de elegir, era una gamberrada más fuerte que las habituales. Su mente no paraba de maquinar. Cuando ella quedó completamente desnuda, salvo por las sandalias de tacón dijo “Ven” y la obligó a mantenerse de pié ante él abriendo ligeramente las piernas. Estuvo unos segundos sentado en el sofá, sujetando su cerveza con una mano, mientras con la otra acariciaba suavemente el coño de la chica. Ella se sujetaba en el respaldo del sofá dejándose hacer con los ojos cerrados. Entonces Tom dio una vuelta de tuerca más a la situación, y puso su botella helada sobre los labios vaginales de ella. La sorpresa de la chica fue mayúscula. Una décima de segundo antes de que fuera a saltar hacia atrás, él ordenó… “ni se te ocurra moverte, zorra”.
Haciendo rodar la fría botella, hizo que el anhelante coño de Martita la “diera un beso” con los labios de su vulva. A continuación separó la botella y observó tranquilo la marca que había quedado sobre el cristal. Procedió a beber lentamente un par de tragos, cuidando de pasar su lengua por la boquilla de la botella. Ella le miraba alucinada temiéndose lo peor. Su temor era fundado. Tom dijo “no te muevas” y separando los labios de la vagina de Marta procedió a rozar con la boquilla de la botella de cristal el entorno del clítoris de ella. Con movimientos precisos comenzó un suave masaje arriba y abajo rozando sus puntos más sensibles. Ella se sujetaba al sofá y cerraba los ojos. Cada vez que los abría, veía la cara de él con expresión juguetona. Tom cada vez llegaba más lejos…
–         Uummm –Marta soltó un gemido-
–         Ssssshhhhh calla… ¿a que nunca te han hecho esto? –la voz de Tom era prácticamente susurros-
–         Jooo… vamonos por favor que van a subir –Salvo las sandalias, Marta seguía completamente desnuda dejándose hacer-
–         Espera que los llamo –dijo Tom, y sacando el móvil y marcó el teléfono de su primo, el novio de Marta que esperaba abajo-
–         Santi, seguís ahí, ¿no?
–         Sí, vamos, bajad ya que al final llegamos tarde –contestó Santi no sospechando nada de lo que ocurría-
–         Es quie a Marta le ha dado por cambiarse de ropa en el último momento… ahora mismo bajamos –E hizo ademán de decírselo a Marta como si estuviese lejos y no desnuda delante de él- Martaaaaaaaaa, que te des prisa que se están cansando de esparar…
–         Jajaja cómo son las tías… -dijo Santi divertido-
–         Pues acostúmbrate que te vas a casar con ella… anda, un minuto y bajamos –y colgando, miró divertido a Marta- ¡Ya está!
Marta le miraba alucinada. La perversión de la mente de Tom la tenía impresionada. Él separó lentamente la botella del sexo de la chica. La boquilla estába húmeda con su flujo. Tom paso un poco su lengua y dio un pequeño trago casi sin tocarlo para no limpiarlo. Dijo “Toma, Marta, bebe un poquito…”. Una vez más, ella obedeció y bebió pasando su lengua lascivamente por la botella como si fuera una polla. El gesto provocador de ella disparó la reacción de Tom:
–         Joder como me tienes. Vamos… -dijo levantándose-
Y tomando con su manaza la parte superior del brazo de la chica, prácticamente la arrastró hacia la mesa del salón, inclinándola contra la mesa. “Eres una zorrita… tenía que haber hecho esto hace tiempo”. El día del concierto Tom no había podido penetrarla al despertarse Santi. Pero esta vez, la colocó contra la mesa haciendo que Marta sintiese el frío de la mesa en su pecho y abdomen. Aún estaba completamente desnuda y únicamente llevaba los zapatos. Inclinada y expuesta se dejaba manejar como una muñeca. Tom se soltó el pantalón y sacó su miembro completamente rígido. Sin decir más palabras, lo acomodó sobre los labios vaginales de ella y se la metio de un solo golpe. La sorpresa de la brusquedad hizo a Marta emitir un fuerte gemido que no fue de dolor, pues su sexo estaba caliente y húmedo como el de una adolescente en celo.
Tom dedicó un par de minutos a follarla duramente. Súbitamente, y dejándola cerca de sobrevenirla el orgasmo, le sacó el húmedo miembro y dijo a la chica “¡Vamos, de rodillas!”, y arrodillándola ante él continuó pajeándose delante justo de la alucinada cara de Marta. En ese momento, el miembro de Tom la pareció gigante. “Abre la boca ¡vamos!” dijo nervioso.
Y dando algunos golpes con su empalmadísimo miembro en la carita de la chica, comenzó a descargar abundantes chorros de semen sobre su cara y boca. Marta hacía verdaderos esfuerzos por tragar todo el semen que estaba recibiendo. Cuando él acabó se subió el pantalón, levantó a la chica y dándola un cariñoso azote en su desnudo culo dijo “venga, vístete que ya nos vamos”.
Ya, relajado, Tom se sentó de nuevo en el sofá. Apurando su cerveza la contempló cómo se vestía. Siempre le había encantado ver vestirse a la chica con la que estaba. Siguiendo con su juego de perversiones, no la permitió lavarse los dientes. Según bajaban en el ascensor Marta se atrevió a hablar:
–         Has sido malo… y encima yo me había fiado de ti
–         Jaja ¿aún te fías de los hombres? ¿no te dijo nada tu madre de esto? Jaja
–         Jooo –Marta no sabía que decir, lo cierto es que ella intuía lo que iba a pasar y no tenía fuerza para resistirse-
–         Vamos cielo, que nos vamos a divertir y es tú última juerga antes de ser una honorable esposa –y la dio un beso cariñoso en la mejilla que ella, sin saber por qué, agradeció-
En el coche les esperaban enfadados Carlos y Santi. Marta, al llegar, evitó besar a Santi en la boca. Carlos se dio cuenta y guiñó un ojo con complicidad a Tom, que la sonrió confirmándolo. Fue un medio beso en la comisura de los labios. Marta se sentía como una puta. Sus expectativas de ser una chica buena esa noche se habían desmoronado. Aún así, se sentía excitadísima y la noche sólo había empezado.
Pero eso lo contaré en la siguiente entrega. Prometo que muy muy pronto.
Muchas gracias por leer hasta aquí, por vuestros votos y comentarios. También por los correos 😉
Carlos
 

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