Al día siguiente, me levanté a las 6 de la mañana, muy descansado, a pesar del poco tiempo de sueño y la noche de sexo, encendí el fuego en la cocina de leña y fui a atender a los animales. Tras ordeñar las vacas y dar de comer a vacas y terneros, me llevé a la casa una jarra de leche para desayunar todos. Con un ligero desayuno, seguí con mis labores en el campo, hasta que sobre las 10 de la mañana, apareció en la puerta Silvia que me llamó con un grito y agitando la mano.

-Buenos días, Jóse.

-Buenos días. No te muevas, que voy.

Paré un momento para lavarme bien y enseguida estuve con ella. Se había puesto una camisa mía, y cuando la abracé para darnos un buen morreo, poniendo una mano en su espalda y la otra en el culo, pude observar que no llevaba nada debajo. Mi polla se levantó y empecé a meter mi mano bajo la camisa.

-No seas ansioso. Deja algo para esta noche. ¿Tienes algún sitio donde ducharme o tengo que ir al río?

El día anterior no había querido decir nada para ver la reacción de Vero y por su mal comportamiento al llegar, pero no era cuestión de ocultarlo siempre. Le dije que la puerta del otro lado de la cocina llevaba al baño mientras la señalaba y le dije dónde estaban las toallas.

Mientras ella se duchaba, yo preparé el desayuno, consistente en leche recién ordeñada, café, unas tostadas y fruta fresca. Cuando salió, alabó el olor a café y fue a vestirse, luego subió a despertar a Vero para desayunar y desde abajo pude oír sus protestas.

-Jodeerr. ¡Déjame en paz, puta! No he podido dormir en toda la noche. Esta cama es una mierda, te has pasado follando y gritando tus orgasmos toda la noche y para colmo vienes ahora a despertarme, cuando acababa de coger el sueño…

Siguieron un poco más, pero yo ya me desentendí de su conversación. Poco después bajaron las dos. Silvia espléndida y hermosa, con unos pantalones cortos de estilo vaquero y una camisa cuadros rojos, típicos de la zona, tipo leñador, con la mitad de los botones sin abrochar, anudada bajo las tetas y mostrando que no llevaba sujetador debajo. Vero bajó también con pantalones cortos. Tanto que estaban más cerca de unas bragas que de unos pantalones, por lo pequeños, y otra camiseta, de un color marrón sucio, que también marcaba la falta de sujetador.

-Buenos días Vero, -Dije yo, y sin esperar respuesta:- Silvia, estás preciosa esta mañana. La ropa le sienta muy bien a ese cuerpo que tienes. –De reojo vi la cara de disgusto que puso Vero.

-Gracias, he intentado mimetizarme con el lugar.

-Tú resaltarías en cualquier lugar y con cualquier ropa. –Le dije.

-Vaya par de gilipollas que estáis hechos. ¿Ya empezamos con las gilipolleces de enamorados? –Dijo Vero

Nosotros nos echamos a reír, sobre todo al ver que era disgusto por no decirle nada a ella.

-Cariño, tú también estás muy guapa. –Le dijo Silvia.

-Imbécil. –Le respondió.

-Ale, a desayunar, que se enfrían el café y la leche. –Les dije

Cuando Vero probó la leche, tuvo la delicadeza de escupirla al suelo.

-¡Puaggggg! ¿Qué es esto?, ¿A qué mierda sabe?

-Es leche natural de vaca. No ese líquido blanco que os venden en los supermercados y que lleva de todo menos leche.

-¡Pues sabe a mierda!

-Ya te acostumbrarás. –Dije, dando por finalizado el tema.

-Lo dudo.

El resto no le pareció mal y terminó el desayuno.

Cuando acabamos todos, e iban a levantarse, les pedí que se sentaran porque tenía que hablar con ellas.

Me miraron las dos, sin decir nada y hablé:

-Vero, por lo que me ha contado tu madre, has estado muy distraída en tus estudios, hasta el punto de que has repetido varios cursos y que parece ser que también repetirás este último…

-¿Y a ti qué coño te importa?

-¡¡¡CÁLLATE!!! –Dije soltando un golpe sobre la mesa que las puso serias y creo que asustadas.- Ahora voy a hablar y vosotras me vais a escuchar. ¡¡¡ENTENDIDO!!!.

-SSSii. –Dijeron al unísono.

-Además, parece que has estado tonteando con cosas y gente que no debías y demuestras una falta de educación totalmente impropia para tu edad y posición. –Proseguí, ahora de mal humor.

-Tu madre me ha pedido ayuda para encauzar tus estudios y actitud, y yo he aceptado. Por lo tanto, vas a pasar el verano aquí, conmigo, y veremos si eres capaz de aprender educación y mejorar tus notas.

-Pero… ¿Vosotros sois idiotas o qué? ¿Acaso os pensáis que me voy a quedar tranquilamente aquí para que este hijo puta me de clases? ¿Y además, aquí, sin teléfono, sin internet, sin televisión? Aguantaré hasta mañana porque no me puedo marchar hoy.

-Te quedarás aquí aunque tenga que atarte, y no dudes que lo haré. Y tus desobediencias serán duramente castigadas.

-Vete a tomar por el culo.

Y se levantó de la mesa y se fue a la calle.

-Va a resultar difícil. –Dijo Silvia.

-No creas. Dame total libertad y déjala sin dinero ni tarjetas. Así no podrá ir a ningún sitio.

Durante el día, Vero estuvo junto al río, unas veces bañándose y otras tomando el sol, siempre desnuda. Su madre y yo, paseamos por el bosque, fuimos hasta la central eléctrica, volvimos a comer. Vero no quiso venir, aunque luego noté que faltaba algo de fruta y queso, y por la tarde fuimos a un puesto de vigilancia que utilizan los guardabosques para controlar posibles incendios. Desde allí la vista es espléndida. Se divisan muchas de las montañas y valles que rodean la zona (y hay cobertura de móvil, pero no dije nada) pues se trata de uno de los puntos más altos de la cordillera.

Le pasé los prismáticos que ya llevaba preparados para ver con comodidad todos los detalles de la zona y ella apoyó los codos sobre el borde, doblando la cintura y con los pies atrás. Cuando la vi en esa postura, no me pude resistir. Me acerqué a ella, presioné mi polla contra su culo y solté el nudo y los botones de su camisa para meter las manos por dentro y así alcanzar sus pechos y ponerme a acariciarlos.

-MMMMMMMMM. Da mucho gusto ver este paisaje. Sigue.

-Estoy seguro de que no disfrutarás tanto con ninguna otra vista.

Y dicho esto, bajé mi mano hasta su pantaloncito, lo desabroché, los baje hasta los tobillos y me arrodillé para quitárselos de una pierna. No llevaba nada más. Seguidamente, me puse a lamer su coño, pasando la lengua desde atrás hacia adelante, hasta llegar a su clítoris, que rocé ligeramente. Luego recorrí el resto más a fondo y repetidas veces para ensalivarlo bien. Cuando ya estaba bien mojada, tanto por su flujo como por mi saliva, volví a levantarme, al tiempo que soltaba y bajaba mis pantalones y calzoncillos, para llevar mis manos otra vez a sus pechos y meterme entre sus piernas para pasar mi polla a lo largo de su raja.

-MMMMMMMMMMMMMM. ¡No pares! ¡Me encanta lo que me haces!

Frotaba sus pezones, acariciaba sus pechos y bajaba la mano de vez en cuando para rozar su clítoris o presionar mi polla en su recorrido por su raja.

-¡Necesito que me la metas ya! ¡Quiero sentirla dentro!

-Te gusta, eh, ¡pedazo de puta!

-Ooooh, si, no pares y métemela.

No me hice esperar más y, colocando la punta en la entrada, se la metí toda de golpe. Mis manos seguían acariciando sus pechos y bajando hasta su clítoris para excitarla cada vez más, pero mi polla se movía a un ritmo lento. Yo no quería correrme, solamente disfrutar de follarla. A ella le estaba gustando.

-Siii. No pareees. Dame maaaas. Más fuerteee.

-No, puta. El que te folla soy yo y yo decido el ritmo.

Seguí metiendo mi polla despacio hasta tenerla totalmente incrustada, dejarla un momento y volver a sacarla despacio, mientras, mi mano bajaba a su clítoris y le daba varias sacudidas. Disfruté como pocas veces del suave roce sobre mi glande mientras entraba y salía, y la presión sobre mi polla.

-Cabrón, me estás matando. Dámelo ya.

-Puedes correrte cuando quieras. Yo no voy a variar mi ritmo por ti.

Yo estaba muy excitado, pero no lo suficiente, gracias al ritmo lento. Una de las veces que estaba con mi polla dentro y acaricié su clítoris:

-¡SIIIIIIIII! ¡ME CORROOOOOO! ¡SIGUEEEEEEE! AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHH.

Cuando noté que había terminado, retiré la mano y seguí con mis movimientos y manipulaciones.

No tardó nada en gemir de nuevo.

-MMMMMMMMM Siiiiii. ¡Cabrón, como follas!

Y menos en conseguir un nuevo y largo orgasmo, al que siguieron 3 más. O era el mismo encadenado, no lo sé. Solamente decía:

-¡OOOOOOH! ¡SIIIIII! ¡MASSS! ¡SIII, OTRO MÁS! HIJO PUTA, QUE GUSTO ME DAS

Yo le dije:

-Eres tan mal hablada como tu hija. Ya tiene a quién parecerse, en eso y en lo puta. Te voy a tener que castigar.

Y seguidamente, dejé su clítoris para sacudirle una fuerte palmada en su culo. Mientras repetía:

-¡AAAAAAAAYYYY! ¡SIIIIII! ¡MASSS! ¡SIII, CASTÍGAME MÁS!

Le estuve dando el tratamiento durante mucho rato. Cada vez que se corría, su coño presionaba mi polla con las contracciones, hasta que llegó un momento en que ya no pude controlarme, y con las contracciones de su último orgasmo le dije:

-Ya no puedo más. Te voy a llenar el coño de leche.

-SIIIIII. Dámela toda. Lléname bien.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH. Me corrrooo. –Y empecé a soltar leche como si fuese una fuente. No sé de dónde salía tanta cantidad. Imagino que era como consecuencia de la alimentación sana. El caso es que ella se escurrió al suelo, quedando de rodillas y sentada sobre los talones, hecha un ovillo, agotada.

Yo me di la vuelta y me encontré a la pareja de guardias forestales mirando y grabando con sus teléfonos. Les hice una seña para que callasen y se fuesen. Luego me enteré que desde otro puesto habían visto a Silvia con medio cuerpo fuera de la ventana y gritando, pues durante la follada la había ido empujando y terminó apoyada sobre el borde. Habían venido a ver qué pasaba y se encontraron con la escena. Días después, conocedores de mis gustos, me trajeron unas botellas de vino, como regalo por las buenas corridas que habían disfrutado mientras veían el vídeo.

Ella no se dio cuenta. Me senté en el suelo, a su lado, más porque a mí las piernas no me tenían ya del esfuerzo, que por cualquier otra cosa. Cuando se recuperó, me levante y la ayudé a ella. Me vestí y ella quiso hacer lo mismo, pero vio sus piernas sucias y su coño todavía rezumante y comentó.

-¿Y cómo me limpio ahora? No puedo ponerme la ropa en este estado.

-Déjate la camisa suelta y no te pongas nada. Ahora nos vamos al río, nos damos un baño y listo.

Así lo hicimos y salimos de allí. En el suelo, donde estuvo arrodillada, quedó un charquito, formado por la mezcla de mi leche y su flujo, que había soltado y caído directamente de su coño y que era otro distinto del que estaba escurriendo por sus piernas.

Volvimos al río, donde estaba Vero desnuda y sentada a la orilla, que al ver a su madre con el coño asomando bajo la camisa, sus piernas al aire y todo manchado, puso un gesto de disgusto y más cabreo. Se vistió y se fue sin decir nada, aunque me pareció oír algo así como: “cerdos, que folláis como conejos”.

Nosotros nos desnudamos y metimos en el agua. La atraje hacia mí y le dije que yo la iba a lavar. Nos acercamos a la orilla en un punto que, sentados sobre unas piedras, el agua nos llegaba a la cintura. Ella con las dos manos apoyadas atrás y ligeramente inclinada hacia allí y yo de lado, apoyado con una.

Con mi mano libre, fui pasando por sus muslos de abajo arriba en movimientos circulares, limpiando nuestras corridas, mientras nos besábamos. Cuando llegué a su coño y la pasé sobre él, limpiando, un gemid escapó de su boca.

-MMMMMMMMMMMMMMMMMM.

-¿Ya estás otra vez?

-Sí. No sabes cómo me han puesto las caricias de tu mano.

Seguí con mi limpieza exterior de coño, pero presionando un poco más, hasta que empezó a abrirse. En ese momento metí un dedo para recorrer su raja arriba y abajo. Ella soltaba gemidos constantes…

-SIII. No pares. No pares…

La penetré con ese dedo, al que luego añadí otro y comencé a follarla con ellos. Ella levantó la pelvis para facilitar mi labor y aumentar su placer. Las yemas de mis dedos frotaban la zona de su punto g.

-ASIIII. ASIII. OOOOH que bueno. Me voy a correr. Me voy a correeeer. ME CORROOOOOOOO.

Y empezó a subir y bajar la pelvis, dificultando mi maniobra, pero consiguiendo que le frotase el clítoris, hasta que terminó su orgasmo.

Suavemente, terminé de lavarla, la tomé en brazos y la saqué a la orilla, depositándola en ella, sobre la hierba. Mientras la sacaba, un reflejo me hizo mirar en una dirección, donde unas ramas se movieron, cerrando el hueco donde alguien había estado mirando.

Una vez secos, nos vestimos y nos fuimos para la casa apresuradamente, pues el cielo amenazaba tormenta.

Me ayudó a atender a los animales, recogimos hortalizas y, ya anochecido, preparamos una cena en la que solamente hablamos ella y yo. Vero no dijo nada. Ni siquiera “esto no me gusta”, se limitó a dejarlo en el plato e irse a la cama cuando terminó.

Después de recoger todo, nos fuimos a la cama nosotros, acompañados por los todavía lejanos truenos de la tormenta. Nos desnudamos y acostamos, abrazándonos y besándonos inmediatamente. Acaricié sus pechos, sus pezones, su vientre y su coño suavemente.

-Estoy que no puedo más. Ha sido un día agotador. –Me dijo.

-¿Estás segura de que no puedes más? –Dije soltando el pezón de mi boca y presionando más en la caricia sobre su vulva.

-MMMMMMMMMMMM. Ya no.

Todavía estuve calentándola un poco más. Yo estaba preparado desde que nos metimos en la cama. Cuando la creí suficientemente preparada, me coloqué encima e hicimos el amor pausadamente. Alcanzó dos orgasmos y yo me corrí tras el segundo suyo, quedándose profundamente dormida de inmediato.

Pude darme cuenta entonces de que la tormenta ya estaba sobre nosotros. Los relámpagos y rayos metían su potente luz por cualquier resquicio que hubiese, mientras los imponentes truenos que sonaban en el exterior, hacían temblar la casa. Silvia no se enteraba de nada. Yo estaba acostumbrado, pues la mayoría de las tormentas en la montaña suelen ser así y también me quedé dormido.

Sin embargo, unos pequeños golpes en la puerta me despertaron enseguida.

-¿Mamá? ¿Jóse? ¿Puedo entrar, por favor?

-Pasa. –Dije yo en voz baja.

Vero entró alumbrando con una linterna (en todos los cajones había una para cuando se iba la luz).

-¿Puedo quedarme con vosotros? Me da mucho miedo la tormenta.

-Por supuesto, métete en la cama que ahora vuelvo. –Dije, mientras me levantaba totalmente desnudo para comprobar si el generador estaba en marcha, pues de él dependían los congeladores de comida y de la leche que esperaba la recogida para su envío a la central lechera.

Cuando comprobé que todo funcionaba correctamente, volví a la cama, encontrándome a Vero en el centro de la misma y dejando el lado para que me metiese, pues su madre estaba en el otro, profundamente dormida.

Me acosté de espaldas a ella. Inmediatamente se abrazó a mí, pidiendo que la abrazase también. Al entrar, deslumbrado por la linterna, no me fijé o no pude ver si llevaba algo puesto o si se había desnudado mientras hacía las comprobaciones, el caso es que sentí sus pezones clavados en mi espalda, y un momento después, su mano que bajaba hasta mi polla para pajearme, que no necesitó mucho para estar nuevamente en forma.

Me di la vuelta y ella hizo lo mismo, quedando de espaldas a mí. Entonces, agarró mi polla y me hizo apretarme a ella hasta estar pegados. Luego levanto la pierna y guió mi polla hasta su coño. Pasé mi mano bajo su cuello para agarrar su pecho, la otra por encima de sus caderas para acariciar su clítoris, mientras mi polla, metida en su coño iniciaba un suave vaivén.

Estuve moviéndome y acariciándola hasta que se corrió juntando las piernas, todo lo calladamente que pudo. Después, volvió a separarlas y guió mi polla hasta su culo, donde entró con suavidad. ¡Por fin podía disfrutar de uno de los dos culos!

Lo hice durante un buen rato, mientras seguía acariciando su clítoris, sus tetas y le metía un dedo de vez en cuando. Le saque un orgasmo más y nos corrimos juntos poco más tarde. Nos dormimos abrazados así. Por la mañana, me levanté temprano para hacer mis obligaciones, a media mañana se levantó Silvia, que me preguntó qué hacía su hija en nuestra cama. Yo se lo expliqué y dijo no haberse enterado de nada.

-Te la has follado. –Afirmó sin lugar a dudas.

-Sí, ¿Cómo lo has sabido?

-Porque la cama está manchada bajo ella y todavía escurre leche de su culo.

-¿Te disgusta?

-Sí, pero lo entiendo. Cuando termines con tu trabajo, serás solamente mío. Volveré la próxima semana para el siguiente plazo. Espero encontrarte con las pilas bien cargadas.

-No es conveniente que vengas a menudo. Deja pasar un mes o dos, incluso más, para que se acostumbre a estar aquí.

-Haré lo que tú digas. No quiero interferir en tus planes.

No hablamos más. Ella preparo su pequeña maleta, pues tenía que volver a la ciudad, y cuando el coche arrancó, salió Vero desnuda, pidiendo que esperase. Silvia o no se dio cuenta o no quiso parar, y pronto desapareció entre los árboles del camino.

-Maldito cabrón. Hijo puta de mierda. Si piensas que me voy a quedar aquí, estás muy equivocado. Ahora mismo me marcho.

-Haz lo que quieras, pero mientras estés aquí, esta será la última falta de respeto que te consiento.

-¡Cabrón! –Dijo al tiempo que daba media vuelta y entraba en la casa.

Salió vestida como cuando vino, y se encaminó hacia el punto por donde había desaparecido su madre. Ésta, antes de partir, le había retirado el dinero y tarjetas de crédito, y yo le había indicado el camino a seguir, sobre todo en el cruce principal, donde confluyen 4 caminos. El de mi pueblo, que sigue recto hacia otro pueble más abandonado que éste, el de la derecha, que también lleva a otro lugar abandonado y el de la izquierda, que obliga a un giro de casi 180 grados, por lo que parece que vuelves a mi pueblo, pero que es el correcto. Hay que tener en cuenta también que los indicadores hacía años que habían desaparecido.

La dejé marchar sin decir nada y cuando dejé de verla, fui a buscar y preparar mi motocicleta. Preparé también una cadena larga que tenía para cortar trozos con los que sujetar a las vacas y terneros, y un collar de un perro que tuve y que murió hacía unos años. Tomé un candado de una jaula donde criaba algunos conejos y me preparé una mochila con comida y agua.

Le di un largo margen de tiempo y fui en su busca, pero por un camino de tierra que hace de cortafuegos y que llega prácticamente hasta el mismo lugar. Tengo que decir que el camino habitual, aunque asfaltado, no es llano. Hay subidas y bajadas, por lo que hay que estar muy en forma para recorrerlo entero deprisa, y ella no la veía en muy buena forma.

Me costó una media hora llegar al cruce, y aún tuve que esperar unos diez minutos más a que llegase ella. Preocupado porque pensaba que le había pasado algo, la vi pasar a buena marcha y, como imaginaba, siguió al frente. Ese camino era más largo y con más subidas y bajadas. Calculé más de dos horas y media para recorrerlo hasta el pueblo y otro tanto o algo menos, al ser en su mayor parte bajada, para volver.

Cuando desapareció de mi vista, aproveché para volver a casa, atender a los animales y hacer algo en el huerto, luego volví al cruce y me senté, para comer algo mientras esperaba, en uno de los bloques que antiguamente soportaban una de las señales de dirección y que habían sido robados hace tiempo para venderlos como chatarra.

Sobre las 7 de la tarde, la vi llegar, venía reventada de andar, con la cara desencajada por el miedo y con churretes de llorar. En cuanto me vio, aceleró el paso en un intento de correr. Al llegar a mi altura empezó a decir:

-¡Dios mío que miedo he pasado! ¡Pensaba que me había perdido entre estos montes y que tendía que pasar la noche por ahí …!

En ese momento, intentó echarme los brazos al cuello.

-ZASSSS

-ZASSSS

La bofetada y su revés debieron de oírse en todo el valle.

-Ni se te ocurra tocarme. O aceptas mis normas y vienes conmigo o sigue tu camino y déjame en paz.

-¿Y cuáles son esas normas?

-A partir de ahora seguirás mis instrucciones al pie de la letra. No te consentiré un “no” como respuesta, ni una mala actitud, ni un trabajo mal realizado. Aceptarás de buen grado todo, incluso los castigos. Deberás esforzarte al máximo en cualquier tarea que te mande por inútil que parezca. Estudiarás todas las asignaturas, tanto si las has aprobado como suspendido. Si desobedeces, te castigaré, si trabajas poco o mal, te castigaré, si no estudias, te castigaré, si me apetece, te castigaré. Conforme vayamos avanzando te daré nuevas instrucciones. Mi intención es que te presentes a la convocatoria de exámenes de septiembre y apruebes este curso que, si no lo haces, tendrás que repetir y tendrás mayores castigos por ello. Yo te cuidaré y ayudaré con los estudios. Tendrás la mayor parte del día para estudiar y solo deberás dedicar un poco de tiempo a ayudarme, para compensar una parte del que te dedique a ti. Ahora, tú eliges: Conmigo o sola.

-Hijo de puta…

Sin decir nada más, tomó el camino de la derecha, que iba a otro pueblo vacío, pero algo más cerca. Cuando desapareció entre los árboles, puse la motocicleta en marcha y di unos acelerones para que lo oyese bien y arranqué despacio. Al momento oí sus gritos.

-Esperaaaaaa. Esperameeeee. Jóseeeeee esperameeeeee. Por favooooor,

Me hice un poco el sordo, hasta que llegué al punto en que iba a perder de vista todo. Entonces me detuve y volví la cabeza. Volvía corriendo con pasos cansados y agitando sus brazos.

-Esperaaaaaa. Por favooooor. Aceptoooooo, pero espéraaaaaa.

Paré la moto, le puse el caballete y me senté sobre ella esperando a que llegase, cosa que hizo un buen rato después.

-Agua, por favor, necesito agua.

Yo la miraba, pero no dije nada. Por fin dijo.

-Acepto todo lo que quieras, haré todo lo que tú digas, pero llévame a casa y dame agua, necesito agua.

-Para empezar, esta mañana te he dicho que me tuvieses más respeto o te castigaría, a lo que me has respondido con un insulto irrespetuoso. Y hace un momento, me has llamado hijo de puta, otro insulto y falta de respeto. Lo primero que voy a hacer es castigarte. –Dije mientras desabrochaba mi cinturón- Así que: desnúdate.

-¡Me vas a follar! –Dijo con una sonrisa cansada de desprecio.

-No. Vas a recibir 5 azotes por cada insulto.

-¿Estás loco? Ni hablar. A mi tu no me pegas.

-Muy bien. Veo que no has aceptado realmente. Puedes marcharte por donde quieras o quedarte y recibir 5 azotes más. Después de esto, ya no te dejaré decidir.

Estuvo un largo minuto decidiendo. Ya eran las 8 de la tarde y el sol se ocultaba ya por las montañas, aunque todavía había mucha luz, la noche estaba próxima. Debió analizar la situación y se vio durmiendo sola, en medio del bosque. Se echó a llorar y momentos después comenzó a desnudarse despacio.

-Coloca las manos sobre la moto y cuenta los golpes. Si quitas las dos manos de la moto, interrumpes algún golpe, dejas de contar o lo haces mal, volveremos a empezar. ¿Lo has entendido?

-SSi. –Respondió llorando y colocándose donde yo había estado sentado.

Pasé la mano por su espalda, desplazándola hasta el culo, pasando un dedo entre los cachetes y bajando hasta sus muslos. La piel se le erizó. Metí el pie entre los suyos y le hice abrirse de piernas. Me separé de ella y la estuve mirando desde atrás. Mostraba su coño depilado y su culo cerrado. Estaba sucia, pues no se había lavado por la mañana y acumulaba el sudor de la tarde.

Se estaba poniendo nerviosa, esperando el golpe. Levanté la mano y solté un golpe con todas mis fuerzas en su culo.

-ZASSSSSSS.

– AAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGG. –Se quejó, mientras enderezaba su cuerpo y caía de rodillas.

Esperé unos segundos, pero no se movía. Solo frotaba la parte dolorida y lloraba. Yo estaba muy cabreado y

-Mal principio. Si quieres me voy…, o empezamos de nuevo.

Se volvió a colocar en posición

-Pppperdón. Nnnno volverá a pasar.

-ZASSSSS.

El golpe cayó junto al otro. Dio un bote, pasó una mano por la zona, dijo “uno” y estuvo dando saltitos con el culo, pero sin separar las manos de la moto, mientras yo me movía de un lado a otro. Cuando se calmó, le solté otro desde el lado contrario.

-ZASSSSS.

– AAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGG.Dos. Piedad, por favor.

-ZASSSSS.

– AAAAAAAAGGGGGGGGGGGGGGGGG. Tres. Por favor…

Y así seguimos hasta quince. Las primeras llorando mucho y dando botes, al final ya no le quedaban ganas de llorar ni de moverse.

-ZASSSSS.

-QQQuince.

Cayó al suelo dolorida y desmadejada, aprovechando el momento para colocarle la cadena al cuello y cerrarla con el candado.

-Pppero… ¿Qué haces?

-Tenerte controlada desde ahora.

-Tengo mucha sed.

-Bebe de aquí y trágate todo –Dije mientras me sacaba la polla en estado flácida, poniendo todo el mal genio en las palabras.

-Tengo la boca seca, no sé si podré chupártela.

-Verás como sí.

Y se la puse en la boca empezando ella a chupar. Yo, solté mi meada, mientras le decía:

-Bebe, que por hoy no tendrás otra cosa.

Ella tragó el primer buche, escupiendo parte de él. Yo presioné mi pene y corté la salida.

-¿No tenías tanta sed? Ahora te ordeno que bebas. Como ya te he dicho, hoy no tendrás otra bebida, pero si un castigo si no lo haces.

-Más castigos no, por favor. Pero me da mucho asco. No puedo hacer eso. –Dijo, mientras mi orina caía por los lados de su boca al hablar.

-Prueba y verás como sí. Hasta ahora te has criado demasiado señorita pija. Ya es hora de que vayas aprendiendo. ¡Bebe!

Volví a colocarle la polla en la boca y solté de nuevo mi meada, presionando para que no saliese mucha ni con fuerza. Entre toses, vomitinas y muchos ascos, le solté todo. Metí su ropa en mi mochila, sujeté la cadena atrás, la puse en marcha y me subí.

Cuando iba a arrancar, ella intentó subir.

-No. Tú no subes. Has venido andando y volverás andando. La cadena es para que no te pierdas.

Y arranqué despacio. La cadena era larga y me permitía avanzar unos metros y aumentar o disminuir la velocidad para adaptarme a sus pasos inseguros. Tardamos dos horas en volver a casa. La llevé directamente al establo, en uno de cuyos lados estaba amontonada la paja para el suelo. Nada más verla, se dejó caer, yo sujeté su cadena con un tornillo y la llave que tenía para ello, pues aquella zona también estaba preparada para añadir más animales si era necesario. Alimenté a los animales, a ella le di un poco de agua y me fui a cenar. . Al salir, la oía decir con voz débil:

-Por favor, no me dejes aquí. Tengo miedo.

Volví después de cenar con una crema para curar golpes, frecuentes en el campo. Estaba dormida, por lo que me limité a embadurnar su culo y extenderla bien, e irme a dormir, pues era ya muy tarde

Al día siguiente, muy temprano, fui como todos los días a atender a los animales y ordeñar las vacas. Ella estaba dormida, cubierta por paja. Le preparé un saco de arpillera, de los utilizados para semillas, con un agujero en el fondo para la cabeza y dos laterales para los brazos.

Ese día tocaba recoger tomates, por lo que la desperté, la hice ponerse el vestido que le había preparado y la llevé al campo. Le explique cuáles eran las tonalidades de los maduros y le dije que si cogía alguno más verde la castigaría, y si se dejaba alguno también.

Estuvimos como dos horas recogiendo y poniéndolos en cajas. No habló en ningún momento. A eso de las 10 de la mañana, vino Paco con prisa para llevarse la cosecha, hizo alguna pregunta que esquivé y se marchó, por lo que dimos por terminado y entramos en la casa. Puse dos vasos sobre la mesa y una jarra de agua. Ella se abalanzó rápidamente sobre la jarra y se puso a beber directamente de ella.

Me quedé mirándola fijamente, sin que ella reparase en ello. Entre lo que bebió y lo que cayó fuera, acabó con todo el líquido. Cuando volvió a dejarla en la mesa, se dio cuenta de que la miraba.

-Tenía mucha sed. –Dijo.

-¿Y por qué no me lo has dicho?

-Porque temía que me volvieses a hacer beber tú orina.

-Mi orina la beberás cuando yo quiera, tengas o no sed. ¿Y por qué has bebido directamente de la jarra, como si fueras una cerda, en lugar de hacerlo en el vaso que te he puesto?

-Temía que me la quitases para que no bebiera.

-No tienes ningún motivo para comportarte como una cerda. Cuando quieras algo, simplemente me lo dices. Ahora, por hacer esa guarrada recibirás un castigo. Colócate junto a la mesa y acuéstate sobre ella boca abajo, con los pies en el suelo y el culo preparado para recibirlo. Las manos agarrando el borde contrario dela mesa. Levántate el vestido para dejarlo bien a la vista. Desde ahora esa será tu posición de castigo si no te digo otra cosa.

-¡Por favor! Otra vez nooo. No lo haré más. Por favor nooo.

Ante mi mirada fija, repetía la frase una y otra vez, mientras se colocaba en posición.

-Agárrate al borde del otro lado de la mesa. –Le dije mientras soltaba mi cinturón.

-ZASSSSS.

-AAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGG. Nooo, por favor…

– …

-Uno

-ZASSSSS.

-AAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGG. DDDDos. Por favor no más.

-Me molesta oírte lloriquear tanto. Ya no eres una cría, eres lo bastante adulta como para follarte a cualquier tío y abortar, por tanto no quiero oír nada más que la cuenta de los golpes cuando te castigue. ¿Entendido?

-Sí.

-ZASSSSS.

-PPPPFFFFFFFFFFFFFSSSSSSSSSSS. Ttttres.

Cuando terminé los cinco azotes, le permití levantarse, le hice limpiar la mesa y desayunamos. Mientras lo hacíamos, le expliqué el plan de cada día.

-Madrugaremos por las mañanas y harás trabajos hasta las 10, comeremos algo, y tú te dedicarás a estudiar, cada día una lección de una materia. Comeremos sobre las 14, pero una hora antes comentaremos las dudas que tengas sobre lo estudiado y buscaremos juntos las aclaraciones correspondientes. Por la tarde, seguirás estudiando hasta anochecer. Si te sabes la lección puedes pasar a la siguiente. Sobre las 20h. Te haré preguntas sobre la lección del día durante una hora. Si te las sabes, a cenar y a la cama. Si no te la sabes, azotes por cada fallo y al pajar. ¿Entendido?

-Sí, sí, lo he entendido.

-Hay otra cosa que no me gusta. Ese pelo que llevas. Te lo voy a cortar ahora.

-¡No, por favor, me gusta así!

-¡Haré lo que quiera y punto. Siéntate en esa silla!

Se sentó como pudo y con la máquina de cortarme pelo yo, pues lo llevo muy corto porque no hay peluquerías cerca, procedí a dejarle la cabeza totalmente limpia, sin hacer caso de sus lágrimas. Al terminar, pasé mi mano por encima, en un gesto cariñoso y le dije

-¿Ves cómo así estas mejor? Raspa un poquito, pero pronto crecerá y verás que guapa estás. Ahora ponte a estudiar ya. Elige la materia que quieras, es igual, puesto que vas a pasar por todas.

Las primeras que eligió, debieron ser las que se sabía perfectamente, puesto que le hice preguntas de lo más retorcido que pude, sin conseguir que fallase. Cuando terminaba, alababa su esfuerzo, y cogí la costumbre de pasarle la mano por la cabeza.

Tras la cena, la sentaba junto a mí en el sofá y, mientras le explicaba la lección del día siguiente, acariciaba su tripita. Al principio, la obligaba a recostarse en mí, pero pronto lo hizo por su propia voluntad. Cuando nos íbamos a dormir, enganchaba la cadena a la cama con otro candado y la oía hacer ruidos, intentando soltarla de algún lado, hasta que se dormía.

Durante 5 días no falló en nada. La hice trabajar en el campo, con los animales, a los que perdió algo de miedo, limpiar la casa. No siempre lo mismo, ni era ella la que se encargaba de todo, puesto que se traba de que obedeciese e hiciese cosas. La mayor parte del trabajo, que no era mucho, lo hacía yo.

En esos días hablamos mucho. Le pregunté por su vida, por sus amigos, por sus gustos y hasta hablamos de sexo. Los estudios no la ilusionaban, el sacar buenas notas no le suponía ningún aliciente. Sólo había una diferencia entre aprobar y suspender. Si aprobaba, nadie le decía nada, si suspendía, había una pequeña reprimenda.

Sus amigos iban cambiando con los cursos y los colegios. Últimamente no le quedaba casi ninguno, pues al ir repitiendo curso, los compañeros eran cada vez más jóvenes. Se había metido en un grupo de chicos mayores, empezando a salir con uno de ellos, con el que perdió la virginidad a los 16 años. La relación no funcionó y lo dejaron. Unos meses después empezó a salir con otro, que en su primera cita le rompió el culo y no volvió a salir con él y por último estaba su novio actual, con el que llevaba algo más de un año.

No era su ideal de hombre, pues le gustaría que fuese cariñoso, que la fuese a buscar a casa cuando quedaban, que la mimase un poco, la llevase a bailar, cenar, etc. Sin embargo sus caricias eran bruscas, quedaban en lugares que sólo a él le gustaban, bebía y le hacía beber. Incluso se metía drogas de todo tipo. A veces la citaba y él no acudía, cuando lo hacía, iba siempre acompañado de sus amigos.

Terminaban en un piso abandonado, follando sobre un sucio colchón, donde, la mayoría de las veces, llegaba él al orgasmo, le echaba la corrida donde le apetecía, generalmente en la cara, y la dejaba a ella a mitad. Solamente conseguía su placer cuando antes había estado metiéndole mano, siempre en público, y conseguía algo de excitación previa. Por lo visto, también alguna vez la habían drogado para follarla los cinco o más amigos.

Lo que más les gustaba era que mientras uno le daba por el culo, otro se la follaba por la boca. Y muchas veces, tres a la vez. El que fue su primer novio, le hacía que se la chupase, dándole bofetadas si no lo hacía a su gusto, y organizaba ruedas para que les hiciese una mamada a cada uno hasta que se corrían en su garganta, pues no le dejaban perder ni una gota.

Se había quedado embarazada y no sabía de quién. Su novio no quería hacerse cargo y la obligó a abortar. Lo había pasado muy mal, porque tuvo que cogerle el dinero a su madre y además ella se enfadó como nunca la había visto.

Realmente, le servía de desahogo de sus pesares. Vi que estaba manipulada por ese grupo, que su novio no era tal, ya que la quería para follarla con los amigos y me hice el propósito de recuperarla.

Paso una semana, dos, un mes, hasta mes y medio. La relación mejoraba. Aprendía las lecciones y trabajaba bien, obedecía y, aunque al principio lo hacía con desgana y obligación, ya había aceptado su papel y veía que se encontraba a gusto.

El viernes de aquella semana, vino Paco a recoger las hortalizas para llevarlas al mercado. Vino con tiempo y ganas de hablar:

-¿Fuiste ayer a follar al puticlub? –Él sabía toda la historia, incluida la de Vero.

-No, ahora tengo otras obligaciones.

-¿No me digas que te la estás follando? –Soltó delante de ella que ayudaba a subir cajas a la furgoneta.

-No, solamente le estoy enseñando.

-Parece mentira en ti, que no puedes pasar una semana sin ir los jueves al puticlub. ¡Vaya si te ha cambiado la jovencita! Por cierto, no me importaría follármela yo. ¿Puedo? –Ella estaba un poco alejada y había bajado la voz, pero yo sabía que lo había oído.

-Se lo tendrás que preguntar.

-Entonces, vendré otro rato y se lo preguntaré ahora no tengo tiempo suficiente.

Terminamos y se fue. Lo miré marchar y cuando me volví, vi que Vero estaba llorando.

-¿Qué te pasa?

-Me ha dolido que me considerase una puta que se acuesta con cualquiera.

-El conoce la primera parte de la historia, la que contó tu madre por eso te lo ha dicho, pero ahora tú decides si quieres o no, si gratis o cobrando.

No le hice más caso y volví a mis obligaciones, viniendo detrás de mí. No hablamos nada más, cada uno metido en sus pensamientos, hasta la hora de desayunar. Estábamos sentados a la mesa, dando cuenta de un buen desayuno cuando me dijo:

-¿Todos los jueves vas al club de putas?

-Si –Contesté algo molesto por la pregunta.

-¿Y estas semanas no has ido por mi culpa?

-No es por tu culpa. Me he comprometido a dedicarte todo mí tiempo y estoy dispuesto a llegar al final, sin distracciones.

Estuvo un rato callada y, cuando terminábamos, dijo:

-¿Quieres follarme? ¿O prefieres que te haga una mamada? No quiero que lo pases mal por mí.

-No. Te agradezco la oferta, pero no es necesario. Ya me solucionaré.

-Pero yo estoy dispuesta para lo que tú quieras. Como dijiste, es mi obligación.

Mi polla se puso como una piedra, solamente de pensarlo.

-No. No puedo ni debo. Al menos mientras estés a mi cargo.

-Piénsatelo. Estoy a tu disposición. Y por si te resulta más fácil, yo también tengo mis necesidades…

El sábado vino Silvia a media mañana, con intención de marchar el domingo por la tarde. Me preguntó por el saco que llevaba como vestido su hija, a lo que respondí que era un acto de disciplina, obligándola a llevarlo en señal de obediencia. No dijo más, se abrazaron y las dejé hablando mientras iba a hacer mis cosas. Tras la comida de medio día, ella misma propuso volver a la cabaña de los guardias forestales.

-Jóse, ¿Qué te parece si nos damos un paseo hasta la cabaña de los guardias, como la otra vez?

-Por mí, estupendo. ¿Quieres disfrutar como nunca? ¿Te atreves a dejar que te haga lo que quiera para que disfrutes?

-Me encanta que me sorprendas.

Todo esto lo escuchaba Vero, y pude observar su cara de mal humor y enfado mientras hablábamos.

Preparé una mochila con algunas cosas que ella no vio y partimos hacia la cabaña-mirador. Yo había quedado con los guardias en hacer una señal si volvía con ella, para que la pudiesen grabar bien, por lo que la puse nada más llegar (Un trapo blanco visible) y le dije a ella:

-Desnúdate y, cuando termines, te vendaré los ojos.

Así lo hizo y le coloqué la venda en los ojos.

-¿Confías en mí?

-Sí, claro

-Voy a atarte las manos a la espalda y te dejaré apoyada en el ventanal de vigilancia. Tú déjate hacer.

Até sus manos, la coloqué doblada por la cintura, apoyada en el alfeizar del ventanal de observación, con las tetas colgando fuera, le hice abrir bien las piernas y me arrodillé entre ellas para recorrer su ya rezumante coño con mi lengua e ir mojando su ano y metiendo primero un dedo y luego ir añadiendo dos más para dilatarlo.

-aaaaaaaaahhhhh ¡qué bueno! ¡Cómo sabes hacer las cosas que me gustan!

Con todo bien ensalivado y tres dedos de una mano en su culo, metí dos dedos de la otra en su coño y el pulgar sobre su clítoris, dándole un movimiento de frotamiento tanto interior como exterior, que en unos momentos la llevaron al orgasmo.

-SIIIII. No pareeeesss. Me corrooooo.

Cuando sus espasmos pasaron, retiré mis manos, me puse en pie tras ella y me quité los pantalones, dejando salir a mi polla deseosa de encontrarse rodeada de carne desde hacía rato. Saqué que mi mochila una botellita de aceite y me la embadurné bien. Casi me corro con eso. Después, la puse a la entrada de su culo y fui penetrando despacio, con pequeños retrocesos y avances, hasta meterla completamente, mientras ella gemía quedamente. Estuve un momento parado para que todo se ajustase, mientras, inclinado sobre ella, acariciaba su coño por encima y la volvía a excitar poco a poco.

Sin darme cuenta, aparecieron junto a mí los dos guardias, uno a cada lado, grabando con sus teléfonos la escena. Me salí de su culo no sin oír la exclamación:

-NOOOOO. Sigue, por favor. Sigueeee.

-Espera, me voy a poner en el suelo y tú me vas a cabalgar. –le dije, mientras me limpiaba la polla con un paño que había preparado y hacía señas a los otros para que se preparasen en silencio para follarla.

La puse de pie frente a mí, y fui bajando poco a poco, chupando sus pezones, llegando a su coño, donde le di un nuevo repaso de lengua, para sentarme en el suelo, entre sus piernas, y hacerla arrodillarse con una pierna a cada lado, metiéndosela por el coño.

Empezó un movimiento atrás y adelante, pero la hice recostarse sobre mí, quedando su culo apuntando a uno de los guardias, el cual, a una señal mía hacia el aceite, le echó una buena cantidad y se la clavó por el culo, lo que la hizo que se tensase con intención de levantarse.

-AAAAAAAAAAAAAHHHHHHH. ¿Qué es esto? ¿Quién está aquí?

Aprovechando la posición, el otro guardia, situado a mi cabeza, se la metió en la boca.

-MMMMMM.

-Tranquila, son un par de amigos que te van a hacer disfrutar como nunca. Muévete atrás y adelante.

Me hizo caso y durante un rato se movía hacia atrás y se clavaba una polla en el culo, mientras salía la de su boca y su coño, luego, al ir adelante, salía la de su culo y entraban en su coño y boca.

-Caliéntale un poco el culo. –Le dije al que la estaba enculando.

Cuando la polla casi salió de su culo, le sacudió una fuerte palmada en uno de los cachetes, la siguiente en el otro, y así fue alternando.

-HUMMMMMMMMM AAAAAAAAHHHHHHHH HUMMMMMMMMMMMMMM AAAAAAAAAAAAHHHHHHH

Exclamaba Silvia. Como en el hum tenía la punta de la polla en su garganta, no sabía si se quejaba o le gustaba, pero no debió desagradarle mucho, cuando al poco tiempo estaba acelerando los movimientos y se estaba corriendo con los mismos gemidos.

-Se está corriendo, -dijo el que le daba por el culo- lo noto en las contracciones sobre mi polla.

-Y en la mía también. –dije yo.

-Pues yo no aguanto más -dijo el otro- y empezó a follarle la boca con rapidez.

Cuando se estaba recuperando, empezó a gritar su orgasmo, clavándole la polla hasta lo más profundo de su garganta, soltándole toda la carga en directa al estómago.

Cuando se la sacó, ella cayó sobre mí, tosiendo y babeando, pero continuando su movimiento de empalamiento por uno y otro lado, volviendo a incrementar gradualmente la velocidad hasta que un nuevo orgasmo la sacudió, siendo seguida por el mío primero y el del otro después.

Cuando me recuperé, me salí de ella, desaté sus manos y le pedí que no se quitase la venda. Seguidamente la puse a chupar la polla del primero y me retiré. Ellos eran más jóvenes y tenían mayor aguante. Estuvieron como una hora más follándola por todos sitios. No conté sus orgasmos, pero fueron muchos. Cuando los muchachos ya no daban más de si, les hice marcharse. Habían estado grabando todo lo que habían podido, hasta que llenaron la memoria de los teléfonos. Se fueron con una sonrisa y haciendo el gesto de “ok”.

Ella había quedado rendida en el suelo. Le quité la venda de los ojos y esperé a que se recuperase, luego, tranquilamente y con paradas para descansar, volvimos a casa. Nos dimos un baño, cenamos y nos acostamos sin más. Estaba agotada. Al día siguiente se levantó tarde, justo a la hora de comer, y después de hacerlo volvió a la ciudad, prometiendo regresar el fin de semana siguiente, no sin antes decirme que le había hecho descubrir en ella misma, cosas que ignoraba. Tuve que decirle que me diese tiempo para trabajar con su hija. Tenía mucho que hacer y no quería que la figura materna interfiriese. Lo aceptó y quedamos en hablar más adelante

Durante los cincos días siguientes, todo funcionó “casi” con normalidad, pues a Vero se le notaba en la cara que estaba de muy mal humor aunque intentaba disimularlo , pero el jueves, cuando estábamos trabajando en el huerto muy de mañana, volvió de nuevo al ataque:

-Hoy es jueves. ¿Vas a irte de putas?… ¿O quizá con la puta de mi madre tienes suficiente?

-Vamos a casa y ponte en posición de castigo.

-¿Por qué? ¿Es que no se ha convertido en tu puta particular?

-Por maleducada y porque quiero. ¡A casa inmediatamente! Castigo doble. Y como no sea rápido, te vas a enterar.

Fuimos a la casa y le di los diez golpes estipulados. Al terminar, observé que estaba llorando, cosa que no había hecho hasta entonces. Solamente le indiqué que volvíamos al trabajo.

Trabajó en silencio, sin parar de soltar lágrimas y sorber por la nariz. –Sniff –Sniff. Cuando estábamos a punto de terminar, dijo con voz llorosa:

-¿Has… Has pensado… en lo que te dije el otro día?

-Sí, lo he pensado mucho. –Y me había masturbado varias veces, pues sólo de pensarlo, se me ponía como una piedra.

-Y… ¿qué has decidido?

-Como ya te dije, no tengo intención de ir de putas mientras estés tú aquí. Y menos mientras tu madre venga a visitarme periódicamente y podamos disfrutar de nuestros cuerpos. Por otra parte, como dijiste, he visto que tú también tienes tus necesidades (la había oído gemir, seguramente masturbándose) que también es necesario atender.

-Pero, si yo acepto, podrías pensar que relajo mi disciplina, y no es eso. Te propongo una nueva opción que puedes aceptar o rechazar. Cada vez que te folle, sea el agujero que sea, o te pida que me la chupes, después recibirás un castigo. Solamente lo pediré yo. Si tienes ganas y no te digo nada, te solucionas tu misma.

Se quedó pensativa. Terminamos el trabajo y nos fuimos a desayunar, recogimos y fregamos todo, ella se puso a estudiar y yo volví al campo. Permaneció callada en todo momento.

A la hora de comer, también permaneció en silencio y cuando llegó la hora de preguntar sobre los temas estudiados, falló tres veces. Cuando terminamos:

-Colócate sobre la mesa en posición de castigo.

No tuve que decir más. Tomé una tabla que había preparado a modo de paleta y procedí a darle los 15 golpes que correspondían.

-ZASSSSS.

-PPPPPFFFFFFFFFFSSSSS. Uno

-ZASSSSS.

-PPPPPFFFFFFFFFFSSSSS. Dos

– …………….

-ZASSSSS.

-PPPPPFFFFFFFFFFSSSSS. Quince.

Tomé la pomada para los golpes y le di un suave masaje con ella por las partes golpeadas. Gemía quedamente. Cuando terminé:

-Ya puedes levantarte. –Le dije.

-Acepto.

Agradeceré sus valoraciones y comentarios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *