MARCADA

En el desayuno, Claudia no daba muestras de que lo del día anterior hubiese sucedido realmente, pero Alicia no podía dejar de pensar en ello, su hermana pequeña la había usado como un objeto sexual. Podía sentir en su cuerpo el morbo de lo prohibido, los sentimientos encontrafos, la humillación al ver que su hermana la había utilizado,y la excitación que eso le producía.

– Alicia… ¡Alicia!

– ¿Q-Que pasa?

– Estás como ida, ¿Te encuentras bien? – Preguntó su madre, preocupada.

– Si, si. Solo… Solo me estaba acordando de algo.

– Pues ves acabando que tu hermana y yo nos vamos a ir y hay que dejar todo recogido.

– Acuerdate que hoy llegaré tarde, mamá. – Dijo Claudia. – Después de clase iré a hacer un trabajo a casa de María.

– ¿Llegaras a cenar?

– Si, para la cena estaré aquí.

– Pues te quedarás sola otra vez cariño – dijo dirigiéndose a Alicia. – Yo tampoco estaré aquí en todo el día. ¿Estaras bien?

– ¿Eh? Si si… No os preocupéis. – La imaginación de Alicia voló pensando en tener otro encuentro con Frank, ¿Lo habría preparado él la ausencia de su madre, al igual que el día anterior?

En cuanto se quedó sola en casa sacó el móvil.

– Hola, Frank. – Escribió.

– Hola. ¿que ocurre?

– Otra vez voy a estar sola en casa y… Me preguntaba si querrías repetir lo de ayer.

– ¿Te gustó?

– … Si… Fue… Fue diferente.

– ¿Diferente? Jaja nunca lo habría expresado así. A mi también me gustó mucho estrenar tu culo, creeme cuando te digo que no será la última vez que lo haga.

– Entonces… ¿esta tarde…?

– Si que te debió gustar para estar tan impaciente 😉 pero, “lamentablemente” hoy no puedo. Como sabrás bien, tengo otra zorrita a la que atender y, debido a tu estado de salud no he podido darle el trato que se merece. Entre tu estado y el adiestramiento de nuestra nueva amiguita…

– Mi… ¿Mi madre?

– Exacto. Está desesperadita por que me la folle, mas o menos como tú, y no quiero hacerla defraudarla. Así que hoy te tendrás que aguantar.

– D-De acuerdo…

El mundo se le vino encima, estaría sola todo el día, realmente sola. Y además, sabiendo que Frank estaría follandose a su madre.

Entonces se le ocurrió. Realmente si que tenía algo que hacer…

———————

Nunca había estado en un lugar así, era algo oscuro y le parecía un poco siniestro, con todas aquellas fotos en las paredes, pero estaba decidida y ya no quería dar marcha atrás. En el mostrador se encontraba un hombre fornido, por no decir obeso, calvo, con barba y el cuerpo lleno de tatuajes. Se acercó a él.

– H-Hola. Venía… Venía a hacerme un tatuaje.

– Hola. ¿Sabes el diseño que quieres? ¿O prefieres mirar alguno? – Dijo el hombre, señalando un cuaderno lleno de diseños.

– No no, lo tengo claro. Quiero una pica negra, de la baraja francesa, con una F mayúscula dentro.

El hombre la miró con una expresión extraña mientras una media sonrisa se marcaba en su cara.

– Vaya, no sabía que eras de esas… Es una lastima. – Añadió con fingida cara de pena.

– ¿De esas? ¿A que te refieres? – Alicia estaba confusa, ¿Que era ese tatuaje?

– Sabes lo que significa, ¿no? Por eso lo quieres… – El hombre vio la duda en la cara de la chica y continuó hablando. – ¿No es ese el tatuaje que os hacéis las que solo queréis que os folle un negro? Lo del rollo ese de la reina de picas… Ya la pueden tener grande para que os dejéis marcar así…

La cara de Alicia se puso colorada tan rápidamente que creía que le iba a estallar la cabeza.

– No te preocupes, no eres la primera que me lo pide, y tampoco serás la última seguramente.

Alicia comprendió ahora por qué Frank le había pedido a su madre que se tatuase ese símbolo… Demostraba su total sumisión hacia él… Y ella iba a hacer exactamente lo mismo…

– ¿Donde lo quieres? – Preguntó el hombre.

– Eh… En una nalga… Aquí, en la izquierda. – Se señaló el lugar.

– Ya veo… Túmbate aquí, boca abajo. En seguida lo tengo todo a punto.

Alicia se tumbó, llevaba una falda tableada que el tatuador levantó ligeramente dejando a la vista su culo, sentía vergüenza y a la vez excitación al exhibirse así delante de aquél hombre. Por supuesto, se había puesto tanga como Frank la “recomendaba” así que el hombre que estaba sobre ella tenía una visión perfecta de su culo.

Al notar el zumbido de la maquina de tatuajes se tensó, esperando sentir un enorme dolor al recibir los pinchazos.

– Relajate, ya verás como no te duele nada. – Dijo el tatuador. – Además, no tardaré mucho.

Efectivamente el dolor era muy ligero, mucho mas leve de lo que se esperaba. El hombre no tardó mas de media hora durante la que Alicia estuvo continuamente rogando que no se diese cuenta de lo excitada que estaba. Si lo había hecho o no, no dio muestras de ello, mas allá de una palmada en la nalga derecha para indicar que había terminado. Alicia no protestó.

Cuando hubo terminado cogió su bolso para pagar y, al mirar el móvil vio que tenia varios mensajes de Frank, suponía el contenido de los mismos, pero no se esperaba la sorpresa que se llevo cuando los vio. Levantó la vista, boquiabierta y vio un pequeño estante con multitud de aritos y piercing. Una locura acudió a su mente.

—————–

Claudia llegó a casa antes de lo esperado. Sabia que su madre todavía estaba con Frank, así que solo debería estar su hermana en casa. Un cosquilleo recorrió su entrepierna al recordar la noche anterior, como había usado a su hermana para su placer y como esta lo había aceptado sin rechistar. Estaba hecha toda una zorra, al igual que su madre.

Cuando entró se encontró la casa a oscuras.

– ¿Ali? – Llamó dubitativa.

– ¡Aquí arriba!

Claudia siguió la voz, pero su hermana no estaba en su habitación, sino en la de Claudia.

– ¿Que haces aquí? – Preguntó. Alicia estaba sentada en el borde de la cama, en una posición algo rara. – ¿Que te pasa?

– Hay algo que quiero enseñarte. – Dijo seria. Se movió un poco y puso una mueca de dolor.

– ¿Te encuentras bien? ¿Te han hecho algo? – Claudia recordó asustada lo mal que lo pasó cuando se enteró del incidente con Rebeca.

– Si… Es decir, no… Pero… Mas o menos.

Alicia se dio la vuelta y levantó ligeramente su falda, enseñando a su hermana su culo enrojecido adornado con su nuevo tatuaje.

Claudia se quedó boquiabierta, no se esperaba algo así. Había ido por iniciativa propia a hacerse el mismo tatuaje que su madre, a ella la había tenido que convencer Frank, aunque cierto es que no le costó mucho…

– ¿Sabes lo que eso representa? ¿Eres consciente de lo que has hecho?

– Si…En un principio creí que era algo entre mama y Frank nada más… Después, el tatuador me dijo algo… Y al llegar a casa he estado buscando información.

– ¿Y?

– Y estoy dispuesta.

– ¿Estas dispuesta a reconocer que eres inferior? ¿Que tu cuerpo está a disposición de cualquier negro? – Claudia no salia de su asombro al ver como Alicia asumia eso tan fácilmente. – Cualquier negro que vea tu tatuaje sabrá que no eres mas que una sucia furcia para el…

– Yo… Si Frank ha querido esto para mamá, estoy dispuesta a aceptarlo yo también. Y… Y no es lo único que he hecho…

Claudia la miró con curiosidad.

– ¿Qué…? – Comenzó a preguntar mientras su hermana desabrochaba su camisa y le enseñaba dos brillantes aritos dorados en los pezones. – Estás hecha una verdadera zorra, hermanita. – Se acercó y acarició suavemente los adornos, Alicia se estremeció, no dejando claro si era de dolor o de placer. – Haces todo esto para demostrarle a Frank que no tienes nada que envidiar a mamá, ¿verdad? – Alicia bajó la mirada, avergonzada. – ¿Sabes lo que ha estado haciendo mamá esta tarde? – Su hermana asintió – ¿Sabes con quien ha estado?

– S-Si… Frank me ha mandado fotos. No… No esperaba algo así…

– Y eso te ha puesto cachonda, ¿Cierto? Cachonda y celosa… Tanto como para anillarte los pezones.

Claudia volvía a analizar acertadamente las manera de actuar de su hermana. La chica llevó una mano a la entrepierna de Alicia, arrancándola un suspiro.

– ¿Te gustó lo de ayer? – Susurró – Te excita sentirte usada, ¿Verdad? Incluso por tu hermanita pequeña.

Alicia tenía los ojos cerrados, todos sus sentidos estaban puestos en la mano de su hermana, que buceaba bajo su tanga. Intentó contestar a la pregunta pero de su boca sólo salió un ligero gemido.

– Túmbate. – Dijo Claudia imperativamente. – Vamos a ver si ayer aprendiste la lección.

————–

Unas horas antes Elena llegaba a casa de Frank. Abrió la puerta sin llamar como hacía siempre, pasó al recibidor y comenzó a quitarse la ropa como sabía que le gustaba a él. Se quedó únicamente con los tacones, las medias y un sugerente conjunto de encaje azul, compuesto de tanga y sujetador de balcón, que dejaba sus tetas medio expuestas.

Al avanzar hacia el salón, donde sabía que le esperaba él, pasó frente al espejo del pasillo, viendo su cuerpo reflejado. El rubor acudió a dud mejillas por verse en esa situación, pero también se excitó. No podía negar que aquello le gustaba. Aquél chico le había descubierto un mundo que nunca había conocido, un mundo de placer, sumisión y, en cierta manera, liberación.

Entró al salón y encontró a su adonis esperándola, sentado en el sofá con su impresionante torso desnudo. El bulto en su entrepierna denotaba que él también estaba esperándola con ansia.

– Hola, zorrita. ¿Me habías echado de menos?

Sin decir nada, Elena se abalanzó sobre él, necesitaba tocarle, besarle… Necesitaba que la hiciese suya una vez más.

Frank no desperdició ni un momento y agarró fuertemente a la mujer de las nalgas, montándola sobre él a horcajadas. Inmediatamente Elena se frotó contra él, buscando el contacto de su dura polla. Le estaba devorando a besos, disfrutando del momento que tanto había ansiado, que tanto necesitaba. Se separó de él y, mirándole a los ojos comenzó a descender hacia el suelo con la mirada cargada de lujuria. Pocos segundos tardó en liberar el inmenso miembro del chico y comenzar a lamerlo de arriba a abajo. Frank puso su mano sobre su cabeza, guiándola, marcando el ritmo, aunque ya lo hacía ligeramente.

Al principio a Elena le costaba mucho tragarse la polla del chico, pocas veces había hecho sexo oral y, por supuesto, nunca con una tan grande, así que Frank la guiaba, forzándola a tragar un poquito más cada vez, hasta que fue capaz de hacerlo ella sola. La mujer sintió una punzada de orgullo al pensar en como había mejorado en materias sexuales, y todo gracias a él. Ahora, la mano era más simbólica que otra cosa, a la mujer le excitaba sentirse dominada y obligada, y a Frank le sucedía lo mismo.

Como de costumbre, Frank cogió el móvil y comenzó a fotografiarla. Al principio la mujer había tenido reparo con ello pero después, como con el resto de juegos que él proponía, había transigido y había llegado a gustarle, hasta el punto de ser ella la que posaba voluntariamente, mirando a la cámara con lascivia, mostrando su lengua repleta de semen, abriendo sus piernas para mostrar su sexo y su culo… Incluso se había dejado hacer vídeos. A veces, revisionaban juntos el material y acababan follando de nuevo.

– Hoy tengo un nuevo juego para ti. – Dijo el chico.

Elena se estremeció, la última vez que dijo eso, fue sodomizada por primera vez en su vida, acabó gustándola, si, pero al principio el dolor fue insoportable.

– Sabes que haré todo lo que quieras que haga. – Replicó la mujer, dando ligeros lametazos en el glande del chico entre palabra y palabra. – Soy tuya por completo.

Frank sonrió al escuchar esas palabras, se llevó una mano a la boca y silbó. Elena tenía curiosidad por ver de que se trataba, estaba expectante. Unos segundos después, una preciosa morena vestida de conejita avanzaba con paso firme hacia ellos, Elena se quedó boquiabierta, no se esperaba eso. La morena se arrodilló en el sofá para dar un húmedo beso al negro, dejando su culo justo ante la cara de Elena y, sin que a ésta le diese tiempo a reaccionar, se arrodilló a su lado y la besó en la boca.

Elena estaba paralizada, no se esperaba algo así. La chica arrebató la polla que tenía entre las manos, se la tragó entera y, acto seguido volvió a besarla. La rubia miró a su hombre, que asintió ligeramente con la cabeza. Ese gesto sirvió para despejar las dudas de la mujer, que imitó a su compañera tragándose el rabo y después besándola.

Frank disfrutaba de la maravillosa mamada a dos bandas sin perder detalle con su cámara hasta que le llegó el orgasmo, que descargó abundantemente en la cara de las dos zorras que tenía a sus pies.

Las chicas se quedaron arrodilladas, mirándole fijamente, Elena tenía dibujada la confusión en la cara, pero estaba claro que lo había disfrutado y que tenía ganas de más.

– ¿Te ha gustado la sorpresa, zorrita? – Elena se puso roja y agachó la mirada. – Te he hecho una pregunta.

– Si… M-me ha gustado… – Miró de refilón a la joven que tenía al lado. Tenía una mirada extraña, como si no estuviese completamente ahí.

– Me alegro, por que quiero que te lleves bien con tu nueva amiga. Lo primero es presentaros. Elena, ésta es Becky. Becky, ésta es Elena. Quiero que la trates tan bien como al resto de tus amigas, ¿De acuerdo? – Becky asintió, con una sonrisa de oreja a oreja. – Y tu, Elena. Quiero ponerte a prueba, eres mi zorra, mi puta, ¿No es cierto? – Elena se estremeció al oír eso, sentirse inferior a su hombre la excitaba. Asintió también. – Pues quiero que trates a ésta perra como lo que es. Quiero que la uses para tu placer, que la humilles, que la sometas… Quiero que la trates como si fuera tu esclava.

Elena miró asombrada a Frank, después miró a Becky y notó que su respiración se había acelerado, frotaba ligeramente sus muslos, ¡Estaba cachonda! Lo que la esperaba le gustaba y… A ella también. Su coño estaba chorreando.

– Pero… – Balbuceó. – Yo no soy lesbiana…

– Serás lo que yo diga que seas, puta. – La voz del chico se volvió brusca por un instante, lo que eliminó todas las dudas de la mente de la rubia. – ¿No te has quedado con ganas de correrte? ¿No quieres ver como esta preciosidad te lleva al orgasmo una y otra vez? Tendrás a tu propia esclava que atenderá todos tus deseos…

Elena dudaba, realmente necesitaba correrse, estaba muy cachonda, pero quería que Frank la follase… Aunque sabía que si no le hacía caso no obtendría nada de él. Miró a la chica, realmente era preciosa…

Elena reunió coraje, se sentó en el sofá ante Becky y, mientras miraba a Frank a los ojos se abrió de piernas.

La chica no necesitó que la dijera nada, se acercó al coño de la rubia y, como si fuera un pequeño ritual, comenzó primero a olerlo, aspirando fuertemente el aroma a sexo que desprendía. Ese acto le resultó sumamente morboso a Elena, que notaba el aliento de la chica en su entrepierna. La lengua de la morena comenzó a recorrer el interior de sus muslos, acercándose cada vez mas a su objetivo pero sin alcanzarlo, haciéndose desear. Elena jadeaba profusamente y comenzaba a mover las piernas buscando el contacto.

– ¿Te gusta? – Preguntó Frank.

– Mmmmmm. – Asintió la rubia, mordiéndose los labios.

– ¿No quieres que llegue hasta el final? Es tu perra, ordénaselo. Oblígala. Hará todo lo que la mandes.

Elena cerró los ojos y suspiró, agarró a Becky de la nuca y le hundió la cara en su coño.

– Lámeme el coño, zorra, no vas a parar hasta que me corra en tu cara.

Frank sonrió al ver esa actitud en su perra, como forzaba a la chica a devorarla, casi no la dejaba ni respirar. Los jadeos se hacían mas intensos cada vez, estaba a punto de llegar al orgasmo.

– Como disfrutas con esto, ¿Eh? – Le susurró el chico al oído. – Eres toda una ninfómana, una zorra esclava del sexo. – Elena cada vez estaba más cerca de explotar, la profunda voz de Frank en su oído la calentaba más aún. – Mírala, ¿que edad tendrá? Podría ser tu hija, y aquí estás, obligandola a comerte el coño. – La mujer abrió los ojos de la impresión – Yo creo que sera de la edad de Alicia, ¿No te parece? – Por un momento la racionalidad se abrió paso en su mente, pero la lengua de Becky la devolvió al fondo de su mente. Mientras la idea de que aquella chica podría ser su hija rondaba su cabeza, su cuerpo estalló en un intenso orgasmo sobre ella.


Elena se quedó en el sitio mientras su cuerpo vibraba de placer, ya había soltado la cabeza de Becky, pero ésta no paró de lamer ligeramente su sexo.

Frank se levantó del sofá.

– ¿Por qué…? – Preguntó abrumada Elena. – ¿Por que dijiste eso de mi hija? Ahora no me lo puedo quitar de la cabeza.

– No es ninguna mentira, ¿Es de la edad de tu hija o no? Además, no puedes negar que te ha puesto cachonda la idea. – Elena apartó la mirada. – Seguramente tus hijas son tan zorras como tú, aunque no lo quieras ver.

—————

Elena llegó a casa abrumada y con la cabeza llena de dudas, ¿Como podía haberle excitado pensar así de su hija? Frank la estaba convirtiendo en un monstruo, pero… Pero adoraba ser su zorrita.

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Paramiscosas2012@hotmail.com

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