Daba vueltas de un lado a otro. No podía dormir.
Aun era de día y la luz se filtraba por las rendijas de las persianas, pero no era eso lo que la impedía dormir.
“Ven aquí, puta. Ya tienes la merienda preparada. Una buena ración de leche.”
Oía la voz de Frank en su cabeza, y veía la imagen de su madre, arrodillada ante su enorme polla, esperando su “merienda”.
¿Como había podido pasar eso? Ni en sus peores pesadillas se habría podido imaginar algo así. ¿Su madre estaba loca? Y encima con ese… ese…
La imagen de la enorme polla del chico, justo antes de penetrar a su madre la asaltó y un escalofrío la recorrió de arriba a abajo. El contraste de aquel enorme falo negro y la pálida piel de su madre se le había quedado grabado a fuego en las retinas. Recordó como antes de ver quien era en realidad la “zorrita” la escena la había calentado, incluso se había comenzado a tocar… Incluso ahora, notaba como movía inconscientemente sus muslos, intentando aplacar las sensaciones que la invadían.
Se sentía horrible. ¿Como podía calentarla eso? Así era imposible dormir. Se levantó y fue directa a su móvil.
– Hola. Se que es algo repentino pero… Tengo que hablar contigo.
—————–
Todavía faltaban 10 minutos para que llegase pero no había podido esperar, las paredes de su habitación la aprisionaban y no podía quitarse lo que había visto de la cabeza. Ni eso ni la calentura que la abordaba.
Muchas veces había pensado en hacer lo que estaba haciendo en ese momento pero siempre se echaba atrás. Cuando alguien toma una decisión, debe atenerse a las consecuencias. A todas.
Vio como el coche se acercaba y sentimientos enfrentados abordaron su mente.
– Hola Alicia.
– Hola, Gonzalo.
Fue extraño darle dos besos a su ex. No se veían desde que Alicia le había dejado.
– ¿Que tal estás? – Preguntó el chico. – Parecías preocupada cuando me llamaste.
– No es nada. – Alicia apartó la mirada, todavía no estaba convencida de estar haciendo lo correcto. – Sólo… Tenía ganas de verte… ¿Quieres que cenemos algo?
– Esta bien, yo invito.
Se dirigieron a un restaurante cercano. No había mucha mas gente en el sitio.
– ¿Que tal te va todo? No se nada de ti desde… – Alicia no acabó la frase. “Desde que te dejé tirado” era lo único que venia a su cabeza.
– No te voy a mentir, al principio lo pasé muy mal… – La chica notaba el resentimiento en las palabras de Gonzalo. La hizo sentir muy culpable. – Pero después lo superé. Ahora estoy con otra persona. Se llama Rebeca. Me ayudó mucho.
Alicia no se esperaba eso, fue un duro golpe, creía que iba a seguir sólo, al igual que ella. Que tonta había sido, era un chico magnifico, ¿Como iba a seguir sólo?
 
– Me alegro. – Se obligó a decir. – Quería verte para ver si podíamos ser amigos al menos. Has sido una parte importante de mi vida y no querría perderte. – Alargó la mano y acarició suavemente la del chico. Éste, después de un momento de duda, la retiró.
– Alicia…
– Lo siento… No quería incomodarte…
La cena transcurrió entre comentarios anodinos  e intrascendentes. Alicia había pensado en volver a intentar algo con Gonzalo, pero ya no estaba libre, así que se tragó su orgullo y puso su mejor cara ante él. Debería buscar otra manera de aplacar su libido.
– Me alegra que podamos ser amigos al menos. – Dijo el chico. – Realmente lo he pasado muy mal pero, te echaba de menos. – Una sonrisa afloró en la cara de Alicia. A lo mejor… – Me gustaría que conocieras a Rebeca, seguro que os caeis bien.
Un jarro de agua fría cayó sobre la chica, le había malinterpretado. La idea de conocer a su novia era lo mas lejano a pasar un rato agradable que se le pudiese pasar por la mente.
– Voy al servicio y te llevo a casa, ¿De acuerdo?
La chica asintió mientras veía como se alejaba, maldiciendose por lo estupida que había sido.
 “Ya tienes la merienda”
Se estremeció. Las imágenes volvían a su mente después de la decepción de la cena. Tenia que hacerlo, era ahora o nunca.
– Pero, ¿Que…? – Exclamó Gonzalo. No le había dado tiempo ni a subirse la bragueta.
Alicia irrumpió en el baño de hombres y, asegurándose de que estaba vacío se abalanzó sobre su ex, comiéndole la boca.
– ¡Alicia! ¿Que estás haciendo? No podemos…
– ¡Calla! No me digas que tú no lo deseas. – Su mano se dirigió rauda al rabo del chico, agarrándolo con firmeza y notando como se ponía duro enseguida.
– Pero yo… ¡No puedo! Rebeca…
– Olvídate de ella, aunque sea por un instante. No tiene por que enterarse de nada, no hay nadie más por aquí. – Alicia, que recordaba cuanto le gustaba eso, comenzó a recorrer con su lengua la oreja de Gonzalo mientras le susurraba. – Hazme tuya una vez más, por los viejos tiempos.
El chico estaba confuso. Confuso y cachondo. Realmente había soñado durante mucho tiempo con la posibilidad de estar de nuevo con Alicia, pero nunca se lo había imaginado de esa forma…
La chica bajó de golpe los pantalones y los calzoncillos y se arrodilló ante el miembro del chico. Cuando lo tuvo entre las manos, soltó un pequeño gemido de placer, estaba realmente caliente y por fin tenia una polla que la saciara, aunque…
La imagen de la enorme polla de Frank antes de penetrar a su madre volvió a ella. A su lado, la de Gonzalo parecía un juguete…
Desechó esos pensamientos y comenzó a lamer el rabo que tenía delante, lentamente, disfrutando del olor y el sabor que casi tenia olvidado.
Se entretuvo jugando con el glande, arrancando suspiros de la boca de Gonzalo.
– Oh, Dios… Estás loca… – Decía éste. – ¿Como hemos llegado a est… ¡Ah!
Un pequeño mordisco le hizo dar un gritito, él entendió la advertencia: No continúes por ahí.
Engulló la polla de golpe, manteniéndola en el fondo de su garganta unos segundos, paró para coger aire y vuelta a empezar. Las manos de Gonzalo se situaron en la nuca de su ex, acompañando con ellas sus movimientos.
– Alicia… Si sigues así… Bufff…
La chica se levantó, agarró a Gonzalo de la pechera y le sentó sobre un retrete. Se quitó el top que llevaba, arrojándolo a un lado, levantó su falda y se quitó el tanga, que quedó enganchado en uno de los tobillos solamente.
Se sentó a horcajadas, introduciéndose la polla de golpe. Estaba tan empapada que no le costó nada hacerlo.
Sus tetas estaban a la altura de la boca de Gonzalo, que no dudo en bajar el sujetador y empezar a lamer los erectos pezones de la chica.
Un incauto cliente del restaurante entró en el servicio. Se quedó anonadado cuando vio a la chica cabalgando como si no hubiera un mañana.
– P-Perdon… – Se excusó, saliendo de nuevo.
Esto no interrumpió a los fogosos amantes que siguieron con su faena.
– Oh dios… Alicia..
– Aquí me tienes… Fóllame… Haz que me corra…
El chico estaba a 100, aunque el sexo con Rebeca era genial, Alicia…
– ¡Me voy! ¡Alicia!
La chica rápidamente desmontó y se arrodilló entre las piernas de su ex.
– ¿Que haces? – Preguntó este. Alicia nunca había hecho nada parecido, se la había chupado, pero nunca después de follar, y mucho menos con esa cara de vicio. – ¿No iras a…?
La chica le masturbaba con vehemencia, con el glande metido en su boca y mirándole con ojos de deseo. Ante esa imagen, Gonzalo no pudo mas que correrse de inmediato.
 
Alicia recibió el semen de su ex por primera vez.  ¿Que coño estaba haciendo? ¿Por que se había comportado así? No parecía ella, pero estaba tan caliente… 
“Tu también has tomado tu merienda…”
La imagen de su madre arrodillada acudió a su mente. Rápidamente escupió la corrida de Gonzalo a un lado y se levantó.
– Yo… Yo… Esto está mal… – Balbuceó.
– No… Realmente había estado esperándolo mucho tiempo… Yo… – Gonzalo la miraba a los ojos. – Te quiero, Alicia. Volvamos a intentarlo.
Alicia entró en un estado de pánico. ¿Por que había llamado a Gonzalo? Se vistió apresuradamente y salio murmurando una disculpa.
Tuvo que volver en metro. Notaba las miradas de la gente sobre ella aunque, suponía, sólo eran imaginaciones suyas.
Lo único que estaba claro es que era una imbécil. Había actuado de manera impetuosa y había hecho una estupidez. Eso y que todavía seguía caliente…
No sabía por qué, el sexo con Gonzalo siempre había sido muy satisfactorio… Pero… Esta vez se había quedado a medias…
Llegó a su casa y volvió a subir a su habitación sin dirigirle la palabra a nadie. Se arrebuñó entre las sabanas y se echó a llorar.
“¿Por que me está pasando esto?” Alicia no lo entendía. Solo tenia clara una cosa: Todo había sido por culpa de Frank. El haberse encontrado a ese hijo de puta con su madre había dinamitado su mente. ¿Como se atrevía? ¡Era su madre!
Todavía veía a aquel cabrón ante ella. “Toma tu merienda, zorrita.”
¿Por que su madre había caído tan bajo?
No se dio cuenta de lo que estaba pasando hasta que los gemidos se escapaban sonoramente de su boca. Entonces reaccionó y vio que estaba masturbándose. Necesitaba correrse, necesitaba desahogarse. Abrió el cajón de la mesilla. Ahí estaba.
Manolo.
Cogió el vibrador rosa que le había dado su hermana. Rápidamente lo dirigió hacia su coño y, de un solo empujón lo introdujo hasta el fondo. Se encogió al sentirse penetrada de aquella extraña manera por primera vez pero, en pocos segundos, se tumbó boca arriba y se abrió completamente de piernas. Nunca había pensado que un simple trozo de plástico le podría dar tanto placer. Su hermana era mas lista de lo que pensaba…
Entonces se acordó de algo. Buscó un poco con sus dedos hasta encontrarlo y pulso el botón que conectaba la vibración.
– Mmmmmpppfpfff.
Intentó ahogar el gemido que salió de su boca, pero tuvo que ponerse boca abajo y morder la almohada para no despertar a toda la casa. Aquél aparato era maravilloso. La vibración la recorría entera desde lo mas hondo de sus entrañas.
Una pequeña idea apareció en su mente de manera inesperada, sin que ella lo buscase, al menos de forma consciente. Comenzó a pensar que Manolo no era de color rosa, si no que era negro. Negro y enorme. Llevó una mano a sus pezones y comenzó a pellizcar los mientras pensaba como una enorme tranca negra la follaba desde atrás. Podía notar los huevos golpeando contra su coño, las manos de su amante agarrando sus caderas, usándolas para meter su rabo mas adentro en cada embestida.
“Aquí tienes tu merienda, zorrita” Oyó en su cabeza la voz de Frank mientras su cuerpo estallaba en un tremendo orgasmo. Alicia se retorcía en estertores de placer mientras intentaba o impedir que loa gemidos escapasen de su boca y despertasen a todo el vecindario.
Se mantuvo unos minutos en la misma posición, con el vibrador todavía encendido entre sus manos temblorosas hasta que algo la sobresaltó: le dio la impresión de que l puerta se había movido. Un ligero e imperceptible crujido y, con el rabillo del ojo, le pareció haber visto una sombra alejarse. 
¿La habían visto?
El rubor acudió a su cara mientras apagaba y guardaba a Manolo. ¿Su madre? ¿Su hermana? … ¿Frank? 
No… No podía ser él… No se habría quedado a dormir… Aunque a lo mejor… Se había quedado con su madre…
Incluso con esos pensamientos en la cabeza se durmió rápidamente.
Había sido un día agotador.
 
 
 
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