Salud y buena fortuna! Lo primero dar las gracias a los que tan esperanzadores comentarios me han ejado con la saga de “Las tres reinas”. ¡La verdad ni me lo esperaba! La tercer entrega está en camino (he estado liadillo últimamente y ahora mismo estoy fuera del país). Aun así me las he apañado para hacer este pequeño relato independiente con una de las ideas locas que rondaban por mi cabeza. Espero que lo disfrutéis. Os prometo que trabajaré más en la tercera entrega. He intentaré publicarla pronto. Agradezco el feedback que me podáis dar. Si queréis contactar conmigo podéis hacerlo en lemaleante@gmail.com. Qué os vaya bonito y muchísimas gracias!

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No voy a mentir diciendo que fue una tarde especial. Es decir… Sí lo fue. Pero no había en la atmosfera nada que advirtiera de ello. Ni había pajaritos cantando una melodía feliz, ni bajó un ejército de ángeles tocando trompetas ni un grupo de hermosas jóvenes arrojaba pétalos de rosa ami paso. En vez de eso el día comenzó como siempre. Una mañana gris, en una ciudad con calles tristes y gente sin rumbo para ir a un trabajo de mierda. Según tenía entendido era muy común que la gente se suicidara allí. A estas alturas ni me sorprendía. Quizá yo hubiera hecho lo mismo. Si no fuera por lo único que me ata a este mundo. Dicen que los objetos no traen la felicidad. Pues es mentira. O al menos en mi caso lo es. No es que viva en una pocilga pero tampoco es para tirar cohetes. Lo poco que me puedo permitir con un sueldo minúsculo. Pero en fin. Siempre que me levanto veo mis razones para vivir. Una guitarra eléctrica con algunos golpes y arañazos junto con un amplificador pequeño bastante viejo que no recuerdo como conseguí y un par de guitarras clásica y acústica en similar estado. Un teclado que a veces le da por funcionar, una batería que he arreglado varias veces, un violín que hay que agarrar con cuidado, un cello al que no le queda mucho… ¿Qué si soy músico? Lo intento. ¿Que si me gusta la música? Yo no definiría eso con gustar. Digamos que es lo que me mueve y mi perdición al mismo tiempo. Mi punta de lanza y mi mayor debilidad. Desde crío. Mientras todos los niños correteaban y jugaban por todas partes yo parecía incapaz de apartarme de la radio del abuelo que siempre sintonizaba música clásica. Luego vino la necesidad de aprender un instrumento. ¿Pero de donde sacaba yo dinero para adquirir uno y pagarme las clases? De mis padres no. Aunque fuera un niño sabía que tenían lo justo para llegar a fin de mes. ¿Y quién era yo para joderles aún más con un deseo egoísta? Me conformaba con escuchar todo vinilo, casete, cd o lo que fuera que callera en mis manos y que tuviera un mínimo de ritmo y una combinación armoniosa de voces y/o instrumentos. He escuchado de todo. Música clásica de grandes autores gracias a mi abuelo, como, Beethoven, Haydn, Mozart, Schubert…  Jazz gracias a mi padre. Así conocí a soberbios músicos como Louis Armstrong, Miles Davis, Charlie Parker… El salvaje y liberador  rock gracias a la rebelde de mi madre. Así conocí a Led Zeppelin, Queen, Elvis, Red Hot Chili Peppers, Pink Floyd… El políticamente incorrecto rap con sus complicadas letras gracias a mi amigo negro Marcus. Me enseñó a Eminem, Snoop Dogg, 50 cent, Lil Wayne, Ice Cube… El brutal y oscuro metal cunado una curva estrecha me arrebató a mis padres teniendo solo once años. En esa época, Metallica. Iron Maiden, System Of A Down, Slipknot, Machine Head, Joe Satriani, Mike Portnoy, Van Halen, Nightwish, Allowance, Diabulus In Musica y muchísimas bandas legendarias y desconocidas fueron mis compañeras de viaje y me  ayudaron a sobrellevar un poco mejor. Mis abuelos al principio decían que esa música era ruido y violenta. Pero a día de hoy creo que esos solos interminables de guitarra y esas brutales y agresivas baterías les perdían. Hasta llegaron a escucharlo a escondidas. Es divertido pillar a las personas que te han cuidado cuando tus padres ya no están y que te dicen que la música que escuchas tal y cual, escuchando esa misma música e intentando justificarse como si les hubieras pillado viendo porno. Internamente me meaba y mis amigos también cuando se lo contaba. Y sí. Lo habéis adivinado. Me encanta el metal. Lo encuentro muy… liberador así como el rock. Con el punk tuve contacto con la primera follamiga que me eché. Una chica que vestía de negro llevaba botas militares, púas e imperdibles, se teñía el pelo y follaba de miedo. O al menos esa era la impresión de un jovencito imberbe de dieciséis años. El pop y las canciones modernas… Tampoco hizo falta que nadie me introdujera en ellas. Están en todas partes. En la radio, las películas, los anuncios… Tampoco me vuelven demasiado loco. Como que soy algo clásico para eso. Pero para que mentir. Alguna sí que hay que me haya gustado mucho. Luego están la música electrónica y el reggaetón. Puedo entender que a la gente le guste para salir de fiesta y tal. Pero ya ha quedado demostrado que socialmente no soy lo que se dice un genio. Y no sé. Normalmente es música hecha por máquinas. A veces da la impresión de que no tiene espíritu. Pero quien sabe. Igual lo que me pasa es que soy un anticuado. A todo esto: Me llamo James.

Así es. Igual que James Hetfield, el líder de Metallica. Pero menos rico, famoso, aclamado y supongo que también menos talentoso. No lo sé, nunca me ha gustado decir que soy mejor que nadie. Y mi tendencia solitaria tampoco me ha ayudado a medirme con nadie. Debido a mis pocos fondos siempre que he querido agenciarme algún instrumento o disco o lo que sea nuevo he tenido que regatear, buscar los sitios con ofertas más bajas y adquirir material de dudosa calidad. Todo el mundo tiene su vicio. Algunos son fanáticos del futbol y se ven todos los partidos con los colegas su cerveza sus aperitivos y su televisión gigante. Otros aman la caza. Y van todos los días de temporada con la esperanza de abatir alguna fierecilla, tienen varias armas que cuidan como sus hijos y muestran sus trofeos con orgullo. Otros emplean todo su tiempo, dinero y esfuerzo en buscar drogas y drogarse. Lo mío era la música. Ahora que lo pienso quizá fuera un poco enfermizo. Si había un concierto de un grupo local en un pub iba. Me pateaba todos los mercadillos callejeros en busca de un vinilo o cd que no tuviera a buen precio. Todos los de las tiendas de segunda mano me conocían ya por ir a buscar artículos a un precio asequible. Siempre procuro hacerle un arreglo a mis instrumentos. El como he aprendido a interpretar algo que no suene a rallos con ellos es aún un misterio. ¿Dedicación insana tal vez? Probablemente. Y las maravillas de internet. Hoy día encuentras d todo desde porno en cuatro dimensiones a cómo construir una casa con chicles y palillos. Resulta que hay información útil que su tiempo ha costado clasificar y recopilar. Sí. La música es mi vicio. Es posible que algunas veces haya pasado un poco de hambre por no haber usado el dinero en lo que debía. Vale. Han sido unas cuantas. De hecho mi casa está más llena de discos, libros y parafernalia musical que bien amueblada. Pero en fin. Sin esta pequeña adicción… ¿Qué me queda? ¿Familia? Ninguna. ¿Amigos? O casados, o en otras ciudades, o muertos o yo que sé. Tampoco es que me sobraran. ¿Amor? Nunca se me ha dado muy bien la gente. He conectado con muy poca gente. Y menos mujeres. Y lo de entablar una relación amorosa… He tenido mis chascos. ¿Sexo? Alguna canita al aire sí que he echado. Mi primera vez fue con mi amiga la “punky”, Nina. Con ella al menos hubo algo más que sexo. Es algo parecido a una amiga que he tenido. La última vez que hablé con ella creo que se había casado o estaba estudiando algo o no sé qué. Pero si recuerdo que era feliz. ¿Trabajo? ¡Oh sí! Aquella cálida y gris oficina como administrador de una empresa de seguros, donde todo es tan alegre el compañerismo está a la orden del día y tu jefe no es un amargado hijo de puta al que odias. Es tan divertido que todos los días tengo ganas de pegarme un tiro en la polla y saltar por la ventana. Tampoco me gusta el sarcasmo.

Bueno. Era una  mañana normal. Gris y estaba lloviendo. ¡Estupendo! ¡Otra vez calado al trabajo! Por fin era viernes. Sería genial si no supiera que iba a pasar todo el fin de semana rumiando mi soledad con mis instrumentos. Me gustaría tener un perro o un gato que me hiciera compañía. Pero no sé si se me daría bien y tampoco tengo mucho tiempo. Me dirigí al baño a asearme y allí el mismo tío de siempre me devolvió la mirada. Altura media. Ni algo flaco (de las muchas insensateces que he hecho con mi dinero), y fibroso de cuerpo. Pelo castaño y corto y con una barba de unos días. En el espejo podía ver unos ojos castaños, cansados y tristes. Tengo veintiocho años. Y la verdad en ese momento me sentía viejo. Después de un frugal desayuno me preparé para un tedioso día laboral.                                 ……………………        

Las cinco de la tarde. Por fin salí del tajo. Solo faltaba que tuviera que quedarme de sol a sol. El día había sido una mierda. A parte de tener que lidiar con un caso de lo más aburrido mi jefe me había llamado a su despacho. Nada más entrar despotricó contra mí y toda mi familia diciendo por ponerlo de forma fina que era un vago, que no rendía y que le hacía perder dinero(a él no a la empresa). Para rematar la faena amenazó con despedirme. Sabía que no era un farol. Últimamente habían hecho recorte de personal. Y sin trabajo no había alquiler. Y sin alquiler no había más que fría calle para mí. Y a ese bastardo solo le interesaban tíos gente que trabajara hasta deslomarse para luego deshacerse de ellos o a hermosas jovencitas inseguras a las que comerse con los ojos. Cerdo asqueroso. Hacía oído rumores de como algunas trabajadoras habían tenido que mantener su puesto de trabajo. Pobres chicas. Mientras me estaba dando la bronca me fijé en su oficina. ¿Con cuál de aquellos objetos podría cargármelo y después suicidarme? ¿Con esas tijeras tan afiladas? ¿Metiéndole ese caro abrecartas por toda la cavidad ocular? ¿Destrozándole la cabeza con esa geoda gigantesca que tenía? ¿Arrojándonos los dos por la ventana del veinteavo piso? En fin no pasó nada por el estilo. Por fin había pasado el día. No quería volver a casa. Así que me puse a deambular. No sé si fue azar o desino. Pero llegué a las puertas de un pub.  El “Hardnote”. Supongo que me hizo gracia el nombre así que entré. El garito era un poco oscuro pero sonaba “Low Man’s Lyrics” de Metallica así que el ritmo pausado me tranquilizó un poco. ¡Por fin! ¡Un poco de miel en la mierda de día! Me senté en la barra y le pedí al camarero un Jack Daniel’s seco.

-Empezamos fuerte ¿eh?-me dijo con guasa el camarero, un simpático hombre de unos cincuenta y tantos, complexión fuerte, pelo y barba gris y manos fuertes. Parecía un buen tipo, de los que mutaban si le tocabas las narices.

Me limité a encogerme de hombros y esperar a mi consumición. Cuando ya tuve mi vaso de Daniel’s empecé a beber intentando saborearlo lo mejor posible.

-¿Un día duro?-preguntó una voz a mi lado.

En ese momento no quería hablar con nadie así que me dispuse a girarme para contestar secamente y seguir a lo mío. Y cuando lo hice… Bueno, se me olvidó el por qué me había girado.

Decir que ante mi estaba la diosa de la belleza sería quedarse corto. Debía ser un ser extra dimensional. Su pelo era más negro que un abismo. Seguro que la blancura de su piel no podía encontrarse ni en la cima del Everest. Demasiado puro. Medirá uno setenta. Vestía un vestido gris en el que se veía un escote nada despreciable y unos pequeños tacones que le daban una gracia inmejorable. No parecía que fueran monumentales pero tampoco eran garbanzos. Recuerdo muy bien sus ojos. Eran unos ojos verdes algo oscuros preciosos. Eran muy cálidos y bondadosos. Si esa chica me dijera que iba a cortarme la cabeza teniendo un hacha en la mano no le habría creído. No imaginaba a ese ser haciendo daño a nadie. Y su sonrisa era cautivadora. La más bonita que he visto nunca.

-¿Es a mí?-no pude más que preguntar como un tonto.

-Bueno… Yo no veo a nadie más-dijo con una musical carcajada que me dejó desarmado.-No pareces muy tranquilo.

-Nada del otro mundo.- contesté intentando quitarle hierro al asunto.- Cosas del trabajo.

-No parece tan simple como lo dices-dijo sin más.

-Sí me has pillado. Pero bueno no es un tema muy agradable que digamos-no quería aburrir a aquella beldad con mis problemas y mi posible despido.

-Lo siento. No pretendía entrometerme.-se disculpó.

-¡No pasa nada!-me apresuré a decir sintiéndome… ¿culpable por haber hecho algo que la hubiera hecho disculparse?

-¿Puedo saber al menos a que te dedicas?-prosiguió ella.

-Eh… Vendo seguros.- ¿una mujer hermosa quería saber a qué me dedicaba? Eso me olía a peligro.

-No tienes las manos de alguien que vende seguros.-dijo cogiéndome las manos con delicadeza. ¿Eres músico vedad?

No sé si a alguna vez  alguien se ha puesto cachondo con que le cogieran las manos. Pero a mí me pasó eso. ¡Que suavidad! ¡Que belleza! Su tacto era amable pero firme. Tenía unas manos preciosas y delicadas. Debían de ser unas manos especiales para realizar una tarea que solo ella podía hacer como pegar las flores a los árboles en primavera.   

-Bu…bueno…-balbuceé como si tuviera un severo retraso mental.- Lo intento.

Esa chica me había calado pero bien.

-Veo tres guitarras- dijo sin soltarme las manos- un violín y un cello, un teclado una batería… ¡Vaya! ¡Desde luego eres muy habilidoso! Y tienes buenos pulmones. Seguro que no tienes problema con los instrumentos de viento. Pero también veo algo de… frustración.

Vale alto ahí. Eso no estaba bien. Ahí había gato encerrado.

-No quisiera ser grosero pero:-dije lo más calmadamente posible- ¿Esto es una broma de la tele? Porque sí es así empieza a no tener gracia.

-Para nada.-soltó sosegada.- ¿Esa frustración es por no poder dedicarte a lo que te gusta verdad? Deberías deshacerte de ella cuanto antes. Si no te hará daño.

Ahora lo entendía todo. Ese era el tema central. Mi frustración. Tenía una frustración que me pesaba como un ancla y tenía que deshacerme de ella cuanto antes. Suponía que a continuación iba a proponerme el ayudarme con eso. Intervine antes de que tuviera la oportunidad.

-Eres muy guapa. Y te agradezco la compañía. Pero ahora mismo no estoy buscando eso. Además no tengo mucho dinero para pagar a una normal. Y menos a una como tú.-le dije con rotundidad y pena a partes iguales. A todos nos jode saber que no puedes alcanzar a un ángel. Lo que no me esperaba es que se riera de nuevo con esa maravillosa risa suya. Creo que nunca me cansaría de escucharla.

-No soy una prostituta.-me dijo cuando dejó de reírse.- Pero es halagador que me hayas considerado una de lujo.

¿Pero dónde demonios estaba la trampa? Acababa de llamar a esa preciosidad puta y hasta le había hecho gracia. Debía estar enferma terminal y yo debía ser la única persona en el mundo con un órgano específico que podía salvarla. Porque sino es que no me lo explicaba. Lo mejor era tantearla.

-Bueno-empecé intentando obviar la lindeza que le había dicho antes.- ¿Y tú a que te dedicas? Sabiendo tanto de instrumentos debes de ser música.

-¡Sí! ¡Exacto!-dijo ella sonriendo mientras se le iluminaba la cara.

Pues sí que debía gustarle su trabajo. ¿Sería profesora? Si fuera así seguro que su agenda estaba a reventar de estudiantes masculinos (y femeninos también fijo). ¿Quizá tocaba en una orquesta? No sé si sería buena pero algo me dice que a los demás miembros les costaría concentrarse con ella al lado. ¿Una artista famosa? Imposible. A juzgar por su risa su voz debía ser una delicia. Y con esa belleza que tenía me extrañaba que ningún caza talentos se le hubiera echado encima. ¿Qué uno? ¡Cientos!

-Pues que bien.-dije contestando a lo que había respondido.- ¿Qué tocas?

-Oh de todo un poco, cundo hace falta.-me respondió.

¿Multiinstrumentista? Porque demonios no estaba en lo más alto.

-¿Con quien tengo el placer de hablar?-me preguntó con un gracioso mohín.

-¿Qué?- otra vez embobado por su belleza. Viva yo.

-Es de mala educación que un caballero no se presente ante una dama.-me dijo bromeando.

¿Me estaba tirando los tejos? Imposible.

-Perdón…-me disculpé torpemente por mi falta de educación.- Me llamo James.

-James…-dijo estrechando la mano que le había extendido.- ¿Cómo el líder de Metallica?

Esta vez fui yo el que se rió.

-¡Sí eso es!-dije risueño.

Debía haber dicho algo bonito. Porque sonrío como quien espera al sol tras una noche oscura.

-Me gusta tu risa-me dijo con una mirada sincera.

-“Y a mí me gusta todo de ti”-pensé para mis adentros.

-Yo soy Melody.-me dijo con una sonrisa como para derretir un glaciar.

-“El nombre le viene ni que pintado a su profesión.”-me dije a mi mismo.

Estuvimos hablando de banalidades. Ella siempre mostraba esa actitud cálida y abierta, que no terminaba de creerme (no es que pensara que tenía segundas intenciones. Es que simplemente no me creía que a una mujer como le importara una mierda mi vida.) Para que mentir. Estaba en la gloria. No sabía que se traía entre manos. Pero para los pobres diablos como yo poder gozar de una mujer (si es que era una mujer…) así era impensable. Hasta que llegó lo inevitable. La separación.

-Ha sido muy agradable señor Hetfield-dijo bromeando-  Por desgracia tengo que irme. Tengo… cosas que hacer. Pero espero que nos veamos pronto de nuevo.-me dijo estrechándome la mano y mirándome con esos preciosos ojos que tenía. Igual era la luz pero parecía que habían pasado de ese precioso verde a un negro intenso de lo más misterioso y atractivo.

-“Y yo lo espero aún más”-pensé.

-Hasta pronto James-me puso la mano en el hombro y se dio la vuelta alejándose con pasos decididos y elegantes. Lo cual me permitió poder admirar el movimiento de sus nalgas. Tenía un culo prieto y un poco respingón. Pero era bello. No un culazo, ni un culito para comérselo, ni un buen pedazo de carne. Era una parte bella de su anatomía. Todo en ella era belleza.

-Adiós… Melody- pude decir como un bobalicón.    

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Y ahí me quedé. Más solo que la una. Solo acompañado, por una canción que no recuerdo y por el barman que había seguido a lo suyo y no nos había interrumpido ni una sola vez.  

-Hermosa muchacha, ¿eh?- me dijo por fin el camarero con tono animado.

-¿Qué?-yo seguía atontado.

-Tu acompañante. Era muy guapa.-me repitió.

-Oh… No era mi acompañante. No la conozco de nada.

-Se nota chico.-me dijo el hombre.- La mirabas como quien ve la nieve por primera vez. ¡O como un borracho mira la cerveza!-se rió estruendosamente.- Aunque he de reconocer que aunque la conociera de hace diez años yo seguiría mirándola igual que tu chico.

-¿Usted la conoce?-pregunté curioso.

-La primera vez que la veo chico. Pero no creo que la olvide en mi vida. Si mi mujer se enterara… Parece que le interesas chico. Si yo estuviera en tu lugar me aseguraría de que siguiera siendo así. Esa chica es especial. Es como la música en el aire. Algo maraviloso y difícil de atrapar y comprender. Créeme chico, lo sé. Soy irlandés. Y los irlandeses tenemos la música en la sangre. Eso y… ¡Mucha, muchísima Guinness!-me dijo riendo socarronamente y golpeándose la tripa.

-Irlandés, ¿eh?-yo ya había estado en Irlanda y disfrutado de sus excelentes músicos callejeros.- Si lo llego a saber le pido una Guinness.

-¡Pues deberías haberlo hecho chico! ¡Sirvo la mejor de la ciudad!

-Pues para ser a mejor el local está un poco vacío.-bromeé

-¡Bah, has venido muy pronto!-dijo quitándole importancia con un ademán de su enorme mano.- A las ocho de la noche  esto empieza a llenarse. Y a las diez empieza la magia. Si te gusta la buena compañía, la buena cerveza y la buena música pasa por aquí.

-Creo que lo haré. El pub me gusta.-le dije con sinceridad.

-¡Así me gusta chico! ¡Alguien que sabe apreciar las buenas cosas!

-¿Cuánto le debo por lo de antes?-le pregunté sacando mi maltrecha cartera.

-¡Corre de mi cuenta chico!-me dijo palmeándome el hombro.- A condición de que vengas otro día. Pero antes vamos a compartir una deliciosa Guinness. No temas. También invito yo.

-Pero…-quise protestar.

-¡Nada de peros! Me has caído bien chico. Ya verás. Nunca has probado nada semejante. Además será solo un poquito.

-Bueno…-me iba a negar pero ponía tanto empeño… También me sabía malo que me invitara a tragos. Es como si me aprovechara de él.

-Bueno…-dijo el hombre que había servido un par de vasos que nada tenían que ver con el “poquito” que él había dicho.- Brindemos. ¡Por la buena cerveza, compañía y las mujeres hermosas!

-Salud.-me limité a decir mientras daba un trago. El condenado tenía razón. Estaba estupenda.- Gracias señor…

-Patrick. Patrick Sweeney.-se presentó él.

-¿Cómo el Santo?-dije yo algo achispado por el alcohol. Desde luego el apellido era de lo más irlandés.

-¡Exacto!-dijo dándole otro largo sorbo a su vaso.

-Yo soy James.-le dije.

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No pretendía volver a casa en ese estado. Solo quería tomar algo e irme. Pero entre el Danniel’s y esa gigantesca Guinness estaba un poco “contentillo”. Volví a casa sin dejar de pensar en esa curiosa tarde. Y sobre todo en Melody. Enigmática muchacha. Al parecer sentía cierto interés por mí. Tampoco estaba demasiado seguro. Era muy malo para estos temas y si tenía interés por mi… ¿a qué se debía?

No era por mi portentoso físico. Tampoco soy el tío más elocuente que conozco. Podría pasar por alguien con pasta. Si quitábamos el hecho de que mis ropas no pasaban por las de un millonario y que obviamente no parecía alguien que estaba forrado. Ella decía que esperaba que nos volviéramos a ver. Pero no me había dejado nada para contactar con ella. Ni un teléfono, ni un correo, ni una dirección… Era como si alguien les dijera a unos constructores que quería ayudarles pero que no se pusiera hacerlo. Así que llegué a casa. Dejé las llaves, mis cosas me puse cómodo… y fui a tocar. La música es mi droga. Ya lo he dicho. Así como alguien que acostumbra a beber un Martini, o un Manhattam o un Gin Tonic, yo hacía igual con los instrumentos. Hoy había sido un día agridulce. Tocaba guitarra eléctrica. Lo bueno de la guitarra, es que pega con casi cualquier instrumento. Y su versatilidad. Las baladas más lentas o los solos más agresivos son posibles con ella. Ese día solo quería improvisar. Así que empecé suave con unos punteos y acodes suavitos. Pero la guitarra es como un vehículo rápido. Cuando lo dominas empiezas despacio pero necesitas el chute de adrenalina que te da la velocidad. Y le das más al acelerador. Ahí estaba yo. Tocando a una velocidad endiablada con los dedos como poseídos. Daba la impresión de que si me equivocaba me los rompería. Toqué furiosa y velozmente. Normalmente me olvidaba de todo en ese estado. Pero hoy no. Esa condenada chica se me había metido bien hondo. Cuanto más rápido tocaba más clara la veía. Al final dejé de oírla música. Solo estaba su imagen. Me faltaba el aire. Solo ella estaba ella. Mis dedos se movían solos sin emitir ningún sonido. La veía frente a mí. Perfecta y hermosa como si me observara. Llegó un momento que la vi sonreír. En ese mismo instante algo se rompió con mucho ruido y abrí los ojos. Estaba sudando y jadeando como un caballo de carreras. Los dedos me ardían. No sabía que se había roto hasta que lo encontré. Una de las cuerdas de mi guitarra acústica se había roto. Atrapado entre las cinco restantes había un papelito doblado. Eso no era mío. Y no estaba ahí antes. Con pasos temblorosos me acerqué a recogerlo aun respirando con dificultad. No era del todo consciente de mi cuerpo. Cuando lo tuve en mis manos lo desdoblé.

“Deseando compartir una velada agradable con un músico frustrado. Llámame.

M.

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¿Qué coño hacía eso ahí? ¿Cómo había llegado eso ahí? Estaba asustado. Eso parecía una broma. Pero también había algo que me molestaba en los pantalones. ¿Una erección? ¿Yo, con una maldita erección? ¿Cómo había llegado a eso?  Solo estaba tocando, y después me puse a pensar en Melody y luego su nota con… Tenía que llamarla. Necesitaba respuestas.

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Música relajada. Ambiente sosegado. Camarero solicito. Tapicería de cuero.  Melody. Parejas y amigos. Risas en el ambiente. Vaso de whisky con hielo. Melody. Mis mejores galas, vestido vaporoso. Pendientes en forma de corcheas. Melody. Lámparas de cristal. Música en directo. Hielo sonando. Cristal vibrando… Y Melody. Melody. Melody, Melody, Melody, Melody…

Mi cabeza era un hervidero. Y tenía un nudo  en el estómago. No yodos los días encuentras en tu casa una misteriosa nota con el número de una misteriosa chica que has conocido hace un rato, la llamas y te dice de “quedar para tomar una copa”. Es algo inesperado. Y lo es más que te lleve a un buen bar de copas. ¡Por dios me sentía un paleto! 

-No pareces contento.-me dijo ella viendo que estaba en la inopia.

-Es solo que esto es… Demasiado repentino y nuevo para mí.-le dije.

Ella en cambió estaba tan radiante y hermosa… Parecía un pez en el agua. Totalmente en su elemento.

-Es decir-continué- eres preciosa. Y no te ofendas pero no te conozca de nada. No es que no me agrade tu compañía. Al contrario. Me encanta. Pero no sé adónde llevo esto. Tengo la impresión de que en cualquier momento te irás y yo me quedaré aquí como un idiota. Y ya he tenido algunas decepciones. Además hay cosas de ti que me intrigan y no comprendo…

¿Por qué demonios me había abierto a ella tan de repente? Supongo que sentía debilidad por las chicas buenas y bonitas. Esperaba no abrumarla con mis dudas.

En vez de eso sonrío como una madre me agarró la mano con ese toque tan gentil que tenía.

-Lo entiendo. Tienes dudas. Adelante. Puedes preguntarme lo que quieras.

-¿Por qué te pusiste a hablar conmigo en el pub?

-Porque me intrigabas.

-¿Por qué te intrigaba?-pregunté interesado e incrédulo.

-Porque hay algo en ti que me atrae. Sé que puedes ser distante y solitario. Pero también sé lo amable y sincero que eres. Te dedicas a lo que amas. Eres leal a la gente que se gana tu aprecio y procuras vivir dejando vivir a los demás siempre y cuando ellos actúen igual. Pero sobre todo la enorme soledad que te rodea. Sé que te han hecho daño. Se te nota. Y me da pena. Creo que podrías dar mucho.-me dijo serena pero firme.

-Sé que te llamas Melody. Pero no se mucho más de ti. Sea que te dedicas. Pero nada más. Y tú pareces saber leer dentro de mí. ¡Dios ni siquiera me creo que seas real! Eres hermosa, lista carismática, amable… Eres todo lo que nadie podría desear. Podrías tener a cualquier hombre o mujer a tus pies. Y estas conmigo. Un amargado que se dirige hacia los treinta y siente que su vida ha acabado. Eres tan perfecta y misteriosa. ¡Eres como la música en el aire!-se me escapó la cita que Patrick dijo hacía unos días.

Ya estaba. Ahora sí que la había cagado. Se levantaría, se iría y no la volvería a ver. En vez de eso sonrió como si hubiese escuchado lo más bonito del mundo.

-Y además observador y sagaz-dijo con una risita.- Eso es precisamente lo que soy.

Ahora sí que estaba confuso.

-¿Qué eres qué?

-Música.-soltó sin más.

-Pero eso ya lo sabía-dije yo- Eres multiinstrumentista y…

-No me entendiste bien. No es que me dedique a la música. Es que soy Música. 

-¿Música? – ¿Tendría mi copa algún psicotrópico? Porque estaba alucinando.

-Eso es.

-Entonces a ver si o entiendo… -estaba de lo más confuso- ¿Me estás diciendo que tu…no te llamas Melody? ¿Te llamas Música?

-No. Me llamo Melody. O al menos es el nombre que más me gusta ahora. Pero soy música. Bueno… Para ser precisos soy “la” Música.-me dijo como quien te da la hora.

Mi cabeza era un hormiguero.

-Y antes de que vuelvas a preguntar lo mismo otra vez… Sí. Has entendido bien. En la antigüedad me han llamado, Inspiración, Musa, Euterpe, Jazz, Rock, Blues… Pero ahora soy Melody.

Me quedé  de piedra. Por fin reaccioné.

-Lo sabía. Esto es una broma televisiva y estoy siendo un primo- hice un ademan de levantarme pero ella me detuvo y con una de sus manos me hizo mirarla.

-Mírame a los ojos James-su voz no tenía expresión.

Al principio solo vi unos preciosos ojos verdes. Pero después fue como saltar a un gran estanque sin fondo. Y ahí lo vi. Lo vi todo. La música. Desde el principio. La explosión del Big-Bang, la materia moviéndose, los astros formándose. La formación de la tierra. La explosión de la vida. El primer primate entrechocando dos objetos y haciendo un burdo sonido. Los primeros instrumentos. Todas las civilizaciones con sus instrumentos canticos y bailes. Beethoven, Mozart, Tchaikovski, Lenon, Elvis, Marley, la muerte de Kurt Cobain, Marilyn Monroe cantando cumpleaños feliz a Kennedy… Lo vi todo del pasado al presente. Cientos… No… Miles de millones de conciertos que ocurrían ahora mismo, madres cantándole a sus bebes, locos cantando en su manicomio, gente con talento y sin el cantando y tocando, gente intentando triunfar, discos que se grababan… Y el presente, todos los conciertos que había y habría, todos los talentos que surgirían, los nuevos estilos, los nuevos viejos estilos… Pero siempre y en todas partes… Melody estaba presente. Como un ser invisible o una reina o una geisha, música, una joven extasiada disfrutando en un concierto o incluso una forma no definida. Pero ella estaba ahí

Cuando volví estaba abrumado. Melody seguía ahí. Pero esta vez su mirada era cautelosa. Como si yo fuera un animal salvaje que pudiera atacarla en cualquier momento.

-Veo que lo has visto todo.-dijo simplemente.

-Vale.-decidí ir con cuidado. Pero estaba acojonado.- Supongamos que te creo. ¿Dónde entro yo en todo esto?

En ese momento pude fijarme mejor en Melody. Y pude ver que detrás de toda esa amabilidad y candidez había mucho más.

-Como ya has visto existo desde el principio.-continuó con voz pausada- Yo siempre he estado aquí. Desde el principio. He visto muchas cosas. Quizás te hayas dado cuenta con estas… visiones. Yo no me limito al sonido que puede hacer un tubo con agujeros o una cuerda tensada. Soy más que eso. Estoy en todas partes y en ninguna. Puedo estar en una filarmónica pero también en un bosque, una cascada el mar… Incluso en una ciudad o un campo de batalla.

-Entonces…-me atreví a interrumpir-¿…eres una especie de diosa?

-Por favor no me interrumpas. En cuanto a si soy una diosa… Yo no diría tanto. Pero estoy por encima de los humanos. Esta… “persona” con la que estás hablando no es más que una manifestación física de mi ser, de manera que pudiéramos hablar y pudieras entenderme. Mi existencia sería como La Nube y este cuerpo no es más que una terminal mediante la cual se puede acceder a ella. Igual que lo puede ser un CD o un instrumento.-su discurso era pausado y claro. Como si lo hubiera preparado. Palabra por palabra.

-¿Ósea que tu conciencia está en todas partes? ¿En este cuerpo, en el aire, en la mesa de al lado y en la otra punta del mundo?-pregunté viendo que se había callado. ¿De verdad le había preguntado eso?

-Sí, más o menos.

-Decías que querías hablar conmigo y conocerme. ¿Por qué?-se acercaba el momento de la verdad.

Melody estuvo callada por un momento.

-Me pareces… intrigante.-me dijo.

Debía haber oído mal. Pero siguió hablando.

-Te conozco desde que eras un niño. Desde pequeño parecías sentir una fascinación fuera de lo común por mí, aún recuerdo tu expresión la primera vez que escuchaste música clásica de la radio de tu abuelo. Te he visto en todos los conciertos, cuando diste tus primeros pasos en la música, tirado en tu cama escuchando cientos y miles de canciones… Componiendo esas cancioncillas tan adorables que te inventabas de niño… He sentido tu euforia al conseguir tocar una canción complicada o la primera vez que fuiste a un macro concierto. Escuchando heavy en tu habitación en un intento de aliviar tu dolor por la pérdida de tus padres… He visto toda tu vida y se lo mucho que has sufrido. Siempre me has visto tu apoyo y tu salvavidas. Y creo que tu entrega ha hecho… que me enamore de ti.

Nunca me he atragantado tanto en la vida. Tosí como un tuberculoso hasta que todo el alcohol salió de mis pulmones. Cuando mi respiración se normalizó pude procesar la información del todo.

-¿Qué te has… enamorado de mí?- para que decir que desde que la conocía ahí es donde más sorprendido me hallaba.

-Sí. Aunque no lo parezca existir desde siempre cansa. Me he pasado desde “El Principio”  conquistándolo todo y viendo como los humanos ibais descubriéndome y conociéndome más. Pero nunca he podido interactuar con vosotros. ¿Sabes lo triste que es llamar a alguien y que no te oiga? Imagínatelo durante 13.810 millones de años. Y eso que vuestra especie empezó como hace unos 2 millones de años atrás. ¿Te imaginas estar solo tanto tiempo? Es como para volverse loco ¿verdad?

 Melody no lloró en ningún momento. Pero pude ver la tristeza y soledad que le había tocado experimentar. Y solo pude sentir lastima por ella. ¿Cómo habría superado esa soledad? ¿Y qué era eso de que se había enamorado de mí? No tenía sentido.

-Y si no podías manifestarte físicamente… ¿Por qué lo has hecho ahora?-pregunté queriendo encontrarle sentido a la situación.

-No lo sé. Solo sé que cuando empecé a observarte me enamoré de ti. Y también te veía sufrir. Llegó un momento en el que no pude soportarlo más. Si no podía estar contigo al menos quería conocerte. Lo desee con todas mis fuerzas. Y de repente… ¡puf! Aquí estaba.

Y de nuevo silencio. Este fue largo.

-¿En qué piensas?-me preguntó ella.

-En que todo esto es muy raro.-contesté sincero.- La verdad no esperaba encontrarme a alguien como tú. Tampoco puedo creer que te hayas enamorado de mí. Es decir… Si te fijas en mí y luego en ti… ¡Las diferencias son enormes!-dije intentando ser gracioso.

Lo cual funcionó por cierto. Se rió con esa potente y musical y potente risa que tenía. Pude ver su pena desaparecer de sus ojos. Con un sutil movimiento me agarró la mano con cariño acariciándome con su pulgar. Por mi podía pegarse así toda la eternidad.

-Aun así…-continué-…desde el momento en que te vi hace una semana algo cambió en mí. No fue solo porque quizá seas la mujer más bella que he visto en el mundo. De alguna manera me sentía fatalmente atraído hacia ti. Y cuando te conocí eras mejor de lo que parecías. Me he hecho ilusiones con muchas personas y he acabado dolido. Pero contigo tengo la impresión de que sí ahora no volviera a verte para mí sería una gran pérdida. Más que ninguna otra que haya sufrido. En resumen… creo que también estoy enamorado de ti.

Ya está. Ya estaba hecho. Lo había dicho. Y otra vez el maldito silencio. ¿Qué coño hacía ahora? ¿La besaba con violencia? ¿Le tendía mi mano? No. Ella ya la tenía agarrada. ¿Le decía algo bonito?

-Bueno… ¿te compongo un soneto?-dije intentando romper el hielo. Muy agudo macho. Muy agudo.

Por respuesta se lanzó a mis labios con pasión. ¿Qué era eso? ¿Un beso? Imposible. No es que fuera virgen hasta para eso. Pero los besos no sabían tan bien. Era una especie de proceso que se había activado al juntar nuestros labios. Era como si todo mi cuerpo vibrara. De repente hacía más calor. Creo que ninguno de los ligues y “novias” había tenido me había hecho sentir tanto placer. Ósea… ¿Tanta agitación por un beso? Y yo que creía que el que me cogiera la mano era increíble. No sé cuánto duró. Sé que parece un tópico, pero como comprobaría más tardes esos besos tenían la capacidad de abstraerme totalmente de la realidad. Cuando nos separamos (que fue una eternidad) yo estaba jadeando. Cómo si acabará de finalizar una maratón. Y lo peor. No sabía que decir.

-¿Te ha comido la lengua el gato?-me dijo con una sonrisa traviesa. Lo cual la hacía aún más bella. Si seguía así seguramente mi cabeza explotaría por no poder asimilar tanta belleza.- Pues parece que sí.

Reaccioné por fin. Podría haberle dicho que a su lado la luna y las estrellas no eran nada. Que en verdad creía que era una diosa. Que podía hacer conmigo lo que quisiera. Que si me amaba me haría el hombre más feliz del mundo. Pero en vez de eso le pregunté lo siguiente:     

-Por cierto… ¿Cómo llegó tu número a mi casa?-la verdad es que tenía curiosidad.

-Oh…-dijo como si le hubiera preguntado cuanto era dos más dos. Estabas tocando y deseando volver a verme. Eso en mi idioma es como un mensaje de texto. Pero como quería que me llamaras dejé la nota por medio de una dimensión inmaterial.

-Ah vale.-dije yo.- Tiene sentido.

O al menos lo tenía cuando la chica que tenías delante era ni más ni menos que la “Música”

-Y ahora…-dijo ella- ¿Me vas a llevar a tu apartamento o vas  seguir preguntando gilipolleces?

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No recuerdo muy bien los momentos entre la salida del local y la llegada a mi casa. Es decir… No sé si pillamos un taxi, o ella tenía un coche o caminamos, o un bus, o vino un carro de oro con caballos alados tirando o hicimos un salto cuántico a través de la octava dimensión… Lo que sí que recuerdo es lo que hicimos en el trayecto. Miradas que derriten caricias tenues pero intensas… Y esos besos que podían derretir hasta un glaciar y que parecían sacudir el mundo. Pues eso. No sé cuándo lo hicimos y cuanto nos costó pero para cuando me di cuenta ya estaba metiendo la llave en la cerradura con un poco de nerviosismo. Hacía mucho que no traía a una mujer a casa. Y mucho menos una como aquella. Cuando la puerta se abrió Era como si los ardientes momentos que habíamos pasado juntos se hubieran evaporado. Solo éramos un pobre mortal y la mujer más maravillosa del mundo entrando en un cuchitril. Nada más entrar se podían ver los muchos posters, una caja de galletas que tenía llenas e entradas de conciertos anteriores, mis instrumentos esparcidos por cada rincón, estanterías, estanterías y estanterías llenas de discos vinilos y cintas, un reproductor de música con CD y USB que en su día fue de última generación, un reproductor de cintas y un tocadiscos del seiscientos antes de cristo que conseguí en un mercado callejero…y desorden. A parte de músico también soy un tío. No siempre tengo tiempo y/o ganas de recoger. Estoy trabajando en ello. Lo que se suele hacer en estos casos es ofrecerle algo de beber. Pero claro. Uno viviendo solo y no ganando mucho… pues tampoco tenía nada decente que ofrecerle a semejante dama.

-Perdona el desorden-empecé a disculparme.- No esperaba recibir a nadie hoy.

-No importa.-dijo ella paseándose con soltura por el piso.- Tienes una casa encantadora.

Empezó a curiosear mi colección de música. Miraba los títulos y si uno le llamaba la atención lo sacaba lo observaba con cuidado y lo volvía a poner en su sitio. Yo mientras tanto me peleaba con mi casa buscando algo decente que ofrecerle. Pero claro. No había mucho. Un refresco de burbujas sin gas, un mejunje que olía a rayos y sabría peor, y cerveza. Pero de la mala. Creía recordar que tenía te pero a saber dónde estaba y en qué estado. En esas estaba cuando de repente empecé a escuchar una canción. “Somebody to Love” de Queen. Habría encontrado alguno de los discos de Queen que tenía y lo habría puesto. Me gustaba mucho la canción.  A decir verdad me encantaba Queen. Fui a ver que hacía Melody. Y por enésima vez me quedé sin habla. En efecto. Estaba sonando Queen. Pero Melody estaba en mi teclado tocando y cantando a la vez. Perdón. Quizás no me he explicado bien. Melody tocaba. Y cantaba… ¡con la jodida voz de Freddy Mercury! Y era como si las paredes le hicieran los coros y tocaran los otros instrumentos. Y ningún reproductor de música estaba encendido. ¡Lo juro! Nada más verme dejó lo que estaba haciendo y todo se paró.

-¿Qué tal en la cocina?-preguntó jocosa

-¿Qué…?-estaba alucinado.

-¡Ay! ¡Estás tan mono cuando te quedas en blanco!-me dijo como si le hablara a un bebe o a un adorable gatito.

-Estaba sonando Queen… pero cantabas tú. Y podía oír todos los instrumentos, pero solo estabas tú… Y…-intentaba encontrarle sentido.

-Relájate James. Soy la Música ¿recuerdas? Por ello es normal que conozca todas las canciones del mundo y pueda reproducirlas nota por nota e instrumento por instrumento, exactamente como la interpretan sus autores.-me explicó.

-“Exactamente no-pensé para mí.- Cien veces mejor. Ni en un estudio se conseguía esa pureza”

-La verdad me gusta mucho el trabajo del pequeño “Freddy”. Supo aprovechar y desarrollar muy bien su talento. Qué pena que muriera tan joven.

¿Acababa de llamar a Freddy Mercury, “pequeño Freddy?”

-Cuando te oí cantar como él…

-…pensaste que era un hombre. ¿Verdad?-dijo riendo maravillosamente.- ¡Lo siento! No quería asustarte. Pero también puedo cantar como cualquier mujer.

Los siguientes minutos fueron una sucesión de muestras mejoradas de grandes voces femeninas como, Amy Lee, Celine Dion, Whitney Houston, Beyonce, Miley Cyrus, Anastasia…

-Es… Impresionante.-no tenía palabras.- Es como sí todas esas artistas hubieran cantado aquí mismo con las gargantas llenas de miel.

-¿Eso crees?-me miró juguetona- Pues no has visto nada.

Y de repente todas esas voces que había cantado sonaron a la vez cada una con su tono su ritmo y potencia generando una melodía algo agobiante y caótica.

Tras unos segundos tuve que gritar para que me oyera y parara.

-Entonces… -dije cuando me hube recuperado.- ¿Cuándo cantas solo puedes reproducir la voz del artista o los artistas en cuestión?

Ella se calló un momento y cogió mi guitarra eléctrica. Se sentó y se la puso en el regazo.

-Bueno…-empezó a hablar mientras empezaba a hacer un espectacular solo sin mirar siquiera lo que hacía.- Como ves estoy hablando contigo con una voz normal. Sí que tengo mi propia voz. Pero no la uso mucho… me da vergüenza.-dijo sonrojándose.

Mi atención estaba dividida. Por una parte en lo que ella decía. ¿La Música tenía… vergüenza? Por otra parte sus dedos no habían parado de moverse. Ya ni los veía de lo rápido que se movían. Creí ver algo de humo saliendo del mástil de mi pobre “hacha”.    

-Mmmmmm…. Melody…-dije yo temiendo por la integridad física de mi propia guitarra.

-¿Qué? ¡Oh dios! ¡Lo siento!- dijo al haberse dado cuenta de lo que hacía y soltando la guitarra.- ¡Ni me he dado cuenta! Perdón. Es que es un tic nervioso. Me pasa cuando estoy insegura o no sé muy bien que hacer. ¡Ni me doy cuenta!

¿La música también tenía tics nerviosos? Examiné mi pobre guitarra y vi con horror que el mástil estaba algo quemado y que las cuerdas se habían fundido con él. Casi me echó a llorar.

-Lo siento James. Te lo compensaré. Te lo prometo.-dijo poniendo su mano en mi hombro a modo de disculpa.

Cuando vi su carita compungida se me pasó el cabreo al instante. Le dije que no pasaba nada. De repente recordé  donde estaba el té. Y le ofrecí una taza, que aceptó gustosa.

Fui a la cocina nervioso y empecé a prepararlo todo. Cuando estuvo todo listo fui a la sala de estar con dos humeantes tazas. Que casi dejo caer al suelo. Melody me miraba con ternura exponiendo su perfecto cuerpo desnudo.

-Adelante James. La orquesta está lista y solo falta el director.

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Voracidad. Voracidad es una buena palabra para describir como me abalancé contra ella. Con voracidad la atrapé en mis brazos, con voracidad devoré su boca, con voracidad palpé y sopesé todo lo que pude de ella, dudando a veces si lo hacía queriendo comprobar si era real y no se desvanecería en cualquier momento o si estaba decidiendo que parte de su cuerpo era digna de recibir el primer bocado.  Este comportamiento podría recordar a un depredador devorando a una inocente presa. Pero ella no era la presa. Correspondía a mis besos con tal violencia que parecía muy sedienta y debía creer que mi saliva calmaría su sed. Y su lengua se parecía a una criatura furiosa que pugnaba por salir del encierro de mi boca. Yo llevaba un tiempo sin follar y Melody era alguien que me atraía demasiado. Pero ella parecía estar realmente necesitada. Como si su vida dependiera de ello. Si aquello fuera una pelea no estaba quien ganaría. Y de haber habido algo frágil por ahí ya estaría roto. Aunque ella me llevaba ventaja ella estaba desnuda y yo totalmente vestido. Sin saber muy bien cómo, me las apañé para llevarla en volandas a mi habitación. La sala de estar estaba bien pero el sofá era un poco incómodo para acurrucarse y moverse y votar… La verdad es que no me costó nada llevarla a la cama. No sé si porque era muy liviana o por que el subidón del momento me había dado un extra de energía. Pero me las apañé para llegar a la cama. Una vez estuvimos los dos sobre ella aquello se convirtió en una especie de baile de anguilas. Ambos estábamos ansiosos del otro. Mientras yo me entretenía acariciándola y besándola ella hacía lo imposible por quitarme la camisa. En una de estas oí un rasgado y antes de darme cuenta estaba desnudo de cintura para arriba y mi camisa estaba hecha girones. Cabe recalcar que era una de las mejores que tenía, ¿pero a quien le importaba eso en aquel momento? Entonces ella se aferró a mi espalda como si n quisiera soltarme nunca o pensara que mi piel era otra prenda de ropa que había que desgarrar. Pasados unos segundos intentó quitarme los pantalones pero como esa era una zona comprometida preferí  quitármelos yo para evitar accidentes y de paso para salvar la prenda.  Y, ya estaba. Me hallaba desnudo como el día en el que nací. A la vista quedaba pues todo mi fibroso cuerpo y también mi erguido miembro, que tiraba más a tamaño estándar. Estando los dos desnudos nos pusimos de nuevo a la faena. Esta vez, saciado como estaba de besarla me pareció que iba siendo hora de prestarle atención a otras partes de su cuerpo. Sus pechos por ejemplo. La primera vez que me fijé en ellos estaban cubiertos. Y por aquel entonces me dio la impresión que estaban muy bien. Una vez al descubierto me di cuenta de la verdad. Eran perfectos. No sé cómo describirlos. Simplemente tenían el tamaño y la forma adecuados. Eran preciosos. Redondeados y plenos. Como muchos amantes yo era amante de los pechos enormes y orondos. Pero estos no se podían comparar. Eran delicadeza y sensualidad al mismo tiempo. Me enamoré de ellos nada más verlos. ¿Quién no podría resistirse a esas bellezas blancas como la nieve y esos preciosos pezones que tenía? Exacto: nadie. Ni siquiera las mujeres, homosexuales, y toda aquella persona que prefiera el sexo contrario o se abstuviera de él. No sé si alguna vez he visto unos pezones tan bonitos. Así que empecé a besarlos lamerlos, morderlos, estrujarlos y tirar de ellos. Lo hice con el mayor respeto y dedicación del mundo como si lo que estuviera haciendo fuera el ritual religioso más sagrado que existiera. No sé si lo hice bien o no. Pero desde luego los gemidos suspiros y algún que otro alarido de placer que daba Melody lo animaban a uno a seguir. La verdad nunca pensé que una mujer se pusiera tan cachonda por que le trabajaran las tetas. Ni tampoco que un hombre pudiera ponerse igual o más excitado en el proceso. Así estaba yo. Ansioso. No por pasar al evento principal ni de meterla. Estaba ansioso por más. ¿Qué iba a ser lo siguiente? ¿Más besos? ¿Un masaje? ¿Masturbación mutua? El solo pensarlo era excitante de por sí. Y entonces lo vi claro. El sexo de Melody. Tan precioso. Tan perfecto. Tan blandito. Tan tentador. Tan húmedo… Parecía tan acogedor. Y parecía estar muy lubricado. Además se mostraba sin ningún solo pelo (parecía que a la Música le iban las tendencias modernas).  Su simple visión me hacía sentir una mezcla de ternura, deseo, conmoción, alegría… Se dice que las apariencias engañan. Pero si era igual de sabroso y acogedor que el aspecto que presentaba esto iba a estar bien. Así pues bajé poco a poco hacia su sexo, como un cachorro de lobo que sale de la madriguera por primera vez y observa todo con cautela y curiosidad. Me acerqué con cuidado, cerré los ojos y aspiré el dulce aroma que salía de su coño.  Era delicioso. Un festín olfativo. Con dos dedos separé sus labios mayores dejando al descubierto su rosado interior como una rosa floreciendo. Melody estaba tensa y expectante. Como si cualquier mínima acción que hiciera en su sexo la pusiera en jaque. Por fin me atreví a sacar la punta de mi lengua y saborear mínimamente aquel manjar. No me decepcionó. Era delicioso. So sabría describir el sabor. Una forma de acercarse podría ser el mejor día de tu vida, con el sabor de tu plato favorito. A besos tiernos. A un abrazo reconfortante. A ilusiones infantiles. Eso multiplicado por el número de veces que te diera la gana. En resumidas cuentas. Quería más. Y devoré aquel manjar como si fuera mi última cena. Succioné, lamí, mordí y soplé. De alguna manera me recordaba al cuento de los tres cerditos. “¡Soplaré y soplaré y tu casa derribaré!”. Solo que en un giro inesperado de los acontecimientos los cerditos esperaban ansiosos al lobo. Con la puerta abierta de par en par tumbados en una bandeja en el horno llena de verduritas y patatas, con una manzana en la boca y embadurnados de salsa barbacoa. He estado en conciertos donde los altavoces eran enormes y la música sonaba a todo volumen. Pues los alaridos de Melody eran algo así. ¡Dios, si hasta llegué a pensar que la policía iba irrumpir de repente pensando que la estaba despellejando viva! O eso, o algún productor o productora porno maravillado por mi compañera. Estando como estaba en la faena sentí un bultito. Ahí estaba el clítoris de Melody. Erecto y desafiante.

-“¡Vaya! ¡Hola bandido!”-le dije mentalmente maquinando una idea diabólica.

Y sin previo aviso empecé a darle caña a su botoncito, haciendo que gritar aún más si eso era posible. Parecía que le gustaba. Y a mí. Succionar lamer y morder ese bultito era agradable a par que divertido. Puede que hasta adictivo. Inspirado por los muchos videos porno que había visto en mi juventud (temprana), se me ocurrió la idea de meterle un dedo mientras le daba caña con la lengua. Uno, dos, tres… Al tercer dedo pasó lo inevitable. Se corrió. No me avisó exageradamente de ello. Fue repentino. Solo soltó un alarido más fuerte de lo normal su cuerpo se tensó y acabé con la cara empapada y una cara de sorpresa que debía ser de lo más ridícula. Mientras tanto Melody se recuperaba jadeando y con los ojos cerrados. Estaba preciosa. Me quedé un momento observándola. Cuando se recuperó abrió los ojos, y empezó a disculparse.

-Lo siento mucho. Debí haberte avisado.

-No pasa nada. Ha estado bien. Y ha tenido su gracia.-dije yo sinceramente.

-Pero debí haberte avisado y…-siguió ella pero la acallé cogiéndola de ambos lados de la cabeza y depositando un suave beso en sus labios. Fallo mío por no pensar que quizás no le agradara mucho estar en contacto con mi boca después de tenerla donde la había tenido.

-Nada de lo que hicieras podría molestarme.

Se sonrojó un poco lo que hizo que estuviera monísima. Y después a así sin más soltó…

-Me toca.

-¿Te toca el que?-pregunté un tanto perdido

-Devolverte el favor.

-No, no hace falta-dije dubitativo.

-No seas ridículo. Tengo que encargarme de eso. ¿O prefieres hacerlo tú?-me sonrío pícara señalando mi potente erección.

Así que con una fuerza que hasta ahora desconocía en ella, me sentó en la cama se arrodillo y se encargó de mi polla.

Primero escupió un poco en su mano para lubricarla y empezó a masturbarme a un ritmo lento mientras daba pequeños lametones y mordiscos que me sabían a gloria. La verdad es que estaba maravillado de la destreza que mostraba. Me parecía increíble que una chica así, que destilaba bondad y buenas intenciones se le dieran tan bien las artes amatorias. Si ya estaba alucinando en colores y en el séptimo cielo con esos simples lametones y mordiscos es difícil imaginar lo que sentí  cuando toda mi polla desapareció en su boca. ¡Qué gozada! No es por ser vulgar pero su boca parecía hecha para albergar mi herramienta. Era acogedoramente cálida y agradablemente húmeda. Y cuando una hilera de dientes perfectos hace la presión justa en el lugar adecuado y una lengua aterciopelada masajea y acaricia tu falo como un gato mimoso uno  llega a unos niveles de placer que deben ser insanos. En ese momento consideré el atar a Melody a un radiador de mi casa para que no se fuera nunca (es coña). Yo llevaba un tiempo sin estar con nadie. Y ella me gustaba mucho y lo hacía muy bien. Entonces sentí unas ganas locas de correrme. Pero cuando estás hablando una mezcla de arameo antiguo, hebreo, latín y sanscrito debido al inmenso placer decir palabras simples como “Me corro” es imposible. Así que en un intento de ser considerado la empujé hacia atrás para que mi polla saliera de su boca. No sé. No me parecía correcto correrme en su boca. Aun así exploté como nunca. Ella estaba sentada en el suelo a escasos centímetros de mí, así que mi carga le impactó de lleno en su pelo, cara y perfectos pechos. Cuando recibió los impactos en la cara cerró los ojos para protegerse de una manera bastante graciosa. Por una parte estaba en la gloria. Jamás me había corrido tanto ni tan a gusto. Por otra estaba muy avergonzado. ¡Qué poco había durado! Era hacerme cuatro cosas y correrme como un adolescente. Y luego estaba preocupado. Sé por experiencia propia y porque me lo han contado (sobre todo esto último) que a algunas mujeres no les va eso de que te corras en su cara. Al menos había tenido la decencia de intentar no hacerlo en su boca.

-Lo siento mucho.-dije avergonzado- Debí haberte avisado.

-No pasa nada. Ha estado bien. Y ha tenido su gracia.-dijo ella con una de sus sonrisas que siempre conseguía derretirme.

-Pero debí haberte avisado y…-seguí intentando disculparme, pero ella me agarró de ambos lados de la cabeza y depositó un suave beso en mis labios. Tampoco me importó mucho que supieran a mi polla. No si el beso era suyo.

-Nada de lo que hicieras podría molestarme.-me dijo ella.

Me reí mentalmente. Hablando de “Deja vu”.

-Y ahora vamos.-dijo ella como si nada.

-¿A qué?-¿pero cómo podía ser tan lento? 

-¿A por qué va a ser?-dijo ella como si fuera lo más obvio del mundo.- ¡A por el plato principal!

Bien pensado, sí que era obvio.

-¿Estas de coña?-dije incrédulo- Esa mamada que me has dado me ha dejado hecho una birria. Necesito tiempo para descansar y…

No me dejó terminar porque me agarró la polla con una firmeza que creí que me iba a estrujar los huevos, la llevó a sus preciosos pechos y empezó a hacerme una cubana mientras decía con algo de enfado:

-¡Ni descanso ni hostias!-ese cambió de humor repentino me asustó un poco.- ¡Hemos venido a follar y eso vamos a hacer! ¿Sabes cuánto tiempo llevo sin estar con nadie? El solo oír la cifra te haría enloquecer. Así que tú y yo vamos a follar y lo vamos a disfrutar. Y si tengo que estar toda la noche reanimándote para pasar a la acción… ¡Oh… ten por seguro que eso haré!  

No sé si fue porque ese repentino cambio de humor que me asustó, la disposición y ansiedad que mostraba porque echáramos un polvo o que estar entre sus tetas era increíble. Pero me puse duro como una roca en tiempo record. Me hacían gracia los cambios de humor de Melody. Pero de alguna manera los entendía. Ella era la música. Podía pasar de placida y serena a rápida y violenta en dos segundos. No sé por qué, eso me gustaba en ella. Cuando mi miembro estuvo lo suficientemente duro para su gusto se separó de mí y se tumbó en  la cabecera de la cama abierta de piernas y separando su húmedo sexo. Esa silenciosa invitación fue suficiente. Me acerqué a ella gateando con algunas dudas. Cuando estuvimos lo suficientemente cerca no estaba muy seguro de lo que iba a hacer. Es decir… Me iba a follar a la “Música”. Para mí era como si fuera la Virgen María. Como que moralmente era un poco fuerte. Es decir. Tenía a una especie de ente superior en mi cama que me invitaba a pasarlo bien.

-“¡Claro!-empezó mi conciencia- Y si fuera una niña de quince años igual de cachonda invitándote a que te la follaras también lo harías ¿verdad?” Aunque fuera consentido me sonaba a algo que no debía hacer bajo ningún concepto. Sin embargo miré a sus ojos y pude ver aquella mirada bondadosa que tanto me gustaba diciéndome “Adelante”. Y eso me bastó. Y al parecer a mi conciencia también.  Me di cuenta de que Melody era una adulta varias millones de veces mayor que yo (literalmente). Y también que esos temas no le incomodaban para nada. A fin de cuentas… ¿Quién no ponía música a la hora de echar un polvo?

-“En fin: vamos a ello James”-me dije a mi mismo agarrando mi pene y dirigiéndolo hacia el interior de mi querida Melody.

Por un momento creo que morí. Hoy, creo que mi cuerpo no pudo soportar tanto placer y que no supo cómo reaccionar así que creo que como medida de seguridad todos mis sistemas se desconectaron por unos escasos segundos. Cuando “volví” el placer era abrumador. Otra vez pensaba  en que hacía unas horas el que me cogiera la mano me parecía increíble. Y creía que lo mejor que me había pasado era la mamada que me había regalado antes. Entonces ella empezó a moverse poco a poco aumentando el ritmo progresivamente así como el de sus jadeos y el volumen de sus gemidos y gritos. Me costó pillarle el ritmo. En parte porque estaba en shock. El cielo debía ser algo así. Una especie de placer constante que no hacía más que aumentar a niveles sobrehumanos. Y entonces lo entendí. Melody era un ángel, o una valkiria o una shinigami. Mi hora había llegado. Y pretendía darme el mejor polvo de mi vida antes de que la palmara de tanto placer y me llevara a la otra vida. Sí. Quizás ahora suene estúpido pero cuando todos tus receptores sensitivos están fritos de tanto placer como que uno es capaz de decir cualquier tontería sin sentido. Para mi sorpresa conseguí pillarle el ritmo y pronto ella y yo éramos como una maquina bien lubricada. Recalco lo de “lubricada”. Era una maravilla. Era como si su sexo estuviera moldeado para albergar el mío. O que mi polla estuviera hecha para entrar en ella. Yo que sé. El peligro de correrme era inminente. Procuré pensar en otra cosa para durar más pero en esos momentos solo podía pensar en ese momento. Todo lo demás me daba igual. Sorprendentemente el pensar en Melody, sus, envites, sus jadeos y aullidos, su cuerpo sudoroso, el cómo cerraba los ojos de placer y en mi propio placer me ayudaron a durar más. Melody estaba preciosa como siempre. Llegó un momento en el que correrme era inminente. Y esta vez no creía que pudiera apartar a Melody sobre todo porque ella me había atrapado con sus esculturales piernas como un cepo para osos.

Exploté. La mamada de antes no era nada. El semen salía en copiosos y furiosas ráfagas inundando el coño de la que en esos momentos era mi amante. Me costó lo suyo reponerme de aquella liberación. Me sentía genial pero… Insatisfecho. Quería más en un acto consciente o inconsciente Melody se volteó dejándome ver su precioso culo. Lo que se me ocurrió después no hace falta contarlo. Lo siguiente era ingeniármelas para pedirle a una mujer que apenas conocía a ver si me dejaba metérsela por detrás, siendo una práctica que muchas mujeres evitan.  

-¿A qué coño esperas?- soltó de la nada Melody.-Ya te he dejado bien clarito que estoy abierta a ti. Así que métemela por el culo de una vez o haz lo que quieras. Pero no se te ocurra dejarlo ahora.   

Lo normal era que si sabía que mi compañera, no era por llamarlo de alguna manera “mortal” y tenía habilidades como producir música de la nada o cantar con múltiples voces no era de extrañar que pudiera intuir o adivinar mis pensamientos. Pero era nuevo en esos asuntos así que  no terminaba de acostumbrarme. Así que con cuidado cogí mi miembro y lo dirigí a la entrada de su ano. Empecé metiendo la punta poco a poco, pues tenía entendido que forzar los músculos anales demasiado bruscamente dolía horrores. Ahora que lo pensaba ¿no debería haberla preparado antes? ¿Lubricarla? ¿Masajear su recto  hasta que se relajara? Lo mejor sería sacar la punta de ahí y preparar el terreno. Pero Melody parecía tener otros planes y más prisa. Así que dando un suspiro de frustración dio un empujón con sus seductoras caderas y se enfundó mi polla de golpe. Lo siguiente que recuerdo son un montón de estrellas de colores debido a la estrechez y rugosidad de su recto,  palabras ininteligibles por parte de ambos y una corrida no tan copiosa como la anterior pero aun así sorprendente.    

……………………………………………………………………………………………………………………..

Nunca he estado tan cansado. Si creía que Melody se iba a contentar con ese anal que le hice me equivoqué. Aún probamos un montón de posturas y prácticas un tanto perturbadora que de alguna manera, yo conseguía llevar a cabo a pesar de lo cansado que estaba.

Ahora Melody dormía abrazada a mí. Yo no. Tenía mucho en lo que pensar. Amaba a Melody. Es normal que un tío diga eso después de que una mujer le eche el polvo de su vida. Pero me gustaba todo de ella. Era simpática, inteligente, misteriosa, divertida, cariñosa, amable, bondadosa… y estaba como un tren. Eso ayudaba mucho. Antes de que se durmiera le había preguntado si éramos una pareja. Ella dijo que podíamos ser lo que yo quisiera. Lo cual me hacía muy feliz. ¿Tendría casa? ¿Si era así nos iríamos a vivir a la suya o la mía? ¿O a una diferente? ¿Quizá era un poco precipitado vivir juntos? ¿Le gustarían los paseos por el parque y esas cosas? ¿Tendría que regalarle flores y tal? No ganaba mucho con mi curro de mierda. Hablando de mí curro de mierda. Creo que iba a mandar al señor Dalton (el imbécil de mi jefe) a la mierda. Por robarme varios años de mi vida y joder a todo el mundo. Quizá podría demandarle por acoso o condiciones de trabajo abusivas. En eso el tío estaba servido de ese tipo de asuntos. Si ganaba podría sacarle un buen pellizco. Ya encontraría otro trabajo. Melody era la música. Quizá podríamos montarnos algo entre los dos. Me había corrido mucho dentro de ella. ¿Y si la dejaba embarazada? Se lo comenté pero ella dijo que estaba bien. ¿Tomaría la píldora? No estaba seguro de sí estaba listo para ser padre. Pero Melody con barrigón… ¡Dios que sexy estaría! También le había entrado muy fácil por detrás. ¿Le habrían dado otras veces? ¿Habría tenido más amantes? ¿Estaría un rato conmigo y se iría? ¿O esta era solo una de las muchas versiones de la música que había venido para estar conmigo? ¿Y cómo estaría Melody vestida de blanco? Sabía que no iba a encontrar a nadie como ella. Quizá debería casarme con ella. O igual me precipitaba de nuevo. En fin. Esas cuestiones podían esperar. De momento tenía al amor de mi vida durmiendo a mi lado y eso de por sí era perfecto. Me dispuse a dormir pero entonces algo me despertó. Lo oía perfectamente. Era “Can’t Help Falling in Love” de Elvis. Pero no era Elvis. Cantaba una mujer. Y era el sonido más precioso que había oído nunca. Era como si me llegara al alma. Cualquiera que oyera esa voz podía tener por seguro que nada le pasaría y que todo iría bien. No era ninguno de mis discos. Los conocía todos. ¡Todos! Tenía que ser la radio. Tenía que saber quién era aquella intérprete para ver si podía volver a disfrutar de ella. Pero la radio estaba apagada. Y el sonido venía de muy cerca. Y entonces averigüé la fuente de tal prodigio. Era Melody. Estaba cantando en sueños. Pero no con cualquier voz. Aquella era SU voz. La voz de la Música. El sonido más bello del mundo y la fuente de toda belleza acusica. Si ya estaba enamorado de ella ese momento fue decisivo para quererla con locura. Así que me incliné sobre ella la besé con dulzura en la frente y le susurré:

-Buenas noches, mi musa y mi vida.

-“¡Que cursi eres a veces James Wanderer!”- me reproché a mí mismo antes de caer dormido con el amor de mi vida a mi lado.

 

 FIN.

2 comentarios en “Relato erótico: “MELODY” (PUBLICADO POR MALEANTE)”

  1. Sin palabras. Soberbio, genial, y miles de calificativos positivos más. Me encantó. Escribís impresionante. Mis reverencias.

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