Relato ficticio pero que podría ser real porque está basado en informes periodísticos y páginas webs que incluyo. Curioseando por la red, entro en contacto con una dulce jovencita sin saber que con ese sencillo acto, mi vida cambiaría para siempre.

Todo comenzó un día como cualquier otro. Estaba desayunando en un bar cuando como leí en el periódico El Mundo un artículo sobre el tráfico de mujeres donde el periodista contaba su experiencia. Queriendo averiguar si realmente existía la posibilidad de comprarse una mujer por internet, el director le autorizó a intentarlo y aunque parezca imposible, consiguió adquirir como “esposa” a una preciosa jovencita por mil quinientos euros.
Para dar mayor credibilidad a lo sucedido, el autor incluyó unas estadísticas que revelaban que más de 150.000 occidentales habían conseguido “novia” por este sistema en los últimos tres años. Como no podía ser de otra forma, terminó alertando que la mayoría de esos matrimonios terminaban en fracaso.
Quizá esa noticia me hubiera pasado desapercibida pero os confieso que por aquel entonces llevaba casi un año sin relaciones sexuales desde que mi mujer me abandonó por otro. Por ello, quedó grabada en mi cerebro y esa noche, decidí curiosear un poco en internet.
Mi sorpresa fue encontrarme no una sino cientos de webs dedicadas a conseguir novias por internet. La gran mayoría prometían rusas o eslavas pero mi idea era otra: “me gustaban las asiáticas”.
En mi mente, las europeas del este seguirían siendo europeas con todo lo que lleva. La cercanía cultural lejos de ser un punto a favor era un inconveniente.
«Al principio se comportaran bien pero en cuanto se acostumbren al país serán como las españolas», pensé recordando los cuernos con los que mi ex me había regalado.
En cambio, me parecía un sueño la sumisión que observaba en la china del “Todo a cien” de la esquina. Callada y discreta no alzaba la voz cuando el marido le ordenaba algo en ese bazar.
«Eso quiero para mí», sentencié descartando a las de origen europeo.
Concentrándome en las de origen asiático, llegué a una serie de páginas donde por dos o tres mil euros te aseguran una de estas novias. Tras analizarlas, el miedo a que fuera una estafa me contuvo pero seguí investigando. Estaba a punto de claudicar cuando de improviso me topé con una web donde ofrecían un extenso surtido de supuestas jóvenes a las cuales podrías acceder por la módica suma de ¡Quince euros!
«¡No es posible!», me dije viendo una nueva trampa en ello.
El poco dinero que arriesgaría me indujo a probar y tras leer la letra pequeña, comprendí que la página web solo se obligaba a ponerte en contacto con la candidata elegida y nada más.
«Es solo un servicio de citas como otros tantos», decepcionado asumí pero justo cuando estaba a punto de claudicar, me fijé en una jovencita de veinte años que era un primor.
Por sus fotos, la chavala en cuestión era impresionante pero lo que realmente me intrigó fue la descripción que supuestamente hacía de ella:
“Me llamo Kim-ly y busco un marido mayor de cuarenta años que me dé estabilidad. Soy de una familia campesina y como la segunda de cinco hermanas, si no consigo un hombre que se case conmigo, mi destino será trabajar en alguno de los restaurantes de mi ciudad”.
No tuve que ser un genio para comprender que el tipo de local a los que se refería nada tenía que ver con lo que se entiende en España con ello y que la realidad debía ser más dura.

Olvidando el tema, esa tarde salí de copas con unos amigos. Cómo tantas veces, la noche resultó un desastre y después de gastarme ciento cincuenta euros en cenar y en bebidas, volví a casa solo y cabreado porque las dos mujeres a las que entré me mandaron con viento fresco.
Ya en la soledad de mi cuarto, recordé la publicidad de esa web:
“¿Cansado de mujeres occidentales que no te dedican el tiempo que te mereces y sólo se interesan por tu dinero?. La solución está en Asia, donde una esposa dulce, fiel, cariñosa y entregada al hogar será tuya por poco”.
Os parecerá perverso pero os confieso que mientras intentaba dormir, hice cálculos de cuanto me gastaba anualmente buscando infructuosamente novia entre las barras de los tugurios y me quedé acojonado al darme cuenta que en el último año, me había pulido más de tres mil euros.
«Si resulta ser verdad, me lo ahorraría en seis meses», cavilé esperanzado mientras llevaba la mano hasta mi pene y me ponía a soñar con esa preciosa vietnamita de internet…

Kim-ly o mejor dicho su padre contesta a mi reclamo.
A la mañana siguiente, me sorprendió encontrar en mi correo un email de Kim-ly. Impactado, lo abrí de inmediato y medio desilusionado descubrí que no era de ella sino del que decía ser su padre.
En él y con el pésimo español del traductor de google, ese tipo quería averiguar cuáles eran mis intenciones con su hija ya que estaba preocupado. Por lo visto la muchacha había llegado a casa diciendo que la agencia matrimonial le había conseguido un novio y como su progenitor, me pedía que le confirmara que no era miembro de una organización de trata de blancas.
«Tendrá caradura, menudo timo», sonreí al leerlo y contestando en plan de guasa ese mensaje, le expliqué que era un español de cuarenta y cinco años que buscaba una mujer dócil con la que compartir vida y cama. Asumiendo que era todo mentira, proseguí diciendo que nunca la vendería pero que sería un marido exigente que no permitiría que me levantara la voz y que a cambio, le daría una vida acomodada y mucho placer.
Tras lo cual, envié la contestación.
«Ningún padre aceptaría que su hija se fuera con un tipo así», me reí esperando que en el siguiente email la estafa quedara clara.
Lo que nunca me preví fue que a las dos horas, el supuesto ascendiente de mi “conquista” me preguntara vía web donde viviría su hija y si pensaba darle descendencia.
Obviando cualquier dato personal, respondí que en su niña viviría en Madrid y respecto a los hijos, escribí:
-Tendremos todos los que nos dé Buda, pero le anticipo que soy un hombre tradicional y mi idea es tenerla permanentemente preñada.
«¡Qué bruto soy!», exclamé mentalmente mientras le daba a enviar.
No llevaba ni diez minutos enfrente del ordenador cuando Loan, ese era su nombre, respondió a mi misiva diciendo:
-Me alegra saber que el pretendiente de mi hija piensa parecido a mí, nunca aceptaría tener un yerno que no supiera cual es el lugar de una mujer honesta.
Todo me parecía grotesco porque según parecía el machismo inherente a mis escritos lo había tranquilizado. Para colmo de cinismo, ese viejo se permitió el lujo de acabar dándome autorización para contactar con su hija anexando un email.
«Esto debe ser un robo», concluí tras leerlo pero como no tenía nada que perder, escribí un mensaje a esa “teórica” belleza donde le describía mi casa, la vida que llevaba y mis atributos. Dando especial énfasis a esto último porque por lo que había leído los asiáticos solían calzar escaso.
«A ver que contesta», sonreí convencido que en la siguiente comunicación me pediría dinero.
No pensando que contestaría esa misma tarde y aprovechando que era sábado, me fui a un bar a tomarme unas cañas. De forma que no fue hasta la hora de cenar cuando comprobé que Kim-ly me había contestado.
Curiosamente en la comunicación, la vietnamita no hacía referencia alguna a ningún aspecto monetario y tras una descripción de su país, me decía que estaba encantada con ser mi novia y con la perspectiva de salir de su ciudad para venir a Europa pero lo que realmente me hizo gracia fue que al final de su mensaje, la cría me informaba que tenía miedo de no ser capaz de satisfacer a un hombre con semejante miembro, diciendo:
-Respecto a sus medidas, he preguntado a mi madre y se ha reído al compararlas con las de mi padre. Según ella, son más de le doble de las de él. ¿Creé que mi cuerpo podrá soportarlo? Y de ser así, ¿no me hará mucho daño?
Que hablara de esa forma del tema, me confirmó que era un fraude y por eso, siguiendo la corriente, le contesté:
-Te dolerá al principio pero en cuanto te acostumbres, el placer que obtendrás será inmenso- y cachondeándome de ella, le pregunté: ¿Te apetece una foto para que veas que es verdad y que no miento?
No habían pasado cinco minutos, cuando vi que me había contestado:
-Mi madre me ha dicho que la mande. Quiere saber que algo así existe.
La respuesta me hizo soltar una carcajada y muerto de risa, me empecé a pajear con una revista porno. Cuando mi verga alcanzó la longitud deseada, cogí una regla y poniéndola a su lado, la fotografié para acto seguido escribir en mi ordenador:
-16 cm de placer obtendrás cuando seas mía.
«Tengo que reconocer que se trabajan este negocio», me dije una vez mandado.
Kim-ly debía estar frente a su computadora porque al poco rato, recibí su respuesta:
-Mama está impresionada. Dice que con semejante ayuda, me hará muy feliz.
Mi sorpresa se incrementó al abrir un archivo adjunto con una fotografía de una señora mayor y de mi “novia” riendo ante una impresión tamaño natural de mi verga. La constatación que al menos esa cría existía y que no era un oscuro defraudador me puso verraco y queriendo alagar a ambas, le mandé un piropo donde les decía que comprendía que fuera tan bella teniendo una madre así.
Como si estuviésemos chateando, Kim-ly me dio las gracias en su nombre y en el de su vieja, tras lo cual me pidió una foto mía. No viendo ningún peligro en ello, anexé una imagen mía de cuerpo entero que me había tomado ese verano en la Manga.
La muchachita tardó unos minutos en contestar pero cuando lo hizo, me quedé gratamente sorprendido porque me mandaba una de ella en bikini que no admitía fraude al llevar en su mano la que yo le había enviado.
«Existe y está buenísima», pensé al admirar las bellas formas con las que Buda la había dotado.
A vosotros os reconozco que puse especial interés en sus pequeños pero apetitosos pechos y en ese culito con forma de corazón que me hizo suspirar. Sabiendo que era parte de un timo, aun así no pude dejar de imaginarme que al final fuera verdad y que de pronto me encontrara sin quererlo con una princesa oriental como mujer.
Por ello ya increíblemente excitado, le pregunté directamente cuanto tendría que pagar para que su familia aceptara que se viniera conmigo.
Su contestación me dejó perplejo:
-Nada hasta el día de nuestra boda. Antes mis padres quieren conocerle para estar seguros a quien me van a confiar de por vida- tras lo cual, escribió: -Habiendo aceptado, lo usual es que el novio pague una dote de veinticinco millones de dongs.
Nada más leer esa cifra, me escandalicé por lo elevada que parecía pero al buscarlo en internet, me resultó ridícula al verla traducida a algo que conocía:
«¡Son apenas mil euros!».
Suponiendo que fuera verdad, equivalía a menos de siete salidas como las de la noche anterior. Sin llegármelo a creer, busqué cuanto costaba un viaje desde Madrid a Tuyên Quang, la capital más cercana al pueblo donde vivía. El problema que me encontré fue que no había un vuelo directo por lo que tuve que hacer un cálculo aproximado y en edreams.com, encontré que por menos de novecientos euros llegaría hasta Hanoi la capital. De allí a su aldea que estaba a ciento treinta kilómetros era un trayecto de tres horas por lo que a números rápidos calculé que serían unos mil cien.
Para entonces, mi cerebro iba a toda velocidad. Mil cien de mi viaje, más mil de la dote, más mil de su venida a España: ¡Kim-ly me saldría en unos tres mil euros!
La cantidad siendo importante me la podía permitir y a pesar del riesgo que todo resultara una estafa, decidí seguir adelante y sin pensármelo dos veces, le pregunté cuándo podrían sus viejos recibirme. La cría se vio sorprendida por mi rápida respuesta y como me confirmaría después en otro email, tuvo que localizar a su padre para que fuera el cabeza de familia quien respondiera.
No fue hasta el día siguiente cuando recibí la réplica:
-Mis padres estarían honrados en recibirle en quince días.
Os parecerá una locura pero, olvidando cualquier tipo de prudencia, confirmé el vuelo y la contesté de inmediato con mi fecha de llegada.
-Con esperanza, mi familia le estará esperando- contestó para mandarme las señas de su casa a continuación…

Parecerá grotesco pero una vez tomada esa decisión, la espera me resultó una eternidad. Todos los días llegaba del trabajo y me conectaba a chatear con mi novia, sin saber si a la vuelta de mi viaje vendía casado o solamente con tres mil euros menos en mi cuenta corriente.
«Si todo resulta un fraude, al menos conoceré ese país», me repetía continuamente intentando darme una confianza que no tenía.
Por si era verdad, contacté con la embajada Vietnamita en Madrid y al enterarme que para casarme en ese país con una de sus ciudadanas me exigían tener residencia, se me cayó el alma a los pies. Al comentárselo, mi novia se quedó preocupada pero tras preguntarlo al juez de paz de su ciudad, me escribió más tranquila:
-El funcionario estaría dispuesto a hacer la vista gorda por cien euros.
Cómo ese monto no era desorbitado, acepté y seguí con los preparativos. Aun así me gasté otros doscientos en un certificado médico prenupcial que exigían las autoridades de ese país y demás papeles. De manera que el día que me despedí de mis compañeros de oficina porque me iba de vacaciones, ya llevaba gastados entre pitos y flautas cerca de mil trescientos.
Reconozco que al montarme en el avión, estaba nervioso y por eso cuando mi vecino de asiento me dio conversación, vi en ello una manera de evitar el miedo que me daba el despegue. La casualidad quiso que ese tipo fuera un agente de ventas acostumbrado a esa cultura y que iba a ese lejano país a cerrar un trato con el gobierno.
Al saber que se desenvolvía con soltura en Vietnam, le conté el propósito de mi viaje. Manuel escuchó muerto de risa mi historia y al terminar, me soltó:
-Eso no me lo pierdo. Aprovechando que llegamos el viernes y que no puedo hacer nada hasta el lunes, ¿te importaría que te acompañara?
En un principio creí que iba de coña pero al llamar a la azafata y pedirle una botella de champagne, comprendí que lo decía en serio y sabiendo que me vendría bien su ayuda para que no me timaran, decidí aceptar su oferta.
Las siguientes quince horas nos hicimos amigos por lo que al llegar a Hanoi ya no tenía ninguna duda que ese desconocido iba a ir conmigo hasta esa remota aldea. Viendo que hablaba vietnamita, dejé que él negociara el taxi que nos llevaría hasta nuestro destino y reconozco que lo hizo bien porque cerró el trato por una miseria.
Ya en el coche, Manuel me reconoció que muchas veces había estado tentado de hacer lo que yo pero que nunca se había atrevido. La pícara expresión de su cara me hizo gracia y por ello, no pude dejar de preguntar:
-¿Por qué no aprovechas? Tengo entendido que Kim-ly tiene otras cuatro hermanas. ¡A lo mejor nos hacen precio especial!
Os juro que lo había dicho de broma pero el otro cuarentón se lo tomó como una oferta en firme y tras pensarlo detenidamente durante diez minutos, me dijo:
-¡Hagámoslo! Si es verdad que esas niñas existen, elegiré una para mí- tras lo cual pidió al taxista que parara en una tienda donde comprar una botella de whisky.
-¿Y eso?- pregunté
Descojonado, contestó:
-Pensemos en positivo. Como a estas horas, mañana estaremos casados. ¡Esta noche es nuestra despedida de solteros!…
Mi última juerga de soltero.
Al llegar a la ciudad de Tuyên Quang, nos hospedamos en el mejor hotel y nos fuimos de copas. Mi acompañante, que conocía a la perfección la vida nocturna de ese país, fue mi guía y tras cenar en un restaurante, entramos en un tugurio. Nuestra presencia causó alboroto y en menos de un minuto, cada uno tenía una preciosa vietnamita posada en sus muslos. Acababa de dar un beso a la mía cuando con una sonrisa, Manuel me advirtió:
-En Asia hay que tener cuidado que no te den gato por liebre.
-No entiendo- contesté.
Fue entonces cuando, ante mi escándalo, metió sus dedos bajo el tanga que llevaba la muchacha que acababa yo de besar y sacó de su interior un pene pequeño y flácido.
-Ves a lo que me refiero. Estas dos son travestis- y recalcando sus palabras por si no había entendido, dijo:- Aquí les llaman Ladyboys.
Para entonces me había levantado furioso, tirando a la zorra de mis rodillas y confieso que si en ese momento mi amigo no me hubiera calmado, quizás hubiese pegado una hostia al pobre muchacho caído en el suelo.
Destornillado de risa, Manuel levantó al crio y llamando al jefe del local, le pidió que nos mandara dos mujeres.
-Aquí se acepta la homosexualidad como algo normal- comentó y dando un sorbo a su bebida esperó la llegada de las putas.
Os juro que estaba alucinado por la tranquilidad con la que se había tomado el tema cuando de pronto, llegó a nuestra mesa una anciana de aspecto respetable y nos preguntó, en un perfecto inglés, qué era lo que queríamos exactamente.
Sin perder la calma, Manuel me preguntó:
-¿De qué edad te gustan?
Impresionado comprendí que la celestina había asumido que íbamos en busca de menores de edad y por ello, muy mosqueado, le contesté:
-¡Que sean mayores!
La carcajada de mi acompañante al oír mi respuesta, me dejó helado:
-Por mayores… ¿te refieres?
Ya cabreado contesté:
-¡Qué tengan al menos veinte años!
Sin parar de reír, habló con la vieja y llegó a un trato. Al terminar, me miró diciendo:
-Como no puedo estar seguro de su edad, he pensado que dejemos los polvos para mañana y esta noche hacer algo diferente…
Su enigmática respuesta me dejó paralizado hasta que Manuel advirtiendo mi mosqueo, contestó:
-He pedido uno de los famosos masajes asiáticos para los dos
No tuve que ser un genio para asumir que tendrían “final feliz” y aceptando su consejo, lo acompañé por el pasillo hasta que la señora nos dio una habitación para cada uno. Os confieso que no me hizo gracia separarme de Manuel y por eso los cinco minutos que tardó la teórica masajista en llegar me resultaron eternos.
Mis reparos desaparecieron de inmediato, al ver entrar a una diosa oriental de apenas uno cincuenta.
«¡Menudo bombón!», pensé más que satisfecho por su belleza.
La recién llegada era tan impresionante que todas las células de mi cuerpo se alborotaron cuando por señas me pidió que me desnudara.
«¡Cómo está la chiquilla!», exclamé en mi mente al recorrer con mi mirada ese pequeño pero suculento cuerpo que el destino había puesto a mi alcance.
«Tiene un culo de fantasía», me dije mientras me desprendía de la ropa.
Pero fue cuando únicamente tapado por una toalla, esa mujercita se acercó a mí cuando vi un extraño parecido en ella con mi futura esposa. Asumiendo que todas las vietnamitas me parecían iguales, me relajé al sentir sus delicadas manos acariciando mi pecho.
«¡Qué gozada!», mascullé entre dientes cuando incrementó la presión de sus palmas sobre mis músculos dotando a sus movimientos de una profesionalidad no exenta de erotismo.
Mi pene que hasta entonces se había mantenido en letargo, se fue despertando poco a poco siguiendo el ritmo de sus caricias y por eso no pude evitar que una brutal erección naciera entre mis piernas.
-Me estás poniendo bruto- susurré a la oriental ya verraco.
La cría sonrió al oírme y como si me hubiese entendido, retiró la toalla dejando mi tallo al descubierto. Poco acostumbrada a los occidentales, su cara reflejó sorpresa al admirar mi tamaño.
-Umm- gimió descaradamente y sacando un bote con aceite, lo fue embadurnando mientras sonreía.
Como habréis supuesto, dejé que esa morenita me empezara a masturbar. Curiosamente, su expresión al principio impávida fue cambiando al irme pajeando e incluso creí notar que a la muchacha se le estaban poniendo duros los pezones.
-Vas a conseguir que me corra- murmuré entusiasmado.
Sin aviso previo, la masajista dejó caer su vestido y completamente desnuda, se dedicó a untar con el aceite su cuerpo. Con su piel bien untada, se subió encima de mí y comenzó a restregar su diminuta anatomía contra la mía mientras comenzaba a gemir calladamente. Asumiendo que esos gemidos eran parte de su papel de puta, no por ello pude evitar excitarme. Pero lo que realmente me terminó de calentar fue cuando la chavala aprovechó que estaba boca arriba para acoger mi verga entre sus muslos.
«¡Tiene el coño empapado!», medité extrañado al comprobar la facilidad con la que se deslizaba mi tallo por los pliegues de esa oriental.
La constatación de su fogosidad incrementó mi calentura y llevando mis manos hasta su culo, forcé el roce de su sexo contra el mío mientras me quedaba admirado por la dureza de sus nalgas.
-Umm- suspiró poseída por un inhabitual ardor en alguien de su profesión al sentir el tamaño del pene que tenía en su entrepierna.
Para entonces el teórico masaje se había convertido en una danza de apareamiento. Aún sabiendo que era de pago, me resultó super erótico ver a esa mujer alzar su cuerpo con sus pitones bien duros, tras lo cual y con una sonrisa en los labios, irse empalando lentamente en mi polla. Centímetro a centímetro observé como iba desapareciendo dentro de su coño mientras la cría hacía verdaderos esfuerzos para no correrse.
-No creo que te quepa- dije a sabiendas que no me iba a entender- eres demasiado pequeña.
Supuse que no iba a conseguirlo porque cuando apenas llevaba la mitad de mi verga, noté que mi glande chocaba con la pared de su vagina pero me equivoqué. La oriental, al ver su minúsculo conducto abarrotado con el miembro de su cliente, se transformó y dejándose caer de golpe sobre mi verga, comenzó a cabalgar sobre mí a pesar del dolor que se reflejaba en su cara.
-¡Mira que eres bruta!- exclamé descojonado al comprobar que el sufrimiento azuzaba su lujuria y que con mayor énfasis, buscaba su placer.
El entusiasmo con el que se empalaba era a todas luces exagerado y atónito, fui testigo de cómo su sufrimiento se iba convirtiendo en gozo mientras sus pequeños pechos se bambaleaban arriba y abajo siguiendo el ritmo de su galope.
-Ahhh- chilló en un momento dado al notar que se avecinaba el orgasmo y meneando su melena negra aceleró el asalto.
El manantial de cálido flujo que de improviso brotó de su coño me alertó de la cercanía de su placer. Cogiéndola de las caderas, ahondé en la profundidad de mis penetraciones. Elevando y bajando su cuerpo, experimenté una y otra vez el modo en que mi verga chocaba contra los límites de su vagina mientras esa muchacha no paraba de berrear.
-¿Te gusta verdad puta?- susurré en su oído al tiempo que usando los dientes le daba un suave mordisco.
Increíblemente, ese bocado provocó que su cuerpo colapsara sobre mí y aullando como desesperada, se corrió sin dejar de machacar su interior con mi pene. La entrega de esa fulana y la humedad que manaba de su sexo espolearon mi excitación.
-¡Eres increíble!- grité ya poseído por la pasión y cogiendo a esa cría la puse a cuatro patas sobre la camilla para acto seguido volver a embutir mi miembro en su coño.
La rudeza con la que la penetré la hizo aullar pero lejos de tratarse de zafar de ese castigo, la muchacha recibió con alborozo el nuevo ataque y mirándome a los ojos, me rogó en silencio que la tomara. La nueva postura me permitió experimentar con mayor rotundidad el estrecho conducto que poseía esa mujer y estimulado por ello, moví mis caderas dando inicio a ese definitivo asalto.
Los chillidos que brotaron de su garganta cada vez que mi verga campeaba dentro de ella, me incitaron a acelerar mis movimientos. El nuevo compás con el que follé a esa criatura, inutilizó todas sus defensas y casi llorando, se corrió reiteradamente mientras sus ojos parecían salirse de sus orbitas.
-Para ser una puta, se nota que estás disfrutando- le solté ya convencido que por alguna causa esa joven estaba excitada en exceso y que a pesar de su profesión era clara su calentura.
Quizás por eso, me permití lanzar un sonoro azote sobre sus nalgas. La oriental al sentir esa ruda caricia, se volvió loca y trastornada de placer se dejó caer sobre las sábanas, al tiempo que me pedía mediante gestos que siguiera azuzándola de esa forma. Ni que decir tiene que la complací y descargando una serie de mandobles sobre sus cachetes, marqué con ellos el ritmo de mis penetraciones.
El profuso manantial que brotaba de su interior no podía ser simulado y asumiendo que esa zorrita estaba gozando, acrecenté más si cabe la velocidad de mis incursiones hasta que casi agotado, me dejé llevar y descargué mi semen dentro de ella. Al sentir la explosión de mi verga en su interior, pegó un grito y convirtió su coño en una ordeñadora que no paró de succionar hasta que consiguió extraer hasta la última gota de mis huevos. Entonces y solo entonces, se dio la vuelta y sonriendo me besó en los labios diciéndome adiós en un rudimentario español. Mientras la observaba marchar, deseé que fuera ella en vez de Kim-Ly con quien al día siguiente me casara…
Conozco a la familia de mi novia.
Saliendo de ese tugurio, Manuel me comentó que estaba cansado y me pidió volver al hotel. Satisfecho después de estar con la putilla, no puse impedimento alguno y por eso debían ser cerca de la dos de la mañana cuando caí rendido en la cama.
A la mañana siguiente, nos despertamos cerca de la diez y poniéndonos guapos, fuimos a visitar a mi futura esposa y a su familia. Mi recién estrenado amigo nuevamente fue el encargado de conseguir un taxista que nos llevar hasta la aldea donde nos esperaban y aunque os parezca imposible tardamos cerca de una hora en recorrer los veinte kilómetros que nos separaban de ella.
Una vez allí, no tuvimos dificultad en encontrar la humilde morada de esa mujer pero no por ello, no nos sorprendió descubrir que eran cerca de cincuenta personas las que nos esperaban en su puerta.
-Ha venido todo el pueblo- comentó Manuel muerto de risa.
No me costó reconocer a la madre y por ello supuse que el tipo que tenía a su lado era su marido. Al comprobar que era un viejo extremadamente bajo, reí entre dientes al recordar la sorpresa de esa señora cuando supo de mis dimensiones.
-Nuestro futuro suegro es un enano- murmuró mi conocido en plan de guasa.
El tipo en cuestión se acercó a nosotros llevando a su lado a un joven que resultó ser un intérprete, cosa que agradecí porque así al saludarnos en inglés, pude comprender lo que se decía. Lo primero que hizo el viejo fue agradecernos la visita y llamando a su mujer nos la presentó para acto seguido hacernos pasar al interior de la casa.
La pobreza de la estancia a la que entramos me recordó la naturaleza del acuerdo que me había llevado hasta allí y buscando a mi supuesta novia recorrí los rostros de los presentes. Cuando ya casi había terminado, reconocí en un rincón el rostro de la mujer con la que me había acostado la noche anterior.
«Es la putilla de ayer», pensé.
Al sonreírla, noté que sus mejillas se teñían de rojo al saberse descubierta y no queriendo incomodarla en exceso, decidí hacer como si no la conociera.
Mientras tanto, Manuel estaba comentando al patriarca lo felices que estábamos de hallarnos en su presencia y entrando directamente al trapo, le explicó que éramos dos los interesados en conseguir esposa. Al anciano se le iluminó la cara al escuchar que quizás iba a doblar su dinero y pegando un grito, llamó a sus hijas.
Una tras otra, vimos desfilar a cuatro crías realmente bonitas entre las cuales reconocí a mi futura. Kim-Ly era en persona una cría preciosa pero carente de la sensualidad de la que permanecía escondida en una esquina. Os reconozco que estaba desilusionado pero entonces el vietnamita pegó otro grito y ante mi sorpresa vi que saliendo de su escondite, se levantaba y con paso temeroso se ponía en la fila.
«¡Es su hermana!», no tuve que ser un genio para adivinar.
La chavala, aterrorizada porque la descubriera frente a toda su familia, era incapaz de levantar su mirada. Su padre al darse cuenta, con otro berrido, la ordenó que nos mirara. Las lágrimas que recorrían su rostro fueron la demostración clara que estaba abochornada.
Manuel que curiosamente se había quedado prendado de Kim-Ly, no fue consciente de la belleza que se estaba perdiendo y llevándome a un lado, con toda la geta del mundo, me preguntó si me importaba que él se quedara con la que estaba reservada para mí.
Haciéndome el enfadado pero interesado por la oferta en mi interior, le contesté que primero negociara con el padre cuanto nos costaría agenciarnos a dos en vez de a una. El vejete fue tasando a sus hijas al mismo precio que habíamos acordado pero al llegar a la que realmente me interesaba redujo el precio a la mitad.
«¿Por qué la valorará tan bajo?», me pregunté y acercándome a mi amigo, le insistí en que lo averiguara.
La respuesta de su viejo me escandalizó al oírla de los labios del intérprete. Por lo visto Tién, ese era el nombre de la susodicha, había manchado el honor de la familia. Como conocía o creía conocer la razón, no pregunté más y negociando con Manuel, le dije:
-Si quieres quedarte con Kim-Ly tendrás que hacerme una oferta.
A mi amigo se le abrieron los ojos y sabiendo que le iba a costar un esfuerzo el conseguir su capricho, contestó:
-Si accedes, pagaría yo todo el gasto de la boda y tú únicamente la dote.
Viendo que estaba encoñado con Kim-Ly y que esta parecía gustarle mi amigo, disimulando mi alegría, discutí con él hasta que Manuel accedió en hacerse cargo incluso de la dote cuando le comenté quien era mi elegida.
-Estás loco- contestó cerrando el acuerdo con un apretón de manos.
Tras lo cual, explicó al intérprete nuestra decisión. Cuando el joven se la trasladó al padre de las muchachas, este intentó que cambiáramos de opinión rebajando el precio de una de las más pequeñas mientras Tién me miraba alucinada. La esperanza con la que recibió que yo estuviera interesada en ella, se trasmutó en terror al oír que su viejo prefería desprenderse de otra de sus hermanas.
-Quiero a Tién- insistí a mi amigo.
El anciano al ver mi insistencia, dijo algo en voz baja al intérprete. Por su cara, comprendí que era algo grave y por eso esperé con preocupación su traducción:
-El señor quiere hacerle saber que la hija que ha elegido le desobedeció yendo a la escuela a escondidas.
Al escuchar los reparos del padre, no pude más que soltar una carcajada y reiterando mi interés por ella, le pedí que trasladara al padre mis palabras:
-No se preocupe, sabré atar en corto a esta fierecilla.
Su viejo ya satisfecho al haberme avisado, obligó a la muchacha a acercarse a mí y poniendo mi mano en su cintura, me contestó:
-Si le desobedece, ¡no dude en castigarla!
Estaba a punto de responder cuando interviniendo por primera vez, Tién se me anticipó, diciendo mientras una enorme sonrisa iluminaba su cara en un perfecto inglés.
-Mi marido nunca tendrá queja de mí.
Que tuviera forma de comunicarme directamente con ella, me alegró y acercándome a ella, susurré en su oído:
-Menuda sorpresa encontrarte aquí.
Mi nueva prometida se sonrojó y totalmente colorada, me contestó:
-Yo sí sabía quién eras.
Su lacónica respuesta me sorprendió porque con ella me estaba informando que se había acostado conmigo a sabiendas que se suponía que iba a ser su cuñado. Intrigado quise el motivo y ella muy nerviosa me contestó:
-No quería que la primera vez que vieras a mi hermana fuera en ese lugar.
-¿Kim-Ly estaba ahí?- pregunté.
Fue entonces cuando Tién se dio cuenta que había metido la pata y totalmente abochornada, me respondió:
-Creía que tu amigo se lo había contado. Anoche Kim estuvo con él.
Aunque me podía haber sentido indignado, reconozco que me hizo gracia saber que la razón por la que Manuel había insistido en elegir a esa chavala era porque ya la había probado.
«Le ha pasado lo mismo que a mí. Impresionado por su forma de follar, decidió quedársela para él», sentencié en absoluto molesto y no queriendo delatar ante su gente a qué se dedicaban las dos, me quedé callado.
Tién malinterpretó mi silencio y con lágrimas en los ojos, me dijo en voz baja:
-Por favor, cásate conmigo. Te juro que si me llevas contigo, nunca te arrepentirás.
La desesperación que leí en su cara me enterneció y acariciando su mejilla, la tranquilicé diciendo:
-No te preocupes, mi decisión no ha cambiado pero ¿te importa que te haga una pregunta?
Ante eso, la cría me dijo qué era lo que quería saber.
-Ayer, ¿te corriste o fingiste que lo hacías?
Muerta de risa, me contestó:
-¡Disfruté como una loca!…

Lo prometido es deuda, os anexo los links que me dieron la idea.
Link de la noticia: (Cómo compré una esposa)
http://www.elmundo.es/cronica/2002/354/1027952545.html
http://www.elcomercio.es/20100109/sociedad/como-comprar-mujer-euros-20100109.html
Links a agencias matrimoniales orientales.
http://www.qq-99.com/en/vietnam.php
http://www.rosebrides.com/chinese-brides.html
http://www.jnvietbride.com.sg/main.php

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