Durante el resto del día, Ivette comenzó a enseñar a Silvia el contenido de los paquetes que había traído el mensajero… Era ropa, mucha ropa.
La ropa que había elegido Ivette para sustituir a la que había desechado era ropa propia de una puta. Minifaldas cortísimas, shorts ajustados, blusas con un escote de vertigo, vestidos minúsculos, medias de rejilla, de encahe, ligueros, tangas y sujetadores de copa baja.  Toda la ropa estaba pensada para que el cuerpo de Silvia se mostrase lo más sexy posible, y para que no dejase mucho a la imaginación.
También había otras cosas… Había ropa interior que parecía sacada de una aventura sadomasoquista. Esos conjuntos estaban repletos de anillas, correas, cuero y grilletes… Aún después de la seseión de sexo que había tenido comenzó a ponerse cachonda…
Silvia pasó el resto del día con una sensación de calentura espectacular, así que buscó complacer a su ama en lo más posible para que le brindase un nuevo orgasmo, pero no hubo más.
Cuando terminó el día, Silvia volvió a dormir a los pies de la cama.
El día siguiente comenzó como el anterior, y como comenzaría el resto de los días, con Silvia despertando a su ama con una comida de coño. Silvia no se atrevía a volver a desobedecer a Ivette en nada después del castigo recibido, así que en los siguientes días fué al gimnasio y, tragandose su orgullo y su verguenza realizó todos los ejercicios que le correspondían. Una vez asimiló las miradas de la gente, no le resultó difícil, lo que más le costó fue no correrse. Las bolas chinas hacían estragos en su coño, y la tenían loca de placer.
Al llegar a casa, era obediente en grado sumo, intentando conseguir un orgasmo de su ama, pero en los siguientes días no la recompensó con casi ninguno. En esos días Ivette profundizo en el adiestramiento de la esclava. Seguía enseñandole las posiciones que debía dominar, la enseñaba a comerla correctamente las tetas, el coño y el culo. Cada día, cambiaba el plug anal de Silvia, introduciendo uno cada vez más grande y comenzó a hacer books de fotos de su esclava. Comenzaba vistiendola con uno de los atrevidos conjuntos que le había comprado y que poco a poco se fuese desnudando hasta quedar en el estado deseado por Ivette para esa sesión, ya fuera desnuda, en medias y ligero o con uno de los conjuntos sadomaso que había comprado. Una vez así, hacía que Silvia comenzase a masturbarse, con las manos o con vibradores, se trabajaba el coño y el culo, se metía los vibradores en la boca como si fueran pollas de verdad… Al principio Silvia tenía reparo, unas sesiones después, lo hacía como si fuese lo más natural del mundo. La estaba convirtiendo en una auténtica puta…
En cada comida, Ivette suministraba a Su esclava la infusión. Ésta facilitaba el asimilamiento de las nuevas costumbres. Ahora Silvia realizaba sus tareas sin ningún impedimento.
– Vístete esclava, he dejado la ropa preparada en la habitación. – Dijo Ivette una tarde, antes de cenar.
Silvia subió a la habitación y vió lo que le había preparado, una minifalda cortísima y una blusa medio transparente, con un escote impresionante. El atuendo lo completaban unas medias a medio muslo y unos tacones de 15 cm. La minifalda no llegaba ni siquiera a tapar las medias, parecía una puta, pero Silvia había aprendido a no objetar nada. Se vistió y bajó a reunirse con su ama.
– Te he comprado un complemento para completar tu vestimenta. – Le dijo Ivette, dándole una chapita.
Silvia
ANAL WHORE
Propiedad de XC
Rezaba en la chapita.
– Así quedará claro quién eres zorra. Vamos, Enganchalo a tu collar de perra.
Silvia obedeció.
Salieron y montaron en el coche. La incertidumbre tenía a Silvia empapada, había aprendido perfectamente que si se portaba bien, recibiría recompensa y los orgasmos que Ivette le proporcionaba, eran los mejores que había tenido en su vida. Estaba empezando a adorar a esa joven aunque no se daba cuenta.
Unos minutos después, aparcaron el coche y accedieron a un restaurante un poco apartado. Ivette había reservado un reservado apartado del resto de la gente. Eso alivió un poco a Silvia, pero, cuando llegaron, había alguien más.
Un hombre de unos 50 años, ya estaba sentado a la mesa y saludó a Ivette con afecto. A Silvia le echó una mirada pero no el dirigió ni una palabra…
– Me alegro de verte Ivette, ¿Cómo va todo? – Preguntó el hombre
– Todo va como debe ir, no te preocupes que estará todo preparado a su tiempo. – Contestó el ama
– Me alegro. Fue una buena decisión contactar con vosotros… ¿Esta es tu nueva adquisición?. – Dijo, señalando a Silvia
Entonces apareció el camarero. El hombre pidió su plato e Ivette el suyo, así como la bebida y unos entrantes. Cuando Silvia iba a decir su elección, Ivette la cortó.
– Ella no va a pedir nada, no se preocupe. Muchas gracias.
Silvia se quedó con la palabra en la boca, dándose cuenta de que tenía mucha hambre. ¿Pretendían tenerla sin cenar nada?
Comenzó a observar al hombre que las acompañaba, y entonces se dió cuenta que la había llamado “tu nueva adquisición”… ¿Nueva adquisición? ¿Había más como ella? Nunca lo había imaginado… ¿A cuanta gente había hecho chantaje Mistress Ivette? Le entró un acceso de celos… Creía que era la única, su esclava. El hecho de pensar que podía haber más como ella hizo que sintiese un extraño malestar. Entonces desechó la idea. ¿Cómo podía haber más? Ivette era una simple asistenta, si tuviese a su disposición un montón de esclavas no estaría limpiando casas ajenas… Lo que había hecho con ella había sido un conjunto de casualidades que habían desembocado en la situaciación en  la que estaban ahora mismo, con Silvia siendo la esclava de Mistress Ivette.
Entonces Silvia se dió cuenta que sus acompañantes estaban en completo silencio… La estaban mirando fijamente, como esperando que hiciera algo…
– ¿No me has oído esclava? ¿Quieres que te azote aquí mismo? – La gritó Ivette
– ¿Q-Qué? Perdón Mistress… No…
– Me estás dejando en ridículo delante de nuestro acompañante, ¿Es eso lo que quieres?
– ¡No! Por supuesto que no, Mistress
– ¿Entonces a que esperas? ¡Métete debajo de la mesa y haz que nuestro amigo esté cómodo!
Silvia se quedó paralizada, ¿Ahí en medio? ¿A ese hombre? ¿Cómo podía pedirle eso? Debía ser una broma… No podía ponerse en medio del restaurante a comerle la polla a aquél hombre… Aunque estuviesen en un reservado la gente se daría cuenta… Y entonces, se dió cuenta de que ya estaba de rodillas, se había metido debajo de la mesa sin darse siquiera cuenta… Tenía el paquete del hombre delante de su cara y poco a poco, temblando, comenzó a desabrocharle el cinturón y la cremallera. Una polla totalmente erecta salió disparada de su prisión. ¡Era enorme! Comenzó a acariciarla, primero con las manos, después con la lengua, jugando con su glande, rodeándolo, ensalivando el tremendo aparato que unos segundos después estaría completamente dentro de su boca. Notaba la excitación del hombre, la palpitación de su polla entre sus manos y eso la ponía cachonda. Pensar en la situación en la que estaba, en medio de un restaurante, chupándole la polla a un desconocido por orden de su asistenta…
Se sentía como una puta… no, era más que eso… era una esclava… una puta por lo menos cobraba por su trabajo… ella lo hacía por orden de su ama, no podía oponerse. Ni podía ni quería… No estaba segura de lo que haría si tuviera la posibilidad de volverse atrás…
Comenzó a tragarse hasta el fondo la polla del hombre, por Dios, ¡No sabía ni como se llamaba!
Mientras, en la parte de arriba de la mesa, mientras el hombre disfrutaba del buen hacer de Silvia, mantenía una conversación con Ivette.
– Me alegra oir eso Ivette, sabía que tu corporación daría buenos resultados, pero nunca pensé que lo haría tan rápido y tan eficientemente.
– No te preocupes Arturo, tu sobrina está en las mejores manos. Cuando acabemos con ella será tan sumisa como esta putita. Su resistencia ya se ha roto y esá en pleno proceso de entrenamiento. Aquí donde la ves, no llevo ni dos semanas con esta esclava, y mira como se comporta ya.
– Es estupendo. Cuando murió mi padre los únicos herederos que quedábamos eran esa mocosa y yo. Y no estoy dispuesto a compartir su fortuna con ella.
– Entonces, ¿Querrás quedartela después del entrenamiento o nos la cederás como habíamos acordado?
– Es toda vuestra, como acordamos, sólo quiero una noche con ella, para comprobar sus nuevas habilidades y que sepa que si ahora es una perra y una esclava es gracias a mí, para que me lo agradezca como es debido, jajaja.
– Como quieras, daré la orden y le buscarán acomodo en algún lugar, ya hemos estado sondeando compradores y tenemos algunos interesados.
– Si la estáis enseñando igual de bien que a esta zorra no tendrá problema, ¡Cómo la chupa!
Ivette mostró una sosrisa de orgullo en su rostro, siempre es agradable que alaben tu trabajo.
– ¿De donde la habéis sacado? – Preguntó Arturo. – Si es que se puede preguntar. – Apuntó
Ivette le miró con desconfianza, evaluandole. No le gustaba que le preguntaran sobre su trabajos. Después de unos segundos, decidió que no habría problema en contarle algo de la historia de Silvia. Serviría para ponerle cachondo y esperar con más ganas a la zorrita de su sobrina.
– Su marido. – Comenzó Ivette. – Es un empresario que tenía ciertas… Concesiones con hacienda gracias a un trato con nuestra corporación.
Estuvo lucrandose de él durante muchos años y entonces nos intentó estafar. Y nadie juega con nosotros. Le dimos caza y cuando dimos con él le ofrecimos una salida. Sabíamos que tenía una hermana y una mujer, así que le ofrecimos salvar el cuello si nos entregaba a una de ellas.
No tardó ni 3 segundos en vendernos a su mujer.
– ¿Tan rápido? – Preguntó Arturo.
– Exacto, perece que le tenía más apego a su familia. Unas semanas después habíamos comenzado a prepararlo todo, y ya ves como ha terminado la historia.
El camarero llegó con los platos que habían pedido. Una vez los dejó sobre la mesa, se retiró y les volvió a dejar a solas.
Mientras, bajo la mesa, Silvia seguía con su labor. Le estaba costando muchísimo no llevarse las manos al coño. La mamada que estaba realizando, la situación y la sensación del plug anal en su culo la estaba volviendo loca. Se había acostumbrado hasta tal punto a ellos que ahora se sentía extraña si no tenía el culo relleno.
Entonces, el hombre sujeto su cabeza con una mano y la separó de su polla mientras con la otra comenzaba a masturbarse. Antes de darse cuenta, Silvia estaba recibiendo toda su descarga en la cara. Sintió una extraña sensación de orgullo, de trabajo bien hecho, cuando el hombre se corrió sobre ella.
– Sal de ahí abajo, zorra. – Le espetó el hombre. Silvia obedeció.
Se volvió a sentar en su sitio, esta vez con la cara llena de lefa, mientras los dos comensales la observaban.
– ¿Has visto que guarra estás? ¡Estamos en un lugar con clase!. – Gritó Ivette. Silvia, azorada, agachó la cabeza. – Vamos, preguntale al camarero donde está el servicio para empolvarte la nariz.
Silvia estaba derruida por dentro, ¿Cómo iba a hacer eso? ¿Que pensaría el camarero? ¡La echaría del local!
Sin poder seguir pensando, vió como el camarero se acercaba y temiendo un castigo de su ama le llamo con la mano.
– P-Perdón, ¿Me podría indicar donde está el servicio? Tengo que empolvarme la nariz…
El camarero se quedó perplejo cuando le vió la cara. Titubeante, le señalo el camino.
Silvia se levantó y, medio corriendo, fué a lavarse la cara. Cuando llegó y se vió su imagen en el espejo un escalofrío recorrió su entrepierna. La visión que le devolvía era espectacular. Nunca se había visto así… Siempre había vestido sexy y le había gustado seducir con su cuerpo, pero
 nunca se había vestido tan… zorra como hoy. Los taconazos, las medias, la falda que no dejaba mucho a la imaginación y la blusa, ajustada y medio transparente… y sobre todo su cara. Su cara cubierta con la lefa de aquél hombre desconocido, en el baño de un restaurante, era impresionante.
Cuando se puso delante del grifo para limpiarse, se quedó pensativa y, sin saber muy bien porqué lo hizo, comenzó a recoger la lefa con sus dedos y a llevarselo a la boca. No quería reconocerlo pero se había llevado una pequeña decepción cuando el hombre no se había corrido en su boca…
Y, ahora, metiendose en el papel de esclava, se le ocurrió que esa sería la forma en al que una esclava debería limpiarse. Una vez se había tragado todo, se enjuagó la cara con agua y salió del baño en dirección a la mesa.
Cuando llegó, el camarero seguía de pie junto a la mesa y al verla, se quedó mirándola mientras se sentaba.
– Silvia, desgraciadamente, ni Arturo ni yo hemos traído dinero para pagar la cena. – Dijo Ivette
– Y-yo, no he traido tampoco nada. – COntestó Silvia
– Lo sé. Por eso hemos estado hablando con el camarero. Te ha estado observando y te encuentra muy atractiva. Y no ha podido evitar ver la guisa con la que has ido al baño. Se ha ofrecido a pagarnos la cena si le das el mismo tratamiento que a Arturo.
Silvia se lo tomó mejor de lo que esperaba Ivette. Estaba tan cachonda que pensaba que la única forma de llevarse un orgasmo era si se portaba bien y obedecía en todo.
Ivette quedó gratamente complacida cuando vió que la esclava, sin rechistar, se levantaba de su silla y se ponía de rodillas ante el camarero. La cara de este último era de total asombro. Nunca se había esperado estar en una situación así. Cuando Silvia sacó su polla del pantalón estaba tan dura que parecía que iba a reventar.
Silvia comenzó una mamada lenta y profunda, no se entretuvo con tantos jueguecitos como con la anterior.  El camarero, estaba tan cachondo que no tardó más de un par de minutos en descargar en la cara de Silvia. Ésta, directamente comenzó a recoger el semén vertido en su cara con los dedos y a llevárselo a la boca. Cuando hubo terminado, continuó limpiando con la lengua los restos que quedaban en la polla del hombre.
– Espero que esto sea suficiente para pagar la cena. – Dijo Arturo, con una sonrisa divertida en sus labios. Se estaba imaginando que era su sobrina la protagonista de esa sutuación y volvía a tener la polla dura.
– ¡Oh! Si, por supuesto. – Dijo el camarero, guardándose su herramienta. – Está todo pagado. Muchas gracias y… vuelvan cuando quieran.
Media hora después, Ivette y Silvia estaban llegando a casa. Ivette abrió la puerta y Silvia, nada más entrar, comenzó a desnudarse.

– Hoy te has portado bien esclava. Tu progreso es estupendo y dentro de poco habrás aceptado totalmente tu nuevo rol.
Silvia sintió una extraña sensación de orgullo por ello. Que Ivette la estuviese felicitando abría las posibilidades de recibir su esperado orgasmo. Ivette comenzó a desnudarse. El coño de Silvia estaba chorreando. La sola visión de su ama desnuda la volvía loca. Ivette se puso a cuatro patas sobre el sofá.
– Ahora trae aquí tu lengua de esclava y lámeme el culo, zorra.
Silvia, rauda, se arrodilló tras el culo de su ama y comenzó a lamer concienzudamente el ano apretadito de Ivette. Ya le había lamido el culo alguna vez pero siempre había sido algo al azar, que hacía mientras la comía el coño. Nunca se había dedicado en pleno a hacerlo.
Ivette se separaba las nalgas con las manos para que Silvia tuvuese total acceso. La esclava comenzó a introducir su lengua en el culo, iniciando un mete saca que estaba volviendo loca a su ama. Estando ya cerca del orgasmo, ésta se incorporó y, tumbando a Silvia en el suelo, se sentó sobre su cara, obligando a la esclava a meter los morros de lleno en su coño, y ofreciendole una visión espectacular de su rosado ojete.
Comenzó a cabalgar la cara de su esclava mientras ésta sacaba la lengua e intentaba que su mistress disfrutase todo lo posible. Unos instantes después, entre gemidos, Ivette comenzó a correrse en la cara de su esclava. Silvia no se movió de su posición mientras Ivette se levantaba e iba al cuarto. Cuando volvió con una especie de arnés pensó que por fin se la iba a follar, ¡Lo estaba deseando! Entonces, Ivette, en vez de ponerse ella el arnés, se lo empezó a colocar a la esclava. Cuando acabó, Silvia se dió cuenta de que no era un consolador… ¡Era un cinturón de castidad!
– P-pero, mistress…
– ¿Que pasa esclava?
– ¿Q-Que es esto? Creía… Creía que me había portado bien… ¡He hecho todo lo que me has ordenado!
PLAFF
– ¡Una insolencia más y te cortaré la lengua, zorra! A ver cuando te das cuenta de que eres una esclava. No tienes poder de decisión en nada de lo que hagas. Tu vida ya no te pertenece, pertenece a tus amos. Tus orgasmos me pertenecen y si no me apetece que tengas uno, no lo tendrás. ¿Entendido esclava?
– Si mistress. – Contestó Silvia, con los ojos llorosos.
– Esta fase de tu entrenamiento ha terminado. En la siguiente tus orgasmos serán restringidos y recibirás un entrenamiento intensivo. Aprenderás a obedecer en todo momento buscando la satisfacción de tu amo, que es lo que verdaderamente importa, y no buscando la tuya, que es lo que has hecho hasta ahora. Mañana serás trasladada a tu nuevo destino como esclava y allí continuará el adiestramiento.
– ¿Nuevo destino?
– ¿Eres sorda o tonta? Eso he dicho
– P-Pero, mi marido…
– ¿Te creés que me importa tu marido? ¿Te creés que a TI te importa tu marido? Te has sometido a mí estos días sin tenerle en cuenta, creo que ahora no te importa tanto lo que piense.
Silvia quedó pensativa… A medida que los días iban pasando, se había ido olvidando poco a poco de que su marido iba a volver y de cómo resolvería la situación. Se dió cuenta de que la vida de esclava no le desagradaba… Era feliz… No se tenía que preocupar de nada, alguien le ordenaba lo que
tenía que hacer en todo momento y ya está. Una vez pasado el primer mal trago de las humillaciones, todo había ido a mejor.
Esa noche Silvia no pudo dormir. Estuvo pensando en qué lío se había metido y que iba a hacer a partir de ahora. Desde hace dos semanas su vida había dado un giro inesperado y no estaba sergura de cuál de los dos modelos de vida prefería… Aunque, realmente, parece que ya no tenía elección.
Por la mañana despertó a su ama con la comida de coño habitual y después de desayunar, Ivette le dijo a SIlvia que hoy ya no iría al gimnasio.
– Van a venir a recogerte y tienes que estar preparada. – Dijo, mientras comenzaba a atar las manos de la esclava detrás de su espalda. – Me has demostrado que si te esfuerzas, serás una buena esclava. Deberás obedecer en todo momento, lo castigos que te van a aplicar si desobedeces harán que los míos te parezcan un juego de niños. Ivette continuó la inmovilización de Silvia atándole los tobillos y poniendole un ballgag en forma de polla.
Estuvieron esperando en el salón durante media hora hasta que se abrió la puerta. Silvia, con su reducida movilidad, intentó ver quién sería el dueño de su destino a partir de ahora, pero al ver quién entraba, el corazón le dió un vuelco. ¡Era Peter!
Peter entró en casa y vió a las dos mujeres en el salón. Se quedó estupefacto. ¿Esa es Silvia? Pensó.
Al acercarse, Silvia comenzó a emitir ruidos ininteligibles.
– Tranquila cariño. – Dijo Peter, acariciando el cabello de su esposa. – Lo sé todo. Se lo que has estado viviendo estos días. Aunque no te lo creas, todo ha sido gracias a mí. Yo te vendí para que fueras una esclava.
Silvia no podía creer lo que estaba oyendo. ¿La había vendido? El hombre al que había amado… ¿Es que ella no le importaba? Las lagrimas comenzaron a recorrer sus ojos.
Ivette, en cambio, estaba asqueada de la pedantería de Peter, ¿Qué había sido idea suya? ¡Había sido una forma de salvar su sucio culo!
– Ahora – Continuó Peter. – No volveremos a vernos nunca, pero quería que supieras que todo lo que vivas a partir de ahora me lo debes agradecer a mí. Cada orgasmo, cada polla que te comas. Me han contado como será tu futuro y me gustaría poder verte por un agujerito, a ver como lo disfrutas jajaja.
Entonces, Peter sintió un pinchazo en el cuello, y cuando se quiso dar la vuelta, vió a Ivette tras él con una jeringuilla en las manos.
– ¿Que…? – Dijo Peter antes de caer al suelo.
Mientras perdía el conocimiento, pudo llegar a ver como Ivette hacía una llamada telefónica.
– Si, ya está.
– …
– A los dos.
– …
– Podéis venir a recogerlos cuando queráis.
– …
– De acuerdo.
– …
– Serán unas piezas valiosas para nuestra colección.
– …
– De acuerdo, corto.
Silvia había contemplado los últimos momentos en shock. La llegada de su marido, la confesión, el ataque de Ivette y la llamada. No era capaz de encontrar una conexión por que su cerebro ahora mismo estaba bloqueado. Lo siguiente fué ver como unos hombres entraban en la casa y, después de
atar y amordazar a Peter de la misma manera que a ella, los metieron a los dos en cajas.
Su destino se había sellado. No había vuelta atrás. Tanto Peter como aquella pequeña asistenta la habían acorralado en una situación de la que ya no quería escapar. Pero todo daba igual, había aceptado su destino.
Sería una esclava ejemplar.
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