6

Tener de nuevo a esa ninfa en mi regazo me hizo olvidar de golpe el jetlag. Mi cuerpo respondió inmediatamente al contacto con el cuerpo de la joven que movió sus caderas sonriendo al darse cuenta.

—Sabía que me echabas de menos —dijo ella ronroneando y meciéndose lentamente sobre mi erección.

—¿Cómo no iba a echarte de menos? Seguro que más que tú a mí.

Brooke iba a contestar algo, pero yo estaba demasiado excitado para una larga conversación. Sin dejarle replicar le acaricié la mejilla y besé sus labios frescos y rojos con suavidad. El sabor del carmín invadió mi boca un segundo antes de que nuestras lenguas entrasen en contacto.

Jamás pensé que llegase a necesitar algo con tanta urgencia. Ni en el momento más tórrido y apasionado de mi relación con Helena había sentido esta necesidad casi dolorosa de fundirme con otra persona. Mis manos recorrieron su costado internándose bajo su top y estrujando sus pechos. No podía dejar de besarla y acariciarla. Necesitaba sentir su piel cálida y su corazón palpitando en el pecho para asegurarme de que aquello no era un sueño. Todas mis dudas quedaron en suspenso, deseaba a esa mujer por encima de todo, deseaba estar dentro de ella.

Con un empujón se apartó y se quitó el top y el sujetador mientras yo le acariciaba suavemente los muslos y el culo. Sonrió y me miró orgullosa del efecto que su cuerpo joven y esbelto ejercía sobre mí.

—Tengo que reconocer que ese viejo decía verdades como puños. Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. —dije preguntándome qué diablos sería lo que había visto en mí.

Brooke sonrió satisfecha y bajando las manos me desabrochó los pantalones y cogió mi polla dura como una piedra entre sus manos.

Por un segundo creí que iba a volver a correrme como un idiota y Brooke lo notó y sonrió traviesa justo antes de apartar su tanga y dejar que mi polla resbalara poco a poco en su interior.

La joven soltó un suspiro ronco y satisfecho cuando tuvo toda mi polla alojada en sus entrañas. Echando su melena rubia hacia atrás comenzó a balancear suavemente sus caderas, apoyando sus brazos en mis hombros.

Yo me limitaba a dejarle hacer mientras acariciaba su cuerpo con las yemas de mis dedos, con suavidad, como si estuviese leyendo un texto en Braille. Mis manos se detuvieron en sus pezones y fascinado observé como crecían y se inflamaban al sentir el contacto con mis dedos.

Sin dejar de moverse Brooke los acercó a mi boca y yo los chupé goloso arrancándole un gemido de placer. Excitado la levanté en volandas y poniendo mis brazos bajo sus piernas comencé a levantar y bajar su cuerpo sobre mi polla.

Brooke se agarró a mi cuello, acompaño mis empeñones con los movimientos de sus caderas y gimiendo suavemente cada vez que mi miembro llegaba a lo más profundo de su cálido interior.

A punto de estallar, me separé y la deposité sobre la hamaca arrancándole la faldita y el tanga con precipitación. Brooke se estiró y movió su pubis lasciva mientras yo acariciaba y besaba el interior de sus muslos calientes y húmedos. Poco a poco, con desesperante lentitud fui avanzando entre ellos hasta envolver su sexo con mi boca.

Brooke dio un respingo y se estremeció al sentir mi lengua explorando su interior. Lamí con suavidad los flujos que escapaban de él y mordisqueé su clítoris. Ella respondió con insultos y suspiros anhelantes.

Introduje mis dedos en su coño y buscando su parte más sensible comencé a moverlos con fuerza sin dejar de chupar su sexo consiguiendo que se corriera en pocos minutos.

Brooke gritó y se estrujó los pechos recorrida por intensos relámpagos de placer mientras yo, aun hambriento, volvía a penetrarla.

Gimiendo y jadeando se agarró con sus piernas a mi cintura mientras yo empujaba con todas mis fuerzas disfrutando como un loco de aquel sexo cálido y chorreante entrando y saliendo una y otra vez hasta correrme en su interior.

Sin darle tregua a mi polla le di la vuelta y volví a entrar en su coño. Brooke separó sus piernas y bajó su torso mientras yo me agarraba a su culo y la follaba haciendo que mis huevos golpeasen contra su pubis con fuerza. Los gemidos de la joven se fueron haciendo más intensos hasta que todo su cuerpo se crispó víctima de un intenso orgasmo. Acariciando suavemente sus muslos y su culo estremecidos mantuve mi polla en lo más profundo de su coño mientras movía ligeramente mis caderas intentando prolongar su placer.

Con un último suspiro Brooke se separó y se dio la vuelta sentándose sobre la hamaca. Yo me mantuve de pie con mi polla aun erecta a la altura de sus ojos.

Con una sonrisa traviesa la cogió entre sus manso y se la metió en la boca. Toda mi cuerpo tembló de placer al sentir como su lengua acariciaba mi miembro.

Mirándome con esos ojos azules e intensos siguió chupando y lamiendo mi polla hasta que no pude contenerme más y eyaculé en su boca. Yo no pude hacer otra cosa que inclinarme sobre ella para abrazar su cabeza y acariciar su melena mientras ella seguía chupando hasta apurar la última gota de mi leche y mi placer.

Nos separamos justo antes de que el horno sonara anunciándonos que la cena estaba lista. Brooke se incorporó y totalmente desnuda se dirigió a la cocina. Yo la seguí aun excitado y embelesado por aquel cuerpo esbelto y moviéndose elegante delante de mí.

La abracé por detrás, acaricié su cuerpo y besé su cuello y su nuca hasta que me obligó a apartarme con un par de codazos y así poder servir la cena.

La sonrisa que mostró Brooke cuando alabé su pastel de carne hizo que comiese un pelín más de la cuenta y cuando terminamos el empacho, unido al jetlag, provocaron que me sintiese un poco atontado.

Brooke se dio cuenta y me acompañó a la cama. A pesar de que no podía más, mis manos seguían pensando por sí mismas y no dejaban de acariciar el cuerpo desnudo de aquella belleza provocando que la piel de la joven se erizase como si le rozase un viento del norte.

Me guio por un corto pasillo hasta unas escaleras que desembocaban en la habitación principal que ocupaba todo el piso superior. El dormitorio era enorme, en la parte derecha había un vestidor y un baño con ducha mientras que el resto del espacio lo dominaba una enorme pero sencilla cama con un par mesitas de Wengué y un sofá de lectura situado al lado de un ventanal.

—Vaya, me esperaba otra cosa. —dije yo con una sonrisa pícara.

—Ah, ¿Sí?¿Qué te esperabas? —preguntó ella poniendo morritos.

—Ya sabes, una cama aun más grande, en forma de corazón, giratoria, con un colchón de agua, la ropa de cama de satén rosa o borgoña y unos espejos en el techo. —respondí yo cachondeándome.

—¡Idiota!—exclamó ella poniendo morritos de nuevo y sonriendo.

Abracé de nuevo a Brooke y le di un largo beso pero noté que el cansancio finalmente había hecho mella en mí y apenas podía mantener los ojos abiertos. Aun así no podía separarme de aquel cuerpo joven y delicioso. Tuvo que ser ella la que finalmente me tumbase en la cama de un empujón.

—¿No vienes a la cama? —le pregunté yo medio dormido.

—Lo siento, pero tengo que repasar este guion, mañana tengo que trabajar. —respondió ella sentándose en el sofá de lectura y encendiendo una lámpara que había a su derecha.

No dije nada, pero me llamé capullo mil veces. Si me hubiese decidido un poco antes, quizás pudiese haber organizado su agenda para tener unos días libres.

Me di la vuelta de espaldas a la luz con las escenas que había visto de ella a lo largo del tiempo dando vueltas en mi cabeza. Me sentía raro sabiendo que al día siguiente estaría follando con otro hombre y acaso disfrutando con ello. Pero lo curioso es que no tenía ganas de estrangularle a ella o al tipo que se la follase si no que deseé tener la posibilidad de llegar al estudio cogerla en mis brazos y llevármela delante de toda aquella tropa.

Por un momento fantaseé con la idea, pero luego me di cuenta de que casi no nos conocíamos y aquel era un trabajo que le proporcionaba dinero, un dinero que yo no tenía. Mierda ¿Por qué no podía estar forrado como Richard Gere? Con la idea de que la vida era muy injusta el sueño me alcanzó y me quedé profundamente dormido mientras Brooke seguía memorizando las escenas del día siguiente.

El jetlag me la jugó pero bien y a las cuatro de la mañana abrí los ojos totalmente fresco y despejado. Hice un amago de moverme pero tenía la parte superior de Brooke descansando sobre mi pecho. Acaricié su melena revuelta y la aparté para poder ver la cara de la joven que dormía apaciblemente. No pude evitarlo y rocé las largas pestañas rizadas y oscuras y la punta de la nariz. La joven se revolvió y se rascó la punta de la nariz provocándome una sonrisa. Estuve tentado de volver a hacerlo, pero luego recordé el duro día que le esperaba, la dejé dormir y me limité a observar su cara, su cuello y la parte de la espalda que asomaba por el borde de las sabanas.

Con ella desnuda a mi lado, todas las dudas sobre que estaba haciendo a diez mil quilómetros de casa se evaporaban y lo único en lo que pensaba era en cómo convencerme de que esta relación podía funcionar. Brooke suspiró en sueños y se dio la vuelta dándome la espalda y colocándose en posición fetal. La ropa de cama resbaló por su cuerpo dejando a la vista su espalda y su culo brillando pálidamente a la luz de la luna. Acerqué mi mano tentado de acariciarlos pero la aparté rápidamente temiendo que todo aquello fuera un sueño. Finalmente me quité la ñoñería de encima y la abracé por detrás adaptando mi cuerpo a su postura hasta que no nos separó ni una sola molécula de aire.

El amanecer nos sorprendió en la misma postura y el despertador tocó a las seis en punto.

—Vaya, te he despertado. —dijo Brooke al notar que me estiraba a su espalda.

—¡Qué va! El maldito Jetlag, llevo despierto dos horas.—respondí dándole un par de suaves besos en la espalda.

—Oh, para, déjalo ya o no voy a ser capaz de levantarme.—refunfuñó ella incorporándose.

Media hora después oí como la puerta del garaje se abría y dándome la vuelta en la cama intenté dormir. Deseaba que el tiempo pasase cuanto antes.

Me desperté tres horas después incapaz de quedarme por más tiempo en la cama. Me duché rápidamente y me dirigí a la cocina para desayunar un poco. Sobre la mesa Brooke me había dejado una nota diciéndome que volvería a la tarde y una copia de las llaves por si quería salir a dar un paseo.

El día había amanecido luminoso y ya se superaban los veinticinco grados de temperatura así que me propuse dar un paseo por la playa y quizás un baño. A aquellas horas de la mañana aun no había mucha gente, solo unos cuantos corredores y algún jubilado sacando el perro a pasear. Aspiré el aroma a salitre proveniente del mar y después de extender la toalla hice unos cuantos estiramientos y comencé a correr por la orilla. Inevitablemente, mi mente se olvidó del ejercicio y se centró en pensar qué estaría haciendo Brooke en ese momento. Seguramente estaría acariciando un cuerpo desnudo y preparándose para una maratoniana sesión de sexo. Intenté determinar el raro sentimiento que me asaltó. No eran celos precisamente, tampoco era miedo a perderla o un sentido de inferioridad, pero lo que fuese estaba ahí atenazando la boca de mi estomago. Esprinté de vuelta a la toalla tratando de no pensar y me tumbé sobre ella exhausto.

Tras descansar unos minutos me di un baño en el mar y volví a la casa. Pasé el resto de la mañana dando un largo paseo por Malibú y comprando algo para la cena. Cuando volví eran cerca de las dos de la tarde. Comí algo y me dispuse a esperar.

Brooke llegó a eso de las seis de la tarde con aspecto de estar bastante cansada aunque se animó un poco al verme esperándole en plan cocinillas.

—¿Qué tal el día? —le pregunté sirviéndole un plato de espaguetis— ¿Estás cansada?

—¿Seguro que quieres que te lo cuente? —preguntó ella.

—No con detalle por supuesto, pero sí en general. —respondí yo.

—Bueno, —dijo ella no sabiendo muy bien que decir— Ha sido un día largo y estoy bastante cansada, pero hemos avanzado bastante y con un par de días más acabaré el trabajo y tendré libres casi diez días antes del próximo rodaje.

—Eso sí que son buenas noticias, estoy deseando que me lleves a Disneylandia. —dije medio en broma medio en serio.

Brooke sonrió y se sirvió un nuevo plato de espaguetis mientras yo miraba su rostro sin apenas probar bocado. Cuando terminamos el postre la saqué a empujones de la cocina mientras recogía todo y metía los platos en el lavavajillas. Al salir a la terraza ella ya se había puesto cómoda y estaba acodada en la barandilla de espaldas a mí. Vestía una bata ligera que había anudado descuidadamente en torno a su cintura. Los rayos vespertinos atravesaban el vaporoso tejido revelando su hermosa figura. Me acerqué por detrás y la abracé contemplando de nuevo la puesta de sol.

—Podría acostumbrarme a esto. —dijo Brooke con una sonrisa al sentir mis brazos rodeándola.

Yo continué abrazando su cuerpo pensativo, sin decir nada por un momento, disfrutando de la puesta del sol y de la caricia de su pelo movido por la brisa proveniente del mar.

—Yo también. Aunque debes reconocer que hacemos una pareja un poco rara. Tengo muchas dudas, pero de lo que estoy convencido es de que me estoy enamorando de ti. —dije finalmente con una sensación de vértigo recorriendo todo mi cuerpo.

La joven se dio la vuelta y con una sonrisa que no le cabía en la cara, se giró y me dio un suave beso. Tiré de ella con suavidad, me senté en una tumbona y abriendo mis piernas acogí su cuerpo en mi regazo envolviendo su cintura con mis brazos.

—Apenas te conozco. Soy bastante mayor que tú, vivo a medio planeta de distancia, no sé exactamente lo que implica estar con una mujer que tiene un trabajo como el tuyo y no sé si esta relación tiene futuro.— dije jugueteando con su melena.

—Está bien ¿Qué quieres saber? —dijo ella acomodándose en mi regazo.

—No sé, qué te parece si me cuentas como acabaste en esta industria. —dije yo.

—Aunque no lo creas, no vengo de un hogar desestructurado ni me vi inmersa en este mundo por una serie de desafortunadas circunstancias. Simplemente tuve la oportunidad de ganar mucho dinero haciendo una cosa que no me supone un gran esfuerzo y lo hice. Mis padres no eran pobres pero tampoco nadaban en la abundancia y esta fue la mejor forma que encontré para tener una vida desahogada sin tener que depender de un hombre o trabajar doce horas diarias para llegar a duras penas a fin de mes.

—¿Te arrepientes?

—A veces, sobre todo cuando veo a un tipo acercarse a mí acariciándose una polla del tamaño de una anaconda. Pero supongo que todo el mundo tiene días malos en su trabajo. —respondió ella cogiéndome una mano y entrelazando sus dedos con los míos.

—Siempre me imaginé esta industria un poco como un universo cerrado, ¿Sabes de compañeros que mantengan relaciones estables mientras se dedican a esto?

—Es difícil, —respondió ella cruzando las piernas y dejando que asomasen por la abertura de la bata— pero no imposible. Y tú ¿Qué crees?

—Bueno tengo sentimientos encontrados. No me siento amenazado por los actores en sí. Pero el hecho de que practiques el sexo con muchos hombres distintos hace que no sepa como plantearme nuestra relación. —respondí yo intentando explicarme—No sé como plantearme la fidelidad. No sé si es justo que yo folle con otras mujeres. No sé cómo reaccionar si un tipo te para por la calle y te saluda diciéndote que tienes el conejo más bonito de toda California.

—¿Estás diciéndome que quieres que deje este trabajo? —preguntó ella tratando de no parecer recelosa.

—No, eso es lo único que no me planteo. —respondí yo acariciándole el muslo—Simplemente digo que, si en una nueva relación ya hay incógnitas, en tú caso estas se elevan al cubo. Y no dispongo de mucho tiempo para despejarlas. Tarde o temprano las vacaciones acabarán y tendré que tomar una decisión.

—Podrías dedicarte a esto conmigo. —dijo ella riéndose solo de pensarlo.

—Sí sería estupendo. Me imagino haciendo de jefe cuarentón follándote encima de una mesa de oficina sin quitarme el traje para que no se me vean las lorzas. —repliqué riendo— Acabaría muriendo victima de los estragos de la Viagra.

Nos reímos un rato más imaginando la escena hasta que las carcajadas se extinguieron y solo quedó la bola naranja del sol hundiéndose en el azul horizonte del Océano Pacífico.

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