LA CAZADORA VII

Su vida había cambiado. Todo giraba ahora en torno al esas cuatro paredes, casi no salía pero, en verdad, tampoco deseaba salir.

No sabia realmente como había sucedido todo, pero si sabia que había sido gracias a ella. Ahora era libre. No tenía preocupaciones y lo único que tenia que hacer era algo que deseaba enormemente, así que no suponía ningún tipo de esfuerzo.

Desde que abandonó su antigua vida, Alicia era feliz. Su nueva jefa era un encanto y se preocupaba por su bienestar. Le había dado un trabajo y un lugar donde dormir, puesto que ya no volvería jamás a su antiguo hogar.

Compartía residencia con algunas compañeras y con Lissy, su antigua señora “¿asistenta?” que también trabajaba allí, aunque ella lo hacia de camarera. También había una mujer, Eva, que creía conocer de algo, aunque no sabia muy bien de que.

Ups, un cliente. Actúa correctamente, eso es… Abre la boca, inclina la cabeza… Muy bien, recibelo todo, que no se derrame nada… Estupendo. Ahora limpiala, hay que dejarla reluciente…

Al principio le resultaba muy difícil. Demasiada cantidad y demasiado rápido, a parte de su amargo sabor, pero ya había cogido práctica y era capaz de no derramar nada.

Los primeros días los clientes se quejaban de que al usarla, como se le derramaba, acababan salpicados. Tuvo que venir la jefa incluso a reprenderla, pero se esforzó. Vaya que si se esforzó. Pedía ayuda a sus compañeras fuera del horario de trabajo y ellas accedieron encantadas, eran unas grandes amigas…

Todas las noches actuaba como su baño portátil y, aunque era algo distinto hacérselo a una mujer que hacérselo a un hombre, cogio soltura rápidamente. Compartían vivienda con dos chicas más, Rachel y Christie, al parecer eran hermanas y hacían un espectáculo en el escenario. El resto de empleados dormían en sus respectivas casas.

Alicia disfrutaba de los momentos de intimidad con sus compañeras. Nunca lo había hecho antes, pero comenzaron a practicar sexo lesbico entre ellas. Normalmente las hermanas se entretenían solas, y ella lo hacia con Eva y Lissy, la negra solía llevar la voz cantante y ordenaba. Pero había veces que las hermanas se les unían y organizaban auténticas orgias, en las que Eva, ella y una de las dos hermanas (solían turnarse) eran sometidas por las otras dos participantes.

Todos los días transcurrían igual. Desde que comenzaba su jornada de trabajo hasta que acababa estaba arrodillada en los servicios, completamente desnuda, esperando que entrase algún cliente. Entonces ella se situaba con la boca abierta, dispuesta a recibir el orín de los hombres. La mayoría introducían su rabo hasta dentro y después comenzaban a orinar, lo que la facilitaba la tarea de tener que tragar. Otros sólo introducían el glande, o meaban desde la distancia, apuntando. Así era más difícil. Había algunos también que directamente meaban sobre ella, sin siquiera molestarse en apuntar, lo que hacía que todos los días acabase empapada y maloliente. Esa era una de las razones por las que no la usaban para nada más. Es cierto que había algunos hombres que la obligaban a chuparsela hasta correrse en su boca, lo que aceptaba con la misma profesionalidad que los meados, pero su olor y su higiene hacían que prefiriesen usar a las demás empleadas para esos menesteres.

Y en eso Eva era la estrella.

Eva y Lissy eran las camareras del lugar, mientras la negra se ocupaba de la barra, Eva atendía las mesas. Ambas trabajaban desnudas normalmente o, por lo menos, con muy poca ropa, lo que propiciaba que los clientes se fijaran en sus preciosos y esculturales cuerpos. Podían usar a ambas cuando quisieran y ellas tenían que obedecer todas las órdenes pero, al estar Eva más próxima a los clientes, era más frecuentada.

Habitualmente podía vérsela arrodillada bajo una mesa, chupando la polla de algún hombre, o inclinada sobre una mesa, con sus bamboleantes temas oscilando debido a las embestidas que estaba recibiendo. Y eso le encantaba. Era su propina. La encantaba que se la follasen como a una puta (“¿Cómo a una puta? ERA una puta. Todas lo eran. “) delante de todo el mundo. Se sentía vejada y humillada y eso la volvía loca.

A los clientes les encantaba jugar con sus tetas. La jefa, en una hábil decisión viendo su popularidad, había hecho que se las anillada, provocando que fuesen más reclamadas todavía por los clientes.

Les encantaba tirar de los anillos haciendo sufrir a la camarera, aunque a ella le encantaba… Tanto que algunos días se ponía una pequeña cadena que unía un pezon con el otro, para facilitarles la tarea.

A Lissy por el contrario se la follaban menos, pero eso no significaba que no tuviese menos peticiones. Normalmente, la pedían que se subiera a la barra y allí se pusiese a bailar o a masturbarse delante de todo el mundo. Entonces cogia un botellín y comenzaba a introducirselo por alguno de sus agujeros. Los tenia realmente bien entrenados. Algunas veces incluso le pedían beber desde la botella introducida en su coño o en su culo.

Algunos días Diana venía a saludarlas. Entraba en el local, subía al despacho de la jefa y pasaban varias horas allí. Después, siempre se acercaba al baño de caballeros a ver que tal estaba. Parecía satisfecha de ella y eso era bueno, Alicia tenía mucho que agradecer a aquella mujer, había hecho que su vida fuese completa, le había dado un sentido.

Ahora era feliz.

—————-

Diana entró por la puerta del local. Hacía tiempo que no iba, puesto que después de completar su venganza se había tomado un tiempo para reflexionar.

Había pasado el tiempo en su lujoso apartamento, disfrutando de las atenciones y los juegos con Missy y Bobby. Día a día les obligaba a ir un poco más lejos en su comportamiento y ya eran casi totalmente unos perros. Andaban a cuatro patas, comían de un cuenco y se comunicaban a base de ladridos y gruñidos. Excepto cuando tenían que salir a hacer una tarea para su ama, entonces se comportaban de la manera más normal que ésta les permitía.

Mientras estaban en casa, no era extraño verles follar a cuatro patas, como los animales que eran puesto que Diana había modificado su comportamiento para que estuvieran continuamente calientes.

Pero había llegado el momento de hablar con Tamiko.

Nada más entrar vio como sus presas se habían adaptado perfectamente a su nueva vida. Lissy estaba desnuda sirviendo unas cervezas en la barra mientras que Eva estaba siendo sodomizada en el borde del escenario. Se acercó para ver en detalle el hipnotizante vaivén de sus tetas. No se molestó en buscar a Alicia con la mirada pues sabia cual era su puesto de trabajo. Luego tendría tiempo de disfrutar con su destino.

Llamó a la puerta de Tamiko y entró sin esperar respuesta. No estaba sola.

A su lado había un hombre perfectamente trajeado, de mediana edad. Las canas empezaban a aparecer en su negro cabello.

– Buenas tardes. – Saludó al ver entrar a Diana.

– Buenas tardes. – Contestó ésta. Se quedó mirando al hombre, había algo extraño en él, pero no sabía decir qué.

Miró a Tamiko, que la saludó con un movimiento de cabeza, y entonces se dio cuenta: ¡No podía leerle la mente!

Se acercó con precaución y el hombre le tendió la mano.

– Diana, te presento a Marcelo Delgado.

La cazadora le estrechó la mano.

– Tienes mucho que agradecerle, puesto que gracias a su corporación posees la casa que tienes, el coche que tienes y… tu cuerpo, por supuesto.

– ¿Xella Corp? – Preguntó con curiosidad.

– Veo que Tamiko ya te ha contado algo. Efectivamente, pertenezco a la cúpula directiva de Xella Corp. Justamente le estaba comentando que estaba muy interesado en conocerte y, casualmente, has aparecido por aquí.

– Pues aquí me tiene. – Replicó a la defensiva.

– Parece que no te sientes cómoda. ¿Te pone nerviosa no poder leerme la mente?

Diana guardó silencio.

– Comprenderás – Continuó el hombre. – que debido a mi posición tengo que mantener alguna seguridad con respecto a mi libre albedrío. Pero que te sientas incomoda está bien, eso significa que te has adaptado perfectamente a tus nuevas habilidades…

– Estaba contándole a Marcelo lo duro que has trabajado para prepararte. – Añadió la asiática. – Y que tu rendimiento hasta ahora ha sido fabuloso. Ya nos has proporcionado tres presas por tu cuenta, y las tres han venido perfectamente condicionadas.

Diana pensó en como las dos camareras actuaban de una forma tan natural ante su nueva situación y sonrió, henchida de orgullo.

– Te hemos estado observando. – Dijo Marcelo.

La cazadora le miró con aprensión.

– ¿Observando?

– Si. Ten en cuenta que hemos hecho una fuente inversión en ti, teníamos que asegurarnos de que no estábamos tirando el dinero. Pero no te preocupes, todo lo que hemos visto nos ha complacido enormemente, a la vista está que los resultados han sido estupendos.

El hombre hizo una pausa mientras observaba a Diana.

– Lo único que nos ha resultado extraño es – Continuó. – que aún pudiendo romper la mente de alguien en segundos, te has entretenido en ir mellando su pensamiento poco a poco, alargando el proceso. ¿Has tenido complicaciones?

– No se equivoque, – Respondió Diana. – podría hacer que su mujer estuviese ladrando a mis pies en segundos. – El hombre apartó la mano izquierda de la mesa, en la que llevaba una alianza de oro. – Pero no lo encuentro gratificante, y menos en las mujeres que he traído hasta ahora. Disfruto viendo como poco a poco degeneran, viendo como muta su forma de pensar hasta algo que hace unos días habrían aborrecido, haciendo que lo deseen y que, en el fondo, se sientan sucias por ello.

Tamiko y Marcelo se quedaron mirándola, en silencio.

– ¿Lo ves? Te dije que esta era la persona que necesitábamos. – Rompió el silencio la asiática.

– Me gusta tu forma de pensar, Diana. Nuestra corporación no es una fábrica vacía y sin sentimiento, es un lugar en el que los integrantes disfrutamos con lo que hacemos y deseamos seguir haciéndolo. Sigue así y llegaras lejos.

Diana estaba complacida por las palabras del hombre.

– Y ahora, hablemos de trabajo.

Mientras decía eso, sacó un enorme sobre del maletín que portaba, entregándoselo a la mujer.

– ¿Qué es esto? – Preguntó sacando el contenido del sobre. Dentro había gran cantidad de fotos de una mujer madura y algunos folios con datos sobre ella.

– Es un objetivo nuevo. Eres libre de trabajar a tu ritmo y de apresar a quien quieras pero, de vez en cuando, tendrás que hacer algún trabajo para nosotros. Dentro del sobre vienen los detalles de la víctima, algunos hábitos, lugares que frecuenta… Lo necesario para acercarte a ella. El resto queda en tus manos.

Diciendo esto se levantó de la silla.

– Ha sido un placer conocerte, creo que ha sido una gran fortuna haberte elegido a ti. – Tendió su mano a modo de despedida y, sin más, salio de la sala.

– ¿Qué te ha parecido? – Preguntó Tamiko.

– Es… Extraño. Ahora me resulta raro no ver la mente de los demás… Solo me había pasado contigo.

– Hay ciertas maneras de “evitarnos” pero todas ellas requieren gran disciplina y entrenamiento y poca gente lo sabe. La cúpula al completo de Xella Corp es como un muro de hormigón para nosotras, así que no te molestes en intentarlo.

– Y… ¿Esto? – Preguntó, levantando el sobre.

– Justo lo que ha dicho. Un trabajo. No tienes por qué hacerlo ya, tómate tu tiempo, pero tampoco lo dejes pasar… Nos conviene tenerlos contentos, igual que a ellos les conviene tenernos contentas a nosotras. – Diciendo esto le guiñó un ojo. – Podrás pedirles cualquier cosa que necesites y si esta en su mano te lo proporcionarán.

– Esta bien, pero, antes de esto me gustaría hacer otra cosa. Había pensado una manera de expandir nuestro nuevo negocio.

– Soy toda oídos. – Dijo la asiática, interesada.

————

– ¿Qué le ha parecido?

– Perfecta para el puesto.

– ¿Cree que está preparada?

– Por lo que he visto y lo que me ha dicho la señorita Aizawa, es la elección perfecta.

– Entonces… ¿El trabajo está asegurado?

– No se preocupe, dele algo de tiempo y conseguirá que esa zorra claudique enseguida. ¿Cómo va la otra parte del plan? ¿Estará a tiempo?

– ¿Cuando le he decepcionado , señor Delgado?

– Jamás, por eso seguimos colaborando. Espero recibir noticias suyas.

Y diciendo eso, Marcelo colgó el teléfono y lo guardó en su chaqueta, mostrando una amplia sonrisa en sus labios.

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