El funeral fue íntimo. A la vuelta del cementerio Luís iba del brazo de su madre caminando despacio, pues estaba solo a un paseo del pueblo. Detrás iba la tía Ana, la cual mantenía una seriedad atípica y alejada del propio luto.
No puedo creer que lo haya hecho, ¿cómo ha podido quitarse la vida?
Comentó Luís, ya de mejor ánimo. Los últimos días habían sido agotadores. En todo momento Luís había colaborado con la policía para esclarecer los hechos del hipotético suicidio. Finalmente se concluyó que la anciana no quería ser un estorbo para la familia, debido a su creciente invalidez.
¡Hay tantas cosas que no se entienden en la vida!.
Le respondió, mística, su madre. La cual se había desplazado al pueblo únicamente para el entierro.
¿De verdad no quieres quedarte mama?. Es mucha paliza de coche para hacerla en un mismo día.
De verdad hijo mío, lo mejor es que me vaya, créeme. Estaré en casa para la cena si salgo ya.
La madre de Luís se despidió de su hermana, la cual solo le dio un frío beso, sin palabras. Luís acompañó a su madre al coche. Y le dio un abrazo antes de que entrase. Cuando el abrazo concluyó Luís le hizo un gesto señalándole los ojos.
Tienes los ojos enrojecidos.
Estoy bien, tengo que irme cuanto antes. Todos estamos muy tristes. Adiós, hasta pronto.
Adiós mamá.
Arrancó a toda prisa y se fue lo más rápido que pudo. Cuando a penas había avanzado un par de quilómetros por la única carretera comarcal que llegaba al pueblo, vio a un joven pastor que cuidaba de un pequeño rebaño de ovejas, sobre la montaña en cuya ladera se encontraba la carretera. Detuvo el coche en el arcén y avanzó hacia él.
Buenas tardes, no soy de por aquí. Busco la salida hacia Sevilla.
Va bien señora, debe seguir todo recto. Es una carretera sinuosa y mal asfaltada pero es la única. En unos sesenta kilómetros llegará a la carretera nacional que comunica con la autopista que va a Sevilla un poco más adelante. Gire siempre a la izquierda en cada cambio de carretera.
El joven pastor observó que aquella mujer a penas le había escuchado. Pudo notar que tenía los ojos muy rojos.
¿Se encuentra bien señora?
Sí. Dime chico, ¿aquella caseta es tuya?.
Le señaló una pequeña casita situada a unos cincuenta metros, montaña arriba. Rodeada de matorral bajo y jara, con un burro amarrado en la puerta.
Sí señora, es para dormir algunas noches que tengo que encargarme de las ovejas.
¿Serías tan amable de darme algo de agua?. Llevo horas sin beber.
Por supuesto, acompáñeme.
El chico entró antes y luego le siguió la madre de Luís. Ésta cerró la puerta y se desnudó por completo ante la mirada sorprendida del joven.
Sus cincuenta y seis años se mostraban en todo su esplendor. Pechos bellos y caídos. De un tamaño perfecto, ni grandes ni pequeños. El coño totalmente depilado y unas bonitas curvas algo rellenas. Trémula y apetecible como pocas mujeres de su edad. Altamente voluptuosa, gran amante de más de un joven madrileño.
Llevo más horas sin catar una buena polla. Veamos qué guardas ahí.
Se acercó despacio, imitando la forma de andar de las modelos, totalmente desnuda. Sus ojos rojos y su coño palpitando, como si fuera el corazón de la tierra que pisaba.
Se arrodillo y sacó su polla del grueso pantalón de pana. Estaba flácida. La chupó como si fuera un globo desinflado. Poco a poco la fue despertando y no tardó en tenerla en plenitud.
Era considerablemente grande y gruesa. La masturbó feliz por el regalo que tenía ante sí. Se mantenía arrodillada ante él. El chico solo podía verle su larga melena morena, cayendo ondulada sobre su espalda. Ella levantó la vista sonriente mientras seguía abarcándole toda la polla en una lenta paja.
Estás bien armado chico. ¿Eres de por aquí?.
Soy de Aracena, aunque suelo cuidar el ganado de un señor del pueblo.
Muy bien. Ahora dime, ¿alguna vez has estado con una mujer como yo?.
No, tan…. Mayor no.
Entonces no sabes qué es follar. En tu pueblo desde luego no creo que folles mucho. Es un pueblo de frígidas.
Volvió a comerla. Sus labios se apretaban contra la carne de la gorda polla del joven pastor. Su lengua lamía el capullo cuando sus labios se movían alejándose de la pelvis, y su boca reventaba de polla cuando la abarcaba entera, llegándole hasta la garganta.
Al cabo del rato lo empujó sobre una raquítica, fría y sucia cama. Él joven se quedó medio incorporado con los codos apoyados sobre el viejo colchón. Ella se inclinó permitiéndole que probara el dulce sabor de sus pechos.
Estaba totalmente entregada y el chico cada vez fue superando más el desconcierto inicial. Ella le desnudó el torso. Era más fuerte de lo que aparentaba bajo los ropajes de pastor y su aspecto juvenil. Le acarició antes de subirse a cabalgar.
El chico se vio follado por aquella mujer. Ella no le dejó más que agarrarle las caderas y el trasero, pues sus movimientos eran perfectos. Solo movía el culo de atrás adelante, con elegancia. Se movía muy rápido, dejando al chico agarrado a sus caderas para no caer al abismo, haciendo fuerzas para no correrse.
“joder menuda perra vieja, que bien folla la muy puta”.
Se levantó y se tumbó boca arriba.
Descárgate dentro de mí. Úsame. Fóllame hasta correrte y luego no me digas nada. Me iré y se acabó.
Se abrió de piernas y el chico se colocó sobre ella. Se la clavó y se concentró en correrse. La penetró profundamente mientras ella le chupaba los pezones y lamía los músculos del pecho. El tacto húmedo de la lengua hizo que el chico llegara antes al final. Tras una pequeña parada cambió de ritmo en lo que era la clavada final.
La madre de Luís sintió como un río cálido llenaba su interior. El chico deceleró hasta no poder meterla más. Luego se dejó caer en la cama.
La mujer se levantó, se vistió y se fue.
Arrancó el coche y se fue a toda prisa. Se miró los ojos en el espejo retrovisor, estaban claros. Suspiró aliviada y no dejó de conducir hasta llegar a Madrid.
En el pueblo pasaron unos días de relativa calma. Luís se concentró en el trabajo, mientras que Ana seguía con el mismo horario de cabañas, las cuales parecían ir muy bien.
Luís estaba enganchándose al sexo de calidad y de confianza que le daba su tía. Se había olvidado de Tomasa.
Tomasa en cambio echaba de menos las visitas de Luís. No se quitaba de la cabeza la vez que le vieron con el caballo. Estaba segura que había sido Luís, tal vez por ello había dejado de buscarla. No se encontraba bien y había días en los que no salía de casa, descuidando su tienda.
Luís desconocía el lado oculto que atormentaba a Ana. Volvía a ser una mujer infeliz, solo vivía para follar y se entretenía organizando la vida de la joven Sara. La cual había estrenado su profesión de puta de lujo por todo lo alto, con unos ricachones de Sevilla. Una fiesta de viejos que hicieron buen uso de la bella Sara.
Ana le había hecho unas fotos y las había colocado en una página web de scorts de lujo. Bajo el nombre de “Sarita, jovencita”. Cobraba muchísimo y casi todo el dinero se lo quedaba Ana. Sara vivía en una permanente amenaza de muerte si le traicionaba, aunque poco a poco fue cogiéndole el gusto a la situación.
En una ocasión en el que llevaba unos días sin clientes Sara se dirigió a Ana con el coño ardiendo y un leve color rojo asomando a sus ojos.
No aguanto más. ¿no llama nadie?.
Aguanta cariño. Cuídate, haz algo de ejercicio y engorda aun más las tetas. Podrías comer para ganar un par de quilos.
Sara vaciló un momento, adoptando una actitud de secretismo. Bajó la voz.
Podrías ofrecer a los clientes de las cabañas un servicio extra.
Ana lo entendió al instante.
Olvídalo, Luís se está portando muy bien conmigo. Sigo aquí por él. Esto solo es un puto juego de mierda.
Piénsalo. En las cabañas solo mandas tú. Él a penas se acerca y tú llevas las cuentas íntegras, él se limita a creer que eso son los ingresos sin investigarlos. Un papelito escondido en la caja fuerte de cada habitación. Ofrece mis servicios….. hasta puedes ofrecer los tuyos. Joven y madura. Pon que somos madre e hija. Hay mucho vicio en la vida. Ganaríamos un buen dinero y mantendríamos a ralla la infección.
No vuelvas a nombrar más la infección. Esa palabra es mía. Luís me sacia y tú eres puta, qué más quieres.
Piénsalo. Cada vez querremos más. ¿Qué fue de la aterradora Ana que mandó que me violaran?
Ana dio por finalizada la conversación. Ordenó que saliera de su despacho y se quedó un rato pensativa.
“esta chica me supera, la he hecho jugar con fuego y se ha quemado. Este maldito pueblo se supera generación tras generación. Que Dios nos perdone”.
Tras finalizar sus pensamientos escribió una nota en el ordenador y la imprimió varias veces. A continuación las metió en sobres.
A medida que las habitaciones se iban vaciando, entre cliente y cliente, Ana se encargó personalmente de dejar los sobres en las cajas fuertes de cada cabaña. En todos los sobres la misma nota.
“Servicio extra”
Y en su interior la misma oferta.
“Soy Ana, vuestra casera, deseo que su estancia en nuestras cabañas sea de su agrado. Yo misma puedo encargarme de que todo mejore si usted es un hombre soltero y con ganas de pasar un buen rato. O bien si sois un matrimonio en busca de nuevas experiencias. Tampoco rechazo ambientar la estancia a mujeres.
Además, pongo en la misma disposición los maravillosos servicios de mi hija. O de ambas a la vez.
Guarden en secreto el servicio extra que os ofrecemos. Y no duden en adquirirlo acudiendo a la cabaña despacho en el horario abajo indicado.
Precios razonables. Sin más se despiden:
Ana, 54 años.
Sara, 18 años.”
Los ojos se le enrojecieron más que de costumbre y su coño parecía querer salírsele del cuerpo. Cuando llegó a casa de Luís, se abalanzó sobre él sin dejarle decir nada.
Estuvieron follando toda la noche y ambos regresaron al trabajo al día siguiente, casi sin dormir.
El tiempo avanzaba y el pueblo parecía congelado en él. Luís aumentaba sus negocios y su cuenta corriente crecía descontrolada. Estaba feliz y empezó a trabajar más desde casa. Se sentía cómodo con la compañía que le otorgaba su tía y se había olvidado de Tomasa. En alguna ocasión visitó uno de los bares del pueblo e hizo algún amigo, aunque apenas hablaban. Los hombres del pueblo no hablaban con él. Se sentía admitido porque no le miraban mal. Todos bebían y se iban sin dar explicaciones. La extraña soledad del pueblo le seguía despertando mucho respeto. Las calles siempre estaban vacías y la gente a penas levantaba la cabeza cuando se cruzaba con alguien.
En alguna ocasión se había cruzado con mujeres que avanzaban despacio, escondidas en sus abrigos, más que abrigadas. En una ocasión se cruzó con una con la que compartió una mirada. Sus ojos atemorizaron a Luís. Parecían los de un tigre, rojos y dilatados. Le miró sin verle. Como si le mirase el diablo a través de los ojos vacíos de aquella mujer.
Cayó en la cuenta que desde que llegó siempre había llovido. La lluvia envolvía al pueblo de una forma continua y constante. Alguna madrugada se había despertado sobresaltado en un sueño que se le venía repitiendo. En él, el bosque agitaba los brazos de todos los árboles, movidos por un gélido viento. El aire resbalada entre las ramas, y, como si fueran cuerdas vocales, éstas emitían un quejido diabólico que llegaba a los oídos de Luís. Cada vez que le llegaba una ráfaga de viento le parecía entender un “sal del pueblo” “abandónanos” “vuelve a tu tierra”. Al despertar, la sensación de no ser un sueño le inundaba al escuchar el viento en el exterior.
Ana y Sara satisfacían oscuros deseos de todo tipo de clientes a espaldas de Luís. Les llamaban más veces de las esperadas; la mayoría de las veces para pedir los servicios de las dos a la vez. Ambas acudían sin alma. A penas miraban a los ojos. Cada vez estaban más infectadas. Tras cada polvo aumentaban las necesidades de echar otro. A veces acababan follándose la una a la otra en la cabaña despacho.
Los clientes fueron muy variados: Un turista ornitólogo que pidió los servicios de la joven. Un maduro matrimonio inglés que pidió que ambas se acostaran con el hombre, asistiendo la mujer a la escena con cara de felicidad. Una pareja de lesbianas de Asturias que quisieron abusar de la chica en presencia de la “madre”. Y un número elevado de hombres solos y misteriosos que empezaban a acudir a las cabañas solo para hacer uso de ellas.
Sara y Ana se habían convertido en la mayor atracción de aquellas perdidas cabañas tras la montaña de la finca. Más que la cría de cochinos, más que la elaboración del jamón, más que vivir de la tranquilidad del bosque de la serranía. Y todo sin que Luís lograra enterarse, ocupado en todos los demás aspectos que mantenía con una brillante capacidad empresarial.
De esta forma Ana se mantenía bastante satisfecha. Ello le permitía disfrutar del sexo con Luís de forma más artística e inspirada. Lo hacían todos los días al menos una vez. Luís estaba bastante contento y Ana se sentía una buena tía, una buena compañera, una buena amante, una buena mujer cuando estaba con él.
La soledad fría del pueblo hacía que Luís estuviera más tiempo en casa, y solo salía para atender al trabajo que no podía resolver desde casa.. Tenía todo lo que necesitaba. Un buen negocio que funcionaba muy bien, una casa lujosa y confortable y una buena mujer que sabía atenderle en la cama como nunca lo habían atendido.
Pero algo en su interior le impedía estar del todo tranquilo. El recuerdo de Tomasa y el caballo, y sobre todo las notas. Hacía tiempo que no recibía notas y eso le escamaba más que tranquilizarle. Anotó mentalmente el ir a visitar a esa tal Alba. Pero no se atrevía porque no quería ver a Tomasa, no le apetecía darle explicaciones. La compra la hacía en Aracena, así que tampoco necesitaba ir a su tienda para nada.
Fue un domingo cuando empezó a derrumbarse todo.
Aquel día de nuevo llovía de forma fina y constante. Ana y Luís pasaron todo el día en casa.
Tras el almuerzo en seguida se hizo de noche. Miraban una película tumbados en el sofá. El amplio ventanal del salón, situado en la planta baja de la casa, tenía las cortinas descorridas. Fuera la lluvia llenaba de gotas los cristales y la tormenta iluminaba el bosque generando figuras fantasmagóricas.
A Ana empezó a palpitarle el coño y buscó a Luís.
Sobrino, amor. ¿me follas un rato?
Se lo dijo con voz mimosa y puso cara de gatita triste cuando Luís le miró haciendo una mueca chistosa.
No me mires así, hoy solo lo hemos hecho una vez.
Luís rió. Pudo ver como la calentura de la tía aumentaba por segundos. Estaba tumbada boca arriba en el sofá y empezó a hacer movimientos de cadera, despegando el culo del sofá, poniendo muy alto el coño, que pedía polla bajo el pijama con el que llevaba todo el día.
Sin decir nada se levantó y se desnudó. Luís la observaba en silencio. Su cuerpo brillaba y parecía haber rejuvenecido últimamente. Le notaba los pechos más tersos y las caderas mejor puestas. Ana estaba en un buen momento de su vida, sin lugar a dudas; a pesar de sus casi cincuenta y cinco años.
Se arrodilló ante el sobrino y se la sacó. Estaba empalmado, su tía siempre se la ponía muy dura rápidamente. La mamó largo rato. Luego se levantó y se dejó caer sobre una silla al lado del ventanal. Se colocó de rodillas sobre la silla y se echó hacia delante hasta apoyar las manos en el suelo hacia el otro lado. Su culo quedó muy alto. Coño y culo quedaron perfectamente accesibles a la polla de Luís. Se mantenía en esa posición con una flexibilidad absoluta, más propia de una gimnasta adolescente que de una mujer madura, Su cabeza se descolgaba hasta casi legar al suelo, donde se apoyaba con las manos.
Aquí me tienes. Fóllame por donde quieras, pero fóllame, Luís.
Luís se acerco y se coloco tras ella. Sucumbió a la maravillosa presencia de su coño y su culo bien depilados y cuidados. Luís estaba feliz de que su tita se cuidase tanto para él, en una edad donde es fácil dejarse llevar. Se arrodilló y pasó su lengua por el coño. Notó como su tía se estremecía tras el contacto. “ummmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm”.
Siguió lamiéndolo, extendiendo los lametones hasta el ano. Lo abrió y le metió los dedos, follándolo. Salía mucho flujo, más de lo normal. Luís se dio cuenta de lo caliente que estaba su tía y decidió darle ya la buena follada que aquella mujer había merecido.
Se colocó detrás y le folló el coño. Ana se esforzó por mantener la posición de la mejor manera que pudo, relamiéndose, con la cara colorada por la postura. Tenía que ser la mayor puta posible, la mujer que Luís nunca imaginara tener bajo su mismo techo. La posición no le era cómoda pero le hacía sentir bien porque facilitaba que su sobrino se la clavara profundamente.
Alternaba folladas al coño con folladas al culo. En ambos sitios su polla entraba magníficamente. En el culo, Ana admitía que le entrara toda. Luís se mostraba muy satisfecho. Le azotó un poco en las nalgas a modo de premio por lo bien que entregaba su cuerpo.
Se concentró un rato en el culo. Mientras se lo penetraba miró a través de la ventana que tenía ante sí. No se veía nada, los esporádicos truenos iluminaban su porche y el bosque del fondo por completo. Todo estaba muy mojado y llovía bastante.
Luís volvió al coño para correrse. Estaba preparado para hacerlo ya. Empezó poco a poco, deleitándose. Fuera llevaba un rato sin relampaguear y tenía la vista perdida en el fondo negro.
Pero de repente, de nuevo un rayo. Luís se quedó de piedra. Pudo ver a Tomasa observándoles a través de la ventana. Totalmente mojada y con maliciosa mirada.
Luís se quedó petrificado. En seguida de nuevo la oscuridad y otro rayo casi inmediato. Ya no estaba, y de nuevo solo pudo ver el campo encharcado y más al fondo, el bosque.
Luís dejó de follar y la sacó. Ana se incorporó.
¿Qué ocurre Luís?.
Nada, nada. Me asustó un trueno y me desconcentré.
Cariño, no pasa nada.
Ana miró a través del ventanal. Sintió algo raro en su interior.
¿Acaso has visto a alguien ahí fuera?
¿Por qué dices eso?
No lo sé.
Luís pensó que tal vez era fruto de su imaginación. Pensó que algo en su interior seguía encaprichado de Tomasa; decidió no darle importancia. Pero estaba aterrado.
¿Nos vamos ya a la cama?. Creo que necesito dormir, quiero que vengas conmigo.
Ana accedió y le acompañó. Tras un rato de insistencia logró que Luís volviera a follarla antes de dormir.
Aunque Luís no pudo dormir en toda la noche.
A la mañana siguiente, cuando Ana se marchó a atender el negocio de las cabañas, Luís conectó su portátil y accedió a Internet. Abrió el correo electrónico y se fijo en uno que le había mandado su madre. El asunto le llamó la atención. “muy importante”.
Lo abrió y lo leyó. Tardó toda la mañana en reponerse y asimilar lo que su madre acababa de contarle. Se hizo café y volvió a leerlo antes de borrarlo, como ella le pedía:
“Hola Luís, soy mama. Esto que voy a contarte es algo que jamás te tendría que haber contado. Pero me veo en la obligación, pues llevo días muy preocupada por tí y mi hermanita……………………………………… CONTINUARÁ.
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
caballerocapagris@hotmail.com

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