Llevaba en el País poco más de diez y las cosas hasta entonces no me habían ido demasiado mal, tenía una habitación en una especie de casa comunal, un colchón donde dormir con mi entonces pareja y en el que todas las noches tenía que soportarlo, y hasta había conseguido un pequeño trabajito que nos permitía comer todos los días, si bien es verdad que mi pareja no aportaba nada más que palabras y seguía buscando su primer trabajo. Aquella situación tenía que romper por algún sitio, no era plan continuar en un país desconocido, sin conocer a nadie más que a un médico joven y guapísimo del que me quedé prendada nada más verle avanzar hacia mí en el vestíbulo de un hospital público. Por descontado se dirigió hacia mí para preguntarme lo que yo buscaba, nada extraño porque yo era la única europea en medio de la tropa nacional que lo llenaba. Al confirmar su impresión me invitó a seguirle a su consultorio y solo cuando me pidió desvestirme para hacerme un reconocimiento, me di cuenta de lo complicado de la situación, desnuda sobre una camilla y con las manos de un tío guapísimo sobre mí. Muy profesionales al principio, por supuesto, pero que se iban haciendo mas cálidas a medida que avanzaba en su exploración, hasta el punto de que su tacto sobre mis pechos era ya una caricia descarada y mis piernas se separaban en muda pero significativa llamada. Pudo pasar de todo en ese momento, pero una llamada en la puerta y la inmediata entrada de una enfermera, obligó a terminar el examen, no sin antes despedirnos con su propuesta de invitarme a un helado después de su hora de salida. Helado que me vino muy bien porque me sentía verdaderamente caldeada como consecuencia de su exploración, no muy profesional, la verdad sea dicha. Le volví a encontrar ya por la tarde, me había duchado y cambiado de ropa, un pantalón de jeans y una camisa blanca de un tejido suave que permitía apreciar mis pechos no cubiertos por sostén alguno, de lo cual se dio cuenta de inmediato, como también de que la camisa tenía tres botones desabrochados, uno mas de lo políticamente correcto. Comimos el helado en la calle, ante un kiosko al que habitualmente iba; había sintonía entre nosotros, no cabía duda, así es que cuando me invitó a bailar en una pequeña discoteca muy cerca de su casa, acepté encantada. Hacía tiempo que no tenía una compañía tan agradable y al que sentí enseguida podía contarle un bosquejo de mi llegada allí, sin omitir la existencia temporal de una pareja que no tardaría en desaparecer. Estábamos sentados en la semi oscuridad de la sala, vacía aquella hora, y no tardé mucho en sentir que pasaba su brazo sobre mis hombros, y que aquel gesto no solo no me molestaba, sino que me volqué hacia él poniendo mi cabeza apoyada en su pecho. Al apretarme contra él, su mano hizo contacto con mi piel, la parte de mis pechos que descubría el escote bastante abierto, pero como entendí que su mano tendría dificultades para avanzar, abrí otro par de botones de la camisa y su mano avanzo para tomar mi pecho. A partir de ahí fue él quien tomó la iniciativa, desabrocho la blusa por completo, a plenas manos cogió mis pechos y comenzó a hacer una firme presión sobre ellos; tan solo los soltó para tomar mis pezones con su boca, aunque sus manos habían desabrochado la pretina de mi pantalón y con dificultades trataban de llegar hasta mi sexo. Tarea imposible, no hay nada mas odioso para el sexo que un pantalón como el que yo llevaba. Para sentir mi cuerpo y que sintiera el suyo, me llevó hasta la pista de baile, la luz era muy tenue y mi camisa seguía abierta, nuestro baile era de espaldas, yo le volvía la espalda y él no paraba de pellizcar mis pezones, de apretar mis pechos, de ponerme a millón porque sentía el deseo de quitarme el pantalón y hacer que me montase, pero allí no era posible y le pedí me llevase hasta mi casa. Subí y volví a bajar a toda prisa, el tiempo justo para cambiar mi pantalón por una falda con la que facilitar que ocurriera aquello que debería suceder y que los dos estábamos deseando. Podía haberle hecho entrar en la casa, no estaba mi pareja, pero no quise contaminar aquella primera vez que haríamos el amor.

Nunca antes había ido a un autocine, un estupendo invento como pude comprobar enseguida, entramos con el coche, nos pasamos al asiento de atrás y a partir de ahí no me enteré ni de que película exhibían; primero fue la camisa, después fueron falda y braga antes de desnudarse él y de que se me pasase el temor que nos descubriesen, aunque me dijo que en todos los coches estaban haciendo lo mismo. Su coche era un todo terreno con bastante anchos asientos traseros sobre los que me acostó para ponerse encima, para elevarme al cielo cuando me metió su verga, después de haberme lamido por todos los lados, como por todos los lados me hizo el amor y que yo le apremiase para que se corriera en mi interior, si bien luego me preguntó que tipo de protección estaba usando, y al responderle que ninguna, se enfadó realmente conmigo, llamándome de irresponsable para arriba y también fue la razón de llevarme a su casa y hacerme tomar “la píldora del día después”; y la de antes, porque ya que en su casa no había nadie follamos como conejos y sin parar durante toda la noche. Por la mañana tenía que volver al hospital, pero no sin antes echar el primer polvo del día y quedar para comer juntos en el comedor de su trabajo.

Cuando nos encontramos se produjo una especie explosión interna en cada uno de nosotros, es verdad que me había puesto una especie de pareo-vestido de color rosa que me dejaba toda la espalda al aire y el simple roce de aquella tela sobre mi pecho producía un efecto devastador, mis pezones se marcaban enormemente bajo la tela. Me llevó a su despacho para, nada más cerrar la puerta tras nosotros, cogerme entre sus brazos, darme un verdadero beso de tornillo con su lengua enlazada con la mía y apartar con sus manos la tela del pareo para tomar mis tetas. Era un riesgo tremendo porque alguien podía entrar de improviso y sorprendernos, pero allí mismo hicimos el amor, sentado él en su silla y yo sobre sus piernas y botando sobre su polla metida en mi vagina. Después todo aquello se convirtió en rutina, todos los días iba a buscarle, todos los días hacíamos el amor allí, para volver a repetirlo en su casa, su coche, una disco  o en cualquier sitio, hasta en el coche aparcado en una calle oscura. Por cierto que en una de ellas tuvimos un incidente imprevisto; estábamos haciendo el amor dentro del coche cuando nos deslumbraron los faros de otro que llegaba y se paraba tras nosotros. A toda prisa recompusimos nuestra ropa, era una patrulla de policía que, a golpe de linterna nos pidió identificarnos  una vez hecho, seguirles hasta su comisaría. Por supuesto era ilegal el detenernos, cuando lo que realmente sucedía es que, un par de calles mas adelante, pararon su coche, se bajaron y vinieron hacia nosotros para, con todo descaro, pedirnos dinero que pagamos, mejor era eso que meternos en un lío con policías, así que la noche terminó follando de nuevo dentro del coche y riendo al mismo tiempo como locos.

Durante los meses que duró nuestra relación hubo varios episodios memorables y que no voy a dejar de relatar. El primero de ellos fue una invitación que nos hicieron para pasar un largo fin de semana en una pequeña isla del litoral, en la que, la conocida que nos invitó, tenía una casa y pésima fama según mi medico preferido, que no la podía ver ni en pintura, pero le convencí para acompañarme y él accedió para no dejarme sola y en malas manos, según sus palabras. Nuestra anfitriona no preparó demasiados comestibles, pero el surtido de bebidas era copioso y abundante, lo que ya daba una idea del ambiente que nos íbamos a encontrar. En efecto, en la isla nos esperaban los amigos de nuestra anfitriona, todos ellos propietarios de las casas vecinas, y bastante bebidos todos a nuestra llegada. Nos presentaron como recién casados y para celebrarlo se consumieron ya varias botellas, de modo que nos escabullimos y caminando por la orilla del mar llegamos a una playa solitaria; allí nos olvidamos de los prejuicios de mi acompañante y de los ruidosos y borrachos vecinos de la anfitriona, enseguida desaparecieron los bañadores y en la orilla, pero dentro del agua follamos como locos y durante mucho tiempo, pero al salir del agua mi vagina estuvo largo rato expulsando el agua que me había entrado a presión a cada uno de sus bombeos. Volvimos a la casa los primeros y nos acostamos en dos catres cercanos. El no estaba tranquilo, conocía bien el carácter local y cambiamos de cama para acostarnos juntos, temía y acertó en ello, que el grupo de gente, ya muy borrachos vendrían y tratarían de comprobar si nos acostábamos juntos o el cuento de recién casado era solo para evitarme moscones. Acertó en su sospecha, pero antes de que nadie llegase volvimos a follar y abstraídos en ello no nos dimos cuenta de que un grupo de borrachos nos observaba desde la puerta y comenzaron a jalearnos. No se bien si eso despertó en él algunos instintos escondidos o fue una táctica para despistarlos, pero aparte de bombear con verdadera furia, no tuvo empacho en provocarme un sonoro orgasmo a fuerza de que su lengua jugase con mi clítoris y cuando aún no me había repuesto, me dio la vuelta y delante de todos me folló por el culo, sin mi permiso y sin aviso de ninguna clase, simplemente y de forma bastante brusca hizo presión y me metió su polla por el culo mientras los espectadores que tanto había denigrado le aplaudían. En realidad no solo le aplaudían, uno de ellos se acercó a nosotros para acariciarme las teta pero fue rechazado, pero los otros no se cortaron ni un pelo para formar parejas en comenzar a follar hasta por el suelo, lo que nos obligaba a continuar haciendo lo mismo, estaba claro que si nos separábamos vendría de inmediato sobre mi alguno de ellos y, fuerza es reconocer que continuar follando no nos desagradaba en absoluto, aunque fuese con algunas manos anónimas que me apretaban las tetas.

La consecuencia de aquel viaje fue un embarazo y un aborto que me practicó una de sus hermanas.

En aquella época y paseando sola cerca de su casa, se me acercó un tipo joven, el típico guaperas, que comenzó a darme coba comenzando por decirme era muy amigo de mi medico. Pocos días después y haciendo Stop en una carretera cerca de un pueblo típico de la montaña, un coche se paró ante mi y, lo que son las casualidades, era el mismo personaje que volvía con su mujer embarazadísima. Eran simpáticos y durante el viaje les conté un poco de mis aventuras; juntos me ofrecieron ocupar una casa que tenían en la misma plaza donde vivía mi medico, con la condición de cuidar de ella. Como la propuesta me la hicieron juntos, no tuve problema en aceptarla y, a partir de entonces salía de una casa para meterme en la otra casi pegada, aunque como el mediquito lindo era un verdadero Don Juan, algunas veces me encontraba la plaza de su cama ya ocupada por alguna enfermera o cualquiera de sus muchas amigas, aparte de que, al continuar teniendo como pareja oficial al mismo acompañante con el que hice el viaje, casi todas las noches tenía que terminarlas en la cama con él, de modo que mi vida sexual era mas que copiosa, entre uno y otro no había un solo día en que no saliese por menos de dos o tres coitos. Por cierto que pocas semanas mas tarde tuve retraso con la bajada de la regla, y esta vez me auto-convencí de que lo quería, por lo que durante varias noches seguidas tuve que follar con mi pareja de entonces para que él pensase que el bebé era suyo, sin dejar por ello de follar varias veces al día con mi medico. Lo malo fue que tanto va el cántaro a la fuente, como dicen, que follar demasiadas veces cada día, esa actividad ocupaba el 80%   de mi tiempo y no exagero nada, me provocó un descolgamiénto del feto y lo perdí. Como consecuencia  de aquella crisis me sentí un tanto abandonada por él aunque la posibilidad de ser padre nunca le había entusiasmado; sencillamente inicié una nueva etapa que comenzó haciendo stop en una calle de la ciudad y el primer coche que se detuvo fue el de un joven francés, huido  de Chile por el golpe de Pinocho. Charlamos, me llevó hasta mi casa y quedamos en encontrarnos por la tarde en la puerta de mi casa para ir a bailar en una discoteca. No tenía nada pensado, pero cuando llegó a buscarme, vio aparecer una mujer provocativa, deslumbrante y sencilla al mismo tiempo, maquillados los ojos, un simple toque de lápiz de labios y sin mas adornos que una minifalda y una camisa blanca de lino, que permitía ver a través la forma y tamaño de mis pechos. Como suponía se mostró encantado de verme vestida de tal modo, no fue a una discoteca donde me llevó, sino a un exclusivo club privado donde se repitió el saludo inicial, un beso, pero esta vez en la boca, y continuó con su lengua jugando con la mía; nos sentamos y yo lo hice directamente sobre sus piernas por lo cual no tardé en sentir la dureza de su erección bajo sus pantalones. Se iniciaron las caricias bajo mi camisa, aunque no tardaron mucho en desabrocharla para jugar con mis pechos y pezones que enseguida respondieron erectándose. Sabía besar, no había duda, sus besos y caricias me estaban excitando, y cuando me propuso ir a una de las habitaciones le acompañe encantada. El ambiente era agradable y de buen gusto, se veía que los socios del Club eran gente bien, y el desarrollo de la noche estuvo en consonancia con las expectativas, hicimos el amor con verdaderas ganas, su piel era suave y él adoptó toda una amplia gama de recursos, desde lo mas suave hasta lo mas violento, me gustaba y aquella noche conocí cosas del sexo que ni siquiera imaginaba, tanto es así que cuando me propuso bajar al yakuzzi, donde podría haber otras personas, no me opuse, lo tomé como la cosa mas normal del mundo, Ya no solo me embestía, sino que pegaba y separaba su cadera de mi con violencia, sus tetas empapadas rebotaban con cada arremetida, sin dejar de subir la velocidad, buscando ritmos cómodos que pudiera mantener durante unos minutos, cuando me cansaba bajaba la velocidad pero no cesaba en el movimiento, y retomaba con violencia, noté que Eli vibrara todo el tiempo, ya no gritaba, solo aguantaba como una pared los martillazos que le daba, en silencio, soltando algún gemido entre respiraciones, noté en repetidas ocasiones como su cuerpo se tensaba y debía de correrse, entre el agua y mi fuerza no lo percibía. La llevé a un orgasmo tras otro, durante mas de 15 minutos no paré y eso me llevó a correrme de forma brutal en su interior, descendiendo el ritmo hasta que paré del todo. . Envueltos en las batas bajamos a un enorme piscina burbujeante, en la que, como me había anunciado, había tres o cuatro personas en el agua, en la que penetré totalmente desnuda y participé encantada en todos los juegos y posturas que me fue indicando. Salvo una vez con el medico y en circunstancias especiales, nunca había tenido relaciones sexuales en publico, y sin embargo allí estaba yo follando en una piscina con alguien que acababa de conocer y con un corro de espectadores que se nos iban acercando. Tampoco puse reparos cuando el primero de ellos se pegó a mi espalda y sentí su cuerpo desnudo contra el mío, tampoco cuando mi pareja sacó su verga de mi vagina para dejar su puesto a otro de los intrusos, o cuando después de varias corridas en mi interior, me tomaron en brazos entre varios de ello para ofrecerme, piernas abiertas y en la superficie del agua a la verga tiesa de mi acompañante, como muda ofrenda de mis folladores y su agradecimiento al haberme cedido a ellos.

Con todo lo sucedido habían cambiado mis valores, y comencé a pensar en alternativas para tener una buena vida, estaba en el país donde aquello que me proponía era posible. Para comenzar me fui apartando de mi médico y de mi pareja oficial, aunque lo de este fue un poco mas complicado, tenía muchas mañas, demostró ser peor persona de lo que yo pensaba aunque un nuevo amigo me lo quitó de encima de una vez por todas y yo me las arreglé para ir perdiendo el miedo a vivir sola, eso era lo único que me había mantenido atada a él, y a él acudí una noche en que no podía eliminar el miedo. Claro que también tuve que pagar por ello, solo tenía una cama en la que dormir así que tuve que acostarme con él y aceptar que me follase, digamos que en recuerdo de los viejos tiempos, y como sabía que no pasaría de aquella noche quiso llegar a terrenos que le estaban y le habían estado siempre vetados y la noche termino en un buen golpe de mi pie en sus huevos cuando, pese a lo previamente acordado, que no eyacularía dentro de mi, lo hizo con la intención de tratar de fecundarme, cosa que por fortuna no sucedió, pero que se quedó con los huevos bien machacados. Nunca más volví a verle.

Tras varias semanas de reflexión me lancé a conocer gente, importantes, por supuesto, y para ello me vestí con mis mejores galas, un vestido de noche de gasa enteramente transparente, hecho para seducir con ropa interior, aunque tan solo me puse una escueta tanga negra, los ojos muy pintados y tacones de 9cm a pesar de saber de antemano que al final de la noche tendría los pies destrozados. Pedí un taxi que me llevó a un restaurante selecto que estaba de moda. Sabía de antemano que tendría dificultades para que el Maitre me otorgara una mesa, pero contaba para ellos con la colaboración de los caballeros que ocupaban mesas sin mujeres; no tardó en suceder, mientras hablaba con el Maitre, uno de los caballeros que ocupaban una mesa de cinco, se acercó para presentarse e invitarme a compartir su mesa. Se presentó como Almirante X e hizo bastante alarde de su jerarquía. Dos Generales, un Almirante, un diplomático extranjero y otro civil, alto cargo de un Ministerio; esa era la composición de la mesa a la que me habían invitado y a la que me senté con la mejor de mis sonrisas, correspondiendo así a la lluvia de piropos con los que me recibieron. Me explicaron que estaban celebrando la firma de un importante contrato, y que mejor forma para hacerlo que compartir su mesa con una bella y elegante extranjera. En mi fuero interior sabía perfectamente que mi vestido, tal como lo llevaba, no era precisamente muy elegante, jamás lo es un vestido que permite ver todo mi cuerpo casi completamente desnudo, pero eso era precisamente lo que les atraía y ninguna otra ropa hubiera estado tan bien elegida. La cena fue muy buena y abundantemente regada con vinos y Champagnes, licores con los postres aunque ya me habían hecho saber que su postre preferido hubiera sido yo servida allí en bandeja, pero los clientes ajenos a nuestro grupo se hubieran sentido muy hipócritamente ofendidos si los camareros hubieran aparecido con una bandeja y yo sobre ella. Estaban todos, será mas acertado decir que estábamos los seis bastante achispados cuando me invitaron a un club privado del cual todos eran socios, todos salvo el diplomático extranjero, y en el cual se entraba utilizando la llave que cada uno tenía, llave que además daba nombre al club, The Key. La salida del restaurante fue un tanto caótica, cada uno de ellos quería llevarme en su coche, pero yo le di preferencia al Almirante, él había sido el que primero me había invitado. Por supuesto que el coche estaba conducido por un marino con guantes blancos y uniforme con cordones dorados, muy serio en su papel, lo cual no impidió que el Almirante se tomase conmigo algunas libertades, besarme y abrazarme, deslizar el amplio escote de mi vestido para tocar mis tetas, y no hubo mas porque el club estaba verdaderamente a poca distancia de restaurante donde habíamos cenado, aparte de que su mano izquierda estaba ocupada con mis tetas, y la derecha escursionando entre mis muslos. Llegamos al club muy formalitos y enseguida se reunieron los cinco del grupo, me enseñaron las instalaciones de las que se sentían muy orgullosos, y al fin nos aposentamos en un salón decorado con gusto y en cuya mesa central había ya una buena provisión de bebidas. El primero en invitarme a bailar fue uno de los Generales, lo hizo en plan guerrero desplegando toda su estrategia de conquista, tan apretado que podía sentir todo su cuerpo contra el mío y con sus manos recorriendo mis nalgas al través del vestido, el segundo, su colega en rango, ya fue un poco mas osado, además de sobarme, dejó una de sus manos en avanzada sobre mi pecho y hasta llegó a bajar el escote para verlo y acariciarlo. El tercero en la fila era el civil, el mas joven del grupo, descarado y prepotente, hizo lo mismo que el anterior pero con mucho mas descaro, me subía el vestido por detrás para que todos pudieran ver mis nalgas y mi tanga, con lo que consiguió que se oyese unos cuantos bufidos de los espectadores. El Diplomático no lo fue en su caso, tenía en sus brazos una mujer deseable, con un vestido subido hasta casi la cintura y un trasero casi  enteramente desnudo que amasaba con sus manos, fue el primero que me besó en la boca y me bajó el vestido hasta la cintura, pero el baile terminó ahí, era el turno del Almirante. Aunque todos querían llevarme a la cama, tácitamente admitían que este sería el mas favorecido de la noche; antes de iniciar el baile con él quise recomponer el estado de mi vestido, pero las voces de todos ellos me pedían que hicieran justamente lo contrario; accedí y sus ruegos y dejé caer al suelo mi vestido, la tanga me la quitó él solemnemente, y fueron sus manos las primeras que acariciaron mi sexo, el baile fue ajeno totalmente a la música que sonaba por los altavoces, un tío en mangas de camisa y pantalones, con una mujer totalmente desnuda entre sus brazos, en realidad lo estaba entre sus brazos y los de los otros, porque allí se rompió el consenso y todos pretendían follarme los primeros. Llegamos a un acuerdo y para ponerlo en practica pasamos a una sala mas grande en cuyo centro había un jakuzzi en el cual nos metimos los seis desnudos; aquello era una autentico desmadre, así es que fui yo la que tomé el control de las operaciones. Les formé contra las paredes del jakuzzi y les pasé revista deteniéndome en cada uno de ellos, todas sus armas estaban bien derechas, una tras otra las metí en mi vaina, uno tras otro le rodeé su cintura con mis piernas, dejándome caer sobre cada una de sus vergas y cuya munición descargaron dentro de mi. Ahora venía el asedio, sentados todos sobre el borde del yakuzzi y con las piernas abiertas, les fui atacando uno a uno con mi boca sobre sus vergas, todos se defendieron heroicamente pero terminaron rindiendo sus armas cuando se terminaron sus municiones.

Salí de allí por la mañana en compañía del Almirante, llevaba en mi bolso 30.000$ americanos, una tarjeta de socia del club, con su correspondiente llave, varias invitaciones a  continuar sobre lo ya avanzado, aparte de la invitación a su casa de mi acompañante, recién divorciado y con una casa que era la copia descarada de la Casa Blanca norteamericana; allí su ayudante nos preparó un abundante desayuno y tras el descansamos un poco, con polvo incluido antes de dormirnos.

De allí salí un año y medio después, siendo la única dueña de una selecta tienda de moda para mujer, un taller de confección, un club de noche para caballeros, un ático precioso y una solida cuenta corriente en divisas, en uno de los principales bancos. Todo ello gracias a la amistad de nuestro exclusivo Club de los Cinco y, como no, lo que puede el sexo.

 El Club de los Cinco

Desde el día que nos conocimos, así los denominé interiormente, si bien con la partida del diplomático extranjero el grupo se vio reducido a cuatro. Como quiera que nada se rompió al pasar a ser la pareja semi oficial del Almirante, unos meses mas tarde se concretó secretamente el grupo de los cinco y yo pasé por elección unánime a ser el quinto elemento de pleno derecho, amigos íntimos capaces de hacer todo lo que fuera necesario para ayudar a cualquier miembro del grupo que tuviera alguna necesidad. Meses después me llamó por teléfono Omar, al alto funcionario del Estado, quería hablar conmigo secretamente y eso bastó para que nos encontrásemos tomando toda clase de precauciones, de noche, en el segundo sótano de un centro comercial desierto a aquellas horas. Un potente grupo de presión había falsificado las conclusiones de un proyecto realizado por Omar y su gente; lo habían presentado al directorio financiero y desviado 500 millones de dólares norteamericanos. Había que impedir el cierre de la operación, impedir la fuga del dinero y desenmascarar al político gubernamental que había montado toda la trama, aparte de evitar que la reputación y el buen nombre de nuestro amigo quedase en entredicho.

Después de haberme explicado todo el asunto y sabiendo de su gran inquietud, le sugerí nos encontráramos, por casualidad, en el Club The Key, a donde llegamos en distintos coches una hora mas tarde, con algunos apuros el tiempo justo para cambiar a un atuendo mas acorde con el Club. Nos saludamos con un efusivo abrazo al encontrarnos, tal como hubiéramos hecho si lleváramos semanas sin vernos, y como había que evitar las suspicacias pasamos a una pequeña sala de baile en la que tan solo había luces tenues. Mi vestimenta se componía de una larga falda negra, de seda muy tenue, y una chaqueta de la misma tela y con solo dos botones como cierre. Entramos en la pista y aunque no había nadie mas en ella, nos pegamos con un tórrido beso mientras sus manos desabrochaban completamente mi chaqueta para apoderarse de mis pechos e iniciar una larga sesión de besos y caricias que terminaron sobre la cama en una de las habitaciones, la reservada para el Club de los Cinco.

Apenas nos habíamos vestidos cuando nos avisaron de la entrada de nuestro enemigo, con su corte de amiguetes celebrando, de forma anticipada, los millones que se pensaban embolsar al día siguiente. Había que utilizar la oportunidad, estando en grupo sería menos suspicaz, aparte de que no dejaría pasar la ocasión de lucirse como conquistador ante sus amigos.

Retoqué mi maquillaje, desabroché uno de los botones  de la chaqueta, y cogida al brazo de Omar nos presentamos en el salón principal, donde se encontraba el individuo aquel. Al vernos se acercó hipócritamente a saludarnos y como atraídos por un iman, sus ojos se quedaron clavados en mi escote, en mis tetas porque al haber dejado abierto uno de los botones la chaqueta se abría casi por entero y mi pecho era mas que visible. Se dio cuenta de que me había percatado de la dirección en que miraban sus ojos, se puso rojo pero yo le sonreí para indicarle que no solo no me molestaba su mirada, sino que me sentía halagada por ella y para demostrárselo y sin que Omar se diera por enterado, abrí la chaqueta por completo y solo unos segundos, lo justo para que se diera cuenta que lo estaba haciendo solo para él.

Casi nos arrastró a su mesa como invitados, para él era el placer supremo, tener a su mesa a la persona que pensaba hundir en el descrédito y además, llevarse a la cama a la mujer que llevaba al brazo, así que se sentó a mi lado, del lado en que mas se abría mi chaqueta y ver como a cada uno de mis movimientos mis pechos salían a tomar el aire. Para hablar con Omar, sentado a mi derecha, apoyó su mano sobre mi muslo como si no se hubiera dado cuenta, hizo lo mismo al momento siguiente pero un poco mas arriba y dejándola apoyada por mas tiempo, así es que estaba reaccionando como yo esperaba y era el momento de avanzar. A mi señal Omar se levantó para ir al baño, yo a mi vez puse mi mano sobre la suya, una simple presión que entendió como luz verde para que siguiera avanzando y mientras lo hacía y llegaba hasta el borde de mi tanga, yo abría el segundo botón de la chaqueta y las ofrecía a sus ojos y a sus manos que , a toda prisa se apoderaron de ellas, todo ello ante los ojos de su corte. Omar ya regresaba y abroché de nuevo mi chaqueta y adoptando una postura recatada lo que aumentó la rechifla hacia Omar de sus compinches y que él soportó estoicamente. Un rato después y consumida toda una botella de Champagne mas, empecé a simular que me hacía bastante mas efecto del real y me apoyé claramente sobre el tipo aquel, sin reaccionar cuando desabrochó totalmente mi chaqueta y comenzó a apretar y acariciar mis tetas con sus manos; volví la cara hacia él que aprovechó para estamparme un beso en plena boca mientras tiraba de mi hasta tumbarme sobre sus piernas y avanzar con una de sus manos hasta meterla debajo de mi tanga y sobre mi sexo.

En el Club The Key todo era posible, pero él prefirió llevarme hasta una de las habitaciones donde me desnudó y trató de acostarme sobre la cama. Le pedí que antes fuéramos al jakuzzi donde los preliminares podrían ser mas divertidos, así, los dos desnudos y aparentando tambalearme por la bebida, entramos en el agua en la que al momento aparecieron varios de sus esbirros. Les ignoré centrándome sobre nuestro enemigo, aunque abrazándome por la espalda me hizo pegarme a cada uno de  ellos, así cada uno de ellos hizo lo que quería, apretarme las tetas, abrir los labios de mi vulva, meter sus pollas en mi y correrse dentro, después me sujetaron varios de ellos mientras uno por uno iban metiendo y sacando sus pollas en mi boca y cuando se cansaron, o cuando su líder se lo indicó, me hicieron inclinar hacia adelante mientras él hacía presión con su verga sobre mi culo y me la metía hasta todo lo dentro que podía y así acabó en el Club The Key, la continuación fue en su casa, como yo pensaba. En la semana que allí permanecí averigüé la combinación de su caja fuerte, conseguí pruebas fotográficas de todos sus manejos, y cuando avisados por mi aparecieron en la puerta los miembros restantes de el Club de los Cinco, acompañados de la escolta Presidencial en pleno y a cuya cabeza estaba el mismo Presidente, el personajillo imitador de Machiavello vió como el cielo se le caía encima, sobre todo cuando yo misma abrí su caja fuerte, saqué los documentos y los puse en las manos del Presidente.

A él se lo llevaron preso, sin juicio a una mazmorra en lugar desconocido, a mi el agradecimiento no oficial del Estado, un par de millones de dólares más en mi cuenta y la fiesta interna en el Club de los Cinco, con el abrazo de Omar como final.

Nelson, General de la Guardia Nacional y candidato in-pectore a ser Ministro de Defensa, tan solo le faltan un par de apoyos de diputados de la Asamblea, uno de ellos un puritano y reaccionario personaje,  el otro era la voz de su amo del primero, el encargado de los trabajos sucios. Me pide ayuda para quitarle de en medio los obstáculos y, por supuesto las explicaciones me las dio en la cama. Hay que recordar que en el Club de los Cinco era norma que me acostase con quien quisiera de los cuatro miembros masculinos, pero como nunca he sido idiota, ahora ya no era la pareja de ninguno de ellos pero si hubiera sido de uno en vez libre y de todos, se hubieran generado conflictos de muy difícil solución, todos estábamos unidos y era yo el elemento aglutinante.

Después de varios días de reflexión sobre cual podía ser la estrategia a seguir, caí en la cuenta de que, quizás, la forma mas directa y sencilla podría ser la que mejor funcionase, así es que sencillamente pedí una cita con el Parlamentario, para lo cual buscamos el mejor maquillador de cine que pudimos encontrar, lentillas de otro color, pelo teñido y peinado diferente, cara con un maquillaje tan discreto que pareciese que no llevaba nada, zapatos un poco deformados y simulando tener ya varios años. Como vestimenta una braga sin adornos y un sujetador muy poco favorecedor, sobre lo cual me pondría una vieja gabardina clásica y con solapas que se cerraban hasta el cuello. Mi historia: nueva en el país y sin recursos, detenida en el aeropuerto por falta de visa, hablando mal el idioma y llevada al cuartel de la policía de extranjería, supuestamente para ser interrogada y en que había sido violada repetidas veces, incluso por el mismo general que dirigía el centro, el general Nelson Y. Una ocasión tan suculenta como para dejarla pasar por nuestro adversario, pero que antes de caer en ella, la haría verificar mil veces antes de hacer nada. En ese plano tenía que convertir los hechos en reales y sin fallos, manipulando tan solo aquello que no fuera comprometedor para nosotros. El riesgo era importante y yo lo conocía pero era necesario, de modo que pocos días después llegó, llegué al aeropuerto principal, como una mujer sin visa de entrada en el país y como previsto, arrestada en el control de pasaportes y conducida a la misma Central como suponía. Varios interrogatorios en los que hubo primero cierta violencia verbal y acentuándose progresivamente ante mi obstinado silencio; primera acción violenta de un bruto, una bofetada al tiempo que con su otra mano me sujetaba por el corpiño de mi vestido y del que, al echarme hacia atrás para huir de sus golpes saltaron todos los botones y, ¡sorpresa!, debajo del vestido solo estaban mis tetas desnudas. La verdad es que saltaron mis tetas, pero también lo hicieron los ojos de mis interrogadores que sin buscarlo se habían encontrado con una fuente de inspiración; vinieron sobre mi y mientras uno me sujetaba, el otro desgarraba mi ropa y sacando su verga me la metía brutalmente mientras mordía mis tetas y las amasaba. Después fue el turno del segundo, mas brutal si cabe que su compañero pues me dio la vuelta sobre la mesa, me puso boca abajo pero dejando que colgaran mis piernas, separó mis nalgas y de un solo envite me sodomizó y no paró de moverse  hasta que se corrió en mi interior. Con el ruido y mis gritos entró un oficial, que les amenazó con su pistola para que saliesen, después me llevaron a una cama de la enfermería, vacía en aquellos momentos y un enfermero me curó de las pequeñas lesiones que tenía, pero nadie se preocupó de facilitarme algo de ropa, la mía había sido destrozada por los brutos anteriores, de modo que bajo la sabana mi cuerpo continuaba totalmente desnudo y me hacía suponer que las violaciones no habían terminado, en efecto, el primero fue el mismo enfermero esa misma noche. Ya dormía cuando retiraron las ropas de la cama y sus manos recorrían mi cuerpo, había fuerza para separar mis piernas, pero no violencia, se acostó sobre mí y me penetró después de que consiguió me humedeciese a base de caricias sobre mi clítoris y ellas consiguieron que yo también tuviera un orgasmo y mis manos apretaran su espalda para que me penetrara mas profundamente, y en ese plan estuvimos más de media noche porque a partir del primer polvo, contribuí ardientemente a los siguientes, de modo que violación fue la primera, en las siguientes colaboré de muy buena gana y lo mismo en las noches que siguieron.

Tres días después alguien me llevó ropa, una bata vestido, una braga y unas chanclas para los pies. Me ordenaron vestirme y de esa guisa me llevaron ante un juez que, al conocer los informes no halló motivo para mi detención y ordenó mi puesta en libertad inmediata y que se me alojase por cuenta del Estado mientras se arreglaba mi documentación.

Pasé allí una semana hasta que solicité audiencia con el Parlamentario puritano y le expliqué los hechos y señalando a Nelson como uno de los violadores. Al escuchar aquello se le pusieron tiesas hasta las orejas, para él era la oportunidad soñada aunque para hacerlo público tuviera que moverse con pies de plomo. Mientras verificaba mi versión hizo que me llevasen a una casa segura y permaneciese en ella sin contacto ninguno con el exterior, aunque mis carceleros, un matrimonio cincuentón, me mantenía al tanto de lo que ocurría en el mundo y me atendían con amabilidad. Todos los días me ponía la misma bata-vestido, sin sostén y a la mujer le dije que me estaba muy prieto el que me habían dado, en previsión de que en cualquier momento, como así fue, se presentaría el Parlamentario para hablar conmigo, y así estábamos sentados frente a frente, ofreciéndome visa para poder estar libremente en el país, una cantidad modesta de dinero que me permitiera vivir mientras encontraba trabajo, y hasta su ayuda personal para ello. Todo para que yo mantuviese mi postura durante todo el proceso mediático que él y los suyos estaban preparando para hundir a Nelson. Continuando en mi papel de lerda y desdichada fui muy despacio perdiendo la compostura en mi actitud, le pedí un cigarrillo que él me ofreció sin levantarse, me incliné para cogerlo y al hacerlo y sin que se percatase desbroché uno de los botones de la bata que al darme fuego, siempre sin levantarse, le permitió ver perfectamente que debajo de la bata no había nada mas que mi cuerpo desnudo. Se puso rojo y se irguió como si le hubiera atacado, le costó un poco recuperar la compostura, y yo seguí mirándole como si no me hubiera dado cuenta de nada. En cierto momento me removí en mi asiento, como si me estuviera agobiando con su presión verbal, en el movimiento mis piernas se abrieron permitiéndole ver mis muslos hasta la braga, mostrándome cada vez mas asustada por el proceso de que me estaba hablando. El trataba de darme confianza, que todo lo dejase en sus manos, que se ocuparía de mi, y yo seguía con mi papel de mujer atemorizada y poseedora de un gran y peligroso secreto. Se acercó como para inspirarme confianza, y yo profundicé el escote de la bata, estaba parado junto a mi asiento y no miraba mi cabeza, miraba claramente, fijamente mis tetas, y cuando posó una de sus manos sobre mi hombro, me apoyé mas contra ella dejándome reclinar contra sus piernas. Se hizo un silencio aunque su respiración se hacía mas sonora por momentos, su mano se deslizaba lentamente sobre mi piel, estaba llegando hasta mi pecho, y cuando levanté mis ojos y le miré fijamente a los suyos, se rompió y asió con fuerza una de mis tetas y bajó su cabeza para besarme en la boca, me hizo levantar arrancando la bata, después la braga y él mismo y sin soltarme se quitaba toda su ropa, se sentó en el sofá y me hizo sentar sobre sus piernas, su polla tiesa estaba en las puertas de mi vagina, con lo que le bastó una leve presión para metérmela todo lo que daba, estaba a punto de correrse y lo hizo dentro, ya no podía contenerse y como había grabado todas las secuencias, estaba completamente en mis manos y en las del Club de los Cinco.

Hubo un día en el que volvieron los recuerdos, sucedió en una discoteca de moda en la que me encontraba con algunos amigos, sentí sobre mi pecho casi descubierto, la mirada fija de alguien que no tardé en identificar, tenía ante mis ojos a mi Medico, aquel con el que había vivido toda una historia y que ahora, bastantes años después, nos reencontrábamos. Sonreí ante su descaro, sus ojos seguían fijados en mi pecho que el gran escote de mi vestido descubría casi por entero, habíamos jugueteado un poco entre amigos, y en el juego se habían ido saliendo del vestido, llegando por momentos a verse claramente mis pezones. Tal como estaba me levanté y me dirigí a su mesa mientras él, al verme llegar se levantaba; fui yo la que le saludé con un lento beso sobre sus labios, al que respondió con el mismo calor con el que siempre lo había hecho, nos abrazamos largo rato y cuando nos soltamos y al haber estado con los brazos atados tras su cuello, el vestido había dejado por entero y a la vista mis tetas. Las cubrí lentamente y me senté a su lado, hablamos de su vida, se había casado y tenía un par de hijos, estaba allí celebrando el nuevo embarazo y en efecto, allí llegaban una de sus hermanas, y la barrigona que abultaba ya bastante, abrazos con su hermana, nos habíamos llevado muy bien hasta que me alejé de ellos, presentación a su mujer que me miraba insegura, como con miedo. Hubo risas de todos, yo me inventé una historia para rellenar el hueco de años que hizo reir bastante y en la que todo era muy amable, pero que desde los primeros momentos sentí el roce de su mano sobre mis piernas, me estaba buscando. No tardó en pedirle permiso a su mujer para sacarme a bailar y cuando lo hicimos fue en medio de la gente y fuera de miradas. No había palabras, sentía todo su cuerpo literalmente pegado contra el mío, sus manos que no paraban de recorrer mi espalda, penetrando bajo la tela del vestido y llegando a mis costados, una travesura, me volví de espaldas a él, con lo que sus manos ahora estaban sobre mis pechos y los apretaba con fuerza, eché mis nalgas hacia atrás para sentir sobre ellas el bulto de su verga, pero no se podía mantener por mas tiempo la situación y volvimos a la mesa muy tranquilos, ambos sabíamos que nada estaba concluido, ni siquiera la noche. Fui al baño el tiempo justo para enviar un mensaje a su buscapersonas, una urgencia medica  le requería en el hospital y de allí desviado a mi Club, The Key, mensaje que recibió cuando ya estaba de nuevo en la mesa; tuvo que acudir a la llamada, su hermana acompañaría a su mujer a su casa. Despedidas, les llamaría para invitarle un día, y yo me dirigí al Club a esperar su llegada. Yo misma le abrí la puerta y le hice entrar, miraba con ojos de asombro la riqueza y el lujo del lugar, pero sobre todo me miraban a mi y a mi escote  bajado nuevamente hasta los pezones, nuevo beso mas que apasionado, sus manos que tenían verdadera hambre, y no había lugar para divagaciones, así es que tirando de él le conduje a una de nuestras habitaciones, el Club de los Cinco, y cerré la puerta tras nosotros para abrirle mis piernas a su lengua voraz que entraba en mi vagina como si de su polla se tratase, a su verga que me penetró cuando mis piernas se anudaron en torno a sus riñones, cuando forcé aún un poco mas aquella postura para que penetrase por el culo, tomaba su verga con mis manos, mis labios la albergaban y mi lengua la recorría entera, le soltaba para que me la metiera, para que me follara aún mas fuerte de lo que antes lo hacía y así  follamos cuanto quiso, en todas las posturas, en todas las aberturas posibles, aunque solo se permitió descargar su semen en mi culo, hacerlo en la vagina solo se lo permitía en su mujer, de ahí sus casi tres hijos. Después, en el jakuzzi, cuando le hice sentar sobre el borde para tomar su verga con mi boca en la que retuve todo el semen de su corrida para devolvérselo en su boca con un beso profundo. Le sentía muy cortado, era su primera vez en un jakuzzi, con bastante gente alrededor y sintiendo el roce de otros cuerpos sobre los nuestros, tenia que enseñarle como me enseño a mi montones de cosas años atrás. Inicié el movimiento en el agua, abrazada o huyendo de él y en la huida simulada, chocando con cuerpos de hombre que me retenían para acariciarme, y mientras me dejaba hacer, le miraba fijamente a él, me ofrecía a él, le llamaba a él y cuando le tuve contra mi llevé las manos del desconocido hacia mi sexo y dejé que sus dedos me penetraran, me apoyé sobre otro de los presentes para ofrecer el culo a mi anticuado medico que me aferró por las caderas y bombeaba sobre mi hasta correrse, dándome como premio a todos los presentes que quisieron aceptar el regalo que les ofrecía, todos me tuvieron, vagina, culo, boca, de uno en uno y después hasta de tres en tres ante los ojos alucinados de mi medico que huyó despavorido y salió otra vez de mi vida. De aquella melé salió un hermoso trio que nos mantuvo despiertos durante horas y me hizo conocer nuevos amigos.

Nicolas, Major General, por supuesto miembro del  Club de los Cinco. La verdad es que desnudo a mi lado no parecía tan impresionante, aunque era muy bueno en la cama, como me acababa de demostrar una vez mas, pero tampoco su problema era de vital importancia ni había millones en juego. Era mas simple, un vividor de muy buena familia había conquistado a su hija y estaba en camino de hacerla un caso irrecuperable. Para Nicolas hubiera sido fácil hacer desaparecer al corruptor, pero eso era algo que no haría nunca, por principios, el abuso de poder no entraba en su vocabulario ni en su cabeza, había que conseguir sacarla de su trampa de la forma mas limpia posible y sin que su hija reaccionase de forma negativa. Era un buen lío aunque fuese hasta divertido algo tan fácil.

Sábado noche, en la disco mas in de la capital se encuentra Pancho Pepe con sus amigotes y sus niñas de coro, las sifrinas que beben los vientos por aquel cretino rico y mala gente, y entre ellas, como no, la hija de Nicolas, la favorita en ese momento, hasta que la vendiera para algún prostíbulo. Se abre la puerta de la disco y hago mi entrada acompañada de tres tipazos impresionantes y otras tantas mujeres a cual mas bella. Yo visto un traje negro de seda que cuelga sencillamente de los hombros, de alguna manera recuerda a una casulla o a un poncho si se quiere, sencillamente se pasa la cabeza por un hueco y se deja caer la tela alrededor, solo que en este caso, el vestido es ajustado al cuerpo y abierto completamente por los lados, con lo que a cada paso o movimiento se puede ver que todo mi cuerpo desnudo está debajo. Las cuatro mujeres vestimos iguales y el grupo se dirige a ocupar una mesa en el lugar mas visible de la sala, solo yo no lo hago, ni siquiera me acerco a la mesa con ellos, camino muy despacio por la sala, me detengo, observo lo que hay alrededor, ondulando mi cuerpo al compás de la música y el vestido revoloteando en torno mío, las respuestas visuales son numerosas y muy claras, los ojos de los machos no me abandonan un instante. Camino hasta la pista donde me hacen un hueco que rápidamente se convierte un circulo en torno mío; apago el cigarrillo en un cenicero, y al inclinarme para hacerlo la tela del vestido se abre y todos los cercanos pueden verme desnuda bajo ella; salgo a bailar, me aislo con la música, entro en una burbuja transparente en la que estoy totalmente sola, bailo y mis manos juegan con el vestido, abren y cierran las aberturas laterales y los paños de tela se alejan de mi cuerpo, se diría que mi cuerpo totalmente desnudo baila solo, y alrededor revolotea la seda. En torno mío el circulo es muy grande, lo forman todos los hombres y hombrecillos que había en el local, entre ellos Pancho Pepe y sus críos que babean. Con mi cuerpo totalmente al descubierto hago señas a uno cualquiera de los espectadores para que venga hacia mí, pero la mano de Pancho Pepe le detiene y es el quien se me acerca con los ojos saltones de lujuria. Mientras tanto mis amigos se han hecho con el grupo de niñas y las han rodeado protegiéndolas. Frente a Pancho Pepe, aunque todos los demás me tienen a su vista, saco mi vestido por la cabeza quedándome desnuda y él hace lo mismo con la suya hasta que su verga luce tiesa y babeante. Sin haberme tocado ya brilla en la punta de su verga el líquido preseminal y sin embargo no se atreve a acercarse, de modo que soy yo quien lo hago, quien agarro su verga y tiro de ella para atraerle a mi y fundo su boca con la mía, en el que mi lengua encuentra la suya y se enlaza con ella. Le hago sentar sobre una de las sillas cercanas a la pista y bailo ante él y solo para él, cerca, cada vez mas cerca, hasta tomar con mis manos su verga que acaricio y masturbo hasta que parece alcanza su máximo tamaño, avanzo sobre ella y me siento consiguiendo una total penetración; él se desata, me apresa con sus brazos, bombea con su polla, le iza sobre sus piernas para hacerme avanzar sobre ellas y sentarme cuando tiene mi esfínter a su alcance, penetrándome brutalmente, y yo juego su mismo juego, allí en medio de la pista desarrollamos una muy larga sesión de sexo duro, le provoco, me río de él, también le poseo y cuando ya no puede con su alma, cuando se han agotado sus fuerzas pero aún le tengo sobre mi y bien metido, a un gesto mío, un gay con una polla monstruosa, se acuesta sobre nosotros y se la mete entera por el culo sin hacer caso a sus gritos y yo sujetándole y evitando que se escape, y le sodomiza con toda su fuerza y de modo que ,a cada envite, Pancho Pepe grita como una mujer violada y yo siento todavía su polla en mi interior y como tiene un orgasmo dentro mío. Todo ha sido filmado, las niñas han visto como su héroe se derrumba, pierde su fuerza sobre ellas y nos vamos de allí con ellas, con la hija de Nicolás que es la que me importa y me mira aterrada. Ha visto un sexo que ni se imaginaba y creo se ha curado de adicciones.

Por supuesto el video grabado fue filtrado a los Medios y a las Redes Sociales, sin mi cara para no ser identificada, pero la suya muy clara y a la vista. Otra misión cumplida para el Club de los Cinco aunque aquella no había terminado, los cuatro hombres querían tenerme como aparecí en el video, y la fiesta fue de las que no se olvidan, estuve cinco días en una clínica privada, haciendo una cura de sueño para reponerme del cansancio.

Un comentario sobre “Relato erótico: “El Club de los Cinco” (PUBLICADO POR SIBARITA)”

  1. Te echaba de menos, mi conciencia, tu habitual calificativo de “horrible” hace que pueda vivir con los pies en el suelo. Gracias y besitos

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