EL CLUB 8

Aunque fue bastante rápido, Eliseo creyó ver en cámara lenta cómo Pilar y Blanca se arrodillaban, hombro con hombro, ante su desnudo y erecto falo. Las dos lo miraron a los ojos, parecían esperar el pitazo de arranque. Congelado de placer, Eliseo intentó hablar sin que de su boca pudiera salir sonido alguno. Las chicas rieron, divertidas por la escena, entonces Blanca decidió tomar el caso.

Llevó su mano a la endurecida verga de su hermanastro y, en vez de llevársela a la boca, como Eliseo ansiosamente esperaba, le ofreció el enrojecido glande del muchacho a Pilar quien, tras soltar una risita, abrió grande la boca y engulló la cabeza de aquel falo.

De alguna manera Pilar había mejorado sus principios de sexo oral, pues los movimientos de sus tiernos labios masajeaban con verdadera gracia a la agradecida punta de aquella afortunada verga. Cuando Pilar concluyó su turno, Blanca se dispuso inmediatamente a relevarla, sólo que sin limitarse al glande sino tragándose prácticamente todo el tronco, hasta donde las paredes de su garganta se lo permitían.

Ambas vestían con sus respectivos uniformes escolares. Blanca, de camisa blanca, y falda de cuadros negros y rojos, la misma con la que la había hecho suya la primera vez. Pilar, con falda azul y blanca, camisa blanca y un simpático corbatín de la misma trama que la falda. Blanca tenía el cabello suelto, mientras que su hermana lo llevaba agarrado de una perfecta coleta, reforzada con un poco de espray. Tenían un aspecto tan colegial que Eliseo sentía fundirse de goce.

Se dispuso entonces a disfrutar tremendo regalo. Pronto iniciaron un juego en el que Eliseo elegía con una suave caricia quien de ellas debía masajearle la verga con su boca; a veces hacia trampa, y las invitaba a las dos al mismo tiempo. Entonces las hermanas se repartían cada lado de su falo, besándole y lamiéndole toda la envergadura de su tronco.

Cuando la excitación estaba en su máximo punto, Eliseo atrajo la cabeza de Blanca hacia su pene, enterrándoselo hasta que pudo sentir la pared de su garganta chocando contra su glande. Instintivamente Blanca trató de alejarse, pero la resistente mano de Eliseo se lo negó. Durante breves segundos la atraganto con su falo, y la chica tosió y abrió la boca para respirar entre arcadas una vez que su hermanastro la liberó.

Sabiendo que seguía ella, Pilar se dejó llevar sin problemas. Más pequeña, soportó aún menos aquello, pero eso no evitó que el muchacho la penetrara hasta provocarle unos espasmos que casi se convertían en vomito. Decidió entonces dejarlas un poco más tranquilas, disfrutó de nuevo sus suaves mamadas mientras él se desvestía su camiseta, antes de pasar a lo siguiente.

Entonces las hizo ponerse de pie, no sin antes recibir un beso final de cada una en la punta de su verga. Las atrajo hacia sí, agarrándolas con sus manos en cada uno de los respectivos culos que estaban a su disposición. Besó a Blanca, y después a Pilar. Creyó por un momento que las hermanas se besarían después entre ellas, pero el mundo no siempre era perfecto. Mientras volvía a besar los labios de Blanca, sus manos se deslizaron bajo sus faldas. No se sorprendió, aunque su verga sí que se endureció más, cuando descubrió que ninguna vestía bragas. En vez de ello sus dedos se deslizaron directamente entre los húmedos labios vaginales de las chicas.

Mientras hacía aquello, su creativa mente comenzaba a planear el siguiente paso. Se le ocurrió entonces pedirle a la Blanca que se sentara sobre la silla, ella obedeció, y entonces Eliseo le hizo abrir ampliamente sus piernas, haciéndola mostrar con todo su esplendor su mojado coño. El siguiente paso fue sentar a Pilar sobre su hermana mayor, con las piernas tan abiertas como ella. Tuvo que pedirle a Blanca que se sentara lo más en la orilla posible, y la chica tuvo que hacer un esfuerzo circense para mantenerse así con Pilar encima de ella.

Las chicas no entendieron bien cuál era el objetivo de aquello, hasta que de pronto vieron a su hermanastro caer de rodillas frente a ellas. Había tenido unas ganas inmensas de deleitarse con aquellos coñitos, y aquella parecía la ocasión perfecta. Pilar sintió entonces los labios de Eliseo caer sobre su excitada conchita, la lengua de su hermanastro se introducía furtivamente entre sus labios y entonces se elevaba para apretujar con su boca su sensible clítoris.

Pilar disfrutó de las caricias que Eliseo regalaba a su entrepierna, y casi suspiró decepcionada cuando este se alejó, para hacer lo mismo con Blanca. Durante más de cinco minutos, Eliseo se deleitó con los jugos de sus hermanastras. El de Blanca, tenía un sabor más agrio, con un tenue hedor a orina que, sin embargo, no le desagradó. Pilar, en cambio, tenía un aroma mucho más sutil, que extrañamente le recordó al dulzón aroma de la comida china.

La única que pudo correrse fue Blanca, que tuvo que soportar como pudo el momento en que la boca de Eliseo se estacionó indeterminadamente en su clítoris. La pobre chica tuvo que apretujar los pechos de Pilar y morderle suavemente su espalda para soportar lo que su hermanastro estaba provocando entre sus piernas.

Entonces le hizo cerrar las piernas a Blanca, y la ayudó a sentarse más cómodamente, sin que Pilar cerrara sus piernas ni se pusiera de pie. Todo lo contrario, Eliseo ordenó a Blanca que sostuviera las piernas de su hermana, manteniéndolas abiertas; Pilar se acomodó con ayuda de Eliseo, con la parte superior de sus nalgas sobre las rodillas de su hermana, ofreciendo su inquieto coño a su hermanastro.

Entonces Eliseo tomó posición, dirigiendo su glande a la apretada y jugosa concha de su hermanastra. Entró con una facilidad sorprendente, aunque aquello no evitó los grititos que escaparon de la boca de la chiquilla. Ya dentro, Eliseo comprendió que bombearla sería menos sencillo; sintió como el estrecho coño de la chica abrazaba cálidamente su verga, y sólo pudo realizar unos lentos meneos que se intensificaron progresiva aunque remisamente.

Aquello no importó, a ninguno, más que a Blanca, que para no aburrirse envió una de sus manos a explorar los pechos de su hermanita. Desamarró el corbatín de Pilar, y desabrochó uno de los botones de la camisa, sólo para que su mano pudiera deslizarse hasta uno de sus senos, donde apretujó afanosamente sus tetillas.

Aquella escena calentó aún más a Eliseo, que se dispuso a aumentar la intensidad de sus embestidas. Eso provocó un aumento en el volumen de los gemidos que escapaban sin control de Pilar, quien parecía reventar del placer por las manos de su hermana y la verga de su hermanastro.

El coño de Pilar iba mojándose cada vez más, sus jugos chorreaban conforme la excitación aumentaba. Aquello permitió al muchacho aumentar cada vez más la intensidad de sus embestidas; a veces sacaba su falo, para tallarlo sobre el clítoris de la chica, lo que la volvía loca. Entonces volvía a penetrarla de nuevo, cada vez con una mayor intensidad. A veces eran rápidos pero suaves mete y saca, de pronto eran lentos pero fuertes embestidas, que parecían tener la intensión de partirla en dos.

– ¡Te gusta! – decía con la voz agitada Eliseo, sin que quedara claro si aquello era una pregunta o una afirmación.

De todos modos, la chica alcanzó a responder entre suspiros y gimoteos de placer.

– Sí, sí, ¡sí!

Las manos de Blanca habían hecho su aporte, Eliseo sostenía ahora las pantorrillas de Pilar mientras las manos de Blanca terminaban de desabrochar la camisa de Pilar, apoderándose después de sus dos tetitas. Eliseo tenía la certera sospecha de que tampoco Blanca llevaría en ese momento sostén alguno.

Todo aquel ajetreo tuvo entonces su efecto; Eliseo casi se vuelve loco cuando sintió los movimientos musculares que anunciaban el orgasmo que se estaba viniendo encima a Pilar. Sus gritos y gemidos aumentaron en intensidad mientras de su coño, que no dejaba de recibir los embates de Eliseo, comenzaba a chorrear un cristalino líquido.

– ¡Ya! – rogaba Pilar, mientras su hermanastro hacía caso omiso – ¡Ya, ya! ¡Ya!

Tampoco su hermana, Blanca, tuvo la suficiente piedad como para dejar de apretujarle sus pezones. Miraba divertida a Eliseo, y parecía reírse de los alocados gemidos que escapaban del desesperado rostro de Pilar.

Finalmente, la chorreante verga de Eliseo salió de Pilar. Se alejó repentinamente, mientras la concha de Pilar seguía palpitando. La chiquilla pudo entonces recobrar el aliento, mientras

Pareció planear rápidamente su siguiente posición, como un artista que evalúa los últimos detalles de su obra. Entonces se acercó a Pilar, y la hizo arrodillarse, con la orilla de la mesa sobre su cabeza. Después colocó a Blanca con las piernas abiertas sobre su hermana, y las manos recargándose sobre la mesa. Pilar sólo tenía que alzar los ojos para mirar el coño humedecido de su hermana, y bastaba la simple respiración para detectar el olor que evacuaba su concha. Sintió el impulso de meter su lengua ahí, pero entonces Eliseo se colocó tras Blanca y la penetró lenta pero firmemente hasta el tope.

Aún embadurnada con los jugos de Pilar, la verga de Eliseo se sumergió en el coño de la otra hermana. Entonces un lento meneo inició, sin embargo aquello fue suficiente para que los suspiros comenzaran a escapar de la boca de Blanca. Las manos de Eliseo se agasajaron mientras oprimían las suaves nalgas de la chica.

Las embestidas sobre su coño fueron implacables; Eliseo no parecía buscar ya el placer mutuo, sino saciarse como un animal, castigando a su hermanastra con embestidas brutales que la hacían salirse de quicio, al tiempo que la lengua de la más pequeña le refrescaba los huevos.

En efecto, aunque Pilar nunca recibió más indicaciones de su hermanastro, comprendió que su papel sería besar y lamerle los testículos mientras este se follaba a su hermana. Aprovechaba las embestidas lentas, en las que podía llevarse a la boca un huevo entero. No pudo evitar satisfacer también a su hermana, a quien agasajaba con besos y caricias de sus labios en su castigada concha.

Pero aquello no duraría demasiado; el placer había llevado al muchacho hasta el tope. Sacó su falo de Blanca, y rápidamente la hizo arrodillarse a un lado de Pilar. Ambas chicas sabían lo que venía, y permitieron que las manos de Eliseo juntara sus cabezas mientras ellas esperaban impacientes con la boca abierta, mientras su hermanastro se masturbaba apuntando hacia sus caras.

Entonces, una serie de gruesos borbotones de leche se sobrevinieron sobre sus caras. Casi nada cayó en su boca; Eliseo apuntó a otros puntos más interesantes, como sus narices, sus ojos y su cabello. A Pilar no le agradó del todo la idea de quedarse casi ciega, pero entonces Blanca la tranquilizó, y le lamió los ojos, tragándose el semen de su hermanastro. Pilar entendió el juego, e hizo lo mismo con las partes sensibles que había sufrido el rostro de su hermana. Sus sonrisas recobraron, y miraron de nuevo a Eliseo.

Con los restos de semen aún cayéndoles sobre la cara, Blanca lanzó una sonrisa traviesa, al tiempo que hablaba.

– Pilar y yo estábamos pensando algo, antes de que llegaras.

– ¿Qué cosa? – preguntó satisfecho Eliseo, mientras sacudía su verga contra los rostros de las chicas.

– Que nos pidas algo; algo que quieras, o que quieras hacer, y nosotras lo cumpliremos.

– ¿En serio? – dijo pensativo Eliseo

– ¡Sí! – confirmó Pilar.

– ¿Lo que sea? – preguntó sonriente.

Pilar y Blanca se miraron. A esas alturas, ¿qué más podía pedir Eliseo? Se habían terminado por entregar por completo a él; cualquier cosa que les pidiera seguramente sería algo que harían de todos modos. Blanca trató de arriesgarse mucho, y pensó en la posibilidad de poner alguna especie de límite a la oferta, pero en vez de ello resolvió por mantener la oferta intacta. Lo que él deseara estaba bien.

Pilar fue más imaginativa; no tenía que ser tan mayor para saber que aún quedaba el sexo anal. No dudaba que aquella sería la petición de Eliseo, pero no se atrevía abrir la boca, a pesar de que la idea no le apetecía del todo.

– Lo que quieras está bien – confirmó Blanca, buscando y encontrando la mirada aprobatoria de Pilar.

Eliseo parecía pensativo, por su mente apareció un recuerdo, del que se desprendió el hilo de una idea surgida de lo más bajo de sus deseos. Trató de hablar, pero sus pensamientos no le permitían concluir. Entonces habló.

– ¿Qué les parece si lo pienso y mañana les digo?

Las chicas aceptaron. Sorprendidas, vieron cómo su hermanastro corría hacía su cuarto. Se miraron mutuamente, de ambas escurría aún el semen sobre sus rostros, ¿qué estaba planeando Eliseo? Cuando subieron a la ducha, Blanca alcanzó a escuchar a Eliseo, quien desde su cuarto hablaba por teléfono. Pero no parecía importante, era sólo Santino y parecían hablar sobre un trabajo escolar.

Al día siguiente, Eliseo se acercó a Blanca.

– ¿Estarás ocupada hoy?

– Estaré en la casa, ¿por qué?

– Perfecto – dijo Eliseo, sonriendo – Ya sé cuál es mi deseo.

Blanca miró a su alrededor.

– ¿Me lo dirás aquí?

Eliseo miró también a los lados, entonces la empujó hacía una zona donde había menos densidad de gente y comenzó a hablar en voz baja aunque atropelladamente.

– Hace unos meses Santino me comentó que su hermana, Sarah, no sé si la conozcas.

– Más o menos.

– Bueno, me dijo que creía que ella era lesbiana.

– ¿Cómo?

– O bisexual, más bien, ha tenido novios, pero Santino sabe que también se ha…

– ¿Relacionado?

– Exacto, con mujeres. O sea qué…

– No entiendo qué tiene que ver esto con tu deseo.

– Quiero que lo hagas con ella.

– ¿Con Sarah?

– Y con Santino, si se requiere, aunque de Santino se encargará Pilar

Una mirada de ira, similar a la de la tarde del plátano, apareció en el rostro de Blanca. Había ganado tanto afecto por Eliseo que había olvidado lo sin vergüenza que era. Tenía ganas de abofetearlo y alejarse de él para siempre, pero el recuerdo de los videos la reprimía. Lo de Sarah y ella se le antojaba asqueroso, pero lo de Pilar, la manera en cómo Eliseo resolvía entregarle a su hermana a su mejor amigo le parecía repugnante. Lloró, y eso sacó a Eliseo de su entusiasmo. Trató de tranquilizarla, pero Blanca se sentó en la orilla de un escalón y lloró afanosamente. Estaba atrapada, había creído que no, pero realmente estaba atrapada en cualquier ocurrencia de Eliseo.

Él sólo estuvo sentado al lado de ella, los alumnos entraban a sus salones y les dirigían una que otra mirada, pero nadie les interrumpió. Cuando se hallaron a solas ella no pudo llorar más, sonándose la nariz miraba hacía el frente, pensativa.

Sin el menor rastro de pena, Eliseo preguntó.

– Entonces, ¿lo harás?

– ¿Tengo opción?

– Creí que…

– No puedes vivir todo el tiempo haciéndonos esto.

Eliseo no dijo nada. El rostro serio de Blanca seguía fijo hacia lo que fuera que estuviese justo en frente.

– Bueno – dijo entonces – ¿y cuál es tu plan?

Eliseo le contó entonces todos los detalles. Blanca lo escuchaba con una combinación entre interés, repugnancia y una creciente curiosidad por saber si funcionaria. Cuando terminaron, sin que Blanca lo interrumpiera ni un momento, Eliseo la miró, esperando algún comentario de su parte.

– ¿Cómo sabes si accederán?

– Lo harán.

– De Sarah tengo mis dudas.

– Pues encárgate de que funcione.

Blanca, que parecía haber aceptado su destino, le dirigió la mirada por primera vez desde que la discusión comenzó.

– ¿Tú se lo dirás a Pilar?

– Se lo diremos los dos.

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