Sofía sentía frío. Empezó a abrir los ojos, poco a poco, entre fuertes dolores de cabeza, ¿Qué había pasado?
No sabía bien donde estaba, parecía… ¿Barrotes?
Aún no veía con claridad y, donde se encontraba no había ninguna luz.
Intentó mirar alrededor pero no le sirvió de mucho, intentó moverse, pero había algo que la bloqueada esos… barrotes estaban por todos lados, no tenía mucho sitio para moverse. Algo la molestaba en el cuello, se acarició de las manos y se encontró con una especie de collar que llevaba puesto. del collar salía una especie de cadena… Sofía comenzó a asustarse.
Su miedo aumentó cuando se dió cuenta de que estaba desnuda, ¡Desnuda! Los recuerdos comenzaron a volver a su cabeza, ¡Estaba en Xella Corp! El pánico comenzó a abordarla, su último recuerdo era estar yendo al despacho de Marcelo… La cabeza le dolía. De repente todas las luces se encendieron, cegándola. Entonces, mientras recuperaba la visión, reconoció donde estaba. Una sala enorme, llena de jaulas… ¡Y ella estaba dentro de una! “¡NO NO NO! ¡Esto no puede estar pasando!” Pensó.
Un guardia que acababa de entrar era el que había encendido las luces.
– ¡Oiga! – Le llamó Sofía. – ¡OIGA!. – El hombre se giró hacia ella.
Las mujeres que estaban en las jaulas contiguas se apartaron todo lo que pudieron de ella, y se acurrucaron en un rincón, mientras la miraban como si estuviera loca.
– Tiene que sacarme de aquí. – Continuó la reportera. – ¡Yo no tengo que estar aquí! ¡Estaba haciendo un reportaje! Pregúntale a Marcelo, ¡Él te lo dirá!.
El guardia se iba acercando lentamente a la jaula. Con desgana, rebuscó en una carpetilla con papeles.
– Sofía, ¿Verdad?
– ¡Sí! – Contestó la mujer, con optimismo.
– Aquí no pone nada de que tu captura sea un error… Es más… Tu entrenamiento comienza hoy… – Sofía se puso pálida, ¿Entrenamiento? – Y parece que va a ser muy divertido… – Una sonrisa macabra se dibujó en la cara del guardia.
– ¿Qué? ¡NO! ¡No me podéis hacer esto! ¡No tenéis derecho!
¡PAM!
El guardia dió un fuerte golpe en los barrotes de la jaula con una porra, haciendo callar a Sofía.
– ¡Cállate perra! ¡La que no tienes derechos eres tú! ¡Ahora no eres más que una esclava! Así que no hagas ninguna tontería o tendrás tu merecido.
– ¡No soy una esclava!
El guardia se había cansado, volviendo a acercarse a la jaula introdujo por los barrotes el extremo de una barra metálica. Sofía no sabía lo que era pero, en cuanto la tocó, una gran descarga eléctrica la recorrió entera, haciendola gritar y dejándola tendida en el suelo de la jaula.
– Ya me he cansado de hablar contigo, perra. Todavía no tenemos permiso para tocarte, pero en cuanto empieces tu entrenamiento…
Sofía miró al hombre desde el suelo, con cara de asustada. ¿Cómo coño se había metido en ese lío?
– Y no vuelvas a molestarme si no quieres que te vuelva a tocar con mi amiguita… – Continuó el hombre, alzando la barra con la que le había dado la descarga. – No tendré reparos en asarte como un pavo como me toques los cojones…
Se dió la vuelta y se fué, dejando a Sofía electrocutada y sola, arrinconada en un rinconcito de la jaula…
El tiempo pasaba y allí no había ningún cambio, de vez en cuando algún guardia se acercaba a alguna jaula para increpar a la chica que la ocupaba, o traían y se llevaban a alguna de las chicas. Empezaba a dolerle el cuerpo de estar en un espacio tan pequeño, y empezaba a tener sed… Miraba el falo de plástico que colgaba en un lado de la jaula, conectado a un depósito de agua y recordaba la función que le habían explicado que tenía… Se negaba en redondo… Antes moriría de sed.
Había intentado hablar un par de veces con alguna de las chicas de las celdas contiguas, pero estas la habían evitado. Lo más que consiguió fue que una de ellas le dijera que la dejara en paz, que no quería recibir un castigo.
El tiempo pasaba muy despacio… No sabía cuanto llevaba de día pero le parecía una eternidad. De repente, la puerta se abrió y, en vez de entrar un guardia, entró una mujer.
– ¡Angélica! – Exclamó Sofía. – Por favor, ¡Tienes que sacarme de aquí!
Mistress Angélica la miró, desde el otro lado de la sala, le dijo algo a un guardia al oído, y éste se dirigió a la jaula de Sofía, abriéndola y dejándola salir.
¡Por fin! ¡Ese calvario iba a acabar! Sofía se estiró nada más salir de la jaula y el guardia le dió un tirón de la cadena, apresurándola para que caminase hacia Angélica.
– ¡Vale vale! No seas tan brusco… Ya voy… – A Sofía no le desaparecía la sonrisa de la cara, estaba deseando que le devolvieran su ropa ya y salir de aquél lugar. – Muchas gracias, Angélica. – Dijo, sin contener su alivio. – He pasado un rato horrible, ¿Por qué han hecho est…
¡ZAS!
Un rápido fustazo en sus nalgas hizo que Sofía dejara la frase a medias para sustituirla por un grito.
– ¿¡Qué creés que estás haciendo!? – Gritó sorprendida la reportera.
¡ZAS!
Otro fustazo, en el otro lado del cuerpo. Sofía estaba confundida, el guardia seguía a su lado, sin moverse, sonriendo.
– Ponte de rodillas. – Susurró la dominatrix.
– ¿Q-Qué?
¡ZAS!
– ¡Obedece!
¡ZAS!
¡ZAS!
Sofía se arrodilló, intentando cubrirse con las manos de los fustazos que le proporcionaba la mujer.
– ¿P-Por qué…? – Susurró Sofía.
– Por desobediente, una esclava debe saber como comportarse ante su ama.
– Y-Yo… Yo no soy una esclava… Soy periodista…
¡ZAS!
– No hables si no eres preguntada. – Replicó Angélica. – Y te dirigirás a mí con respeto, no has olvidado cómo, ¿Verdad?.
Sofía calló y agachó la cabeza, las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, pero se negaba a llorar delante de aquella mujer.
¡ZAS!
– ¡Te he hecho una pregunta!
Sofía estalló de rabia, saltó desde el suelo para llevarse por delante a esa odiosa mujer. Un tirón de la cadena que la aferraba por el cuello la hizo detenerse en medio del ataque, y un par de puñetazos en el estomago propinados por Angélica consiguieron que volviese a caer al suelo.
– Vaya vaya… esta perra tiene genio… esta bien, así será más divertido. – Comentó divertida Angélica.
¡ZAS!
¡ZAS!
¡ZAS!
Rápidos fustazos cruzaban el cuerpo de Sofía.
– No te preocupes zorra (¡ZAS!), no tardarás (¡ZAS!) en aprender (¡ZAS!) cual es (¡ZAS!) tu lugar (¡ZAS!) – Angélica acompasaba el ritmo de sus palabras al de los fustazos.
– ¡Para! ¡Por favor! – Gritaba Sofía. – ¡Ya vale! – Angélica no paraba, Sofía sabía lo que quería oir. – P-Por favor, mistress, ¡Por favor! ¡No volveré a hacerlo!
El oir como Sofía se rendía produjo una gran satisfacción en la dómina, aunque sabía que en este momento sólo lo decía por el dolor, no tardaría en sucumbir ante ella de manera total.
Con un movimiento de la mano pidió la cadena al guardia, que se la tendió rápidamente.
– Vamos perra, vas a acompañarme a un sitio muy divertido.
Sofía se levantó y se dispuso a seguirla.
– ¿Alguien te ha dado permiso para levantarte?. – Dijo mistress Angélica, acariciando la fusta. – Las perras caminan a cuatro patas…
Sofía volvió a echarse al suelo derramando lágrimas de impotencia ante la situación ante la que se encontraba.
Angélica comenzó a andar y Sofía la siguió. Caminaban bastante despacio, a la chica le costaba andar en esa postura. Después de un rato en el que a Sofía le comenzaron a sangrar las rodillas se detuvieron ante una puerta.
– Creo que no viste estas salas durante tu visita, ¿verdad?. – Preguntó Angélica mientras abria la puerta.
Una gran sala se abría ante Sofía. Una gran sala vacía. Bueno, realmente no estaba vacía. Las paredes estaban llenas de instrumentos que hicieron que Sofía volviera a echarse a llorar: látigos, cadenas, fustas, picanas eléctricas, consoladores, esposas…
Avanzaron hacia el centro de la habitación y Angélica enganchó la cadena de Sofía a otra que colgaba del techo. Después fué a un rincón y recogió algo que la reportera no fué capaz de reconocer.
La dómina se acercó.
– ¿Reconoces esto? – ¡Era su cámara! – Ya hemos visto todo el material que grabaste… Y por supuesto lo hemos editado para que ni nombres ni caras ni lugares sean reconocibles. Pero creo que podemos completar un poco más el reportaje…
Sofía la miraba con rabia, esa era la razón por la que había llegado a ese horrible lugar.
– Creo que la mejor manera de acabar el reportaje es mostrando un proceso completo de esclavización y, me alegra comunicarte que has sido la afortunada elegida.
Angélica conectó la cámara y la colocó en un trípode desde donde se pudiese ver completamente lo que iba a suceder. Se colocó delante de la Sofía y comenzó.
– Entrenamiento de la captura nº 722. Sofía Di Salvo. A cargo de Mistress Angelica. ¿Qué edad tienes, perra?
Sofía no contestó. Mistress Angélica no usó la fusta, si no que la propinó un fuerte bofetón que la derribó.
– ¡Te he hecho una pregunta! ¿Qué edad tienes? ¡No me hagas repetirtelo otra vez!
– ¡V-Veintinueve!
¡ZAS!
– ¿¡Veintinueve, qué!?
– V-Veintinueve, mistress… – Contestó Sofía, agachando la cara, asustada por si recibía otro golpe.
– Pronto aprenderás que lo mejor que puedes hacer es obedecer y portarte como debes… En cuanto lo hagas, todo irá bien para tí.
Angélica continuó con las preguntas.
– ¿Por qué estás aquí?
– Y-Yo estaba haciendo un re-reportaje, mistress. – Sofía balbuceaba mientras hablaba, entre las lágrimas y los golpes recibidos no era capaz de hablar bien.
– No… – Sofía se encogió, esperando otro golpe, pero éste no llegó. – Eso es para lo que ESTABAS aquí. Ahora estás aquí para convertirte en una perfecta esclava. Vamos, dilo.
– Estoy aquí para ser una… una… – Mistress Angélica alzó la fusta. – ¡una perfecta esclava!, mistress…
– Estás aquí para aprender a obedecer.
– Estoy… Estoy aquí para aprender a obedecer, mistress
– Vas a aprender a complacer a tus amos en todos sus deseos.
– Voy a prender a complacer a mis… a mis… – Las lágrimas se escapaban de los ojos de Sofía.
¡ZAS!
– ¡AH! ¡A mis amos! Mistress…
– Muy bien, quiero que eso quede grabado en tu cabeza de la misma manera que quedará grabado en esa cámara. A partir de este momento tu opiniión no tiene ningún valor, sólo existes por y para tus amos.
Angélica se acercó a un lado de la habitación y cogió una especie de taparrabos de metal.
– ¿Sabes qué es esto?
– No, mistress
– Es un cinturón de castidad. De momento has perdido el derecho a tener orgasmos hasta nueva orden.
Angélica comenzó a colocárselo. Cuando acabó, cerró un pequeño candado y se guardó la llave. Sofía estaba en shock, más por el control sobre ella que tenía esa acción que por el hecho de no poder tener orgasmos. Aunque había disfrutado bastante del sexo durante su vida, también había pasado grandes temporadas sin él y nunca había pasado nada.
– Ahora vamos a empezar a practicar algunas de las posiciones que debe adoptar una buena esclava. He visto que durante tu reportaje viste a alguna de las esclavas practicándolas… ¿Recuerdas alguna?
– S-Si, mistress. – Recordaba haber visto dos… y no quería tener que repetirlas…
– Colócate en la posición de espera.
Sofía se colocó de rodillas, mirando a Angélica.
¡ZAS!
– ¡Mal! No digas que las recuerdas si no es verdad, esclava. ¡Espalda recta! ¡Rodillas a la misma distancia que los hombros! ¡Agacha la cabeza! ¡Las manos sobre los muslos!
Sofía iba realizando los movimientos que le indicaba su mistress.
– Eso está mejor… ¿Recuerdas alguna postura más esclava?
– S-Si… mistress… – Afirmó la esclava, sabiendo que si decía que no sería castigada.
– ¿Cuál?
– La posición de ofrecimiento… mistress…
Mistress Angélica se quedó mirando. Esperando a que la realizara.
Sofía, lentamente y llorando de nuevo, agachó su cabeza hasta el suelo, alzó el culo y separó sus nalgas con las manos.
Angélica daba vueltas a su alrededor, observándola mientras la esclava sollozaba.
– Ésta está mejor… ¿Tantas ganas tienes de ofrecerte? No te hagas ilusiones puta, no te voy a quitar el cinturon de castidad todavía…
Sofía mantuvo la posición, casi le costaba menos estar con la cara pegada al suelo, así por lo menos ocultaba su llanto y vergüenza.
– De momento está bien por hoy. – Angélica comenzó a desenganchar la cadena del techo. – Volvamos a tu jaula. Pero antes debes agradecerme todo lo que estoy haciendo por tí.
Sofía se quedó mirandola, ¿agradecerle? Angélica puso su bota delante de la cara de Sofía. Ésta se puso blanca como la leche. Recordaba como la esclava que acompañaba a la dómina la última vez lo había hecho servilmente.
Angélica acarició con la fusta la cara de Sofía, amenazante y ésta, haciendo de tripas corazón, sacó la lengua, cerró los ojos y empezó a pegar lentos lametones en el empeine de la joven. Estuvo durante varios minutos limpiando con su lengua ambas botas. El tácto del cuero con su lengua era extraño, pero tampoco era desagradable…
Cuando Angélica consideró que tenía suficiente, dió un tirón de la cadena para indicarla que debía comenzar a gatear.
Un interminable paseo después, llegaron ante la jaula que ahora era su hogar. Angélica examinó el dispensador de agua.
– ¿No has bebido nada en todo el día? Eres una perrita mala… ¿Quieres deshidratarte?… – Preguntó Angélica, con sorna, sabiendo que Sofía conocía el uso que daban a ese artefacto y que por eso no bebía.
La dómina llamó a un guardia y éste le trajo una pequeña pastilla.
– Abre la boca.
Sofía asustada, apretó las mandíbulas tanto como pudo.
¡ZAS!
– ¡Abre la boca!
¡ZAS!
¡ZAS!
Angélica cogió a Sofía de los mofletes, apretando, obligándola a hacer lo que le pedía. Al ver que no lo hacía, la retorció con fuerza de un pezón, haciendo que la esclava gritara. La dómina aprovechó el resquicio para introducir la pastilla, tapó la boca de Sofía, después la nariz y esperó a que se tragara la dichosa pastillita.
Sofía quedó jadeando en el suelo… La mujer estaba derrotada… No peleó más cuando intentaron introducirla en la jaula.
– Espero que te haya gustado tu primer día de entrenamiento. Para tu información, la pastillita que te he dado tiene dos funciones: por un lado, te dará la suficiente sed como para que no puedas resistirte a usar nuestro aparatito… y por otro… es un potente afrodisiaco… que hará que disfrutes al máximo ese pequeño cinturón del que sólo yo tengo la llave…
Angélica se dió la vuelta y salió de la sala, riendose a carcajadas, dejando a Sofía encogida en un rincón de su jaula.
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