Diario de George Geldof – 4

Yo volví a mi rutina semanal, esa noche y las siguientes las pasé follando con Desireé, trabajando en la finca, atendiendo a mis clases, practicando con la espada y la pistola, y pensando en el próximo encuentro, el cual llegó sin casi darme cuenta.

Como siempre, fuimos despedidos con la sonrisa de la madre y su deseo de que lo pasásemos bien y nos fuimos a la fuente. Volví a extender la manta colocando los apoyos como la otra vez, mientras les pedía que se desnudaran. Iban como la vez anterior, solamente con el vestido.

Al ver la misma disposición que el día anterior, se colocaron en la misma posición, lo que tuve que corregir, diciéndoles que una tenía que poner la cabeza sobre el apoyo, lo que hizo inmediatamente Mary Anne, luego les informé de que la otra debería ponerse a la inversa sobre ella, y que deberían estimularse el coño y el clítoris mutuamente.

-Y espero que me hayáis hecho caso y os hayáis dilatado bien, porque os voy a encular hasta cansarme.

Claudine se colocó a cuatro patas sobre su hermana, puso su coño en su boca y se inclinó para hacérselo a ella. Ambas comenzaron a lamerse y chuparse, en principio con cara de asco, pero como no se atrevían a contradecirme, poco a poco comenzó a gustarles.

Yo saqué el aceite de la vez pasada, me embadurné bien mi polla, unté bien dos dedos y se los metí en el culo a Claudine, que gimió un poco por el dolor de la intromisión.

Los moví en círculo, comprobando que dilataba bien, aproximé mi polla a su entrada y la fui metiendo poco a poco.

Ella dejó el coño de su hermana, levantándose y gimiendo más fuerte:

-AAHHMM. Despacio, me hace daño.

Detuve mi avance para que se fuese acostumbrando, y fui metiendo y parando hasta que entró toda. La mantuve un rato para que se acostumbrara y dilatara.

-OOHH. Me siento llena por dentro. –dijo Claudine

-Sigue comiéndole el coño a tu hermana. –Le dije yo.

Empecé un bombeo suave que fui incrementando poco a poco, acompañado por suaves lametazos a mis huevos que me daba la hermana a indicaciones mías, mientras recorría el coño.

Pude sentir, por las contracciones de su ano, que tuvo al menos dos orgasmos.

Yo les animaba a seguir, mientras le daba azotes en el culo cuando casi sacaba mi polla, para seguidamente meterla con fuerza.

Cuando alcanzó su tercer orgasmo y aprisionó mi polla, no pude aguantarme más y me corrí abundantemente dentro de su ano.

Luego, tras sacarla, les hice rodar por el suelo y colocarse en el apoyo contiguo, pero esta vez con Claudine debajo, y les di la orden de seguir con lo que estaban.

Mi erección no había bajado del todo, y, tras limpiarla de algunos restos, me la estuve acariciando mientras veía lo que habían llegado a aprender en materia de darse mutuamente placer, lo que ayudó mucho para que se me pusiese dura otra vez.

Repetí la escena con Mary Anne. Unté bien su ano con aceite, probé con mis dedos el acceso, unté nuevamente mi polla procedí a meterla lentamente en su culo, con pequeños avances. Ella se tensaba y flojaba cada vez, soltando algún gemido

-HUUMMPF.

Pero al cabo de poco tiempo, la tenía toda dentro.

Estuve un rato quieto para que se acostumbrara.

-FFFFFFF. Tenías razón, hermana, también me llena completa.

Empecé mi mete–saca despacio y le pedí a Claudine que atendiera bien a mis huevos y tronco al salir.

Esta vez conté cuatro contracciones de su culo antes de que, a la quinta, le llenase también el culo, pero con menos cantidad.

De nuevo caímos derrengados sobre la manta, donde estuvimos un buen rato recuperándonos. Tras lo cual, nos fuimos a lavar, primero ellas y detrás yo, por lo que pude observar su andar incómodo y cómo manaba mi leche de sus culos y les caía por las piernas.

Mientras me lavaban, les dije:

-Quiero follarme a vuestra madre.

-¿Quéeeeeeee? –respondieron a una.

-Lo que habéis oido. Quiero follarme a vuestra madre. Ya que ella está también interesada en esto, quiero que participe en las tareas para conseguirlo.

-Pero ella no puede venir con nostras. Tiene que quedarse con mi padre y los tuyos.

-Me da igual otro día, el caso es que participe.

-Bueno…….. –dijo Mary Anne dudosa- Mi madre también ha comentado algo así.

-¿Ah sí? ¿Y que os ha dicho?

-Nos ha dicho que, si quieres, los martes por la mañana, sobre las 10, podría ir a una cabaña abandonada que hay cerca del linde de nuestras tierras con las vuestras, en el antiguo camino de la montaña. Es un sitio que cae cerca de ambas casas, solitario y no cuesta mucho llegar.

-(Jodeeer, estas tías van muy por delante de mí. –Pensé yo.)

-Conozco el lugar. Estaré allí el martes a las 10 de la mañana. Espero que no falte.

Di por terminada la conversación y salimos del agua.

Como siempre, dimos buena cuenta de la merienda, volvimos a casa con algunos problemas al sentarse, hubo un doble intercambio de señas y confirmaciones, aunque esta vez se movieron poco y despacio. No sé que dirían cuando las vieran moverse constantemente para encontrar acomodo a su culo. Ni se lo pregunté.

El martes siguiente llegó y yo aparecí por la cabaña unos minutos antes de las 10. Sin embargo, ya había un caballo atado a una cerca con abrevadero, donde até el mío también, procediendo a entrar en la vivienda.

Lo primero que observé al entrar era que no estaba muy abandonada, ya que no se observaba polvo ni suciedad por ningún sitio, constaba de una sola habitación, con un fogón en un lado y una cama grande en el otro, con una cortina de separación, que permanecía abierta, una mesa grande y tosca en el centro con varias sillas alrededor igual de toscas y un jarrón con flores encima. En un lado, había un altillo en el que se veía lo que parecía otra cama o catre. La puerta tenía una cerradura y las ventanas postigos y cortinas.

La ropa de la cama parecía nueva y se encontraba perfectamente hecha y se veía un aguamanil con su palangana, toalla y jarra de agua.

En la habitación había dos mujeres, Amanda Dankworth y una criada, que se volvieron al entrar yo.

-Vaya, eres muy puntual. –Dijo Amanda, la madre.

-Procuro serlo, máxime cuando una dama me espera, pero permítame una pregunta… ¿Esto no es una vivienda abandonada en medio de la nada?

-Entiendo a lo que te refieres. Permíteme que te lo explique. Como comprenderás, no iba a meterme en cualquier chamizo sucio y lleno de piojos, ratas y cualquier otro animal, por lo que he mandado que arreglaran esto. Además, te presento a Brigitte, una de las muchachas a mi servicio, que se encargará de que se encuentre limpio para cuando vengamos.

-Encantado Brigitte. –dije.

-No te molestes en entablar conversación con ella. Es muda desde que unos soldados invadieron su pueblo en Francia, la violaron y torturaron, metiéndole el palo de una lanza por la boca y destrozándole las cuerdas bucales, pero es muy servicial, trabajadora y lo mejor: no se va de la lengua, je, je, je. Espéranos fuera, Brigitte, y cierra la puerta al salir.

Ella salió, dejándonos solos. Inmediatamente Amanda me dijo:

-Espero que seas la mitad de bueno de lo que me han contado. Si es así, vamos a pasarlo muy bien.

-Creo que te equivocas. No he venido a entretenerte ni a darte gusto. Tu quieres una cosa y estás dispuesta a todo para conseguirlo, incluso utilizarme a mi, pero ya que soy el utilizado, soy el que impone las reglas. Como les dije a tus hijas, harás lo que te diga, cuando te lo diga y como te lo diga. Tu máxima será darme placer a mi. Solamente te dedicarás a ello. Y tendrás el placer que yo quiera darte. Aquí seré tu amo, tu la esclava. Si no te gusta, puedes marcharte ahora mismo y deshacemos el trato. ¿Lo has entendido?

-Si

-¿Si, qué?

-Si amo -dijo bajando su cabeza.

-Desnúdate. Rápido

Se quitó el vestido, mostrando que no llevaba nada debajo. Ante mi mirada dijo:

-Ya se que te gusta que las mujeres queden desnudas con rapidez.

Observé que no llevaba ni un solo pelo en el coño. Ante mi mirada de extrañeza, me dijo:

-¿Te gusta? Es una costumbre que aprendí cuando estuve viviendo en Francia. Es la última moda allí. Mis amigas de allí, con las que me carteo y visitamos, me mantienen informada de todo las novedades que se presentan.

-Me parece muy bien –dije sin darle importancia- pero ahora, desnúdame a mí.

Ella lo hizo despacio, recreándose con cada trozo de piel que descubría. Cuando bajó mis calzones dijo:

-¡¡Vaya lo que tenemos aquí!! No me habían engañado. No se si lo voy a disfrutar o a sufrir cariño.

-(Maldita puta, otra que me dice que la tengo pequeña. –pensé yo, y estuve apunto de marcharme, pero en cambio…)

Me acerqué a la mesa y me senté en una de las sillas, después de colocarla convenientemente.

-Ven aquí y recuéstate boca abajo sobre mis rodillas.-Le dije.

Obedeciendo, se colocó como había pedido. Puse una mano en su espalda y con la otra comencé a acariciar su culo con movimientos circulares hasta que oí un suave ronroneo.

ZAS. La sorprendí con una fuerte palmada que dejó mis dedos marcados en su culo y mi mano roja y dolorida.

-¡AAAAHHHGGG! ¿Pero qué te has creído, maldito niñato? ¿Cómo te atreves a pegarme? ¡Te voy a ………….!

-¡Cállate! Si no estás de acuerdo te vistes y te vas. Aquí has venido a hacer lo que yo diga y aguantar lo que te haga. –Dije con mi expresión más salvaje y dura que pude.- Pensaba darte dos azote por olvidarte de llamarme amo y decirme cariño, pero ahora serán seis por la falta de respeto añadida.

Se quedó callada un momento y empezaron a caerle lágrimas, pero al fin, volvió a recostarse en mis piernas, al tiempo que decía:

-¡Por favor, amo, tráteme con cuidado!

Volví a colocar mis manos en la espalda y culo respectivamente y comencé mis caricias de nuevo. Estaba tensa. No disfrutaba.

-Relájate y disfrutarás. Separa bien las piernas.

Ella las separó, yo seguí acariciando. Cuando me pareció que estaba ya algo relajada:

ZAASSS Nueva y fuerte palmada.

-AAAAYYYYYYY Duele mucho, amo.

Seguí acariciando su culo, pero esta vez bajando mi mano entre sus piernas y frotando su coño depilado con suavidad. Alternaba movimientos circulares en su culo con verticales sobre su coño.

ZAASSS Nueva y fuerte palmada.

-AAAAYYYY Duele, amo.

Parece que le dolía menos. Seguí acariciando su culo y alternando los movimientos circulares y los verticales.

ZAASSS Nueva y fuerte palmada.

-AAAAYYYY

Menos todavía. Seguí con mis movimientos.

ZAASSS Nueva y fuerte palmada.

-AAYY

Menos todavía. Seguí con mis movimientos.

Su coño se iba abriendo como una granada, estaba mojado, pero seguía sin tocarle los puntos que ella quería.

ZAASSS

ZAASSS

Seguí con mis caricias. Bajé a su coño que parecía una fuente. Coloqué mi dedo medio a lo largo de su raja y empecé un movimiento arriba y abajo, que terminaba chocando con su clítoris.

Empezó a jadear con fuerza y a clavar sus dedos en mi pierna y en la silla hasta que le saltó un orgasmo fuerte y largo que la hizo gritar como si estuvieran torturándola

-AAGG SIGUEEE. ¡ME CORROOO! ¡ME CORRO AMO SIGUEEE!

Se quedó como ida durante un buen rato, y comenzó a resbalar hasta el suelo, donde quedó tumbada durante un tiempo.

Cuando se recuperó, dijo

-¡Dios mío! ¡Nunca había tenido un orgasmo así! Realmente, no he tenido nunca un orgasmo.

Yo, que estaba totalmente empalmado, le dije:

-Estupendo entonces. Hemos terminado por hoy. Vístete y vete.

Ella, mirando mi erección, me dijo:

-¿Y te vas a quedar así? ¿No quieres relajarte conmigo?

-Hoy no te lo has ganado. Vete.

Ella sacó unas prendas de un bolso que no había visto y se las puso, eran unas bragas de extraño diseño y una camiseta también un tanto rara.

-¿Te gustan, amo? Son diseños de París. Mi ropa interior la traigo de allí.

-Me parece muy bien.-Dije mientras seguía mirando su cuerpo sin moverme.

Cuando terminó, dudó un momento, pero abrió la puerta y se fue.

Inmediatamente entró Brigitte dirigiéndose a la cama, probablemente con intención de arreglarla de nuevo, pero al ver que no la habíamos tocado, se dio la vuelta mirando alrededor.

Me miró, miró mi polla erecta, volvió a mirarme y volvió a mirar mi polla.

-¿Te gusta?

Afirmó varias veces con la cabeza.

-(Menos mal que hay una que no le preocupa el tamaño. –Pensé)

-¿Por qué no te desnudas y la disfrutas?

No tardó ni un segundo en quedarse totalmente desnuda. Tenía un cuerpo precioso, lleno de curvas cada una en su sitio, unos pechos generosos y un coño no muy peludo.

-Vaya, tu no te lo afeitas a la moda Francesa, como tu ama.-comenté.

Ella negó con la cabeza mientras se acercaba. Se arrodilló ante mi y se la llevó a la boca, comenzando una felación donde se no taba que tenía gran experiencia.

Empezó lamiendo desde la base hasta el prepucio, ensalivándola bien, para luego metérsela en la boca toda entera, hasta que le dio un amago de arcada, pero la tenía toda completamente dentro. No sé como lo hacía, pero al mismo tiempo me masajeaba con la lengua. No usaba las manos, solo su boca. No duré ni cinco minutos. Por primera vez en mi vida, fui eyaculador precoz.

Ella tragó todo, limpió bien mi polla y se enderezó siguiendo de rodillas.

Tenía la mano en su coño y se acariciaba.

-¿Nos has oido? –le dije.

Afirmo con la cabeza

-Estas excitada

Nueva afirmación

-Se ve que tienes experiencia en esto, ¿verdad?

Afirmó otra vez

-¿El conde?

Pareció dudar, pero afirmó.

-¿La condesa?

Negó

-¿Alguien más de la casa?

Afirmó

-¿Quién?

Hizo unos gestos con la mano.

-¿Intentas decirme algo? ¿Esos gestos quieren decir algo?

Afirmó

-Me gustaría saber que dicen, pero antes…. Vamos a solucionar lo tuyo.

La tomé de la mano y la llevé a la cama. La puse boca arriba y comencé a besarla. Sus labios, su cuello, lamí los lóbulos de sus orejas, acaricié sus pechos y lamí y chupé sus pezones, bajé hasta su coño, que me recibió empapado, con un clítoris exageradamente grande, que enseguida me puse a chupar y lamer.

Ella se retorcía, y era extraño no oírle emitir ningún sonido. No sabía si le gustaba o le hacía daño. Solo mi experiencia me decía que disfrutaba.

Su orgasmo llegó pronto y llenó mi boca de gran cantidad de flujo, hasta el punto que pensé que se estaba orinando.

Cuando se recuperó, me miró con una sonrisa e hizo unos movimientos con sus manos. Yo le sonreí también, me enderecé y le mostré mi polla otra vez enhiesta. Ella asintió y volví a mis besos por sus labios, cara y cuello, mientras se la metía poco a poco. Era tremendamente estrecha, la sentía tan aprisionada que pensé que se la había metido por el culo. Cuando llegó al final, hizo otros gestos con la mano mientras tomaba aire.

Tras una corta espera, comencé a moverme en su interior, lo que provocó que su respiración se acelerara nuevamente. Durante un buen rato estuve bombeando a placer, sintiendo sus corridas y volviendo a empezar. Cuando me sentí próximo a correrme, me incorporé y acompañé mis embestidas con una frotación circular con el pulgar sobre su clítoris. Cuando sentí que se había corrido, la saque, y en dos meneos, me corrí sobre sus tetas.

Nos acostamos juntos y abrazados. Ella se quedó dormida y yo estuve admirando sus pechos, su figura llena de curvas. Pese a que era algo baja de estatura, lo tenía todo muy bien colocado.

Mis pensamientos pronto evolucionaron a la situación que me había llevado allí, analizando a la madre, las hijas, incluso al padre, que tan honorable parecía.

Cuando despertó, parecía desorientada, pero pronto se centró y comenzó a darme besos y a gesticular con las manos.

-Hey, hey, hey. Para, para. Que no te entiendo. ¿Por qué no empiezas enseñándome lo que significan esos gestos?

Y comenzó a explicarme, con gestos, una libretita y un lápiz que llevaba. Cuando me marché, ya sabía decir los nombre con signos y alguna otra palabra tan sencilla como inútil por el momento.

Quedamos en que iría todos los días, excepto domingos y los días que quedase con ellas, ya que ella tenía que ir a revisar y limpiar la casa, debiendo tenerla en perfecto estado de uso.

Le pregunté si la señora traía a alguien más, pero negó tal hecho. También me enteré que vivía con un sirviente de los señores, el mayordomo, que la compartía con el amo a veces, y que a ambos les gustaba que se la chupase, pero nunca se preocupaban por su placer, por eso, cuando yo le di tan maravilloso orgasmo y luego la hice repetir hasta desfallecer, se sintió morir de felicidad. Después de esto no me extrañó que fuese tan estrecha.

Yo le dije:

-Se hace tarde, volvamos.

Ella me dio a entender que tenía que dejarlo todo recogido y que volvería más tarde. Yo me fui a casa a esperar mi hora con Desireé.

Al siguiente día con las hermanas, seguí profundizando en sus culos, que parece que no les molestaba tanto. La madre parecía más seria y no gastó bromas, solamente los saludos de rigor.

Los demás días, iba a la cabaña, donde Brigitte me enseñaba el lenguaje de signos, el cual aprendía con rapidez. Follábamos hasta que le sacaba un par de orgasmos y me volvía a mis quehaceres.

El martes siguiente, volví a la cabaña también unos minutos antes, encontrando fuera a Brigitte, sentada en un banco junto a la pared. El caballo de Amanda estaba atado en el mismo lugar de la otra vez. Pasé por delante de Brigitte guiñándole el ojo y entré en la cabaña.

Amanda me esperaba desnuda y de rodillas en el suelo.

-Veo que has aprendido la lección. Colócate boca abajo sobre la mesa, con los pies en el suelo y bien separados. –Le dije mientras me desnudaba.

Ella se puso, obediente

Acaricié su culo y su coño insistentemente.

-¿Me va a castigar otra vez, amo?

-Cállate. Ya te enterarás.

Enseguida empezó a moverse, informando sin querer de su excitación. Unas palmadas, no excesivamente fuertes en su culo, pero lo bastante para ponerlo rojo, fueron el preámbulo a la entrada de mi polla en su coño.

-Despacio amo, por favor! Me hace daño.

Yo que también la notaba estrecha, me dije (¡Vaya, otra mal follada! ¡Se ve que el conde tiene otras aficiones!)

Le pasé la mano por delante hasta llegar a su clítoris, cuya zona masajeé, mientras le iba dando un vaivén de entrada y salida, en el que, cada vez que entraba, presionaba un poco más, hasta que logré meterla completa.

-PFFFF ¡Qué gusto! –dijo soltando aire.

Empecé mi bombeo y ella sus gemidos.

-MMMM. ¡Siii!

La sacaba hasta que la cabeza quedaba en su entrada y masajeaba su clítoris, dejaba el masaje y la metía hasta adentro. Al momento, empezó a oírse el chapoteo de mi polla en su coño encharcado. Si notaba que iba a correrse, me detenía. Lo que le hacía soltar un bufido de decepción.

-BBFFFSS.

La tuve un rato al borde del orgasmo, hasta que la tomé por la cintura, la levanté del suelo y con ella empalada hasta el fondo, la llevé hasta la cama.

La coloqué igual que en la mesa y durante unos momentos más, seguí el “tratamiento”.

Me salí de ella, la acosté sobre la cama y me puse a su lado.

-¡Chúpamela!

-Si, amo. –dijo mientras se levantaba.

-¿A dónde vas? –Le dije

-A buscar la jofaina con agua y un paño para limpiarte, amo.

-¿Te he dicho que hagas eso?

-No amo, pero está manchada con mi flujo.

-¡Mira! –le dije cabreado- Me importa una mierda si tienes un flujo de guarra o no. Ponte inmediatamente a cuatro patas entre mis piernas y ponte a chupar. Y cada vez que vea una mala mueca, te cruzaré la cara con un bofetón.

No dijo nada más e hizo lo indicado. Empezó una felación con mucha menos técnica que Brigitte, lo que me confirmó que el conde no le prestaba las debidas atenciones.

-¿Te han follado muchos? –Le pregunté

-No, amo, después de mi marido, tú eres el único. –dijo levantando la cabeza y esperando.

-No te detengas, responde a lo que te pregunte y sigue con lo tuyo.

-¿Y porqué has querido que te folle?

-Les dije a mis hijas que hiciesen todo lo que fuese para que tu hermano se fijase en una de ellas y se casasen. Una de las ideas que les di fue que se hiciesen amigas tuyas y te pidiesen que le hablases bien de ellas.

Se metió mi polla en la boca, la sacó, y siguió:

-Cuando me contaron tus pretensiones, me encolericé, pero luego pensé que eras un joven en ebullición y que unos manoseos y unas pajas no hacían daño a nadie, y máxime si se conseguía el objetivo.

Nueva chupada

-Cuando volvimos el primer día, por la noche, después de la cena, las reuní en mi habitación y me contaron lo que les habías hecho y lo mucho que habían disfrutado. Eso me produjo una gran excitación, sobre todo el morbo de haberlas dejado excitadas, pero cuando intenté convencer a mi marido para que viniese a mi habitación, el decidió que estaba muy cansado y bebido y se fue a la cama. Casi no pude dormir.

Otra mamada.

-El segundo día, cuando me lo contaron, volví a excitarme más si cabe. Cuando fui a buscarle estaba roncando en su sillón favorito, por lo que me tuve que ir sola y frustrada.

Mamada

-Durante la semana, estuve buscando objetos para dilatar sus anos y lubricando y metiendo dedos para que se acostumbraran. Eso me mantuvo toda la semana excitada, por eso, el día que teníamos que ir de nuevo, les dije que intentasen que me aceptases en tus juegos, y que si lo hacías, te hablasen de esta casa.

Mamada

-¿He hecho bien, amo?

-(¡Maldita puta! Nos manipula a todos para que hagamos lo que ella quiere y encima nos creemos que lo queremos nosotros).

-Si, pero sigue, que quiero correrme, y no tires ni una gota.

Se puso a ello lo mejor que supo, hasta que sentí que me venía, con lo que sujeté su cabeza, se la metí bien adentro y le solté una abundante corrida.

Ella tosió y estuvo a punto de vomitar, pero aguantó bien el tirón y procedió a dejarla bien limpia.

-Veo que recuerdas mis instrucciones. Sigue a cuatro patas, pero ponte lo más arriba de la cama que puedas.

Una vez colocada, metí mi cabeza entre sus piernas y comencé a lamer su coño, mientras mojaba mi dedo en sus jugos y lo llevaba a su ano, frotando con movimientos circulares.

-Amo, como ya se de sus gustos, ya lo he traído dilatado. –Dijo ella.

Efectivamente, al hacer un poco de presión, mi dedo entró con facilidad.

Metí también el pulgar en el coño y comencé el movimiento oscilante, mientras atacaba su clítoris y aledaños.

La llevé varias veces al punto de orgasmo, deteniendo el avance y haciéndola gritar de la decepción

-¡Noooo! ¡Sigue amo, por favor!

Yo estaba disfrutando con su sufrimiento. Era la compensación a sus manipulaciones. Añadí alguna palmada en su culo para completar.

Cuando ya me pareció suficiente castigo (tenía la polla a reventar) aceleré los movimientos y me centré en su clítoris, lo que la hizo romper en un orgasmo tan fuerte como deseado, que la dejó sin fuerzas, cayendo sobre mi cara.

La aparté a un lado y me coloqué a la par de ella. Cuando se empezaba a recuperar, la hice ponerse de costado, dándome la espalda, mi mano bajo su cuerpo para alcanzar sus tetas, metí una pierna entre las suyas, obligándola a abrirse y le metí la polla en el coño, empezando a moverme. Mi otra mano, la pasé por delante para ir acariciando la zona del clítoris a la vez.

Poco a poco fue ganando en excitación hasta que tuvo su primer orgasmo. Seguí acompañándola mientras seguía gimiendo y diciendo:

-AAHHH. NO PARES. ES FABULOSO. SIGUE. SIGUE.

Con un nuevo estertor, volvió a correrse y yo saqué la polla de su coño y se la clavé en el culo, donde terminé corriéndome y provocándole un nuevo orgasmo.

Después de unos minutos de relajación, se levantó y comenzó a vestirse, diciendo:

-Tengo que volver. Mi marido llegará pronto.

Yo solamente asentí y la miré cómo se vestía. Cuando terminó, salió todo lo corriendo que su culo le dejó y se marchó, para dejar paso a Brigitte, que terminó de calmar mis ardores por el momento.

Esta situación se mantuvo durante mucho tiempo, con única diferencia de que al bajar las temperaturas, cambié la fuente por la casita cuando iba con las hermanas.

Mi hermano, cuando venía y estaban ellas, salía a pasear con ellas, unas veces con una de cada brazo cogida y otras con cada una por separado. Y cuando tenía oportunidad, probaba sus culos y bocas. Por las noches, antes de que se fuera a la taberna, comentábamos mis avances y averiguaciones y él me orientaba con nuevas ideas.

Mi madre, muy observadora como todas ellas, se dio cuenta de que algo pasaba casi desde los primeros días. Me preguntaba, pero siempre le daba largas, hasta que un día me habló seriamente y me preguntó que qué pasaba con las vecinas.

Yo no tenía inconveniente en ocultarle las cosas a mi madre, pero era incapaz de mentirle, por eso le dije:

-Está bien, mamá. Te lo contaré, pero has de prometerme que no dirás nada a nadie, incluso ni a papá.

-No puedo prometerte nada sin saber lo que me ocultas.

-No te preocupes por ello, pero yo no cuento nada si no guardas el secreto.

-Está bien. No diré nada a nadie.

-¿Ni siquiera a papá?

-Ni siquiera a papá.

Entonces le conté las maquinaciones de Amanda para conseguir que alguna de sus hijas se casara con mi hermano, mi propuesta y todo lo que hacía con la madre y las hijas (no dije nada de Desireé ni de Brigitte)

Cuando terminé pasó por todos los estados:

-TIENES QUE DEJARLO INMEDIATAMENTE.

-NO TIENES EDAD PARA ESO.

-¿INTENTANDO CAZAR A TU HERMANO CON MALAS ARTES?

-¿SERÁN ARPIAS?

Yo no me atrevía a abrir la boca.

-NO QUIERO VER A ESA GENTUZA EN MI CASA NUNCA MÁS.

-¡……. ! -Y siguió un buen rato, hasta que apaciguo un poco y empezó a cambiar.

-SE MERECEN LO QUE LES PASE.

-Y si tú y tu hermano os divertís con ellas, mejor para vosotros.

-PERO QUE NO SE OS OCURRA A NINGUNO CASAOS CON ALGUNA DE ELLAS, PORQUE OS MATO.

Se fue murmurando…

-¡SERan zorraaas…! ¡La madre que …..!

Y dejé de oírla.

Yo, que me estaba cambiando de ropa cuando me pilló, terminé y me dirigí a la calle. Al pasar por el salón, oí a través de la puerta entornada, que mi padre le decía algo exaltado:

-¿PERO ME QUIERES DECIR DE UNA VEZ QUÉ ES LO QUE TE PASA PARA ESTAR TAN ENFADADA? ¿HE HECHO ALGO QUE TE HA DISGUSTADO?

-No, tu no.

-¿ENTOCES, QUIEN HA SIDO, GEORGE? ¿HA HECHO ALGUNA TRASTADA?, PORQUE SI ES ASÍ, SE VA A ACORDAR.

Yo escuchaba nervioso.

-Mira, he prometido no decir nada, ni siquiera a ti.

-¿COMO? ¿SECRETOS EN MI CASA? ¡O ME LO CUENTAS O EMPIEZO A AZOTARTE HASTA QUE ME LO DIGAS!

Mi madre, asustada ante el genio de mi padre y de su violenta expresión, que hasta a mí me hizo temblar las piernas, dijo muy serena:

-Mira, como no quiero faltar a mi palabra, voy a ver si me acuerdo de la conversación, reproduciéndola en voz alta, pero tú no escuches.

-Haz lo que sea, pero cuéntamelo.

Y repitió la historia

Mi padre también montó en cólera y hablo de matarnos a mí, a mi hermano y a la condesa a sus hijas, al conde y a no se cuantos más. Pero mi madre le aconsejó:

-No podemos ponernos a mal con nuestros vecinos, e imagina el escándalo si esto se supiese. Nuestro hijo John podría resultar afectado en su futuro. Además ¡Deja que los niños se diviertan!, las más perjudicadas serán ellas.

Mi padre reflexionó un momento y dijo soltando aire.

-¡FFFFF! Tienes razón, como siempre. Pero anda, tira para el dormitorio que me tienes que contar por qué agujeros se las meten…

-Ja, ja, ja, ja. Si, querido, vamos, que yo no me acuerdo muy bien y también tengo interés en recordarlo.

Yo me alejé a toda marcha, satisfecho de que no hubiese pasado nada, de que hubiese sido perdonando y dando gracias a mi madre por su indiscreción.

Como he dicho, el tiempo fue pasando, con la complicidad de mi madre, a la que tenía que contarle mis aventuras, y mi cara de póquer ante mi siempre sonriente padre, como si yo no supiese que lo sabía.

No pasaba nada. De hecho, algún día, cuando yo salía a por mi caballo, ellos tomaban camino de su habitación. Y, por supuesto, después de contarle mis aventuras a mi madre.

Pero un día, el conde llegó al galope de los caballos de su carruaje, se bajó sin ayudar a su esposa y pidió al criado que salió a recibirle que tenía que hablar inmediatamente con mis padres. Yo me enteré por la noche, cuando Desireé me contó lo que había escuchado.

Al parecer, el conde llegó con un cabreo de aúpa porque había llegado a sus oidos que me acostaba con sus hijas, y eso era una afrenta que había que solucionar de inmediato.

Mi padre, le habló tranquilamente y le dijo:

-Mi hijo George es todavía demasiado joven para eso. Cuando vuelve de acompañar a tus hijas, nos cuenta todo lo que ha pasado, y confiamos plenamente en él. Por él, sabemos que tu mujer, Amanda, les ha dado instrucciones a tus hijas de hacer lo necesario para que mi hijo John se case con una de ellas, y que la misión de George era hablarle bien de ellas a mi hermano.

La madre estaba roja a más no poder.

-Si tus hijas ya no son doncellas, tendrás que buscar por otro lado –continuó mi padre mirando fijamente a Amanda- porque mi mujer se ha encargado de reiterarle encarecidamente cada día, que respete su virtud. Si tienes dudas, compruébalo tu mismo, o haz que lo compruebe un médico.

-Nosotros entendemos tu preocupación y queremos que sepas que nuestra boca estará sellada pase lo que pase, y nuestra puerta siempre estará abierta para vosotros. Lo único que no puedo garantizaos es que mi hijo John se case con una de vuestras hijas. Eso deberá decidirlo él.

El conde, más calmado, dijo:

-Perdona Richard. Me he dejado llevar por los impulsos. La verdad es que ni siquiera he hablado con mis hijas. Marcho avergonzado para hacer lo que tenía que haber hecho primero: preguntarles a ellas y comprobarlo. –Dijo el conde

-No te avergüences. Yo en tu lugar hubiese hecho lo mismo. –Dijo mi padre. Y le acompañó a la puerta con la mano sobre el hombro y dándole palmaditas.

La condesa, al pasar junto a mi madre, murmuró un gracias, que ambas sabían porqué era, pero que al conde debió parecerle que era por los consejos hacia mí.

Cuando se marcharon, ambos se echaron a reír y parece ser que mi padre llevó a mi madre a la habitación entre risas y palmadas en el culo.

Yo seguí visitando la cabaña, ya que Brigitte no le habían quitado la orden de mantenerla limpia.

Días después, Desireé vino a mi encuentro para decirme que mis padres me esperaban en la biblioteca y que fuese con rapidez.

Dejé mi trabajo y fui a ver qué pasaba.

Mi padre, estaba junto al aparador de las bebidas con una en la mano y mi madre sentada y con síntomas de haber llorado.

Me mandó sentar y me dijo:

-Hijo mío, ya es hora de que empieces a preparar tu futuro. Los últimos acontecimientos nos aconsejan que vayas fuera una temporada, y de paso que aprendas un oficio o una forma de ganarte la vida, porque como sabes, el ducado y las tierras que lo forman lo heredará tu hermano, como mayor y legítimo. Las tierras que tu padre te dejó, he conseguido ampliarlas, pero aún con todo no son suficientes para que puedas optar a matrimonios importantes que aumenten tu prestigio.

-Tu madre y yo hemos pensado –y mi madre volvió a llorar- que, aprovechando que mi primo Stephen, mayor del ejército de su majestad, viaja a la India para hacerse cargo del regimiento nosecuantos de lanceros, vayas con él y con su familia durante un tiempo, para que compruebes si puedes llegar a algo en el ejército, lo que te daría ya un importante prestigio, o si no, vuelves y buscaremos por otro lado.

-Lo que tu mandes, padre. Cuando será la partida.

-Pasado mañana. Prepara la maleta y despídete de quien quieras. Partiréis hacia Southamton, donde embarcareis para la India.

Yo me quedé sin palabras. Lo único que se me ocurrió fue:

-Gracias, padre. –Me abracé a mi madre y lloramos los dos. Mi padre se retiró discretamente frotándose el ojo.

Por la noche, acostados uno junto a otro, mientras acariciaba su coño despacio, pedí a Desireé que abandonara aquello y huyésemos, que nos fuésemos juntos a empezar nuestra vida en otro lugar, al fin y al cabo, tenía unas tierras que nos darían suficiente para vivir. Ella, que también estaba en ese momento acariciando mi polla, me dijo.

-¡Lo siento cariño, pero yo aspiro a algo más grande!

Yo me cabree, le dije que se fuera, que no quería volverla a ver, que mientras había estado a su lado, le había parecido bien, pero que ahora ya no, pues que se fuera a tomar por el ….

Luego me enteré de que no era por mi pene, sino por mi hermano. Pero estaba tan cabreado que cuando me fui, me despedí de toda la servidumbre, pero a ella, ni siquiera le dije adiós.

Solamente me había despedido anteriormente de Brigitte. Fueron, junto a mis padres, las dos únicas personas que echaría de menos.

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