Con Belén en mi poder, no podía esperar a tener noticias sobre cómo le había ido a mi tía con su madre y aunque había acordado con Elena que no podía volver a casa antes que ella me avisara, decidí desobedecer sus instrucciones y volver.
Como no quería que se percataran de mi llegada, dejé mi coche aparcado fuera del chalet y en plan ladrón, en silencio, crucé el jardín. En un principio, creí que no estaban porque mientras subía las escaleras rumbo a su cuarto, no escuché ningún ruido que descubriera su presencia. No fue hasta que estando frente a la puerta de su habitación y escuché un gemido, cuando comprendí que esas dos mujeres seguían en la casa.
Intrigado, accioné el asa y lentamente la abrí con la intención de espiarlas. Al hacerlo, me quedé impresionado al pillar a Aurora atada a la cama y con dos consoladores incrustados mientras mi tía, látigo en mano, la azotaba. Se notaba a la legua, que ambas estaban disfrutando. Elena castigando y la madre de Belén recibiendo.
«Joder con la tía», pensé al advertir el sudor recorriendo sus pechos desnudos y la erección que mostraban sus pezones.
Asumiendo que el rol de domina la tenía subyugada, no por ello dejó de asombrarme la rudeza que mostró al pellizcar los pezones de su víctima. Pero también me dejó perplejo, escuchar de los labios de esta última sus ruegos para que continuara torturando sus areolas.
«Ya sé de quién ha heredado Belén su naturaleza», sentencié recordando que esa misma tarde mi exnovia había reconocido ante mí su carácter de sumisa.
No queriendo intervenir, iba a cerrar la puerta cuando Elena se percató que estaba observando y pidiendo con un dedo en su boca silencio, señaló una silla donde supuse que quería que me sentara a observar.
Obedeciendo, me acomodé donde decía y adoptando por segunda vez en ese día una actitud pasiva, resolví ser testigo mudo de lo que pasara entre esas cuatro paredes. Fue en ese instante cuando acerté a ver que Aurora portaba una máscara y que esa era la razón por la que no se daba cuenta que ya no estaban solas las dos.
Recreándose en el su papel, mi tía se puso un arnés dotado con un enorme pene de plástico y retirando el consolador que la otra mujer tenía instalado en su coño, la penetró sin miramientos mientras le decía:
-¡Habla puta! ¡Dile a la cámara quien es tu maestra!
La madre de Belén pegó un sollozo antes de contestar:
-Domina Aurora es mi maestra.
No contenta con ello, Elena comenzó a follársela lentamente al tiempo que insistía:
-¿Te gusta ser la esclava de la mujer que se folla a tu marido?
Avasallada por el placer que estaba notando en sus entrañas, chilló a los cuatro vientos que sí. Mirándome a los ojos y con una sonrisa en los labios, mi tía volvió a preguntar:
-¿Sabes que también me acuesto con tu hija?
-Ama, lo sé- rugió sollozando como una Magdalena por el dolor que esa confesión le producía- y lo acepto.
Aumentando el compás de las penetraciones, fui espectador mudo del sensual vaivén de las tetas de Aurora al recibir la visita del tronco que llevaba Elena entre las piernas. En ese momento, tuve que tomar una decisión: o me quedaba y entraba en escena, o desaparecía dejando que mi tía culminara el emputecimiento de esa mujer ella sola.
Viendo lo bien que marchaban las cosas, decidí esto último y sin emitir ningún ruido que revelara mi estancia ahí, desaparecí escaleras abajo.

O bien no le resultó tan fácil esa tarea o lo que es más seguro, el placer que obtuvo ejerciendo de severa ama la entretuvo más de lo que me imaginaba pero lo cierto es que hasta pasadas dos horas, ninguna de las dos hizo su aparición.
La primera en bajar fue Aurora. Al ver la alegría de su rostro, comprendí que al igual que su hija había tomado conciencia de su carácter sumiso y eso la hacía feliz. Tras ella, llegó mi tía. Nada más ver su cara, asumí que estaba deseando narrarme lo ocurrido y no me equivoqué porque despidiendo rápidamente a su nueva adquisición, me pidió que le sirviera una copa.
Con toda intención, ralenticé mis movimientos llevando al límite la lentitud al echar los hielos en el vaso hasta que mi tía ya cabreada, me soltó que me diera prisa que tenía algo que contarme.
Muerto de risa, acabé de servir los dos whiskies y dando uno a Elena, me senté a su lado para que me informara de sus avances sabiendo que la iba a sorprender cuando le dijera que me había adelantado.
La cuarentona ni siquiera esperó a que acomodara mi trasero para empezar:
-Todo ha ido de maravilla. Como suponía, esa zorra estaba deseando que alguien la hiciera reconocer que tiene alma de esclava.
Sabiendo que necesitaba explayarse en su conquista, le pedí que me contara cómo lo había conseguido.
-Ya sabes que me cité con Aurora para hablar pero lo que no se esperaba es que nada más entrar, la amordazara y la atara contra su voluntad a la cama.
-¿No se resistió?- pregunté.
-Un poco- dijo riendo- pero tras un par de bofetadas, se comportó como un manso corderito.
-¿Qué más?- insistí destornillándome al imaginarme la cara de esa supuestamente decente ama de casa al ser tratada de una forma tan brusca.
Orgullosa de sus actos, Elena se recreó narrando el modo en que la había obligado a desnudarse antes de inmovilizarla con las cuerdas que tenía preparada y puso especial énfasis en explicarme que lo duros que tenía los pezones mientras todo eso ocurría.
Un tanto desconcertado pregunté:
-¿Tú o ella?
Soltando una carcajada, me aclaró que era Aurora la que estaba bruta y con todo lujo de detalles describió la humedad con la que se encontró al embutirle el primero de los consoladores en su coño.
-Ya sabíamos lo puta que era- contesté bajando sus humos.
Mis palabras la cabrearon y ofendida porque no le diera la importancia que se merecía, me espetó:
-¿Te imaginabas que se iba a correr solo con ponerle la máscara?
Reconocí que no y mi confesión la indujo a exponerme que no se acaba ahí sino que berreando como una cerda, le había preguntado si no tenía otro para su culo.
-¡No jodas!- exclamé al chocar en mi mente con la imagen altiva que tenia de esa mujer, no en vano cara a la galería la madre de belén era una esposa fiel – ¿Y qué hiciste?
Mi pregunta era retorica pero aun así mi tía me explicó que había tenido que ir a su cuarto por el consolador de reserva y que al volver, Aurora la esperaba con su trasero en pompa para que ella se lo metiera.
Para entonces dos pequeños bultos bajo su blusa me advirtieron que mi tía se estaba poniendo cachonda al recordarlo y por eso incrementando su calentura, le pedí que me contara si le había costado romper el culo de la otra.
-¡Qué va! Su ano todavía se mantenía dilatado después del tratamiento que le distes ayer- contestó recordando que yo mismo había sodomizado a esa cuarentona en la playa. –Resultó muy sencillo y aunque el dildo era enorme, su ojete lo absorbió con facilidad.
Tras lo cual, me explicó que había puesto ambos instrumentos a plena potencia y que la había dejado sola.
-¿Para qué?-pregunté.
-Tú debes saberlo o no te acuerdas de cómo me dejaste una hora en esa misma posición mientras te tomabas una cerveza.
Increíblemente no recordaba que al día siguiente de sorprenderla viendo una película porno, había hecho que la violaba cumpliendo así su fantasía.
-Es diferente, estabas pidiendo a gritos ser forzada y yo solo complací tus deseos.
-Es lo mismo, Aurora necesitaba sentirse un objeto sexual y por eso la dejé con esas dos pollas en su interior durante ciento veinte minutos.
-¡Estaría ardiendo a tu vuelta!- comenté al asumir que después de tanta estimulación, la madre de Belén debía de estar agotada.
Con un tono satisfecho, me confirmó que era enorme el charco de flujo con el que se encontró al volver a su lado.
-¡Cuéntame más!- imploré afectado por el relato.
Mi petición obtuvo respuesta y mientras posaba una de sus manos sobre mi pierna, rememoró feliz que viéndola tan caliente, la había premiado poniendo su coño en la cara de la mujer.
-Me imagino que le obligaste a comerlo.
-Para nada, Aurora en cuanto sintió mi chocho contra sus labios sacó su lengua y me dio una lección del modo que se debe de comer el sexo de una mujer- respondió al tiempo que subía por mi muslo y comenzaba a rozar mi entrepierna.
Os reconozco que para entonces estaba más interesado en las maniobras de mi tía que en sus palabras pero, dándole su lugar, le rogué que me explicara qué había ocurrido a continuación. Bajando mi bragueta y sacando el miembro erecto que ya pedía su liberación, Aurora prosiguió:
-Dejé que disfrutara dando lengüetazos sobre mi coño hasta que llené sus mejillas con su flujo antes de usar los consoladores para follármela….
-Esperaste a correrte, ¿no es asÍ?- interrumpí.
-Sí- alegremente reconoció: -la boca de esa mujer es maravillosa. No tienes idea de qué forma la usa. ¡Me hizo ver el cielo a base de mordiscos en mi clítoris!
Con mi verga entre sus dedos y viendo que se estaba emocionando y que con ello empezaba a masturbarme excesivamente rápido, le pedí que se tranquilizara.
-Perdón- dijo adoptando un ritmo suave antes de seguir diciendo: -Te juro que me hubiese quedado horas gozando de esa lengua pero recordé el propósito de su visita y decidí que fuera ella la que se corriera otra vez porque quería emputecerla.
-¿Y resultó?
Me respondió con una carcajada y un beso sobre mi glande:
-Mejor de lo que esperaba. La muy cerda sacó su verdadero carácter al pedirme que la azotara y como esa sugerencia iba acorde con mis planes, saqué el látigo que me había comprado y le solté un par de mandobles sobre sus tetas.
-¿Qué ocurrió? ¿Se corrió?- pregunté nuevamente interesado a pesar del movimiento de muñecas con el que me estaba regalando entre mis piernas.
Disfrutando del dominio que había ejercido con esa mujer, Elena se extendió largamente narrando el brutal orgasmo que había sufrido la madre de Belén y cómo había usado su claudicación para informarla que se había tirado a su marido.
-¿Que dijo? ¿Se cabreó?-quise saber.
-Al contrario, cuando le comenté que ese Don Juan me había follado en el baño del auditorio, se calentó aún más y me preguntó si también su hija había participado de la faena.
-¡No me lo puedo creer! ¿En serio te preguntó si Belén había follado con su padre?
-Así es. Esa zorra estaba tan fuera de sí que me reconoció que esa idea la perturbaba.
-¿Para bien o para mal?- inquirí.
Descojonada, mi tía se introdujo mi polla en la boca durante unos instantes y creyendo que iba a ver una pausa en el relato, me relajé a disfrutar de ese inicio de mamada. Pero tras un par de ordeños, Elena se la sacó y prosiguió diciendo:
-Estás obtuso. ¿No te he dicho que es una zorra? La madre de esa criatura deseaba saber si su hija había cometido incesto porque era algo que ella misma secretamente deseaba,
-¿Se quiere tirar a su bebé?- tan escandalizado como excitado pregunté.
-Sí y cuando me lo confesó, le dije que yo podía hacer realidad ese sueño.
-¡No te creo!
-¿Por qué crees que permitió que la grabara mientras me reconocía que deseaba ser mi esclava aunque sabía que me tiraba a su marido y a su hija?- haciendo un inciso, dejó de hablar mientras se sentaba a horcajadas sobre mí y encajaba mi verga dentro de ella- ¡Esa fue la condición que le puse para ponerle en bandeja el coño de Belén!
No sé qué me puso más bruto, si sentir la tibieza de su coño encharcado o escuchar que nuestros planes se estaban cumpliendo de una forma tan satisfactoria. Lo cierto es que cerrando con mi lengua, la boca de mi tía la obligué a callarse y a empezar a mover sus caderas.
Elena nuevamente me sorprendió al chillar:
-Gracias, después de tanto coño, ¡necesitaba una buena polla que me recordara que soy mujer!
Sobre estimulado después de esa historia, decidí complacerla y azuzando su deseo con un par de nalgadas, le exigí que se empalara mientras me apoderaba de uno de sus pezones con mis dientes.
-¡Me encanta que me muerdas las tetas!- aulló al notar el mordisco y con gran diligencia, usó mi verga para acuchillar su sexo pidiendo al mismo tiempo que usara de igual forma su otro pecho.
Accediendo a sus deseos, llevé mi boca al otro pezón y lo mordisqueé tal y como me había pedido. Mi querida tía al experimentar la ruda presión sobre su areola, pegó un grito y se corrió dejando a su paso mi pantalón empapado con su flujo.
Aleccionado por pasadas experiencias que a Elena le gustaba tanto o más que ser dominante, el hecho que la tratara como una puta, decidí castigar su osadía de mancharme la ropa con una serie de rudos azotes sobre sus posaderas mientras le ordenaba que al terminar, tendría que lavarlos.
-Sí, mi dulce sobrino. Castiga a la zorra de tu tía. ¡Me he portado mal y me lo merezco!
La lujuria que mostró fue el latigazo con el que me incitó a cambiarle de postura y sin más prolegómeno, horadar su culo de un solo empujón. Al no tenerlo dilatado, sufrió como nunca la embestida pero lejos de intentarse retirar, con lágrimas en los ojos, me rogó que continuara sodomizándola.
Ni que decir tiene que a esas alturas, no cabía en mi cabeza otra cosa que liberar la tensión de mis huevos sobre el culo de esa cuarentona y por ello, la satisfice con brutales penetraciones mientras sus gritos eran música en mis oídos.
-¡Cabrón! ¡Me estás matando!- rugió sin dejar de mover sus caderas al ritmo que mis nalgadas imprimían sobre su trasero.
Muy a mi pesar y aunque quería seguir martilleando ese culo, la presión que ejerció su ojete en toda mi extensión terminó por colapsar mis neuronas y un brutal calambrazo recorrió mis entrañas antes de derramar mi simiente en esos amados intestinos. Mi tía al sentir la explosión de semen rellenando su adolorido conducto, se unió a mí en el orgasmo y aceleró sus movimientos con el objetivo de exprimir hasta mi última gota.
-Así me gusta, ¡Puta mía!- chillé satisfecho al conocer sus intenciones.
Contenta con mi reconocimiento, Elena convirtió su culo en una ordeñadora hasta que ya segura de haberlo conseguido, se dejó caer exhausta sobre el sofá. Tan agotado como ella, saqué mi polla de su enrojecido ojete y me tumbé a su lado, sabiendo que en cuanto se repusiera mi tía me preguntaría como me había ido con Belén…

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