Después de esa primera vez, mi tía se quedó abrazada a mí con una expresión en su cara llena de felicidad y eso que cuando intenté usar su maravilloso pandero, el dolor que sintió lo hizo imposible.

Al tenerla entre mis brazos, me puse a pensar cómo era posible que esa mujer apocada y tímida se hubiese convertido en una ardiente amante en menos de dos días, sobre todo asumiendo que era la hermana pequeña de mi madre.
Al pensar en ella, no pude más que saber que si mi jefa se enterara de nuestra incestuosa relación, pondría el grito en el cielo sin admitir que en parte era culpa suya.
― Fue ella quien insistió que Elena me acompañara― sonriendo murmuré sin percatarme que la aludida podía oírme.
― ¿Qué decías?― levantando su cabeza de mi pecho, preguntó.
Dudé en un principio si revelar mis pensamientos, podría hacerle sentir mal pero al mirarla y ver que sus ojos mantenían ese brillo pícaro de cuando le hice el amor, se despertó mi lado perverso y muerto de risa, contesté:
―Estaba pensando en lo que va a decir mi madre cuando le cuente lo zorra que es su hermana.
En un principio se quedó helada pero entonces comprendió que iba de broma y cogiendo con una mano mis huevos, respondió mientras los apretaba:
―Por tu bien, no te lo aconsejo.
Su nada velada amenaza azuzó mi morbo y siguiendo con la guasa, dije:
―Tienes razón, mejor se lo digo a mi padre. ¿Te imaginas la cara que pondría al enterarse que su tímida cuñada se anda tirando a su retoño?
Descojonada, la muy puta respondió:
―Tú hazlo pero cuéntale también como me encantó mamársela a mi sobrino y así puede que se atreva a intentarlo él también.
Su desfachatez me hizo reír. Saltando sobre ella, le cogí un pecho y mientras me llevaba su pezón ya erecto a mi boca, pregunté:
― ¿Te gustaría que compartiera tus tetas con él?
Fue entonces cuando presionando mi cara contra su seno, mi tía Elena respondió:
― ¿Quién te ha dicho que no las conoce?
El descaro con el que insinuó que mi viejo había disfrutado de esos melones, me puso bruto y usando mis dientes, empecé a mordisquearlo mientras con mis manos separaba sus rodillas. Al pasar mis yemas por su sexo, descubrí que lo tenía encharcado.
―Te he dicho alguna vez que eres una guarra― le solté y llevando mis dedos impregnados con su flujo hasta su boca, forcé sus labios diciendo: ―Fíjate lo mojada que estás y eso que  tu sobrino todavía no te ha comido el coño.
La sola mención de que pensaba hundir mi cara entre sus muslos, la hizo estremecerse y deseando que se hiciera realidad, prefirió jugar conmigo y de golpe cerró sus piernas diciendo:
―Todavía no te lo has ganado. Antes tienes que convencerme. ¡Richard!
Durante unos instantes no comprendí porque me había llamado con ese nombre anglosajón, pero entonces recordé que era el del protagonista de la película porno que había estado viendo.
« ¡Esta zorrita quiere jugar!», comprendí al ver su sonrisa.
Al repasar su argumento, recordé que en ese filme el joven intentaba seducir a la madura pero ella no le hacía caso y que este asumiendo que nunca iba a poder convencerla una noche, usando la violencia,  había conseguido atarla a los barrotes de la cama y con ella indefensa, se había dedicado a calentarla hasta que ya dominada por la pasión, la mujer había cedido.
« ¡Quiere que simule que la violo!», sentencié más excitado de lo que nunca le reconocería.
Decidido a complacerla, me levanté en silencio de la cama y fui al cuarto de baño a por unas vendas. Con ellas en la mano, volví a la habitación pero entonces descubrí que mi tía se había vestido y se había ido. Que hubiese desaparecido justo cuando más caliente me tenía, me hizo desear castigarla de alguna forma:
« ¡Tengo que darle una lección!».
No teniendo nada que hacer hasta la cena, me puse una camiseta y un bañador con los que salir a dar una vuelta. Ya en la calle, estaba paseando con mi mente a cien por hora cuando de improviso me topé contra un sex―shop. Al hacerlo vi en esa casualidad una premonición y sacando mi cartera, entré decidido a comprar los utensilios que necesitaría a mi vuelta.
« Esa zorra no sabe lo que hizo al intentar jugar conmigo», resolví muerto de risa mientras pagaba en la caja.
Con ellos bajo el brazo, volví a la casa a esperar el retorno de mi tía. Mi espera no fue larga porque al cuarto de hora, Elena llegó con una bolsa y saludándome como si nada hubiese ocurrido, me preguntó que quería de cenar.
Acercándome a ella, contesté mientras mis manos se apoderaban de sus pechos:
―El conejo maduro de una madrileña.
Riendo, se trató de zafar de mi acoso justo cuando sintió que cerraba un par de esposas alrededor de sus muñecas.
― ¿Qué coño haces?― exclamó todavía descojonada.
Tomando el mando, la tiré sobre el sofá y ya en él, tras atarla, le coloqué otros grilletes en sus tobillos. La actitud de mi tía seguía siendo tranquila pero cuando le coloqué una mordaza en su boca, noté que se estaba empezando a preocupar.
―No te he contado― comenté― Ayer te pillé masturbándote mientras veías una peli porno y he pensado que te gustaría ser la protagonista de una.
La tranquilidad que había mantenido hasta entonces se disolvió como un azucarillo al oírme y conociendo mis intenciones, intentó liberarse sin conseguirlo. Descojonado, saqué la cámara de fotos y colocándola sobre un trípode, la encendí mientras le decía:
―Con esas dos tetas, a buen seguro me sacaré un buen dinero vendiendo la película.
El sudor que ya recorría su frente, me confirmó que iba por el buen camino y sacando una máscara de latex, me la puse en la cabeza mientras le explicaba que tenía una fama que mantener y no me apetecía que me reconociera al verla en internet. Para entonces los ojos de mi tía ya reflejaban el terror que sentía por verse así expuesta.
Incrementando su turbación, saqué unas tijeras y con parsimonia fui cortando la camisa blanca que se había puesto Elena. Al sentir el filo contra su piel, mi tía se quedó completamente horrorizada y aunque me dio pena, obvié su sufrimiento mientras pensaba en mis siguientes pasos.

Una vez totalmente desnuda y atada de pies y manos, me la quedé mirando y tuve que admitir que asustada, mi tía se veía todavía más guapa. Tanteando el terreno, pellizqué las negras areolas que decoraban sus pechos antes de sacar el siguiente utensilio que usaría. Elena al sentir la ruda caricia de mis dedos sobre sus pezones intentó gritar pero la mordaza que llevaba en la boca se lo impidió y solo surgió de su garganta un suave gemido.
― ¿Te gusta cómo te trata tu sobrino?― pregunté recochineándome de su infortunio.
Indignada, movió de lado a lado su cabeza negándolo. Reconozco que estaba disfrutando y más cuando haciendo como si fuera un mago, saqué de mi espalda un enorme consolador con dos cabezas.
― ¡Chazan!― exclamé y mostrando ambos glandes ante sus ojos, fui recorriendo con ellos su cuerpo hasta llegar a su sexo.
Una vez allí, jugueteé con sus dos entradas antes de embadurnarlos bien con gel porque aunque quería castigar, no me apetecía hacerle sufrir en demasía. Para entonces mi tía lloraba como una magdalena y sus ojos iban de la cámara que estaba grabando a mí continuamente.
―Vas a estar preciosa en todas las televisiones de los pervertidos de este país― le dije mientras incrustaba la cabeza más grande en su coño.
Para entonces, mi tía había dejado de debatirse y mantenía sus ojos cerrados creyendo que así disminuiría su vergüenza pero no pudo evitar abrirlos al sentir que con el segundo forzaba su esfínter.
―No te quejes― me reí obviando que me había resultado imposible usar su culo― ¡Mi pene es de mayor tamaño y bien que me pediste que te lo metiera!
La doble penetración fue solo el inicio porque en cuanto noté que se había acostumbrado a la intrusión de esos dos objetos, encendí ese consolador a la máxima potencia mientras le decía desde la puerta:
―Te dejo sola durante una hora. ¡Qué lo pases bien!― tras lo cual me fui a preparar algo de cenar.
Haciendo tiempo, abrí una cerveza. Con ella en mi mano, me fui a comprobar en mi cuarto como evolucionaba mi víctima a través del monitor de mi ordenador. En cuanto conecté vía wifi con la cámara, me encantó descubrir que mi querida tía se estaba retorciendo de gusto contra su voluntad.
«Tal como preví, le está gustando», mascullé antes de empezar a grabar todo en la memoria de mi pc.
Con Elena gozando y sin nada más que hacer que mirarla, me quedé pensando en cómo había cambiado mi vida en esos días.
« Y yo que creía que mi tía era una estrecha», recapacité más excitado que nunca al comprobar que en la imagen que llegaba desde el salón, esa mujer se estaba corriendo sin parar.
Satisfecho, me terminé mi cerveza y me desnudé antes de volver a su lado. Al llegar, mi tía estaba presa de un gigantesco orgasmo y  decidido a humillarla,  saqué el pene que tenía en el coño y lo sustituí por el mío mientras retiraba la mordaza de su boca.
― ¡Maldito!― gritó al sentir que podía hablar― ¡Pienso denunciarte!
Al escucharla, solté una carcajada y sin hacer caso a sus quejas, comencé a follármela a un ritmo constante. El compás que imprimí a mis caderas, acalló sus maldiciones y paulatinamente se vieron transformadas en gemidos de placer. Una vez se había corrido por enésima vez, saqué mi falo de su interior y chorreando de su flujo, lo acerqué hasta su boca y con tono secó, ordené:
―Cométela ¡Puta!
Incapaz de repeler mi agresión de otro modo, cerró sus labios a cal y canto. Fue entonces cuando le solté:
―Si no me la mamas, tendré que darte por culo.
Mi amenaza cumplió su propósito y de muy mala leche, abrió su boca. Aprovechando el momento, se la metí hasta el fondo y presionando con mis manos su cabeza, evité que intentara sacarla. La violencia con la que la forcé curiosamente provocó que mi zorrita se aviniera a razones y lentamente comenzó a usar su lengua para congraciarse conmigo.
―Así me gusta― comenté mientras acariciaba su melena.
La maestría que demostró en esa mamada aunque no pudiera usar sus manos, fue tal que no tardé en explotar en su interior. Mi tía al saborear mi semen, se comportó como la puta que era y lejos de quejarse me rogaba que siguiera eyaculando en su boca.
― Elena― descojonado le recordé: ―No deberías ser tan zorra, ¡Te estoy grabando!
― ¡Me da igual! ¡Me encanta tu lefa! ¡Regálame más!
La lujuria que demostró consiguió sacar hasta la última gota de mis huevos y ya totalmente ordeñado, la liberé. Sin atadura alguna, lo lógico hubiera sido que esa mujer hubiese intentado huir pero en vez de hacerlo, se acurrucó entre mis brazos diciendo:
―Eres un cabronazo. Realmente pensé que me estabas grabando.
Muerto de risa, me levanté y conectando la cámara a la televisión, le demostré lo equivocada que estaba y que realmente había filmado “su violación”. Acojonada, me preguntó:
― ¿Qué piensas hacer con ella?
Quitando la memoria se la di, diciendo:
― Regalártela para que cuando vuelvas a Madrid, recuerdes los buenos ratos que pasaste con tu sobrino.
Fue entonces cuando realmente descubrí lo puta que era la hermana pequeña de mi madre porque devolviéndomela y con una sonrisa en sus labios, me soltó:
―Todavía le queda espacio para más sesiones― y soltando una risita, prosiguió diciendo: ―¿Qué otras películas tienes en tu biblioteca que podamos ver y luego representar?
Alucinado comprendí que había despertado una bestia y queriendo averiguar sus límites, pregunté:
― ¿Te apetece que veamos juntos una de un trio?
Su respuesta me dejó helado:
― ¡Siempre que sus protagonistas sean dos mujeres y un hombre!
Esa era la opción en la que había pensado pero queriendo conocer sus motivaciones insistí:
― ¿Estas segura?
Con tono pícaro, me contestó:
―Siempre he deseado saber que se sentiría al comerme un coño.
Su confesión me hizo gracia y por eso le pedí que nos sirviera unas copas mientras elegía una.
―Que sea muy morbosa― contestó mientras se levantaba del sofá….
Hacemos realidad su fantasía.
Esa noche, no solo vimos una película sino que ya en la cama reiniciamos lo que habíamos dejado inacabado en la tarde y por fin pude hoyar su trasero con gran satisfacción de su parte. Con su esfínter relajado por la acción del consolador, mi tía no sufrió casi dolor cuando le incrusté mi pene en su trasero. Es más sé que disfrutó como una perra porque al terminar, me informó que al día siguiente y durante el resto de nuestra estancia en Laredo tenía permiso de usarlo.
―¿Entonces ahora te gusta?― pregunté
Elena poniendo cara de puta asintió con una sonrisa y abrazándose a mí,  quiso que le contara con quien pensaba hacer realidad su fantasía.
― ¡Coño! ¡No lo había pensado!― reconocí.
Pero entonces soltando una carcajada y mientras se incorporaba para buscar su móvil, me comentó:
― ¿Recuerdas a Belén? La que fue tu novia hace un par de veranos
― Sí― contesté sin saber a qué venía porque llevaba tiempo sin verla.
Sacándome de dudas, me explicó que se la había encontrado en Madrid saliendo de un tugurio de mala reputación y que al comentarle que iba a pasar el verano en Laredo, le dio su teléfono. Con la mosca detrás de la oreja, pregunté de qué clase de antro salía cuando se topó con ella.
Muerta de risa y mientras agarraba entre sus manos mi pene, respondió:
― Solo puedo decirte que esa niñata me miró las tetas.
Tras lo cual, marcó su número y recordándole quien era, quedó en que al día siguiente pasaríamos a por ella para ir a una cala…
 
A la mañana siguiente, nos despertamos sobre las nueve ya que con buen criterio mi tía había quedado con Belén temprano al saber que tardaríamos tres cuartos de hora en llegar a la playa que habíamos elegido.
Mientras desayunábamos, observé que Elena estaba nerviosa y queriendo averiguar el motivo le pregunté que le pasaba.
-¡Pareces tonto!- contestó: -¡No ves que nunca he estado con una mujer!
En ese momento no quise decirle que por propia experiencia dudaba que esa cría fuera lesbiana y acercándome a ella, pasé mi mano por su trasero mientras le decía:
-Si quieres, cancelamos la cita y nos quedamos retozando los dos solos en el jardín.
Mi tía dejó que le masajeara su culo durante un instante pero viendo que se estaba poniendo bruta, se separó de mí diciendo:
-¿No te estarás echando atrás? ¡Me prometiste hacerlo!
Muerto de risa, le contesté:
-Para nada, ¿Me crees tan idiota de no querer disfrutar en la cama con dos bellezas?
Mi piropo levantó su alicaído ánimo y dejándome en la cocina, me informó que se iba a cambiar. Aprovechando que estaba solo, me puse a recordar la peli porno que habíamos visto la noche anterior y tuve que reconocer que por mucho que mi tía quisiera reproducirlo ese día, veía imposible que pudiéramos seducir a Belén.
«No la veo comiendo la almeja de Elena», refunfuñé preocupado por si además de no aceptar nuestras insinuaciones luego se iba de la lengua y contaba a todo el mundo que me andaba tirando a mi tía.
Mis temores no disminuyeron a pesar que al volver mi pariente estaba impresionante con el bikini que llevaba puesto. Confieso que babeé al admirar sus enormes pechos apenas cubiertos por un triángulo de tela.
-¿Te gusta?- me preguntó mientras modelaba ese conjunto.
-Mucho- reconocí.
Mi cara debió reflejar mi calentura porque riendo esa madura me soltó:
-No te calientes antes de tiempo.
Cabreado me quedé callado mientras salíamos de la casa y solo cuando ya estábamos en el coche, pregunté:
-¿Cómo piensas seducirla?
-No voy a ser yo, ¡Vas a ser tú!- contestó.
-No entiendo- tuve que decir porque aunque fuera hace dos años, yo ya me la había follado y ese día lo que íbamos a intentar era hacer un trio.
Elena viendo mi turbación, me explicó:
-¿Recuerdas que vi a esa morena saliendo de un bar de lesbianas? Pues resulta que la dueña es amiga mía y cuando le pregunté por Belén, me contó que era una cría que todavía no había dado el paso y que aunque cortejó a varias maduras como yo, nunca había culminado por miedo.
-Ya veo- respondí- Como no ha salido del armario, quieres que la seduzca para que luego tú te incorpores.
-¡Tengo un sobrino imbécil!- exclamó: -¡Al contrario! Quiero que le cuentes que descubriste que tu “pobre” tía es calentorra que incapaz de rechazar cualquier insinuación sexual provenga desde donde provenga y que le da lo mismo que sea de un hombre o de una mujer.
-¿Quieres que le cuente que eres una ninfómana?
Partiéndose de risa, me contestó:
-Así es y que te confabules con ella para reíros a costa mía.
-Ahora sí que me he perdido- reconocí.
-¡Estás espeso!– soltó cabreada:- Pídele que te ayude a ponerme bruta. Si mi amiga no me ha mentido, no podrá negarse a hacerlo y ya puestos, nos la tiraremos entre los dos.
Ese plan me parecía un disparate pero Elena parecía tan segura de su éxito que no me quedó otra que aceptarlo y de esa forma, en menos de diez minutos, llegamos hasta el espléndido chalet donde vivía Belén con sus padres.
Al tocar el timbre, fue esa morena quien abrió la puerta y mientras me quedaba sorprendido por el cambio que había dado desde que no la veía (¡Estaba buenísima!), nos hizo pasar diciendo:
-He pensado que, como hasta mañana no vienen mis viejos, mejor tomemos el sol en la piscina.
Estaba a punto de negarme cuando mi tía al comprobar que desde el exterior no se veía el jardín, aceptó diciendo:
-Me parece estupendo.
Tras lo cual, mi antigua novia meneando su trasero nos llevó hasta unas tumbonas donde dejamos nuestras cosas. Mirándola de reojo no me podía creer lo que estaba viendo. Los tres o cuatro kilos que había engordado le sentaban de maravilla sobre todo porque gran parte de ese peso extra se había acumulado en sus tetas. Si de por si Belén era tetona, ahora era una vaca lechera.
Sé que se percató de la forma en que la observaba porque en plan coqueta, me lo recriminó diciendo:
-¿Te parezco gorda?
-En absoluto- respondí- Estás guapísima.
Elena ratificó mi opinión diciendo:
-Tienes un culo precioso. ¿No ves las miradas que te echa mi sobrino?
Me molestó que mi tía me traicionara de ese modo y sin medir las consecuencias, devolví su pulla al contestar:
-Las mismas que tú o ¿Crees que no me he dado cuenta?
Nuestro rifirrafe cogió desprevenida a Belén que tratando de calmar la situación me pidió que le acompañara a la cocina por unos refrescos. Como os imaginareis accedí y la seguí mientras entraba en el chalet.
Estaba abriendo el refrigerador cuando como de paso me dijo:
-Cuando discutías con tu tía, me pareció entender que insinuabas que era lesbiana.
Muerto de risa al saber por dónde iba, contesté bajando la voz:
-Sí y no. Elena tiene un problema…
-¿Qué problema?- preguntó interesada la morena.
Con tono misterioso, contesté:
-Ahí donde la ves, tiene una sexualidad exacerbada. No puede evitar excitarse con facilidad y ya caliente le da igual quien esté cerca, ¡Sea hombre o mujer se lo tira!
-No te creo- respondió: -Me estás tomando el pelo.
Reforzando su interés, me atreví a decir:
-Te lo juro. Si no fuera porque es mi tía, te lo demostraría.
Al oírme, bajo la tela de su bikini aparecieron dos pequeños bultos que me confirmaron su interés por Elena y soltando un órdago, la reté diciendo:
-¿Por qué no lo intentas tú y así nos reímos? – y viendo su cara de estupefacción, insistí: – Estoy seguro que con que la toques un poco, se pondría a gemir como una cierva en celo.
Sus ojos brillando me informaron que la idea le atraía pero creyendo que era broma, contestó a mi burrada diciendo:
-Y mientras la excito: ¿Tú qué harías?
– Ayudarte-contesté.
Al no creerme, no pudo evitar soltar una carcajada y cogiendo los refrescos fue de vuelta a la piscina. Al llegar allí, nos encontramos a mi tía acostada en una tumbona con los ojos cerrados como dormida.
-Tiene unas tetas impresionantes, ¿Verdad?- susurré al oído de Belén al percatarme que no podía apartar sus ojos de ellas: ¿Le pedimos que se ponga en Topless?
Lo lógico hubiera sido que no me hubiese contestado pero para mi sorpresa y mientras se mordía los labios, respondió:
-Me encantaría.
Asumiendo que mi pariente nos estaba oyendo, hice hincapié en la idea diciendo:
-¿Te imaginas que pedazo de pezones debe tener?
Inconscientemente, Belén llevó su mano a su pecho y al notar que los tenía erectos, se puso roja y forzando su calentura, dije:
-Me encantaría hundir mi cara entre ellos.
La cría confirmando las palabras de la dueña de ese bar, cerró sus rodillas intentando que no me diera cuenta que hablar así de esa madura la estaba poniendo cachonda.
« ¡Va a resultar bollera!», sentencié al descubrir una mancha de humedad en su braga.
Que los deseos de Elena fueran posibles, me excitó y poniendo cara de lujuria, me lancé al abismo diciendo:

-Me da vergüenza decírtelo pero no sé qué daría por echarla un polvo.
Al escuchar mi confesión se quedó pensando en ella. Noté su lucha interna. En su mente debía estar debatiendo si me ayudaba con esa increíble madura y de paso ella conseguía su sueño de estar con una mujer. Tras unos segundos de indecisión, en voz baja, me soltó:
-Te voy a reconocer algo que nadie sabe, lleva unos meses rondándome la idea de saber que se siente al estar con alguien de mi mismo sexo.
Justo en ese momento, mi tía hizo como si se despertara y en silencio se levantó y se tiró a la piscina. Mientras nadaba, me acerqué a donde Belén y directamente le pregunté:
-¿Y si la atacamos entre los dos? Ambos haríamos realidad nuestras fantasías.
Turbada por mi pregunta no me contestó inmediatamente sino se quedó mirando a Elena que salía con su bikini empapado. No me costó percatarme en el modo en que admiraba sus pechos.
-¡Fíjate!, el agua fría le ha puesto duros sus pezones- susurré en su oreja.
La morena babeó claramente al oírme e incapaz de mirarme, cogió mi mano mientras me decía:
-Júrame que nunca se le contarás a nadie lo que ocurra.
-Te lo juro- respondí sabiendo que esa zorrita había caído en la trampa.
No queriendo darle tiempo a que cambiara mi idea, le pregunté si tenía crema de broncear y al traérmelo sin pedirle opinión me eché un buen chorro en las manos.
-¿Qué vas a hacer?- me preguntó.
Bajando la voz, le dije:
-Recuerda, mi tía tiene el sexo a flor de piel y estoy seguro que le pondrá como una moto ver cómo te echo crema. De esa forma no corremos riesgos, si no es verdad que sea ninfómana lo único que puede ocurrir es que te haya metido mano un antiguo novio pero si es verdad, ambos disfrutaremos del cuerpazo de esa madura.
Reconociendo el sentido común de mi plan, se acostó en la tumbona diciendo:
-Adelante, ¡No te cortes! ¡Soy todo tuya!
No os tengo que adelantar que le hice caso y haciendo como s mi intención fuera otra,  empecé a untar de bronceador sus piernas. Fue entonces cuando Belén me sorprendió al empezar a gemir al notar mis dedos subiendo por sus muslos.
-¡No exageres!- murmuré: ¡Se va a dar cuenta!
Su respuesta me dejó helado porque mordiéndose los labios, me soltó:
-No estoy exagerando, ¡Me pone bruta que me toques con ella a pocos metros!
Su confidencia me hizo mirar a su entrepierna y allí confirmé sus palabras al descubrir su tanga mojado. Azuzado por sus palabras, mi pene reaccionó bajo mi traje de baño y no queriendo adelantar acontecimientos, seguí untando de crema sus piernas pero ya con un destino fijo que era su coño.
Mientras lo hacía miré de reojo a mi tía y comprobé que seguía atenta mis maniobras. Satisfecho al observar que tenía sus pitones tiesos, murmuré al oído de Belén:
-Elena nos está mirando.
La morena no pudo reprimir una sonrisa al saberse observada y abriendo sus piernas de par en par, me pidió que la masturbara. Desobedeciendo, la besé mientras le decía en voz baja:
-Voy a hacer algo mejor. ¡Veamos cómo reacciona cuando te coma el coño!
Sin preguntar mi opinión, Belén se quitó la parte de debajo de su bikini y dejando su sexo expuesto, contestó:
-¡Te estás tardando!
Descojonado, di por descontado que mi tía se calentaría mientras yo me ponía las botas y por eso, estaba colocándome entre sus piernas cuando tocándome en la espalda, me dijo:
-¿Me dejas hacerlo a mí?
Temiendo la reacción de mi amiga, miré hacía ella pero al contestar con la mirada que la dejara, me hice a un lado y permití que Elena tomara mi lugar. Desde la tumbona de al lado vi que, al contrario que yo, mi tía en vez de abalanzarse sobre su sexo empezaba besando en cuello de Belén:
«Bien pensado, es uno de los puntos débiles de esa zorrita», me dije comprobando también que no se quedaba satisfecha con ello y que mientras lo hacía, llevaba una de sus manos hasta la entrepierna de la morena.
Mi amiga excitada y avergonzada por igual, cerró sus ojos al sentir los dedos de Elena separando los pliegues de su chocho cómo no queriendo saber lo que ocurría. Por su parte, a mi tía la supe nerviosa al observar que una de sus piernas temblaba sin parar.
«Joder, ¡Esto se está poniendo interesante!», exclamé para mí al comprender que aunque Belén no lo supiera para Elena era también su primera vez.
Como buen mirón no me quedó otra que callar y observar mientras esperaba mi turno. Desde mi sitio, fui testigo del profundo gemido que salió de la garganta de Belén al notar el aliento de la madura cerca de su pezón.
-¡Sigue! ¡Me vuelve loca!– gritó descompuesta cuando recogiendo su areola entre los labios, mi tía empezó a mamar de su pecho mientras comenzaba a torturar su clítoris.
Sin dejar de masturbarla, durante unos minutos alternó de un pecho a otro y con la confianza que le daba los berridos de la cría, Elena decidió que era tiempo de probar el sabor de su sexo. En silencio, con lentos besos fue bajando por su torso mientras su víctima se retorcía sobre la tumbona.
-¡No pares!- aulló cuando tomando un descanso, mi tía cesó de deslizarse. La calentura de esa morena era tal que incorporándose y casi llorando le rogó: -¡Necesito que me lo hagas sentir!
Sonreí al comprobar que le costaba decir abiertamente que deseaba que esa madura le comiera el coño y por eso, interviniendo di un azote en el culo de mi tía mientras le ordenaba:
-¡Comételo de una puta vez! ¡So puta!

No sé si fue el azote, la orden o el insulto pero me da lo mismo, descojonado, observé que había conseguido mi objetivo al ver a Elena recorrer los pliegues de mi amiga con su lengua. El agudo chillido con el que Belén nos regaló al experimentarlo fue suficiente estímulo para que mi pariente perdiera los estribos y se lanzase a devorar ese coño como posesa.
Usando sus dedos para follarla mientras su boca se regocijaba entre los labios y el atormentado botón, no tardé en comprobar que mi amiga se corría dando gritos. No queriendo inmiscuirme todavía pero totalmente excitado, me quité el bañador y me puse a pajearme a la vez que esas dos disfrutaban del amor lésbico. Por su parte, mi tía al saborear el torrente de cálido flujo que salía de la vulva de Belén, descubrió que le gustaba y usando su lengua, se puso a recogerlo para que nada se desperdiciara.
Uniendo un clímax tras otro mi amiga estaba haciendo su sueño realidad pero yo seguía a dos velas y viendo el meneo del culo de Elena al comerse ese coñito, decidí que ya estaba bien de esperar y bajándole las bragas, le incrusté de un solo golpe mi pene en su interior.
El chillido de mi tía al experimentar mi intrusión en su trasero, provocó que Belén abriera los ojos para ver qué pasaba y al comprobar mi maniobra, con voz llena de lujuria, me soltó:
-¡Dale duro a esta guarra! ¡Te lo mereces!
Aunque no me hacía falta su aprobación, me alegró saber que nuestro acuerdo seguía vigente y con mayor énfasis, cabalgué sobre mi montura. El ritmo brutal que imprimí a su trasero junto con la excitación que ya acumulábamos los dos, hizo que no tardáramos en corrernos y mientras derramaba mi simiente en su interior, escuché los aullidos de Elena.
No contento con ello, seguí galopando sobre su grupa hasta que ordeñé por completo mis huevos y mi verga perdió su dureza. Agotado, me dejé caer al suelo mientras sobre la tumbona, mi tía y su recién estrenada amante se besaban sin parar.
Os confieso que creí que ya no me quedaba más que hacer en ese chalet viéndolas cuchichear entre ellas pero entonces Belén cogiendo a Elena de la mano, sonriendo, me soltó:
-¿Nos acompañas arriba?
Intrigado, pregunté para qué.
MI amiga soltando una carcajada, me lo aclaró diciendo:
-Quiero comerme el coño de tu tía… y que al terminar, me des el mismo tratamiento.
Imaginaros mi cara y cuando creía que nada me podía sorprender, muerta de risa, me dijo:
-Este día lo recordaré siempre. No solo habré probado que se siente con una mujer sino que también que tras mi primer trío, un ex novio desvirgará mi culito.
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