ALIAS:
LA INVASIÓN DE LAS ZAPATILLAS ROJAS.
Un consejo: es conveniente, aunque no forzoso leer Cazatesoros: Sydney y las zapatillas rojas y Expedientes X: el regreso de las zapatillas rojas, antes de leer esta historia.
Por Sigma
Sydney Bristow se preparaba para abandonar la embajada de Malasia tras su exitosa infiltración apoyada por su equipo de campo. Había obtenido de las computadoras del despacho la información que buscaban: pruebas de la existencia de un misterioso grupo de espionaje conocido únicamente como Agente X. Llevaban meses escuchando rumores al respecto pero finalmente tenía la prueba en la memoria USB oculta en su collar.
Al parecer el gobierno malayo llevaba algún tipo de negocio ilegal con el grupo misterioso, oculto tras la fachada de una empresa de alta costura. De ahí la fiesta en la que se encontraba en la embajada, incluso había un desfile de modas en el jardín que Sydney aprovechó para introducirse como modelo usando su esbelta figura, llevaba su obscuro cabello recogido en un peinado alto, un entallado y largo vestido blanco con abertura hasta el muslo era su disfraz, el atuendo se completaba con unas sandalias blancas de tacón, pero no demasiado altas a fin de facilitarle a la espía moverse, y de ser necesario combatir, con comodidad.
– Atención Gorrión, aquí Nido – Sydney escuchó con atención al captar su nombre clave en el diminuto audífono en su oído.
– Aquí Gorrión -susurró apenas, encubierta por el bullicio de la fiesta.
– Tienes una sombra, repito…
De inmediato su cuerpo se tensó, alguien la estaba siguiendo de cerca. No veía a su apoyo, su compañero estaba desaparecido. Decidió seguir hasta la puerta de edificio.
– Aquí Nido, estás en Arena movediza Gorrión, repito…
– ¡Es una trampa! -pensó la operativo de la CIA, aun entre la multitud se dio cuenta de que varios fornidos guardias vestidos de traje se colocaban en la puerta a donde se dirigía.
Sutilmente cambió de dirección y entonces vio su sombra. Era una bella mujer morena de rasgos exóticos, llevaba un minivestido negro con un enorme escote y no se molestó en disimular que la seguía. De hecho la miró de una forma tan intensa que Sydney se sintió desnuda, pero sin inmutarse se dirigió a la parte trasera de la embajada.
– Nido, aquí Gorrión, busca puerto seguro… ahora.
– No te dejaré Syd…
– No hay opción, no tiene caso que nos atrapen a los dos… Espero verte en puerto seguro, suerte.
– Suerte.
– Atención Petirrojo, aquí Gorrión, si aun me captas busca puerto seguro de inmediato, es mi última transmisión. Corto.
La operativo discretamente se quitó su audífono y lo tiró entre las plantas de una maceta, luego aceleró el paso hasta entrar a un pasillo posterior. Allí un guardia militar cerraba el paso. Sydney fingió un mareo y cuando el guardia se acercó preocupado lo puso a dormir con un golpe certero al cuello.
– Tengo que llegar a la otra salida -pensó la agente mientras ya corría a toda velocidad. Antes de entrar a una habitación abierta alcanzó a ver que entraba por el pasillo su sombra. La morena había sacado un arma y corría hacia ella calzando unos altísimos tacones negros.
– Vaya, que velocidad – pensó brevemente antes de entrar a la habitación para de inmediato sentirse desalentada.
– Maldita sea, no hay salida… -se trataba de un almacén pero la salida que esperaba según los planos estaba tapiada.
Dos segundos después entró la mujer morena con el arma preparada, pero la prófuga no estaba a la vista, cautelosamente avanzó por la habitación.
De las tuberías del techo la operativo cayó sobre su sombra, logrando a la vez dos objetivos: primero desarmarla, segundo sorprenderla. Tras derribarla trató de neutralizarla de inmediato con un golpe a su arteria carótida, pero la mujer bloqueó el ataque con habilidad y respondió con una patada al estómago de Sydney que la evadió con un rápido giro hacia atrás para de inmediato levantarse.
– Esta no es una aficionada – pensó preocupada, sopesando sus probabilidades de vencerla con el tiempo que le quedaba antes de que llegaran más enemigos. Pero no tuvo oportunidad de decidir.
Un fuerte impacto la golpeó en la espalda, extendiéndose por su cuerpo y paralizándola. Cayó de lado aturdida, viendo a una hermosa mujer rubia con un arma eléctrica en la mano. Llevaba un minivestido rojo con escote y unas zapatillas rojas de tacón altísimo, le sonreía de una manera tan siniestra que la hizo estremecer.
Antes de que se pudiera recuperar, la espía sintió como le colocaban unas esposas en las muñecas a su espalda.
Conforme recuperaba el aliento fue sentada en una silla y vio a un hombre de traje negro entrando por la puerta mientras la mujer morena la detenía de los hombros y la rubia se paraba a lado del desconocido. Parecía de estatura media y llevaba una mascara de esquiar cubriendo su cabeza. Parecía complacido.
– Vaya vaya, miren lo que atrapamos. Es perfecta.
– No se de que esta hablando – respondió hosca Syd, ya casi recuperada del impacto del taser.
– Vamos agente. Yo sabía que tarde o temprano alguien se acercaría a nuestra operación ¿Quién la envía? ¿La CIA, la NSA, el ejército?
La operativo solamente guardó silencio.
– Bueno, no quiere hablar. Respeto eso, pero le aseguro que muy pronto me dirá y hará lo que yo quiera. Todo gracias a lo que tengo aquí -dijo levantando un paquete- es perfecta, mi propia agente de espionaje, no puedo esperar para poseerla.
– Se equivoca, no conseguirá nada de mí -exclamó Sydney desafiante.
– Ya veremos… ¡Nena, Piernas, sujétenla! -de inmediato la morena la detuvo con fuerza de los hombros mientras la rubia la sujetaba de sus muslos.
La espía se tensó esperando un jeringa con alguna droga ¡En su lugar el enmascarado sacó del paquete lo que parecían un par de zapatillas de ballet negras!
En un primer momento Syd pensó que la situación era ridícula. Pero instantes después su instinto le advirtió de un grave peligro. Había algo terriblemente amenazador en esas zapatillas ¡Aunque no sabia que!
La operativo trato desesperadamente de liberarse e intentó patear al enmascarado que trataba de sujetar sus piernas.
– ¡Contrólenla maldición! -exclamo molesto.
Entonces la morena pasó de sujetar sus hombros a aplicarle una llave al cuello, medio asfixiándola, momento que aprovechó la rubia para sujetar las piernas de la espía a la altura de las pantorrillas.
– ¿Pero que pretenden? – pensó Sydney mientras notaba como la rubia miraba lánguidamente sus piernas y se humedecía los labios.
El hombre se arrodilló y con delicadeza le quitó a la trigueña sus zapatillas de tacón alto.
Luego tomó las zapatillas de ballet y de forma casi amorosa se las puso a la chica, para después atar sus cintas negras hasta las pantorrillas. Tras lo cual se levantó y retrocedió.
– Pueden soltarla – susurró.
Las mujeres obedecieron y dieron un paso atrás. Al verse libre, la operativo de inmediato se levantó y trato de mantener distancia mientras buscaba una salida.
– Podría intentar pelear -calculó la operativo- pero con mis manos inmovilizadas será muy difícil.
El hombre enmascarado sacó de su bolsillo un tipo de control remoto y luego le habló a Syd.
– Bienvenida al grupo Agente X, será un placer tenerla a mi servicio -dijo con una siniestra sonrisa al oprimir un botón.
La trigueña se tenso preparada para una explosión, un choque eléctrico, o algo similar… pero no paso nada. Al ver que había un espacio hacia la puerta de salida no lo pensó ni un segundo, solamente corrió a toda velocidad.
Casi llegaba al umbral cuando de golpe sus piernas se detuvieron, la sorpresa se impuso en el rostro de la espía cuyos ojos parecían salirse de sus orbitas.
– ¿Pero que es esto? Por que no me responden – pensó impactada, pero lo que ocurrió después la invadió de pánico.
Sintió una extraña vibración que salía de las zapatillas negras y se extendía hasta llegar a su torso, brazos y cuello. Miro sus pies y una fracción de segundo después vio como sus piernas se tensaban y de un pequeño salto se encontraba parada de puntitas como una bailarina de ballet.
Pero lo peor fue que de inmediato empezó a bailar sobre las puntas de sus pies sin poder evitarlo, siguiendo un ritmo silencioso. Su cuerpo ya no le obedecía.
– ¡Dios mío! ¡Que me hicieron! -chillo mientras su cuerpo daba un giro y luego un pequeño salto – ¡Deténgalo!
– Ah, ya está comprendiendo -dijo complacido el enmascarado- pronto servirá a mis propósitos… y mi placer.
– No, no se que hace pero no le obedeceré -gimió la operativo mientras levantaba una pierna en ángulo de 90 grados.
– Si, ya he oído eso antes, pronto lo sabremos. Mientras, vamos a divertirnos un poco más contigo -diciendo esto el hombre se puso a su lado y la guió tomándola de la cintura hasta unas escaleras ocultas y a una lujosa habitación de huéspedes.
– Llego la hora de disfrutar en serio -dijo el enmascarado- por cierto, puedes llamarme X.
Por un segundo Syd pudo detenerse.
X chasqueó los dedos y sus dos agentes tomaron a la vez los hombros del vestido de Sydney y en un veloz movimiento simultáneo se lo quitaron deslizándolo por su curvilíneo cuerpo.
La espía se sintió desprotegida, lo único que le quedaba era su ropa interior de encaje blanco a juego con el vestido, sus pantaletas eran como un frágil y ajustado pantaloncillo corto y su sostén era casi transparente.
Un segundo después se comenzó a escuchar una cadenciosa melodía: Sweet dreams de Eurytmics y de inmediato la operativo siguió bailando pero ahora con mayor energía y movimientos mas amplios al estar libre de su vestido. Su espalda se arqueaba, alzaba una de sus piernas hasta tenerla perpendicular al piso y después daba un gran salto con sus piernas bien abiertas en split.
X la observaba complacido, se había sentado en un sillón con su agente rubia sentada en sus piernas, le había levantado su vestido rojo hasta la cintura y le acariciaba con lujuria sus muslos, la rubia no llevaba ropa interior y se dejaba tocar sumisa, salvo por su mano que se movía suavemente masturbando el erecto miembro de X.
La otra mujer se encontraba recostada sobre la cama, sin dejar de mirar el involuntario baile de Sydney con ojos entrecerrados por el placer, también tenía levantado el vestido y se acariciaba su sexo lentamente con dos dedos, tampoco llevaba ropa interior pero aun llevaba puestos sus altísimos tacones, Sydney podía ver perfectamente por que la llamaban Piernas.
– Dios ¿Qué clase de secta me capturó? esto no puede ponerse peooooo… -la espía se interrumpió cuando comenzó a sentir como se desataba en ella un terrible e indeseado placer sexual extendiéndose de sus piernas a su sexo y de este irradiando a todo su grácil y esbelto cuerpo- ah… ¿Que es esto?
Sin poder evitarlo la trigueña comenzó a bailar en círculos alrededor de sillón del llamado X. El placer seguía creciendo sin control en ella solamente por bailar, era como una comezón en la espalda que no se podía rascar y que cada instante era peor.
– Ah… ¿Que me hicieron? Aaah…
Cada vez que pasaba a lado del enmascarado este le daba un suave pellizco en su firmes nalgas que en vez de molestarle era placentero.
Bailaba cada vez más rápido alrededor del sillón, y cada vez mas excitada. Podía ver como la morena ahora se daba placer de forma frenética mientras sus piernas pulsaban al ritmo de la música.
Lo mismo le ocurría a la rubia llamada Nena, tenía sus piernas tensas y pulsaban con la melodía mientras su mano derecha se movía como un rayo sobre la erección de X, que a su vez seguía toqueteando a la espía cada vez que la tenía al alcance de su mano.
Finalmente Sydney estallaba en un tremendo orgasmo, volteó su rostro hacia el techo y abrió la boca como para gritar.
– Aaaaaahhhh -gimió mas fuerte de lo que deseaba mientras sus manos a su espalda se cerraban y abrían sin control, tras lo cual finalmente cayó al piso agotada a la par que la música terminaba.
Al ver esto las dos agentes se tensaron y gimieron por su propio orgasmo, Nena lo alcanzo solamente con mirarla, aunque en ese momento hizo que X se viniera también con sus hábiles caricias, manchando sus blancos y tersos muslos de cálido semen.
– Si… muy bien… Es un prometedor inicio -dijo X mientras se acercaba a Sydney que yacía aturdida en el piso alfombrado- ¿Como te llamas?
La operativo estaba muy aturdida.
– ¿Cual es tu nombre? -repitió con tono imperioso el enmascarado- Sólo quiero tu nombre.
Ella guardo silencio.
– ¡Habla! – gritó mientras apretaba un botón en su control.
Syd arqueó su cuerpo, cerró los ojos y formó una O con sus labios mientras sus pies se ponían de puntitas y bailaban rápidamente, dándole un placer insoportable.
– Sydney! Me llamo Sydney! – finalmente gimió.
X la liberó y la joven pudo respirar, mientras pensaba – Disfruta mi nombre, es lo único que obtendrás de mi.
– Vaya, quien lo diría ¡Ahora tengo dos esclavas con el mismo nombre! – dijo burlón el enmascarado.
– ¿Esclavas? -preguntó ceñuda la operativo.
– Muy pronto sabrás a que me refiero… Syd – al decir esto oprimió otro botón y la espía se desvaneció abrumada por el pesadísimo sopor que sigue a una larga noche de placentero sexo, lo último que vio fueron sus propias piernas tensas, bailando y dibujando formas en el aire con sus brillantes zapatillas negras de ballet.
La espía despertó en una habitación totalmente diferente a la de la noche anterior. Más amplia y moderna, toda adornada con satén, seda gris y pisos alfombrados.
Estaba totalmente desnuda excepto por unas zapatillas de ballet rosas, una ancha y artísticamente grabada gargantilla  de metal y una especie de cinturón del mismo diseño en su cintura. Eran de color negro mate y por su belleza parecían piezas de joyería, pero la operativo  sabia que no lo eran.
Tenía sus muñecas inmovilizadas por unos suaves pero resistentes grilletes que por medio de algún broche oculto estaban fijados en el frente del cinturón de metal. Sin duda ambas piezas eran para ayudar a dominarla, inmovilizando sus manos en su cuello o cintura.
Sus tobillos estaban encadenados a los pies de la cama para evitar que pudiera levantarse.
Después de un rato de probar inútilmente la resistencia de sus ligaduras, Syd escuchó ruidos en la puerta y se quedó inmóvil, segundos después entraron las agentes que conoció el día anterior ¡Pero su ropa!
La rubia llamada Nena llevaba una versión porno de una asistente o ejecutiva, un traje formal gris obscuro con falda, el saco se ajustaba a cada curva de su torso resaltando sus senos de forma maravillosa, sobre todo por que se notaba que debajo del saco no llevaba nada, así que se asomaban del hueco en forma de V de la prenda, su minifalda era casi un cinturón ancho que apenas llegaba a cubrir su entrepierna, más abajo sus tersas piernas estaban cubierta por unas medias blancas al muslo cuyas cimas de encaje asomaban a cada paso de la mujer, en sus pies por supuesto llevaba unas puntiagudas zapatillas de tacón negras con pulsera al tobillo, unos delicados anteojos sin armazón y el cabello en un peinado alto completaban el conjunto.
La morena por su parte llevaba un uniforme de doncella francesa que parecía salido de un sueño erótico, un vestido negro con escote cuadrado casi hasta los pezones, mangas cortas, minifalda también apenas debajo de su entrepierna, un coqueto delantal blanco y volantes de encaje del mismo color aumentaban el atractivo del conjunto. Bajo el borde de su falda se asomaban fácilmente unos finos ligueros de encaje negro conectados a unas medias negras de seda y en sus pies unas zapatillas de charol negro con tacón de aguja de diez centímetros y correa en el talón. El conjunto se completaba con su cabello en una cola de caballo y una cofia blanca en la cabeza.
– ¿Pero que pasa aquí? ¿Cómo pueden vestirse así? ¿Será que el negocio de este grupo incluye la trata de personas? –pensaba la operativo a toda velocidad mientras se acercaban.
– Buenos días hermanita –dijo primero Piernas- bienvenida a tu nuevo hogar, nos complace que te quedes con nosotros.
– Oh si… nos complace mucho –dijo con voz ronca Nena mientras le acariciaba las piernas a Sydney- y pronto nos complacerá aun más, cuando Papi quiebre tu voluntad.
– ¿A que se refieren? ¿Su líder hace lavados de cerebro? –trató de averiguar la trigueña.
– Oh, lo que hace Papito es mucho más eficaz… y placentero –dijo casi con un gemido la morena mientras le liberaba las piernas a la chica.
– De hecho es hora de comenzar tu… educación –añadió la rubia- mientras sacaba unas prendas de una caja sobre la mesa a lado de la puerta.
Los ojos de Syd se abrieron por la sorpresa como platos al ver la ropa.
– No, no me pondrán eso, no lo permitiré… lo destrozaré antes.
Las dos mujeres se miraron un instante antes de sonreír de manera inescrutable, luego se quedaron inmóviles, como esperando.
Una suave música comenzó a sonar en la habitación, rápidamente la espía identificó dos bocinas en esquinas opuestas de la habitación, pero segundos después todo se volvió borroso, instantáneamente se sintió débil e indefensa, solamente pudo observar como sus piernas comenzaban a tensarse, y tras ponerse de puntas comenzaron a moverse, primero como si caminara, después subiendo y bajando juntas, luego se quedaron inmóviles y rectas, levantadas de forma perpendicular a la cama, como exquisitas columnas sexuales, a continuación se abrieron en una amplia V y bajaron hasta tocar la cama.
Entonces las mujeres comenzaron a vestirla, la trigueña trató de  resistir pero estaba tan débil como un bebé.
En pocos minutos la música se detuvo y la trigueña estaba vestida, le pusieron una gargantilla de tela blanca que simulaba el cuello de una camisa de vestir con todo y corbata, luego unas pantimedias negras de red y unas zapatillas negras puntiagudas de tacón alto con pulsera al tobillo, le habían ajustado un corset negro recubierto de terciopelo con maravillosos diseños, que levantaba y separaba sus senos como poniéndolos en exhibición, lo habían ajustado mucho de manera que tenía una increíble y diminuta cintura pero sus respiración era entrecortada. Luego le pusieron unas pantaletas negras estilizadas y adornadas con diseños idénticos a los del corset.
– ¡Dios que humillante! – pensó la espía mientras Nena y Piernas finalmente le colocaban y fijaban con pasadores una diadema con orejas de conejo en la cabeza- Parezco una de esas tontas conejitas de Playboy.
Las dos mujeres le colocaron las muñecas esposadas en la parte de atrás del cuello y las fijaron de nuevo con un broche oculto a la gargantilla de metal ahora bajo la de tela blanca.
– ¿Qué te parece Nena? ¿Crees que le guste a Papito? –dijo Piernas mientras ayudaba a Syd a levantarse.
– ¿Estás bromeando hermanita? Me siento tentada a poseerla yo misma –respondió ansiosa la rubia mientras abrazaba por detrás a la operativo, poniendo una de sus manos  sobre su sexo y la otra en uno de sus senos.
La trigueña solamente se quedó inmóvil, esperando, de momento no podía hacer nada más. Por fortuna el ataque no pasó a mayores pues una voz en las bocinas intervino.
– ¡Basta esclava! Traigan a la chica a mi aposento, de inmediato.
– Si Papi –dijo sumisa la rubia.
Trataron de llevarla pero Sydney se resistió, al menos todo lo que pudo sobre sus altísimos tacones, sin embargo era fuerte y al ver que el forcejeo podía causar daños en su disfraz las ayudantes de X se detuvieron. La cautiva sonrió ligeramente ante esa pequeña victoria sobre sus captores.
– Tienes que obedecer –dijo Nena para luego mirar a su compañera- te enseñaremos… ¿Estás pensando lo mismo que yo?
– Si, será un placer… ¡Papito! –gritó Piernas- ¡Empieza!
De inmediato empezó a sonar en las bocinas una melodía de ritmo rápido: Single lady de Beyonce. Al mismo tiempo las dos esclavas comenzaron a bailar perfectamente sincronizadas y con gran agilidad, pasos vigorosos y sexys a pesar de sus tacones o tal vez precisamente debido a ellos.
– ¿Pero que pretenden ahora? –pensó la trigueña sorprendida aunque algo divertida por ese espectáculo- ¿Qué todos están locos en este grupo? Quizás… Oh no… no de nuevo…
La espía sintió como una vibración volvía a nacer desde sus zapatillas, subiendo por sus piernas e invadiendo su cuerpo.
– No… no… -miró sus pies y pudo ver como su talón derecho subía y bajaba a ritmo con la música, haciendo sonar su tacón en el piso… fuera de su control. Levantó la vista y al ver a las mujeres se dio cuenta de que su pie llevaba el ritmo sincronizado con ellas.
En ese instante su cuerpo se lanzó al frente y comenzó a seguir a las otras dos hembras, bailando con ellas, bajaban doblando las rodillas, se levantaban y saltaban, daban cortos pasitos y levantaban una pierna como si quisieran tocar el techo con sus tacones.
– ¿Cómo es posible? No conozco esta coreografía y aun así las sigo a la perfección. Aun con mis manos atadas no pierdo el equilibrio. Esto debe ser un fenómeno sobrenatural. ¡Eso es!
Entonces las chicas comenzaron a bailar en fila hacía la puerta de la habitación, moviendo sus brazos atrás y adelante, como golpeando, sus piernas dando sensuales pasitos. Sin poder evitarlo Syd comenzó a seguirlas, excepto por sus manos atadas las imitaba a la perfección.
– ¡Nooo! ¡Altooo! –gritó desesperada mientras seguía a las esclavas por un amplio pasillo con piso pulido y más bocinas en las paredes- Maldita sea, ahora tendré que… aaahh… no…
De nuevo comenzó a sentir excitación, crecía otra vez como una comezón en medio de su espalda. Cerró los ojos tratando de controlar las sensaciones pero su cuerpo no solamente seguía fuera de su control, sino que la excitaba cada vez más.
Finalmente entraron a la habitación del fondo donde X esperaba sentado en una cama redondeada, Nena y Piernas se quedaron de pie y cruzadas de brazos mientras la trigueña bailaba como si fuera la estrella sin poder evitarlo, se movía alrededor de ellas, y luego frente al enmascarado, le daba la espalda y se doblaba por la cintura con las piernas derechas y levemente abiertas, como ofreciendo sus nalgas y piernas para su placer.
Finalmente se levantó, giró para estar de frente a su auditorio de una sola persona, abrió sus piernas hasta la altura de sus hombros y arqueó su espalda mientras forzaba ligeramente sus nalgas hacia atrás.
– Uuunnhh -gruñó la trigueña ante la inesperada y, para su vergüenza, placentera sensación.
De pronto la música se detuvo y la espía se derrumbó cayendo de rodillas, sin aliento y mareada. El encapuchado hizo un gesto con la cabeza y sus esclavas salieron de inmediato del cuarto moviendo sus caderas con descarada sensualidad.
Haciendo un esfuerzo Syd logró calmar su respiración a pesar del asfixiante corset y consiguió levantarse, aunque inestable, sobre sus absurdos tacones.
– Ah, muy bien. Mis esclavas hicieron un excelente trabajo preparándola ¿Le gusta el conjunto que elegí para usted? -dijo X complacido tras observarla detenidamente.
– Esto es ridículo y patético. Veo que disfruta aprovechándose de mujeres para dar vida a sus enfermas fantasías.
X sonrió, sin dejar de mirarla se levantó y dio un paso hacia ella. A lo que Syd reaccionó retrocediendo de inmediato.
– Tiene razón en parte Sydney, esto es una fantasía mía, pero ya que puedo hacer lo quiera con mis esclavas ¿Por que no hacerla realidad? Además esto no es solamente placer, tengo planes muy importantes para ellas, y para ti, mi nueva esclava.
– No soy su esclava. Nunca lo seré.
-Nunca es demasiado tiempo, le aseguro que poco a poco será mía. Pero mejor empecemos a probar su fuerza de voluntad con algo práctico.
X sacó un control remoto.
– No se me acerque -le advirtió la mujer.
– Oh, no lo haré, usted se acercará a mi, y además lo disfrutará. Ya se dio cuenta de que tengo el poder para hacerlo ¿Verdad?
– Me resistiré. Siempre.
– Ah, y será un placer verla intentarlo, veremos cuanto aguanta -sentenció el enmascarado mientras se sentaba en la cama.
 Sydney vio en una pared lateral una ventana cubierta por cortinas, casi a la vez hecho a correr hacia ella, esperando contra toda esperanza que estuviera abierta o al menos que no estuviera enrejada. Pero no tuvo oportunidad de averiguarlo.
X oprimió el botón y una música cadenciosa, sensual, comenzó a sonar en las bocinas. A un metro apenas de la ventana la espía se detuvo en seco, se dio la vuelta sobre sus tacones y comenzó a bailar de nuevo.
– Oh, Dios… No de nuevo -pensó la forzada conejita. Poniendo un pie delante del otro comenzó a caminar sensualmente al ritmo de la música… Y acercándose a su captor.
Cuando estuvo a un paso se inclinó hacía él hasta hacer con su cuerpo y sus piernas un ángulo de casi 90 grados, mostrándole su delicioso escote mejorado por las varillas del corset, para luego sacudir su busto provocativamente ante sus ojos.
– ¡No! ¡Basta! -comenzó a susurrar Sydney sonrojada ante la humillante situación, peor aun, con sus manos tras el cuello daba la impresión de que lo hacia voluntariamente.
X no perdía detalle y sonreía, como siempre fascinado por el poder sobrenatural de las zapatillas rojas.
Luego la joven se levantó, y tras poner uno de sus pies entaconados sobre la cama a lado de X comenzó a mover sus caderas atrás y adelante hacia su captor, de forma casi hipnótica.
– Muy bien Sydney… Lo haces de maravilla, pero es hora de trabajar. Empecemos por tus jefes ¿Para quien trabajas?
– Para nadie… -respondió con voz entrecortada.
– ¿Para quien? -repitió.
– Para Green Peace… -dijo con una sonrisa la trigueña.
La sonrisa de X se borró de pronto de su rostro.
– Muy graciosa… veremos si mantienes tu humor después de esto -dijo fríamente el enmascarado, mientras tomaba su control remoto y oprimía otro botón.
En las bocinas comenzó a sonar una rápida melodía: Lo hecho está hecho de Shakira. Sin poder evitarlo la operativo se apartó un paso y comenzó a dar giros, para luego recargarse de espaldas contra la pared y levantar primero un pierna bien recta, luego la otra, siguiendo el ritmo salvaje.
– ¡Aaahh! Noooo -Syd volvió a sentir la misma excitación creciendo incontrolable.
– ¿Para quien trabajas? -volvió preguntar X.
– Nooo… nooo -gimió la chica.
Ya molesto, el hombre se acercó a la joven y la obligó a darse vuelta quedando con el rostro pegado a la pared. De inmediato la espía comenzó a mover sus caderas siguiendo el ritmo pero apartándose del muro, hasta que su cuerpo estuvo de nuevo flexionado a casi noventa grados.
X la observó encantado, su esbelta espalda con su diminuta cintura forzada por el corset, sus nalgas firmes se destacaban más debido a la postura de su cuerpo, sus piernas con medias y por supuesto sus altos tacones.
Seguía bailando indefensa, aunque casi sin apartar de lugar sus pies, pero el resto de ella se movía de forma deliciosa, incluso sus manos, que aun obedecían a la esclava, se abrían y cerraban desesperadas, como tratando de aferrarse a algo para ganar control.
El encapuchado se acercó lentamente a Syd hasta ponerse justo detrás de ella, de pronto la sujetó de las caderas y la atrajo a su excitada entrepierna, comenzando a usar su precioso trasero para darse placer.
Con gran esfuerzo de voluntad la trigueña consiguió girar su cabeza para mirar hacia atrás por encima de su hombro, aunque no pudo despegarla del muro.
– ¡Basta! ¡Aléjese de mí! -logró gruñir la joven, a pesar de que sus nalgas se frotaban una y otra vez contra el ya duro miembro de su captor, siguiendo la música.
– Muy bien mi esclava… Estás dando tus primeros pasos en tu camino… para servirme -susurró X a la mujer con la voz entrecortada por el placer.
– ¿Como puede hacer esto? -chilló la operativo desesperada al ver como sus caderas ahora se movían al ritmo que le imponía el encapuchado, excitándola cada vez más.
– Por ahora no necesitas saberlo, basta decir que tus zapatillas me permiten controlarte y alterarte por medio de la música.
– ¿Qué? ¿Pero…
– Ssshhhh… silencio Sydney, ahora debes comenzar a obedecer.
– No. Se equivoca.
– Me ayudarás. Me servirás.
– ¡No!
El encapuchado oprimió un botón de su control y la música aumentó de volumen. Todo se volvió borroso para Syd, el corset le dificultaba respirar y no podía pensar con claridad.
– ¿Quien es tu superior? Dime su nombre -dijo el hombre mientras se inclinaba y con una mano sacaba uno de sus perfectos senos del corset.
– ¡Nunca!
– ¿Donde está tu base de operaciones? -X estaba pellizcando y apretando su pezón de una forma enloquecedora debido al influjo de las zapatillas.
– ¡Noo! -grito Sydney desafiante, mientras doblaba a la vez sus rodillas para bajar sus caderas y luego las subía contra la entrepierna del encapuchado. Sentirlo duro al contacto con sus nalgas comenzaba a confundirla.
Con una mueca X la obligó a enderezarse, con una mano saco su otro seno para pellizcarlo y con la otra mano empezó a acariciarle el clítoris.
El encapuchado oprimió a la mujer contra la pared y comenzó a decirle palabras dulces e insidiosas al oído sin dejar de masturbarla.
– ¡No! ¡No! ¡No! -se negó Syd a sus seductoras palabras.
Con la otra mano X comenzó a darle nalgadas que bordeaban entre el dolor y el placer al momento que la música casi terminaba.
– ¿Para quien trabajas? -preguntó decidido el captor justo cuando la operativo llegaba a un indeseado e incontrolable orgasmo.
– ¡Aaaaahhh! ¡Aaaah! ¡Para la CIA! ¡Para la CIA! -finalmente gritó antes de desvanecerse en los brazos de su captor.
Este le desabrochó sus muñecas esposadas del cuello para luego llevarla en brazos a la cama como a una niña, con cuidado la recostó, le quitó el corset, la diadema y la cubrió con las sabanas.
– Esto si va a ser reto -pensó X decidido- ya suponía que era de la CIA por su resistencia mental. Así que sólo conseguí que me dijera algo que yo ya sabía ¡Bah! Tengo que buscar la manera de romper sus defensas… debo pensar… mmm… de momento la dejaré expuesta a la influencia de las zapatillas, eso debe hacerla más sensible y vulnerable a su poder.
Tras manipular su control X salió de la habitación, dejando a Sydney Bristow durmiendo apaciblemente, agotada, pero con sus torneadas piernas cubiertas de medias flexionándose y estirándose alternativamente, sus pequeños pies entaconados deslizándose atrás y adelante sobre la cama, lenta y sensualmente, al ritmo de la suave música que salía de las bocinas.
CONTINUARÁ
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