Capitulo cuatro- Emancipado totalmente.
Durante todo el viaje, no dejaba de pensar en mi poder. Como me había dicho mi padre, hacer uso de él, tenía graves consecuencias. En mi caso, la ligereza con que lo había usado, provocó la muerte de una buena mujer. Echaba de menos a Isabel. Su alegría por la vida, la desfachatez con la que me trataba y sus enseñanzas no volverán. Nada que hiciera, la devolvería a mi lado. No me importaba en absoluto el haberme cargado a Manuel y a Pedro. Se lo merecían. Pero a mi lado estaba Carmen, el otro efecto colateral de lo sucedido. La pobre había sufrido en sus propias carnes por mi culpa. Sus padres la habían repudiado, echado de su casa y lanzado a la calle, sin mas motivo que ser la amante de un brujo.
Amante de un Brujo”, pensé. Hubiese tenido gracia el tema, si obviamos las consecuencias. Amante, cuando ni siquiera había compartido con ella mi cama, lo único que habíamos hecho, fue darnos un par de besos y poco más. Brujo, me acusaban de brujo. En el pueblo no entendían que mi tara, nada tenía que ver con espíritus ni con magia, era un teórico don, que había caído sobre mi familia como una maldición. Y lo peor es que ella misma, comparte esta visión. Antes de salir, me obligó a jurarle que nunca le obligaría a obedecerme y que jamás le pondría mi mano encima.
Nos dirigíamos a Madrid, huyendo de un pasado al que no podríamos volver, escapando de la violencia irracional de la plebe, que maldiciendo lo desconocido, ya había intentado acabar conmigo. Durante todo el trayecto, nadie rompió el silencio que se había apoderado del coche. Cuatro horas durante las cuales tres personas compartieron cinco metros cúbicos de aire sin dirigirse la palabra. Y los tres por diferentes motivos. Pedro, el chofer, era un hombre de pocas palabras y menos luces que suficiente tenía con concentrarse en llevar el volante. Carmen que seguía rumiando su desgracia, y para colmo de males sabía que dependía del causante de su desdicha. Me odiaba por dos motivos, para ella yo era un ser desconocido y maligno al que había unido su destino, y que encima tenía en mi mano dejarla desamparada. Su mente luchaba contra eso, aborreciéndome no podía desagradarme. Y finalmente yo, un muchacho, recién salido de la infancia que desconocía su futuro.
Por eso fue una liberación llegar al piso que mis viejos tenían en Madrid. Nada mas aparcar en el garaje de la casa, descargamos el coche y subiendo en ascensor, entramos en la vivienda.
Nos estaban esperando las criadas para ayudarnos. Por alguna razón mi padre se había deshecho del matrimonio de siempre y fueron dos muchachas orientales las que nos ayudaron con nuestro equipaje.
Siempre me había gustado, era un ático en la calle Alcalá desde el que se tenía una maravillosa vista del parque de El Retiro. Siendo un niño, me había pasado tardes enteras con mi nariz pegada al cristal observando a los madrileños disfrutando de sus jardines.
Pero ahora, me parecía lúgubre, sus cuatro paredes me producían claustrofobia, al recordarme lo que había perdido. Nunca volvería a pisar el Averno, la finca de mi familia. El parque no era mas que un disfraz dentro de la gris existencia de Madrid, sus árboles intentaban esconder el asfalto sin éxito, sobre la calle Menéndez Pelayo, los automóviles sembrados sobre el gris pavimento eran parte de lo que representaba, no se podía entender el verde sin el humo de sus escapes, al igual que mi fracaso era parte integrante del de mi compañera de juegos.
Era enorme, con dos áreas perfectamente definidas. La zona de servicio, retirada, con sus diferentes alacenas y armarios para guardar las miserias de los señoritos. Y la parte noble, mausoleo de tiempos pasados, con sus lámparas de araña, cuyos cristales relejaban sobre las paredes un edén que no existía.
Nada mas depositar los bultos en el salón, tuve que tomar la primera decisión, donde Carmen debía de poner sus cosas. Dudé durante un instante, no sabía si su estancia en la casa iba a ser provisional o permanente. Me importaba un carajo, por lo que escurrí el bulto haciendo que ella decidiera.
Carmen, no quiero presionarte. Eres mi invitada. ¿Te parece que te quedes en esta habitación?-, le dije señalando la contigua adonde habían depositado mis enseres.
Rápidamente revisó el cuarto y tras su escrutinio me preguntó:
-¿Tiene comunicación con la tuya?-.
No-, le respondí. Al escucharme sin mas dilación, pero sobretodo sin dirigirse a mí, le pidió a Pedro que acomodara sus cosas en su interior.-Quiero que sepas que en cuanto pueda me iré-, me soltó justo antes de cerrar su puerta.
“¡Que miedo!”, pensé,”¡creerá que me afecta en algo lo que haga!, ¡Está gilipollas!”.
Con mi cabreo lógico, la dejé que se perdiera un rato, sabiendo que aunque le pesara tendría que hablarme en pocas horas. Tendría que comer. Me traía al fresco su actitud. Demasiados problemas tenía yo, para ocuparme de las memeces de una niña mimada que no sabía hacer la O con un canuto.
Con ese ánimo, entré en mi cuarto. Sobre la cama, un sobre con mi nombre me esperaba. Reconocí la letra de mi padre, nada mas posar mis ojos sobre él.
Un mensaje”, extrañado abrí la carta. Acababa de despedirme de mi viejo, por lo que no era coherente que me mandara un recado por escrito, cuando podía habérmelo dado en persona. Sabiendo de la importancia de su contenido, no tardé en leer que es lo que me quería decir.
Era su letra.
Fer:
Siento haberte mentido. Tu Madre y yo vamos a realizar el largo viaje que tantas veces habíamos pospuesto. A partir de hoy, debes de aprender tu solo, mi presencia no haría mas que dificultar tu aprendizaje. Debes de saber que no deben de convivir dos personas con nuestros poderes. El más fuerte opaca al más débil. Es ley de vida.
Pero antes, quiero darte unos consejos.
-Debes de centrarte en ti. Experimentaras cambios acelerados en tu cuerpo producto de nuestra maldición. Te desarrollarás antes de tu edad, en pocos meses parecerás ser un veinteañero. No se puede contener, es un proceso sin vuelta atrás. Tu mente provocará que su continente, madure a la par. No te preocupes, el único problema es que no debes de cejar en tu instrucción sexual. Producirás energías que deberán tener su desahogo. Por si acaso lo he previsto.
-No te fíes de nadie. Somos únicos, diferentes. Y la diferencia crea odios. El racista blanco odia al negro, no por ser inferior, sino porque no es como él.
-Practica tus habilidades en solitario, evita que la gente se entere. Pero sigue profundizando en su perfeccionamiento, que lo sucedido no altere tu aprendizaje.
-Como habrás supuesto, he inducido a Carmen para que te acompañara. Teníamos dos posibilidades, hacerla desaparecer o controlarla. No te preocupes, no podrá contarle a nadie lo que sabe.
-Y por último, te he legado toda nuestra fortuna. No te olvides que no es tuya, sino de nuestra estirpe, la deberás hacer crecer para dársela a tu hijo. Te visitará mi asistente, aunque es leal, no se te debe de olvidar que es un humano.
A partir de hoy, considérate emancipado.
Tu Padre.
Me quedé paralizado por lo que significaba la carta. Estaba solo, era rico y Carmen había sido manipulada. Curiosamente en un principio, de las tres la que mas me importaba era la tercera, me sentí un traidor a mi promesa. Le había prometido no hacerlo, pero pensé buscando una excusa que no había sido yo, sino mi padre.
Decidí darme una ducha, antes de comer. Me estaba terminando de desvestir, cuando tocaron a mi puerta. Al abrirla me encontré de frente con una chica de servicio, que traía en sus brazos un juego de toallas.
Buenos días, señor-, me dijo haciéndome a un lado,-Soy Lili-, y sin importarle que estuviera en calzoncillos, entró dejando las toallas en el baño. Por su acento supe que era acababa de llegar a España, la erre la había pronunciado como ele. En vez de señor, había dicho señol.
La mujercita al ver que me estaba preparando para ducharme, cerró la ducha y abriendo el grifo de la bañera, empezó a llenarla.
Mecánicamente, echó en la tina sales de baño mientras tomaba la temperatura del agua. Cuando hubo terminado, se volvió y sonriéndome me dijo:
-Tu bañar, yo ayudarte-.
No supe reaccionar cuando sin mediar palabra me bajó el slip que llevaba y cogiéndome de la mano, me metió en la bañera. Tumbándome, me tapé mis partes, avergonzado por la presencia de la muchacha. Ella lejos de preocuparse por mi vergüenza, cogiendo una silla, se sentó mirándome.
Mas grande que yo creer-, me dijo,- no catorce años-.
-¿Qué?-, le respondí sin saber a que se refería.
-Su padre decir catorce cuando comprar, deber servirle-, me respondió con una sonrisa angelical, sin darle importancia a la cruda realidad de lo que me había dicho.
-¿Mi padre te compró?-
Si, padre hablar con padres y dar dote de Lili y Xiu-, me explicó mientras me empezaba a enjabonar la espalda.
-¿Xiu?-
-Hermana cocina-.
Poniéndome champú en la cabeza, empezó a lavarme el pelo, mientras entonaba una canción. Se le notaba feliz, era como si no le importase haber sido objeto de una compraventa. Aún sin entender la letra, supe que era una canción de amor. Por el tono y el compás de la música se podía adivinar el tema, pero sin saber el porqué, me vinieron imágenes de una novia preparándose para su primera noche con su marido.
La sensación de ser mimado, me gustaba. Y dejándola hacer, me puse a observarla. Era pequeña, delgada, con el peso liso tan típico de su raza. Su cara era agradable, y sus ojos rasgados, le conferían una belleza exótica, que tuve que reconocer. Sus manos eran suaves, cada vez que recorría mi cuerpo una descarga me recorría mi piel. Me estaba empezando a excitar, y Lili al notarlo, dulcemente me besó en los labios, diciéndome:
Esta noche, tu esperar-.
La sola confirmación que entre sus ocupaciones iba a estar el compartir cama, provocó que mi pene se pusiera totalmente erecto. Satisfecha con el resultado de sus palabra y obligándome a levantar, se apoderó de mi miembro mientras me susurraba:
Grande, doler mucho, yo curar-.
Haciendo como si me estuviese curando, lo pegó a sus mejillas, acariciándolo con sus labios. Y sacando la lengua, empezó a recorrer mi glande, mientras que con sus manos acariciaba los testículos. La lentitud, con la que abriendo su boca, se fue introduciendo toda mi extensión, estuvo a punto de hacerme correr, pero ella al notarlo interrumpió sus maniobras diciéndome:
La prisa mala, piedra a piedra se construye muralla y dura diez mil años-.
Deliberadamente, estaba prolongando mi calentura. Sacándome de agua, me dejó de pie en medio del baño, y agachándose con la toalla comenzó a secarme. Era una tortura, sus manos se iban aproximando a mi sexo, con una parsimonia exasperante. Cada vez que secaba una porción de mi piel, con sus besos comprobaba si estaba realmente seca, antes de pasar a la siguiente. Por eso tuve que hacer un verdadero esfuerzo para aguantar el no lanzarme sobre ella.
Cuando ya estaba a punto de llegar a su meta, se levantó, y llevándome a la cama, se tumbó a mi lado.
Tu estrenarme esta noche, yo liberar ahora-, me dijo justo antes de metérselo totalmente, de forma que pude sentir el abrazo de su garganta . Con su mano me masturbaba a la vez. La calidez de su boca hizo el resto, y brutalmente me corrí en su interior, mientras mi mente analizaba sus palabras. “Es virgen”, pensé al derramarme en su garganta.
Lili, sin inmutarse, se tragó todo mi semen y señalándome sus pechos me dijo: -Mirar, tu ponerme mujer-.
Debajo de su uniforme de criada, dos pequeños bultos me hablaban de su propia excitación. Quise acariciárselos pero sin dejarme siquiera desabrocharle un botón , me dejó solo e insatisfecho. De buena gana la hubiese tumbado a mi lado, pero cerrando la puerta salió de la habitación.
Menudo recibimiento, ojalá la otra hermana sea tan dispuesta”, pensé mientras me vestía.
No tardé en averiguarlo porque justo cuando iba a salir de la habitación entró Xiu. Traía cara de preocupación. Algo le preocupaba:
Don Fer, ¿puedo hablar con usted?-, me pidió en un perfecto español, se notaba que ella debía de haber tomado clase.
Claro, ¿qué te preocupa?-, le respondí fijándome que debía ser la mayor de las dos. Si a Lili le eché los diecinueve años, Xiu debía de rondar los veintitrés.
Su padre nos ordenó cuidarle, pero no nos dijo que vendría con novia-.
No es mi novia, es solo una invitada, no te preocupes-, le dije sacándola de su error. Eso era a lo que se refería mi viejo con lo de que lo había previsto, pero para asegurarme le pregunté: -¿Qué es lo que os dijo mi padre?, ¿En que consisten vuestras obligaciones?-
Tímidamente, bajó los ojos al contestarme: -Hace cinco años, nuestros padres llegaron al acuerdo de que usted sería nuestro marido-.
No supe que contestar al oír que hacía cinco años que mi viejo había previsto todo. Seguía bajo su tutela aunque no estuviera físicamente conmigo. Tras unos instantes en los que estuve a punto de mandar a la mierda todo, me di cuenta que la perspectiva de tener a esas dos preciosidades a mi lado, era el sueño guajiro de cualquier hombre. De todas formas, no quería unirme a ellas contra su voluntad, por eso le ordené:
Llama a Lili
Rápidamente la muchacha fue a por su hermana, dándome tiempo de pensar que narices les iba a plantear. Recordando que en varias culturas existe el llamado matrimonio sororal, en que un hombre se casa con todas las mujeres de una familia, quería averiguar si era eso de lo que me estaba hablando. Nuestras culturas son diferentes, no quería ofenderlas.
Cuando entraron las dos en mi cuarto, se sentaron en el suelo de rodillas. Sabiendo que era la forma cortés de dirigirse a un hombre de la familia, no lo tomé en cuenta e imitándolas me arrodillé enfrente, antes de hablar. Viéndolas juntas, no me parecían tan iguales. Xiu era mas alta, con el pelo mas corto y mayores pechos. Mientras que su hermana era mas delgada y su cara infantil tenía un deje de picardía que le faltaba a la mayor.
Antes de nada quiero saber si estáis de acuerdo con el trato-, les dije. Estaba seguro que Lili no pondría ningún reparo pero no sabía que iba a opinar Xiu. Lo que no me esperaba era la cara de incredulidad de las mujeres al oírme. De pronto sin saber el porqué las muchachas se echaron a llorar desconsoladas, los gritos y gemidos inundaron la habitación. No entendía nada. Era tanto el escándalo que Carmen entró en la habitación, preguntando que ocurría. Si ya era bastante el tener a dos llorando en chino, el colmo fue cuando se les unió la española gritándome que qué coño les había dicho.
¡Silencio!-, grité a la tres. Y sin hacer caso a las burradas que me dirigía la que era mi amiga, levanté la cara de las orientales diciendo: –No os estoy rechazando, al contrario, estaría encantado, pero no quiero hacerlo sin que estéis de acuerdo-.
Al escucharme se echaron a mis pies riendo, mientras besaban mis manos. En su fuero interno debieron de pensar que las mandaba de regreso a China, y la deshonra les había hecho actuar así. Carmen no entendía nada, y menos cuando les pregunté que como debíamos sellar nuestro compromiso.
Xiu fue quien me contestó:
-El novio recibe dos besos en la mejilla-
-¿Y a que esperas?-, le pregunté con un guiño.
Las muchachas se levantaron del suelo diciéndome que ahora volvían, y corriendo me dejaron solo con Carmen.
-¿Qué ha ocurrido?-, me preguntó alucinada.
Muerto de risa por lo grotesco de la situación, le contesté:
-Aunque te parezca raro, me caso-.
-¿Te casas?-, me dijo sin creerme, pensando que era una broma. Por eso tuve que explicarle el acuerdo a que habían llegado nuestros padres, como se habían preocupado al verme entrar con ella a la casa, y que al preguntarle su opinión, me habían malinterpretado.
Su expresión fue pasando por diferentes etapas, de una incredulidad inicial, al desconcierto. De ahí a la ira, y de la ira a una afirmación cuyo significado no supe interpretar. Espero a que terminara de hablar para gritarme:-¡Brujo!-, e indignada salir del cuarto.

La oí recorrer el pasillo en dirección al área de servicio. Me imaginé que iba a tratar de convencer a las dos mujeres de la locura que estaban haciendo. No estaba preocupado por el tema, ya que dudaba que pudiera hacerlas cambiar de opinión, y si así fuera tampoco se caía el mundo.
Al cabo de los cinco minutos, Carmen volvió a entrar en mi habitación, y muy sería me dijo:
Dame dinero, si estas dos locas quieren hacerlo, que lo hagan bien-.
Abriendo un cajón, le di un fajo de billetes. Y sin contarlo me informó que no las esperara hasta la cena, que se las iba a llevar de compras.
Me había quedado sin compañía a la hora de comer, por lo que poniéndome una chaqueta salí a dar un paseo con la idea de comer en cualquier sitio. Decidí ir al Retiro, tratando de tranquilizarme y con la esperanza de poder practicar mi poder sin que nadie me molestara.
Nada mas pasar por la entrada de la puerta de Alcalá, observé que una rubia, con pinta de niña bien, estaba paseando un enorme rottweiler. Sorprendía tamaño animal como mascota de una mujer tan femenina. Con ganas de charlar con alguien, llamé mentalmente al perro. Nada mas sentir mi orden, jalando de la cadena vino corriendo a mi lado. Fue tal su rapidez de respuesta que su dueña estuvo a punto de caer al suelo. Y con cara de espanto, vio como se me lanzaba encima. Pero el perro lejos de atacarme, me dio un lengüetazo en la cara, mientras le acariciaba.
Perdona-, me dijo llegando a donde estaba,-nunca se me había escapado-. Todavía temblando le agarró del collar regañándole.
Tranquila, desde niño he tenido perro, y reconozco un buen ejemplar en cuanto le veo-, le expliqué. Santer, como se llamaba el bicho, se negaba a obedecerle permaneciendo a mi lado.-No debes de tratarle así, debes de comportarte como la jefa de la manada, ¡Mira!-, le dije cogiéndolo de la piel del cuello.
El perro se sentó al instante. Su dueña no se podía creer que me hubiese obedecido, y exagerando mi dominio le ordené que se tumbara y rodara por el suelo.
-¿Cómo lo has hecho?-, me preguntó.
-Es fácil, soy adiestrador de chuchos-, le respondí entre risas. Impresionada me pidió si le podía enseñar cómo se hacía. Le informé que era largo y laborioso, además de caro, ya que mis tarifas eran muy altas. Le dio igual, quería que yo le adiestrase, y que me pagaría lo que le pidiese.
-¿Seguro?-, le pregunté.
-¿Cuánto quieres?-, me dijo convencida de que podía pagar mi precio.
-Come conmigo, yo invito-, le contesté mirándola a los ojos. Mi respuesta le destanteó, y después de pensárselo aceptó dirigiéndome una sonrisa.
-¿Siempre ligas así?-, me soltó, a la vez que coquetamente, entornaba sus ojos.
-Solo con bellezas como tú. Por cierto, ¿Cómo te llamas?-
Soltando una carcajada por mi ocurrencia, me dijo que se llamaba Patricia, y cogiéndome del brazo me preguntó que donde la iba a llevar a comer.
-Primero a tu casa a dejar a Santer y luego donde quieras-, le dije.
Accedió al darse cuenta que nos iban a impedir la entrada a cualquier restaurante con el perro. Las casualidades existen, pensé al ver que me llevaba a mi mismo portal. Por supuesto que no le mencioné que éramos vecinos y menos que ella vivía en el mismo piso, puerta contra puerta.
Nada mas entrar en su casa, se abalanzó sobre mi besándome. La niña pija se transformó en un hembra en celo que desgarrándome la camisa. La violencia con la que me recibió en sus brazos, me excitó de sobremanera, y sin mediar palabra le abrí el vestido, apoderándome de sus pechos.
Eran unos pechos pequeños y duros, pero sumamente sensibles, ya que nada mas empezarlos a apretar, se puso a gemir como descosida, mientras me abría el pantalón, bajándome el calzoncillo.
Sin perder el tiempo le destrocé las bragas y apoyándola contra la columna, la alcé en mis brazos, mientras Patricia llevaba la punta de mi pene a su abertura. De un solo golpe se empaló. Al sentir como su vagina se llenaba por completo me araño la espalda, pidiéndome que la usara. La incomodidad de la postura, me hizo buscar con la cabeza un mejor apoyo, lo encontré sobre una mesa de la entrada. Llevándola en volandas, la deposité encima, y brutalmente comencé a penetrarla. Cada una de mis embestidas fue recibida por ella con grandes gritos. Si alguien nos hubiera estado oyendo, podría haber pensado que la estaba violando y más cuando desde su interior notó que el placer la dominaba, me pidió que la tratara como una puta.
Obedecí pellizcándole los pezones. Le gustaba el juego duro, pensé cuando recibí un tortazo en la cara. Respondiéndole como se merecía, la inmovilicé, y dándole la vuelta empecé a azotarle en trasero cruelmente.
-Más, me lo merezco-, me dijo al experimentar el primer dolor.
Nunca me hubiese imaginado que detrás de ese disfraz se escondiera una hembra tan caliente. Los chillidos de dolor se fueron transformando en gemidos de placer. Sin permitir que se enfriara, seguía azontándola, e introduciendo mi mano en sus sexo, recogí parte del flujo que lo inundaba, para depositarlo en su hoyuelo.
Deduje que se lo habían usado poco, al percibir lo cerrado que lo tenía. Patricia me pidió que no lo hiciera cuando se dio cuenta de mis intenciones. Pero ya era tarde, y de un solo golpe le metí la cabeza de mi pene dentro de ella. Dos lágrimas surcaron sus mejillas por el dolor, pero no me exigió que se lo sacara. Por eso, esperé unos momentos a que se acostumbrara y viendo que se relajaba, proseguí con mi ataque centímetro a centímetro de forma que pude sentir las rugosidades de su esfínter a lo largo de la piel de toda mi extensión.
-¡Dios!-, gimió cuando mi sexo había entrado totalmente y sus nalgas se apoyaban contra mi pelvis.
-¡Muévete Puta!, le exigí, comenzando a moverme.
El abrazo con el que su intestino me acogía en su interior, era intenso. Su ano apretaba mi miembro con la presión de la falta de uso. Pero lentamente se fue relajando permitiendo mis acometidas. Patricia se estaba todavía haciendo a tenerlo en el interior cuando sintió que reanudaba mis azotes, y como loca me exigió que acelerara. Estaba poseída, recibía y daba placer con grandes suspiros. Cerrando sus puños sobre la mesa, me informó que se corría. Todo su cuerpo se convulsionó, cuando le fue envolviendo la lujuria, y su cueva empezó a manar mientras caía desplomada.
Viéndola indefensa y agotada, la cargué en brazos llevándola a la cama. Y depositándola en la cama, me entretuve en mirarla, mientras se reanimaba. No había llegado al climax, mi sexo permanecía erecto y preparado para un segundo round, pero dudaba que la muchacha pudiera continuar. Mi sorpresa fue cuando abriendo los ojos me dijo:
Traémela aquí, que te la limpio-.
Supe al instante a que se refería, y poniéndome a horcajadas sobre ella, usando su lengua de esponja, fue quitando los restos de nuestro coito de mi piel. Dejándolo limpio, me pidió que le hiciera el amor, mientras se ponía a cuatro patas sobre la cama. Pero cuando ya tenía mi pene en mi mano, y me dirigía a explorar su cueva, oímos como se abría la puerta de su casa.
-Patricia, ¿dónde estas?-, sonó desde el descansillo una voz de hombre.
La muchacha dudó en contestar. Asustado por la pillada le susurré al oído que quien era, a lo que ella me contestó que era su padre. “Menuda bronca”, pensé mientras meditaba el que hacer. No me quedó mas remedio que decirle:
Dile que estás aquí,¡ no te preocupes que no va a entrar!, ¡ lo sé!-, le contesté mientras inducía al hombre a recordar que se había dejado el coche abierto.
Sin creerme, pero sin tener otra solución le dijo a su viejo, que estaba en su cuarto. Se esperaba ya el escándalo, cuando escuchamos como le decía que se diera prisa, y que la esperaba en el garaje.
-¿Cómo sabías que se iba a ir?-, me preguntó un poco mosca.
-No lo sabía-, le contesté sonriendo.
-Entonces, ¡estás loco!-, me replicó muerta de risa.
-Siempre he tenido suerte-, le respondí mientras recogía mi ropa y empezaba a vestirme.
Rápidamente salimos del piso, y en el rellano, me pidió que esperara cinco minutos antes de salir. Ya estaba abriendo la puerta del ascensor, cuando dándose la vuelta me dijo:
-Gracias, lo he pasado estupendamente-, y bajando los ojos como si temiera mi respuesta me preguntó: -¿Te podré ver otra vez?-.
-Claro, lo único que tienes que hacer es tocar el timbre-, le contesté mientras abría la puerta de mi casa.
-¿Vives aquí?, me dijo abriendo sus ojos en señal de sorpresa.
-Si, pero ahora vete, no vaya a sospechar tu padre-, le contesté dándole un beso en promesa de nuevos encuentros.
Sonriendo al apretar el botón del sótano, se despidió de mí. Nada mas irse, me di cuenta que todavía no había comido, por lo que tras cambiarme de camisa, la mía estaba desgarrada, salí en busca de un restaurante.
En cuanto llegué a la calle me invadió una sensación rara, algo me decía que había problemas, pero no pude determinar la causa de mi desazón. Era como si alguien se me hubiese subido a la chepa y estuviera vigilándome. Por mucho que intenté descubrir si alguien me seguía, no lo conseguí, pero tampoco pude quitarme de encima la inquietud. Me paraba en los escaparates, durante unos momentos, buscando en el reflejo del cristal la figura de mi perseguidor, para salir a paso rápido durante un manzana, con la intención que se descubriera. Nada imposible, o bien me estaba volviendo un paranoico, o bien el tipo debía de ser un profesional.
Recorrí en esa loca huida mas de seis calles, hasta que cansado me metí a comer en el Vips de la calle Velázquez. Mas tranquilo, pero todavía con la mosca detrás de la oreja, me senté en una mesa de un rincón, de forma que controlaba todo el restaurante. Acababa de pedir de comer, cuando sin haberlo visto acercarse se me sentó en la mesa, un hombre con pinta de ejecutivo.
Nos estuvimos observando durante unos instantes antes de que ninguno hiciera el intento de hablar. El tipo iba perfectamente trajeado, y en la solapa llevaba un distintivo que no pude identificar. Era como la cruz de la orden de santiago pero en vez de roja, azul, y englobada en un circulo negro.
-Fernando de Trastamara, ¿Verdad?-, me dijo mientras me perforaba con una durísima mirada.
Se equivoca, mi nombre es Fernando Enriquez-, le contesté sabiendo de antemano que no le iba a satisfacer mi respuesta.
No me equivoco, su verdadero apellido como usted sabe es Trastamara. Llevamos siglos buscando a los descendientes del Dux de la Bética, y afortunadamente le hemos encontrado-, me replicó sin alzar el tono de su voz, pero sin ocultar el desprecio que sentía no solo por mí, sino por toda mi estirpe, recordándome que mi antepasado solamente tenía por sangre el ducado y que había sido elegido rey tras una rebelión palaciega.-No intente dominarme, de nada le servirá, lo único que conseguiría es que dejara de ser su vigilante y mandaran a otro-
-¿Sigo sin saber de que me habla?-, le dije intentando sonsacarle,-¿quiénes son ustedes?-.
No necesita saberlo, pero le queremos avisar que no busque el escapar o sufrirá las consecuencias-, fueron sus palabras que pronunció mientras se marchaba.
Mientras se iba, pedí un bolígrafo a la camarera, y en cuanto me lo hubo dado, me puse a dibujar todos los detalles que recordaba del escudo del desconocido. Solo sabía de ellos, que su organización, secta o lo que fuera era al menos tan antigua como mi propia familia, y que por alguna causa nos odiaban. Dicho odio debía de tener bases sólidas para durar mas de mil años. Me estremecí de pensarlo y pagando la cuenta me dirigí de vuelta a mi casa.
Ya en mi cuarto, encendí el ordenador, empezando a navegar en búsqueda de información. Afortunadamente, estamos en la era del Internet, y tras mas de una hora, encontré una ilustración del siglo XIII en un tratado sobre el reinado de Alfonso X, el sabio, que hablaba sobre un grupo de nobles, llamados la Espada de Dios, que eran los mas firmes partidarios de la reconquista. El documento, los acusaba de intransigentes y de buscar la lucha contra el infiel, sin considerar las consecuencias.
Esta revelación me confundió, ya que si de algo no se podía acusar a mis antepasados era de colusión con los árabes. Al contrario, todos ellos se habían enfrentados a su dominación, perdiendo muchos de ellos la vida en este empeño, y el primero Don Rodrigo. Por lo tanto si este grupo de hoy en día se consideraba heredero de esos de antaño, no deberían el considerarme un enemigo sino un aliado.
Con esta duda en mi interior quise localizar a mi padre, pero fue infructuoso todo intento, solo pudiéndole dejar un recado con su asistente. Fue entonces cuando escuché voces en el salón, eran las tres mujeres que volvían de compras. Tratando de despejarme, acudí a su encuentro. Venían charlando animosamente, pero en cuanto me vieron las dos chinitas salieron corriendo entre risas, mientras Carmen me retenía diciendo:
-Quieto parado, ¿dónde crees que vas?-
-A ver a mis novias– le conteste medio en broma, medio cabreado por su intervención.
-No puedes y por dos motivos-, me soltó con esa voz altanera a la que ya me iba acostumbrando.
-¿Y cuales son?-, le dije visiblemente molesto.
El primero es que da mala suerte ver a la novia antes de la boda, y el segundo y mas importante que necesitas saber como comportarte. Son dos buena chicas y no quiero que les haga daño un brujo, solo por ignorancia-.
A ver. ¿Que es lo que debo saber?-, me enfadaba la manía que tenía de recordarme que opinaba de mi don a cada paso. Era una tipa testadura e inflexible, estuve tentado de castigarla obligándola a hacer cualquier tontería pero recapacitando recordé mi promesa, por lo que me abstuve de hacerlo.
Así me gusta, que de vez en cuando algo de sensatez en tu mollera. Como sabes vienen de una familia tradicional, y en sus creencias al contrario que en la nuestras esta bien visto el matrimonio de un hombre con dos hermanas. Para ellas, un novio cuando cumple con las premisas que exige la tradición, si es bueno para una, no hay motivo que sea malo para la segunda-. Hizo un descanso en su discurso como si quisiera decirme algo que debería de saber, pero por algún motivo no me lo dijo, sino que continuo diciendo: –Xiu es la mayor, por lo que se convertirá en la esposa principal, debiendo la o las siguientes concubinas el obedecerle. Por lo tanto debes de desposarte con ella en primer lugar, y cuando ya hayas demostrado ante los ojos de la o las otras candidatas que eres hombre, solo con que ella las invite a unirse a la cama y las otras acepten, será bastante para considerarte casado con todas. Pero te aviso, tu autoridad como marido es limitada, su pueblo es un matriarcado, por lo que las concubinas no obedecen al marido sino a la esposa principal, que se convierte en una especie de Madre, para ellas-.
-¡Que cosa tan curiosa!-, le contesté, –me estas diciendo que yo me casaría con Xiu, pero que mi unión con Lili sería como en un contrato de adhesión-
Es mas, no puedes ordenar nada directamente a una concubina, sino a través de la matriarca, y ella decidirá si es o no justo, y si deben de obedecerte. De no cumplir con esta costumbre, la esposa principal puede en cualquier momento anular el matrimonio, despojándote de todos los bienes, ya que estos pasan a formar parte de la familia, que está representada por ella-.
“¡Coño!”, pensé inseguro de donde me estaba metiendo, pero tras meditar durante unos instantes, resolví que no habría problema ya que siempre podía controlar a Xiu mentalmente. –De acuerdo, gracias por informarme pero creo que te ha salido mal tu intento de evitar que diera el paso, diles que estoy dispuesto y que me digan que mas tengo que hacer-.
Curiosamente sonrió al escucharme, y terminando la conversación me dijo:
Toma este kimono, el rojo es color del amor, por lo que todos los participantes en la boda, incluidos los invitados deben de ir vestidos de colorado-, y soltando una carcajada me soltó:-Se me olvidó decirte que han traído a una peluquera para que te depile. Por lo visto Lili te vio desnudo y se horrorizó de la cantidad de pelo que tienes en el cuerpo-.
En ese momento, una anciana de mas de ochenta años hizo su aparición con todos los instrumentos propios de su profesión. Carmen ya se había ido cuando quise decirle lo que opinaba de su “pequeño olvido”. El burlador burlado. Supe desde ese instante que me iba a vengar, todavía no sabía como pero si sabía que tarde o temprano iba a conseguirlo, y el que iba a reír el último sería yo.
La tortura a la que fui sometido fue brutal, no solo producto del daño que la cera hirviendo hizo sobre mi piel, sino también de la humillación que sufrí a manos de la peluquera. Sin ningún tipo de consideración ni de educación me obligó a desnudarme y riéndose me exigió por señas, que me pusiera a cuatro patas para que le resultara mas fácil el depilarme el trasero. Ese fue el inicio de dos horas de sufrimiento físico y moral. Pero el colmo fue cuando casi ya había terminado, se apoderó de mi pene con sus arrugadas manos y carcajeándose opinó que no creía que fuera capaz con eso de contentar a tanta mujer. Sino me hubiera resultado tan vomitiva con gusto la hubiese violado para castigar lo que me había hecho pasar.
Me sentía vencido antes de empezar, la maldita vieja me había hecho odiar a toda su raza. Comprendí la actuación de los japoneses en la segunda guerra mundial, aborrecía lo chino, renegaba del amarillo y para colmo me sentía ridículo enfundado en el kimono. Con este estado de ánimo fui conducido al cuarto principal de la casa, el de mis padres, que al ser el mas grande, en el habían preparado todo para la ceremonia. Todo el mobiliario había desaparecido, siendo sustituido por una especie de altar, y una enorme cama de dos por dos. Me encantó verla, al imaginarme las futuras experiencias que iba a disfrutar en ella.
La peluquera desapareció dejándome solo para recibir a mi futura esposa. Tuve que esperar de pie mas de diez minutos, hasta que empecé a oír una extraña música, bastante estridente, que me anticipó que se acercaban.
Un viejo sacerdote fue el primero en entrar y tras el, las dos hermanas y Carmen. Todos mis reparos desaparecieron en cuanto vi a Xiu entrar. Venía vestida con un magnífico qipao, esa especie de kimono chino, totalmente pegado que realzaba su feminidad. Su pelo recogido en un moño, con un clavel también rojo, que dejaba ver toda la belleza oriental de la novia. Me quedé sin habla, estaba espectacular. Al ponerse a mi lado, me dijo que no me preocupase, que ella iba a irme traduciendo.
De la ceremonia me enteré de poco, el sacerdote hacía continuas referencias a la dualidad, al cielo y la tierra, al ying y al yang, al hombre y la mujer. Durante el transcurso de la boda, observé que mi novia se iba poniendo cada vez mas nerviosa, sobre todo cuando Lili nos acercó dos tarros, uno con miel y otro con vino de arroz. Estaban unidos por una cinta, de forma que mientras ella bebía de uno yo lo hacía del otro. Cuando tomo el sorbo del segundo, ya sobre sus mejillas surcaban enormes lágrimas. Asustado le pregunté que le pasaba, , me dijo:
-Es que soy muy feliz-, y cogiéndome de la mano me explicó:-Ahora viene la aceptación, tenemos que darnos dos besos en la cara, los besos en la boca son pornográficos en nuestra cultura-.
Sin importarme el dilatar el sentir sus labios sobre los mios, la besé cariñosamente. Lili vino corriendo hacía nosotros y abrazándonos empezó a felicitarnos. Por lo visto ya estábamos casados. El cura nos dio un abrazo y desapareció tal y como había llegado.
Mi ya ahora esposa me pidió que me sentara en el suelo, y trayendo un cuenco de arroz y uno de té, se puso a mi lado. Y con la mayor naturalidad del mundo me fue dando de comer sin que yo interviniera. Carmen y Lili se mantenían expectantes en una esquina de la habitación. En cuanto hube dado buena cuenta del arroz, fui yo quien le tuvo que dar en la boca de comer. Era un ritual muy claro, los esposos comparten los bienes de la tierra apoyándose mutuamente. Después repetimos la misma operación con el té. Xiu, al terminar se puso en pié, retirando toda la vajilla.
Al hacerlo Lili, empezó a cantar una canción mientras su hermana iniciaba una danza lenta.
Era impresionante el ver como sus caderas se movían al ritmo de la música, la seda del vestido se pegaba dejándome ver la perfección de sus formas. La sensualidad de sus movimientos me fue excitando, mientras intentaba descubrir el significado de su baile. Lentamente fui asimilando lo que representaba, ella era la presa que se iba a entregar al cazador, pero este al otearla se quedaba prendado y era incapaz de matarla. En ese momento, su hermana y Carmen, me hicieron levantar del suelo, y sin mediar palabra me despojaron completamente de mi ropa y dejándome desnudo, me llevaron a la cama.
La música cambió volviéndose mas rítmica. Xiu se quedó quieta en medio de la habitación. Lili acercándose a ella, le abrió el vestido por detrás. Una vez liberada, volvió a bailar. Su Danza era ahora una evocación a la fertilidad, y lentamente fue bajándose la tela de sus hombros, dejándome disfrutar de la maravilla de sus formas. Si alguna vez me había imaginado sus pechos, lo que descubrí no tenía parangón. Eran perfectos, grandes duros, apenas se movían con el ritmo, y dos pequeñas aureolas rosadas los decoraban.
Con el qipao en sus caderas, se dio la vuelta de forma que pude extasiarme de su espalda y su trasero cuando cayó al suelo dejándola totalmente desnuda. Todo en ella era delicado, su cuerpo sin gota de grasa me dejó sin respiración, jamás había visto algo semejante, y ya totalmente excitado esperé con verdadera desesperación que viniera a mi lado.
La canción cesó, dotando de dramatismo al momento. Lentamente se fue girando con los brazos a los lados, dejándome ver por primera vez su sexo. ¡Estaba completamente depilada!. Andando se fue acercando a la cama. Era un pantera. La sexualidad que emanaba me envolvió. Ella a ver el resultado de su danza en mi entrepierna, sonrió satisfecha, y poniéndose a mi lado me dijo:
Amado mío, ¿quieres comprobar antes de nada que me entrego virgen?-
No es necesario-, le respondí deseando que terminaran los prolegómenos y disfrutar de una vez de su cuerpo.
Se alegró de la confianza que había depositado en ella con ese simple gesto y dándome un beso me pidió que la dejara hacer que quería disfrutar de su estreno. Me dijo que me diera la vuelta dándole la espalda. Obedeciendo, puse mi cara contra la almohada, y nada mas hacerlo, sentí como me empezaba a besar los pies. Poco a poco fue subiendo por las pantorrillas y los muslos, mi trasero. Sus besos eran sustituidos por su cuerpo y restregándose contra él me fue dando un suave masaje.
Era como si quisiera que nuestra piel se fundiera, la dureza de sus pechos contra mi espalda me enervó y sin poderme aguantar le pedí que me liberara. Satisfecha me dijo al oído que teníamos toda la vida. Me dio la vuelta, y sin hablar se sentó a horcajadas sobre mí.
Volvió la música a mis oídos. Siguiendo su ritmo puso un pezón al alcance de mi boca y con voz firme me dijo:
Te entrego mi pecho, beberás de él hasta que nuestro retoño te sustituya-.
Saqué la lengua y sin moverme dejé que Xiu confortara su aureola con su humedad. Moviendo su seno, pude acariciar todas las rugosidades de su erecto botón. Ella me respondió con jadeos de excitación y poniéndomelo en la boca, empecé a mamar como si de un bebe me tratara. Fue entonces cuando caí en la cuenta que Lili y Carmen seguían en la habitación , mirándonos. Al girar mi cabeza para verlas, descubrí que nos seguían con gran atención y que en sus ojos brillaba la excitación.
Mi querida esposa empezaba a estar realmente caliente. Con sensuales movimientos de caderas, hizo que mi miembro se fuera acomodando entre sus piernas. Su sexo jugaba con la cabeza de mi glande, sin introducírselo. Era como si me estuviera besando. Sus labios inferiores me acariciaban. La humedad de su sexo ya era manifiesta cuando ella me dijo que si podría llegar a quererla. Sin mentirla, le dije que ya la amaba y que no me imaginaba mi vida sin ella. Mis palabras fueron el detonante de su actuación y gimiendo me dijo que a ella le ocurría lo mismo, mientras se colocaba mi pene en la entrada de su cueva. Poco a poco su cuerpo fue absorbiendo toda mi extensión, hasta que mi capullo se encontró con una barrera. Xiu me dirigió un sonrisa justo antes de elevarse sobre mi y de un solo golpe ensartarse de golpe hasta el fondo todo mi sexo. Gritó al sentir como se desgarraba su interior. Durante unos instantes se quedó paralizada por el dolor, pero rápidamente se rehizo y moviendo sus caderas empezó un delicado vaivén que me volvió loco.
No me podía creer lo que estaba notando. La estrechez de su gruta se unía al movimiento de sus músculos interiores de forma que conscientemente los relajaba y apretaba al ritmo de mis penetraciones. El compás de la canción nos marcaba la cadencia de nuestros movimientos, y sus jadeos y gemidos se fueron uniendo a su letra. El tiempo se había detenido, solo importábamos nosotros, ni siquiera la presencia de la dos mujeres nos estorbaba en nuestra unión. Si creía tener experiencia, Xiu me demostró que no la tenía, llevándome a cotas de excitación que nunca había alcanzado. Su gruta recibía ya liquida mi exploración, cuando empecé a vislumbrar los primeros efectos de mi orgasmo. Ella al notar como el liquido preseminal se unía con su flujo aceleró sus caderas y mordiéndome en el cuello, me pidió que me vaciara dentro de ella. Fueron sus gritos de placer y los estertores de su cuerpo al correrse lo que desencadenó mi orgasmo. La oleadas de placer se sucedían sin pausa. Sin saber como lo hizo, sentí, noté como su interior me abrazaba prolongándome el éxtasis, de forma que quedé exhausto, pero sobretodo rendido a sus pies cuando dándome un beso me dijo que por fin había sentido lo que era ser mujer.
En ese momento, se llevó la mano a le entrepierna y cogiendo un poco de la mezcla de líquidos que manaba su cueva, me lo enseño diciendo:
No me lo has pedido, pero mira. Tu has sido el primero y serás el último hombre de mi vida-, en sus dedos la sangre me demostraba su virginidad perdida.
Su completa entrega, me hizo reacionar y abrazandola quise volver a hacerle el amor, pero ella parándome me dijo:
Me encantaría repetir, pero ahora debemos cumplir el final de la ceremonia-, y mirando a Lili y a Carmen que esperaban de pie le preguntó:- Queridas hermanas, ¿queréis formar parte de mi familia?-
“!Hermanas!, ¿porqué usa el plural?”, pensé al darme cuenta que su oferta incluía a Carmen. Y antes que pudiera opinar al respecto, las dos mujeres dejaron caer sus vestidos, y desnudas arrodillándose contestaron al unísono:
Xiu, queremos que nos aceptes como madre, y prometemos aceptar tu autoridad compartiendo el marido que nos das-.
Entonces esta hecho, venid a mi lecho como esposas y formemos una sola estirpe– y dirigiéndose a mi me dijo:-Esposo, te doy dos compañeras, deberás alimentarlas y protegerlas como si ellas fueran yo, pero quedan bajo mi dominio de forma que es a mí a quien deben obedecer-.
Supe en ese instante que Carmen me había ganado. Aprovechándose de las costumbres de mi esposa, me obligaba en dos maneras, por una parte reforzaba mi promesa de no manipularla y encima me forzaba a nunca echarla. No pude mas que reírme a carcajadas del engaño, y abriendo mis brazos les pedí que se acercaran.
Lili fue la primera en echarse a mis brazos, su cuerpo delgado buscó mis caricias, mientras me besaba. Lo que no me esperaba es que Xiu me dijera que esperara, que antes de nada ella debía de comprobar que llegaba inmaculada, y abriéndole las piernas le introdujo dos dedos en su interior rompiéndole el himen. La pobre niña lloró por la brutalidad de su hermana, pero reponiéndose al instante me dijo que bebiera de su sangre. Apiadándome de ella, con mi boca busqué confortarla y apoderándome de sus labios, mi lengua empezó a acariciar su adolorido sexo. Ella me recibió con espasmos de placer, dejándome claro que el haber sido espectadora de la unión con su hermana le había excitado sobremanera. Su depilado pubis era un manantial del que un río de flujo manaba sin control, y excitado al ver que Xiu y Carmen cogiéndole cada una un pecho se los empezaba a mamar, apuntando con mi pene en su entrada, la penetré de un solo golpe. Gimió al sentirse llena. No acababa de introducirme en ella, cuando le sobrevino el primer orgasmo, sus piernas temblaron por las descargas de placer que la embutían y jadeando me exigió que le siguiera dando placer. No tuvo que rogarme, era impresionante ver su cuerpo siendo acariciado por seis manos, y acelerando mis embistes le grité que se corriera.
En ese momento Xiu abrazándome por detrás, me dijo al oido que había comprobado que Carmen no era virgen, y que si yo quería la repudiaba. Le contesté que no pero que en contraprestación quería que ella me dejara castigarla. Asintió, volviéndose a unir al maremagnum de cuerpos entrelazados. Tumbando a Carmen, puso su sexo en la boca de la española, para que esta le diera placer. Mi amiga nunca había probado un coño, pero excitada comprobó que le gustaba su sabor, y mientras que con su lengua penetraba a mi esposa, con sus manos se empezó a masturbar con frenesí. El climax de Xiu se unió al de su hermana y derritiéndose se derramó en la boca de Carmen pidiéndome que la besara. Fue demasiada mi excitación y jadeando con la respiración entrecortada exploté en Lili, vertiendo mi simiente en el interior de su estrecha cueva. Agotado por el esfuerzo caí en la cama. Y mientras me reponía, tuve tiempo de pensar en mi venganza.
Era la hora de poseer a mi tercera mujer, la tradición me exigía tomarla y llamándola a mi lado le dije:
-Carmen te hice una promesa de no hacerte mi amante y juré no mandarte. Pero engañándome me has obligado a tomarte como esposa. ¿Creo que tu misma me has liberado de mi juramento?-
Solo respecto a mi cuerpo, en nada ha cambiado lo que opino de ti-, me contestó con voz firme pero excitada por el placer.
Sin contestar la impertinencia de la muchacha la tumbe y abriéndole la piernas, observé que no estaba depilada totalmente, que un diminuto triángulo de pelos, enmarcaba coquetamente su sexo. Aunque me gustaba le grité:
Qué asco!, date la vuelta no pienso meter mi pene en un coño tan peludo-.
Sorprendida miró a Xiu en busca de protección , pero no encontró la ayuda que buscaba, al contrario con un sonoro bofetón le obligó a obedecerme. Trató de revelarse pero entre las dos hermanas la inmovilizaron dejándome su culo a mi disposición.
Sin contemplación puse mi sexo en su entrada, y de una sola vez le introduje toda mi extensión en su interior. Lloró gritando al sentir como había violado su esfínter desgarrándolo, pero al recibir otro tortazo de Xiu, se quedó quieta mientras dos gruesas lágrimas surcaban sus mejillas.
Tras unos instantes durante los cuales mi sexo se acomodó en su intestino, comencé a moverme. No dejó de berrear, mientras le imprimía un rápido vaiven, pero poco a poco algo iba cambiando en su interior y cuando dándole un azote Lili le exigió que se moviera, se volvió loca. Insultando a la chinita le imploró que siguiera torturando sus nalgas, ella sin compasión no le hizo caso y tirandole del pelo acomodó su cabeza entre las piernas de su hermana mayor.
Putita, darle placer a nuestros dos esposos, o yo castigar-, le dijo riéndose la pequeñaja.
Carmen obedeció al instante y separándole los labios a Xiu la penetró con su lengua. Fue entonces cuando realmente, nos unimos los cuatro en el placer, ya que Lili tumbándose debajo nuestro se apoderó de mis testículos y de su clítoris mientras se masturbaba. Los gritos de dolor desaparecieron siendo sustituidos por gemidos de placer, y sin poderlo evitar Carmen se corrió sonoramente en la boca de su amante. Yo por mi parte demasiado concentrado en mi propio orgasmo, no observe que Xiu se había levantado. Solo cuando sentí sus pechos en mi espalda y su respiración en mi cuello, supe que quería decirme algo.
Girando mi cabeza, la besé en los labios, y escuché como me decía:
Correté rapido, que quiero volverte a sentir dentro de mí
No se si podré-, le contesté mientras liberaba mi pene, rellenando el interior de Carmen.
-¡Si lo harás!, tenemos dos hembras, dispuestas a satisfacer nuestros caprichos-,y sonriendo me dijo: –Sino lo consiguen, siempre podremos castigarlas-.
Solté una carcajada, al oírla supe que había obtenido el cielo en la tierra.

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