Hola a todos. Lo primero es dar las gracias por los comentarios y sugerencias que me distéis después de mi primer relato. Me han animado mucho y ahí va el segundo: Espero que a las lectoras les guste un chico guapo y azorado en ropa interior. Sí, del tipo de ropa interior que gusta a las mujeres. Voy a apostar: ¿Unos boxer ajustaditos negros? Jaja, pues sí, la historia empezó conmigo desnudo de cintura para abajo, me encuentro en un salón de un hotel porque me he tenido que quitar el pantalón para coser el botón… Fuera se oye música.
No soy muy hábil cosiendo y ni siquiera lo tengo a medias.
¿Por qué estoy en esta situación? Pues es la boda de uno de mis mejores amigos y, después de la comida, rica y copiosa, los vinos buenos (sobre todo ese blanco que han puesto, fresquito y que se sube sólo), postre, cava, un licorcito… a mí se me ha descosido el botón del pantalón. Por suerte, he conseguido que me dejen un estuchito con aguja e hilo para ir a solucionarlo. Siempre hay una chica que lo lleva en el bolso, aunque sea un minibolso. Esos estuchitos que a veces se encuentran en las habitaciones de los hoteles son geniales para esto. También me han dejado pasar a este pequeño salón donde los novios dejan los regalos y pueden descansar un poco…
Sentadito en una silla, y con afán y atención estoy dedicado a mi tarea. Joder, qué poca maña tengo para esto… y hoy justo, que no llevo cinturón con estos pantalones necesito el botón. En ese pensamiento estaba cuando, de repente, suena la puerta y, torpemente trato de taparme… tengo que tener una imagen ridícula… con zapatos, calcetines, camisa y corbata, pero con mis piernas al aire en esta grotesca postura sentado en una silla, ahora encogido y avergonzado.
Entra una chica de unos 35 años. Preciosa, ya la tenía echado el ojo pero me dio la sensación de que venía acompañada de un chico, puede que su novio o su marido. No puede evitar reírse de mí y, en este momento pienso que es un bicho. Con la cara de buena chica que tenía y que me había despertado la curiosidad. De hecho, me había pasado todo el rato de la iglesia observándola unos bancos delante de mí. Una chica alta, esbelta, de pelo clarito recogido y bonita figura realzada por el precioso vestido que lleva hoy. Toda la misa mirando sus curvas, las marcas de su ropa, los rizos de su pelo… y ahora casi la odio.
A ella, que además de ser una super mujer, también es un encanto, le han pedido ir al cuarto a dejar una prenda de la novia y ha accedido. Sin esperarlo ella también se encuentra con un desconocido en esa rara actitud y ríe, un poco nerviosa, tratando de darse cuenta de lo que estoy haciendo. El vino también ha hecho sus efectos en ella. Es una prima de la novia y también me había visto ya entre los invitados, seguro que también se ha dado cuenta de cómo la observaba, pero no tiene muy claro a qué grupo pertenezco. Mi sonrisa es ridícula y ella, que no puede evitar reírse, empieza a sentirte un poco cruel con esa actitud.
No está muy claro si es ese remordimiento de reírse de mi desgracia, o porque también ha tomado un poco de vino, o bien porque me ve super torpe y lo de ser un sol le puede… pero, sin mucho control por parte del hemisferio racional de su cerebro, de sus labios salen las palabras mágicas “anda, déjame que yo te ayudo….”
“Noooooo, no hace falta”, digo yo, que lo que más deseo en este mundo es que desaparezca por la puerta por la que ha venido, o bien que se haga un agujero repentino en el suelo y me trague la tierra. En esa postura ridícula, con mis boxer negros apretaditos… con todo y con eso ella dice con una sonrisa maternal en la boca “traeeee”, mientras tira de mi pantalón, y yo me pincho con la aguja en un dedo, jeje no es nada pero me quejo mucho. “Aysssssssss”, soplo en mi dedo, lo que hace que ella, que ya va entrando en una fase claramente demonio, se ría con más libertad y diga…. “Perdona, jajajaja, perdona de verdad.”
Ggggrrrrrrrr, joder, ahora lo que pienso es que tengo delante a una de las chicas más atractivas de la boda (según la valoración conjunta de los amigos del novio jeje no sólo mía) descojonándose de mí. Qué mala suerte que me tiene que pillar en esta situación, y encima sin pantalones. Ggggrrrrr, sacando fuerzas de flaqueza (o también por el efecto del alcohol), la digo con mi mejor sonrisa inocente mientras coge el pantalón y la aguja… “ahora vas a ver te voy a poner nerviosa mientras lo coses a ver si te pinchas tú también, listilla”.
Obviamente me sigue la broma desafiante… “jajajajajaja no creo que puedas, si eres tan torpe que no sabes ni coser un botón”.
y yo digo… “¿que no?” y me pongo detrás de ella, con mi mano puesta castamente en su cintura…. bueno, castamente, jajajajaja, de casto no tiene nada porque la tela de su vestido es muy muy fina y siento el tacto y el calor de su piel…. Es curiosa la situación en la que estamos, somos dos desconocidos a los que una circunstancia de azar les ha llevado hasta aquí. Ella ya se ha fijado en mi camisa que es un poco (solo un poco) apretada y se notan mis músculos… de chico fuerte pero no de gimnasio… también en la mirada, y supongo que en cómo me queda el culo de los pantalones… mejor dicho, me quedaba, porque ahora mis pantalones están en sus manos.
Cuando nota mi mano en su cintura… siente un “chispazo”, una sensación agradable y nerviosa, no sé… el tacto piel con piel a través del vestido finito… incluso rozo la tira de su tanguita. Ufffff, me muero por saber cómo será su ropa interior, cómo el tacto de su piel, las curvas de su cuerpo…
Entonces, la música se pone de mi lado (de nuestro lado), y ponen una canción lenta, típica de las bodas para bailarla cogidos por la cintura. Me pongo a hacer un poco el tonto y a moverme con la música con las manos en su cintura mientras ella se sacude un poco “quita anda” y continúa intentando enhebrar la aguja… y yo digo “te vas a pinchar”. No conocemos nuestros nombres y, quizá por ello, la tensión sexual de la situación va en aumento. Hasta ahora lo ocurrido era algo casto, un poco de broma, pero ahora con mis manos en su vestido…. no me sobrepaso aunque algo en ella desea y se siente bien con el contacto.
Ella siente mis manos grandes y fuertes en la parte alta de los huesos de sus caderas, y el sonido de mi voz provocadora “a ver si enhebras así…”. Ella se ríe y dice “déjame anda, que al final vas a tener que salir en calzoncillos a la boda”.
Y yo sigo con el juego y con mi mejor sonrisa seductora argumento “es que esta canción hay que bailarla”. Sólo mis manos le tocan. Fuertes pero no lascivas. Ella insiste simulando algo de firmeza “deja anda!” (aunque internamente está deseando que siga) y hace un gesto con las caderas como de soltarse de mi contacto. El gesto es muy leve y su voz ya es aniñada, parece que la situación o el vino se está poniendo a mi favor. En sus manos tiene la aguja y el hilo y no lo ha soltado. Con su gesto, sin querer y mínimamente, roza mi paquete, que no está excitado pero tampoco relajado, está vertical pegadito a mi cuerpo y dentro de los boxer. Ambos disimulamos como que no ha pasado nada (es lo que se hace en estos casos ¿no?). Sin embargo la tensión aumenta.
Yo sigo diciendo con amabilidad, “anda, deja eso y vamos a bailar”, a pesar de que ambos sabemos que hay un poco de riesgo de que alguien entre en la habitación y eso le da cierto reparo, pues es una chica con pareja y arriesga más. Sin embargo, también la idea de poder ser cazados en esa actitud le hace sentirse algo excitada… ese morbillo del riesgo, de acabar la boda siendo el objeto de murmuración le produce una sensación extraña. Pero en realidad quiere bailar. Casi todas las chicas quieren bailar y más en la situación que se había creado. Pero, ¿y sí nos descubren? Mucha gente la conoce, es una prima de la novia y todos sus familiares están allí y, aunque es un baile inocente, el chico está medio desnudo. Y sí, está un poco excitada y divertida, yo sigo en su espalda y eso le provoca agitación. Puede percibir el olor de mi colonia y, este aroma es mágico.
Le digo “venga, uno sólo” y ella mira hacia atrás sin oponer resistencia y sonríe. Otro roce inocente entre nuestros cuerpos, mmmmm. Entonces, dice “vamos, pero un baile sólo” deja el pantalón en una silla y, tomando el mando de la situación para evitar riesgos, me coge de la mano hacia una puerta que no yo no sé donde lleva. Da a una habitación con una mesa y sillas, seguro que es donde luego se hará el pago del restaurante. Se pone frente a mí, y comenzamos a bailar…. de momento no muy pegados, con mis manos en sus caderas y las suyas en mi cuello estoy empezando a sentirme en el cielo. Soy un desconocido pero mis manos la electrizan, igual que a mí las suyas en mi nuca. Seguimos bailando y nuestros cuerpos cada vez se atraen más…. noto como ella me acaricia el cuello y yo siento ya su pecho rozando el mío…. uffffff es delicioso… su sujetador no lleva relleno y noto sus pezones completamente duros. Cada vez estamos más próximos. Nuestras caderas también están ya muy juntas, ella ya me siente en completa plenitud.
Casi espontáneamente, nos fundimos en un beso (y digo casi porque algo tuve que ver yo allí). Aunque se había convertido en super esperado, en inevitable, comienza tímido… suave, tranquilo… y segundo a segundo va evolucionando y se convierte en salvaje, ansioso, brutal.
Mis manos siguen en el mismo sitio, atrayéndola sin disimulo, y ella siente mi bulto, se recrea en sus movimientos sobre él. Se muere por acceder a mis calzoncillos, son los que le gustan a ella pero su marido se niega a usar. El vuelo de la camisa me tapa un poco de sus ojos, no de su piel. No sabemos ni como nos llamamos pero seguimos besándonos. Sus manos recorren mi nuca y ahora sí está desatada. El beso ya no tiene nada de inocente, es únicamente húmedo, morboso, sexual.
Y le digo con la mejor de mis sonrisas seductoras “cielo, te voy a pedir sólo una cosa y sería feliz si me la dieses”… continúo “la situación es muy injusta porque a mí me falta una prenda y a ti no”. “Dame una prenda… para tener un recuerdo tuyo cuando salgas por la puerta y desaparezcas de mi vida.” y ella, con un gesto coqueto y elegante, pero con un brillo especial en los ojos me dice “date la vuelta” y sin que yo le vea mete las manos dentro de su falda y se desprende de su precioso tanguita negro. Está mojadito por la parte de abajo, y piensa “estoy loca, a ver como justifico yo esto con mi marido cuando llegue a casa” pero de todas formas lo mete en el bolsillo de mi camisa y dice “ya” con su mejor sonrisa. “Voy a meter la mano a ver qué es”… y ella dice…. “nooooo, espera, tienes que dejar pasar un tiempo, cuando estemos en la pista de baile con todo el mundo. Nos miraremos y tú sabrás cuál es esa prenda”
En ese momento, en el punto álgido en el que estamos ensimismados con la atracción mutua que se ha desatado con el morbo de la situación, suena la puerta repentinamente… otra emoción más y me da un infarto. Ella ve unas cortinas muy espesas (en estas salas las hay) y tira de mi mano hasta meternos rápidamente detrás, tratando de contener nuestra risa nerviosa. En la sala entra la familia de los novios y el dueño del restaurante. Van a pagar el evento y nosotros escondidos en un rincón de la sala muy muy juntitos. Nos da miedo hasta respirar detrás de las gruesas cortinas y, a pesar de estar escuchando la voz de sus propios tíos (quizá precisamente por eso) su mano se dirige divertida a mi boxer. Siempre he pensado que las tías son mucho más retorcidas y, en este caso el morbo de estar escondidos y de las ganas de jugar le podían… si hasta podría jurar que había una sonrisa traviesa en sus labios mientras acariciaba mi polla que estaba a punto de estallar.
Siempre he pensado que estas ocasiones hay que aprovecharlas, y que si no lo haces te arrepientes toda la vida. Así que tardo un segundo en copiar su maldad desplazando mis manos también por todas las partes prohibidas de su cuerpo. Uffffffffff es precioso el vestido, las formas, mis manos llegan hasta sus piernas y entonces empiezan a subir mientras nos besamos con muuucho cuidado para no hacer ruido. Lo extraño es que no se oiga el latir de nuestros corazones.
Estoy en las nubes. Sus piernas son super suaves, son de seda, y su cuerpo tiembla. Yo también estoy muy excitado y lo sabe perfectamente porque lo está provocando y comprobando ella misma con sus manos en mi cuerpo. Llego a su pubis y ya puedo confirmar cuál es la prenda que está en mi bolsillo. Su sexo está caliente, hinchadito, empapado, completamente depilado. Mi mano sólo hace presión desde el exterior. No puede evitar un gemido y su respiración se hace más fuerte. Mi otra mano va a su boca, haciendo con mis labios un sonido imperceptible “ssshhhhhhhhhhhh” siento sus labios besando mis dedos. Estamos desatados, somos dos niños traviesos escondidos detrás de las cortinas y sabemos que no podemos hacer ningún ruido. Mientras mi otra mano sigue jugando con su sexo. ¿Quién me lo iba a decir a mí cuando la veía delante en la iglesia?. Ella no se queda atrás y su mano se mueve arriba y abajo sobre mi boxer. Estamos ambos excitadísimos. Introduzco mis dedos en su boca y me los moja mucho, con ansiedad, y los devuelvo a su entrepierna. Acaricio con sus labios, moviendo mis deditos hacia el entorno exterior de su sexo en un gesto distraído, como para despistarla, pero repentinamente introduzco dos deditos en ella, poco, unos centímetros, y lanza otro suspiro que creo que ha oído todo el restaurante. Pero yo sigo dentro de ella, explorando todos los lugares, con suavidad a veces, y más rápidamente otras.
Se da la vuelta y yo le ayudo a situarla contra la pared en la esquina, mis manos siguen en su cuerpo, sus pechos suaves y redondos, su piel, ummmmm, su sexo, húmedo y palpitante, su respiración, y le digo “cielo, te voy a echar un polvo que siempre recordarás”. “Síiiii” colabora subiendo un poco la faldita de su vestido y colocándose un poco pese a que sigue casi de pie inclinada contra la pared. Qué pena que esté oscuro y no la pueda ver, pero mi miembro es guiado por su mano, juega frotando un poquito con él la entrada de su coño que a mí me quema, de sus labios ummmmm. Le tapo la boca cuando su respiración se pone fuerte. Y cuando quita su mano de mi polla, ya dirigida, empiezo suavemente a meterla y sacarla dentro de ella. Uffffff qué situación…. Ahora no podemos ni hablar, no nos conocemos, pero algo nos ha unido y estamos en el paraíso. El morbo de poder ser pillados en cualquier momento, y la atracción que sentimos es brutal.
En todo caso lo hacemos con muuuucho cuidado por el miedo a que nos pillen. Tan despacio que en cada movimiento voy sintiendo como su sexo se adapta a mi polla según entra y sale. A este ritmo es incluso más placentero. Mis manos se recrean en sus tetas, que he sacado por arriba del vestido. Mis dedos mojaditos moldean sus duros pezones y deslizan en movimientos circulares sobre sus aureolas. Me muero por verlos, pero esa noche no tuve la fortuna de hacerlo. Voy susurrando barbaridades en su oído que ahora no voy a repetir. Para picar su orgullo digo “no esperaba que una chica bien esté aquí en esta situación, dejándose hacer esto por un extraño” y ella dice “nunca te fíes de una chica bien, ni de quién ha provocado la situación”. Me ha picado ella a mí, le digo “eres una chica mala, y te voy a dar tu premio por ser así”, “síiii, dámelo” y voy notando cómo cuando le hablo, subiendo el tono de mis palabras sucias, empieza a contraerse, una de mis manos pasa de sus pechos a su boca. Se la tapo e imprimo un ritmo más duro dentro del silencio… “esto es lo que quiere esta chica bien” llego a ser duro duro en mis gestos. Ella, con su vestido subido, sudando, sin hacer ruido, el corazón a mil por hora, tiene un orgasmo laaaaargo y profundo mientras mis manos se pasean por todo su cuerpo. Se contrae, se clava en mí, se frota, se convulsiona, noto sus uñas en mi espalda apretando mi cuerpo contra su espalda… es larguísimo. Larguísimo, profundo, morboso, silencioso.
Sólo unos segundos después, cuando su cuerpo se va relajando, nota los espasmos del mío… y los leves ruidos que emito y se siente contenta, culpable, excitada, enfadada, llena de amor, de sensaciones contradictorias… pero sobre todo viva.
Después de todo, aún tuvimos la suerte de que se quedó la sala libre de gente muy pronto… me dio un beso suave en los labios y me dijo “me ha encantado conocerte, pero ahora no puedo ayudarte con el pantalón, me están esperando” y arreglando informalmente su vestido salió ella también de la sala dejándome con cara de tonto.
No viene al caso cómo conseguí coser el pantalón después de este episodio. Tampoco fue el último encuentro que tuve con ella, pues al poco rato de volver a la pista de baile, la novia nos presentó como si fuésemos completamente desconocidos y, haciéndonos los despistados, conocimos nuestros nombres por primera vez. No sé si alguien notaría el brillo en nuestros ojos las veces que bailamos. Desde luego el imbécil de su marido no la hizo demasiado caso en toda la boda, lo que supone una prueba más de hasta dónde puede llegar la estupidez humana. Ganas me dieron de volver a nuestro escondite. En uno de los dos bailes que compartimos disimulando amistad, cuando se hizo la oscuridad le robé un beso en los labios y, cuando se le subieron los colores le dije al oído “tenemos que quedar un día para que te devuelva la prenda que llevo en el bolsillo, chica bien”. “Ven a verme cuando tú quieras, trabajo en Zara, en la tienda del centro comercial XXXXXXX”.
Esta es la primera vez que cuento lo que pasó. Ni siquiera lo saben mis amigos y me he cuidado de no poner nombres reales aquí. Después de esto, han pasado más cosas que contaré en próximos relatos.
Agradezco cualquier comentario o sugerencia diablocasional@hotmail.com.
Carlos López
 
 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *